Instalan puestos de canje de armas en municipios afectados por civiles armados
Pobladores de Chenalhó entregaron alrededor de 25 rifles de caza, todos viejos y algunos inservibles. En Aldama señalaron: “acá no hay armas, nosotros somos los agredidos”.
El conflicto por 60 hectáreas de tierra que existe entre pobladores del municipio Aldama y el ejido Santa Marta, ubicado en Chenalhó —ambos ubicados en la zona tsotsil de los Altos de Chiapas— detonó nuevamente lo que desde la masacre de Acteal en 1997 ha sido evidente: la presencia activa de civiles armados en la región.
Más de una veintena de personas asesinadas durante los cuatro años recientes, decenas de heridos, alrededor de 3 mil desplazados intermitentes, y denuncias de personas disparando, todos los días, con armas de grueso calibre, lo atestiguan.
En este periodo se han firmado cuatro acuerdos de paz, y uno más donde, para dar una salida a la disputa por las 60 hectáreas de tierra limítrofe entre Aldama y Santa Marta Chenalhó, los pobladores de ambos lugares aceptaron repartirse la tierra. Un hecho que aún no se concreta.
Sin embargo, la desarticulación de los grupos de civiles armados es una de las demandas más insistentes de la población desplazada, porque el actuar de estos grupos no les permite permanecer en sus hogares y provoca una tensión constante en la región.
Como una medida para dar respuesta, el gobierno federal llevó a cabo este día una “campaña de canje de armas” por pantallas de televisión y computadoras compactas. Esta es la primera vez que se instalan puestos para propiciar el desarme voluntario en esta región.
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Desde las 8 de la mañana de este 25 de febrero se empezó a montar el escenario en la cancha techada ubicada frente a la presidencia municipal de Chenalhó: una lona con la leyenda “Campaña de canje de armas”, y otra con un tabulador donde indicaba lo que podrían obtener si lo que entregaban eran rifles, ametralladoras, pistolas, municiones.
Podía ser desde 4 pantallas si se tratara de una ametralladora en “excelente estado”, hasta una despensa, si lo que se entrega son al menos 50 municiones o un arma inservible o de “producción artesanal”.
También colocaron sobre una mesa, una sierra eléctrica para destruir las armas que se fueran entregando, una bocina, un micrófono y una mesa con tablets (computadoras compactas) y pantallas de televisión, todas en sus empaques originales, listas para ser canjeadas.
Llegaron al evento representantes de la SEDENA, de la Secretaría de Gobernación, del Centro Nacional de Inteligencia, de los gobiernos de Chiapas y del municipal de Chenalhó; todos con personal de comunicación con cámaras listas para tomar imágenes.
Y como protagonistas del evento, estuvieron una treintena de habitantes de Santa Marta, que se colocaron en una esquina de la cancha.
Cuando inició el evento —honores a la bandera, himno nacional, agradecimientos mutuos entre funcionarios— los habitantes de Santa Marta empezaron a sacar rifles de unos costales, todos calibre 22mm, de los que se usan en las comunidades rurales para las labores de caza de animales. Algunos rifles con la culata lustrosa, aunque por la apariencia, con años de uso; y otros con sus partes pegadas con cinta plástica o con pedazos de cuerdas.
¿Les puedo tomar fotografías?, pregunté. Aceptaron y posaron. Jesús Jiménez Velasco, presidente del ejido Santa Marta, explicó en entrevista que habían traído 25 rifles y dos revólveres. Él fue el primero que pasó “al canje”.
Hicieron fila los portadores de estas armas, y mientras decenas de cámaras fotográficas y de video se activaban, Jesús Jiménez hizo el recorrido hasta la mesa donde personal de la SEDENA le recibió el rifle; lo invitaron a sentarse en una silla, mientras revisaban el arma y llenaban un formato.
El dictamen luego de la revisión del arma fue: rifle en buen estado. El canje fue por una pantalla de televisión de 32 pulgadas. Jiménez Velasco firmó el formato de entrega-recepción, recibió la pantalla, y posó para las cámaras con el aparato en mano y funcionarios de gobierno a cada lado de él.
Luego, el personal de la SEDENA, con ayuda de la sierra eléctrica, partió en varios trozos el rifle. En seguida, una vez terminada la destrucción del rifle, funcionarios de los gobiernos estatal y federal se retiraron. Quedaron solo los encargados de recibir las armas y quienes iban a entregarlas.
El siguiente que pasó fue otro habitante de Chenalhó, quien entregó un rifle con algunas de sus partes unidas con cinta plástica. El dictamen tras su revisión fue: rifle artesanal inservible. Le explicaron que, según el tabulador, le debían entregar una despensa. Pero, por tratarse de una ocasión especial, le entregaron una tablet. ¿Qué es esto?, preguntó, y pidió una pantalla. Le respondieron que sólo que entregara «una arma que sirva, que dispare». Él se retiró molesto.
El resto de los pobladores de Santa Marta lo rodearon, vieron la tablet con desaprobación; buscaron en sus teléfonos información sobre su funcionalidad y costo, mientras algunos hacían llamadas. Le pidieron al personal de la SEDENA y del gobierno del estado, que esperaran antes que otra persona realizara un canje.
Al final de sus consultas, ante los servidores públicos inquietos, les dijeron que lo mínimo que aceptaban eran las pantallas de televisión. Amenazaron con retirarse. Los servidores públicos aceptaron, explicaron que en ese momento tenían una cantidad limitada de pantallas, pero que al día siguiente seguirían la campaña de canje de armas.
Cambiaron la tablet ya entregada por una pantalla, y el proceso continuó. Ya no revisaron las condiciones de las armas que iban cambiando por las pantallas de televisión.
También una joven pareja habitante de la cabecera municipal, quien iba de manera independiente, canjeó un rifle de caza. Cuando iban cargando la pantalla de televisión que recibieron, ella dijo como en tono de broma, sonriendo y señalando hacia quienes iban a cambiar sus rifles: “pero no entregan sus cuernos de chivo”.
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Jesús Jiménez Velasco, el presidente del ejido Santa Marta, explicó en entrevista que la disputa por las 60 hectáreas de tierra tiene varias décadas —se trata de mediciones incorrectas del terreno que hace unos 50 años hicieron autoridades agrarias, quienes entregaron diferentes títulos de propiedad de la misma tierra, a pobladores de ambos municipios; tierra que en los hechos está habitada por pobladores de Aldama—.
Sin embargo —dice— el conflicto volvió a detonar hace cuatro años, cuando los habitantes de Santa Marta empezaron a tener escasez de agua, y quisieron hacer uso de un manantial que está en terreno en disputa. Los habitantes de Aldama se inconformaron. Entonces vinieron las agresiones armadas, los desplazamientos forzados de los habitantes de Aldama que viven en la zona en disputa, los fallecidos, los heridos.
Jesús Jiménez niega que las agresiones armadas que han dejado decenas de muertos y heridos vengan de habitantes de Santa Marta. Niega que haya civiles armados en su municipio, y acusa a los pobladores de Aldama de ser quienes disparan.
“Los de Aldama disparan cada dos o tres días, en Santa Marta todo está controlado, en Aldama es donde no obedecen y quieren romper el acuerdo”, asegura.
Saúl Pérez Luna, comisionado de los representantes de 134 comunidades de Chenalhó, entre ellas las de Santa Marta, pide ser entrevistado. Él explica que el canje de armamento «es un avance en el proceso para terminar con la violencia que se vive en la región. Es una demostración por parte de nuestros compañeros y hermanos de Santa Marta, que tienen ganas de sembrar paz y tranquilidad en nuestro pueblo”.
“Después de pasar tantos años de temor, de intercambio de disparos que tuvieron nuestros hermanos, aquí se ven las ganas de sembrar. Tienen ganas de entregar sus armas, ellos ya no quieren tener problemas, quieren vivir en paz”, señala.
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En Aldama la inauguración para el proceso del canje de armas inició tres horas después que en Chenalhó, en la cancha deportiva ubicada en el centro de la cabecera municipal. Los mismos funcionarios de los gobiernos federal y estatal, el mismo protocolo.
Autoridades y habitantes de Aldama, entre ellos la comisión de representantes de las 115 familias en situación de desplazamiento forzado intermitente, estuvieron en el evento.
Pero en esta ocasión, al término del acto protocolario, ninguna persona se acercó a entregar armas. Así que los funcionarios de gobierno se retiraron a comer, y en el lugar sólo quedaron algunos niños y jóvenes que miraban curiosos las pantallas de televisión y las computadoras compactas; también el personal de la SEDENA encargado de realizar el canje de armas.
En entrevista, Adolfo Victorio López Gómez, presidente municipal de Aldama, aseguró que los disparos con armas de grueso calibre provienen de las montañas que son parte del territorio de Santa Marta. “Son disparos todos los días, todos los días hacemos cinco y hasta 10 reportes” de estos hechos, que son dirigidos a la Fiscalía de Justicia de Chiapas, encargada de investigar.
El más reciente reporte de disparos fue esa mañana, a las 10:25 horas, mientras en Chenalhó se realizaba el evento del canje de armas. Los disparos —explicó— provenían desde la zona conocida como K´ante ubicada en Santa Marta, hacia la comunidad Stzelejpotobtik, de Aldama.
“Las agresiones en contra de nuestras comunidades son por los grupos armados de Santa Marta, la mayoría son por armas de fuego de alto calibre, aunque también hay disparos con armas de bajo calibre”.
Detalló que como evidencia de las denuncias, han grabado videos de las agresiones, los han entregado a las autoridades, los han hecho públicos, y en ellos se observa y escucha “el sonido que hacen las armas, las luces del resplandor que producen en las noches, los huecos que dejan en las paredes, y ahí se ve que la mayoría de las veces disparan con grueso calibre”.
“Nosotros somos gente de paz, acá no hay armas, nosotros somos los agredidos. Acá hay personas que han muerto, otras que quedaron parapléjicas a consecuencia de los disparos. Cuando hay disparos lo que hace la gente es huir a las montañas, o a los refugios que tenemos; pero hay adultos mayores, niños y mujeres que ya se resignaron a recibir los disparos, que ya no huyen porque no pueden correr rápido”, detalla sobre la situación que prevalece en el lugar.
Reconoce que con la firma del acuerdo para la división de tierra entre Santa Marta y Aldama, pactado a finales de 2020, se puede lograr cierta paz; aunque el costo es —asegura— perder parte de su territorio, y que al menos siete familias deberán ser reubicadas.
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Casi una hora después de que terminó el evento de inauguración del canje de armas en Aldama, cuando pocos pobladores se encontraban en las cercanías, un joven de unos 20 años, cabello corto, atlético, vestido con ropa deportiva, se acercó a la cancha deportiva y al personal de la SEDENA encargado del proceso.
De una mochila color verde olivo sacó dos granadas de fragmentación. Eso llamó la atención de los pobladores que miraban desde lejos, quienes se acercaron al lugar, le preguntaron de dónde venía; el joven respondió que habitaba en el municipio de San Cristóbal de Las Casas, que se enteró “por radio” del canje de armas, que su abuelo fue militar, y que por ello guardaba las granadas.
Los pobladores pidieron que esas granadas no se entregaran ahí, argumentaron que no pertenecían a ningún poblador de Aldama. Insistieron, hasta que el personal de la SEDENA aceptó que la procedencia del joven y el lugar de origen de las granadas, quedara registrado en el acta de entrega, como evidencia de que esto no provenía de personas del municipio.
Pero la actitud inquieta del joven, que miraba ansioso su mochila, los hizo volver a desconfiar, los pobladores le pidieron se identificara, le exigieron mostrar lo que llevaba en su interior. De la mochila sacó una bolsa de plástico que en su interior tenía alrededor de una centena de balas de grueso calibre, de apariencia nuevas.
El presidente municipal de Aldama pidió que se grabara un video, donde el joven reconocía que no era del municipio, que llegó al lugar con la intención de entregar ahí las granadas y las balas. También pidió que la SEDENA les entregara una copia del acta donde se señala el origen de esta persona, y quedara constancia de que este armamento no pertenece a los habitantes del lugar.
Luego, el joven fue rodeado por policías estatales, quienes lo sacaron del municipio a bordo de una patrulla; mientras, los militares recogieron rápidamente las pantallas, las tablets, las mesas, la lona con el nombre del evento, y se fueron también del lugar.
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