¿Estudiar, trabajar o casarse?; mujeres indígenas de los Altos de Chiapas y la dificultad que afrontan para lograr una licenciatura

En las poblaciones indígenas de México, las mujeres recorren largos caminos y superan toda clase de obstáculos para poder estudiar y ser profesionistas. Cortesía: CDI/INPI.

*En contextos de pobreza, marginación y violencia la educación es una práctica de autonomía, pues logra romper la sola idea de contraer matrimonio, así como la posibilidad de existencia en el ámbito rural comunitario.


Ariadna Martínez Olvera, Esperanza Tuñón Pablos y Angélica Aremy Evangelista García, investigadoras de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR), a través de su trabajo “Mujeres indígenas con educación superior ante las normas hegemónicas de género”, 21 mujeres narran la confrontación que existe entre las normas de género y la situación que viven respecto a su incorporación a la educación superior.

Martínez, Tuñón y Evangelista, mencionan que, las entrevistadas son estudiantes y egresadas de estudios universitarios, 17 originarias de los municipios de Zinacantán, Huixtán, Tenejapa, Oxchuc, Chalchihuitán y Chenalhó, tres Tila, Tumbalá y Salto de Agua y una de la región de los Bosques.

Las investigadoras añaden que, las edades van desde los 19 y los 39 años, tienen distintas situaciones socioeconómicas, sin embargo, comparten experiencias universitarias y la migración por razones educativas.

El trabajo de las autoras mostró que, las trayectorias educativas de las mujeres y jóvenes se encuentran enmarcadas por las experiencias cotidianas, las entrevistadas comparten características como la condición de género, sector cultural de pertenencia y la experiencia universitaria, relatan experiencias e ideas donde advierten consentimientos, pero también diferencias.

Ante esto, Martínez, Tuñón y Evangelista, exponen que la educación, aunque es un derecho garantizado en el marco legal no quiere decir que las mujeres puedan acceder a ella bajo las mismas condiciones, muchas son analfabetas en sus propios idiomas, en su mayoría hablan poco o nada de español.

A su vez, padecen desnutrición, se casan muy jóvenes, muchas veces sin su consentimiento, para convertirse en madres de familias numerosas, muchas niñas y niños mueren antes de alcanzar los cinco años, la sociedad indígena acumula, además, agravios históricos, marginaciones económicas y discriminaciones étnicas.

Las investigadoras, mencionan que, la educación se considera una herramienta útil para la defensa de los derechos, por ello, padres y madres, que no pudieron instruirse, impulsan a sus hijas a seguir estudiando, depositan en ellas la mejora de la situación de vida.

Sin embargo, para otros, no le encuentran sentido práctico a promover su educación, debido a que las jóvenes pueden ser sensibles a situaciones como el inicio activo de la sexualidad, exigencias de estudio, formación de pareja, requerimientos paternos y el deseo de independencia, sujetas a la moral.

Aquellas que logran estudiar, más que por un deseo de profesionalización en sí, lo hacen usualmente para salir de entornos de violencia y pobreza que las confinan a ser esposas y madres, y donde no tienen voz ante las autoridades. Son ayudadas por profesoras y otras figuras con autoridad dentro de las comunidades, quienes les brindan orientación y convencen a sus padres que las dejen estudiar, comentan las autoras.

Las académicas identificaron cinco posibles categorías desde la perspectiva de las mujeres que pudieron acceder a la educación, estas evalúan el comportamiento y las decisiones personales de sus congéneres, a partir de su experiencia.

Los significados del ser mujer están a relacionados con la maternidad en el marco de la conyugalidad heterosexual y la división de lo público y lo privado. Cortesía: Visita México.

En las narrativas, las investigadoras observaron dos valoraciones: lo que es considerado tradicional (la costumbre) y la emergencia de nuevas posibilidades subjetivas e identitarias a partir de la experiencia de la educación superior.

Es así como las autoras, definieron las categorías con base en fragmentos de las narrativas de las mujeres, la primera es “No me gustaba, por eso no quise estudiar”, esto está relacionado con las formas negativas de ver la situación educativa.

La segunda se enfoca en “Cuando tuve a mi hijita ya no quise seguir estudiando”, la maternidad lleva a que la joven dejé la escuela, que también puede ir relacionado con el ejercicio de su sexualidad fuera de la conyugalidad, tiene como consecuencia la burla social.

Respecto a la tercera categoría se refiere al “Primero el estudio y luego casarme”, es la decisión de postergar la maternidad, señala que las mujeres están en disposición de lograr su deseo de profesionalización.

En la cuarta está la de “Vine a hacer toda una revolución”, se relaciona con el suceso de tener hijos, esto justificará cualquier acción reprobable o la gestión de nuevos espacios siempre que se privilegie entre sus motivos la mejora de las condiciones de vida de su familia y de sus hijos.

La última categoría refiere a “Fue como quitarme una venda de los ojos”, es visto como algo positivo, confrontan las normas, con un discurso que justifica su acción en términos de justicia.

Ante este contexto, las investigadoras encontraron que, algunas mujeres perciben de forma negativa la situación de aquellas que no salieron de la comunidad, se centran en experiencias de discriminación de género con respecto a la educación de las niñas y los niños, y la consecuente unión o maternidad a edades tempranas.

Asimismo, retoman el dicho de las que no quisieron o no pudieron salir, mostrando cierto acuerdo con actitudes y comportamientos propios de la costumbre que les es difícil cambiar, pues las que se muestran arrepentidas poco pueden hacer para cambiar su situación.

Mi hermana, la segunda, sólo sacó la secundaria y de ahí ya no quiso estudiar; encontró su novio y ahorita ya se casó… ya después se arrepintió ‘¿por qué no estudié? ahorita me arrepiento’ dice. Igual mi mamá dice que ella ya no quiso estudiar, ‘no me gustaba (la escuela), por eso ya no quise estudiar’, narró Ester de 19 años, tseltal y estudiante de licenciatura.

Las investigadoras acentúan que, dentro de las narrativas hay tres opciones disponibles para el acontecer de las mujeres indígenas al llegar a la pubertad: casarse, trabajar o estudiar, si la familia no ejerce una autoridad o si no sigue la costumbre de darlas en las pedidas, ellas podrán elegir la opción de su preferencia.

Con base a lo anterior, realizan una serie de cálculos que influyen en su decisión, si una jovencita suspende sus estudios lo puede hacer debido a que un hombre la pidió en matrimonio, porque como es la hija menor deberá responder a la costumbre de cuidar a sus padres, o por las dificultades propias del aprendizaje de otra lengua.

Cuando se embarazan y son madres jóvenes, se espera la deserción escolar. Cortesía: Organización Zapatista.

Martínez, Tuñón y Evangelista, exponen acerca de la decisión de ser madres y esposas, esto las remite a un espacio donde, si cumple con las responsabilidades que implica, se sentirán “realizadas” y logrará “completarse” como mujer de razón.

También sucede que, si tiene aspiraciones políticas en la comunidad y se casas podrán obtener cargos de autoridad al lado de su marido, lo que resulta mucho más complicado si es una mujer no casada.

Un factor que encontraron las autoras es que, las preparatorias y universidades sólo existen en las ciudades, obligándolas a migrar, deben invertir tanto en lo económico como emocional, este último se enfocan en tener o no redes familiares y sociales que las apoyen durante su estancia en la universidad.

“¡Es que cuesta pues!, yo soy la mayor, me están diciendo que yo estoy dando el ejemplo, mi hermanita no quiso seguir estudiando, nada más terminó su secundaria, ni la prepa terminó, no quiso nada; de por sí casi no sabía leer, vino a leer hasta quinto grado… mis papás le estuvieron exigiendo, pero fue ella, fue su decisión, que ya no quiso dice mi papá: ‘pues sí, échale ganas, si ella no quiso, es problema de ella, si marido quiso pues ni modo’ dice. Sí, y pues ahorita ya está embarazada”, dijo Berenice de 22 años, estudiante de licenciatura.

Respecto a los temas relacionados con la familia, la maternidad y la juventud, las investigadoras mencionan que, muchas mujeres expresaron su inconformidad ante el castigo comunitario que se ejerce contra las mujeres que tienen relaciones sexuales y se embarazan sin estar unidas o que lo hacen antes de concluir sus estudios.

Por ello, cuando se embarazan y son madres jóvenes, dan paso a la deserción escolar, en esa situación se encontraron Imelda, Azucena y Úrsula, entrevistadas, sin embargo, encontraron la manera de continuar y concluir sus estudios.

“Cuando yo tuve a mi hijita ya no quería seguir estudiando, descansé dos años. En un tiempo me dejé con mi esposo pues y ya fue que decidí seguir estudiando; no pude revisar otras universidades ni otras carreras porque era mi única opción y me decían que ahí había becas que ayudaban a madres solteras. Luego, como iba un poco enfocado a mis orígenes, pues ya me decidí ingresar a esa universidad”, compartió Imelda de 27 años, unión libre con hijos, tseltal y licenciatura concluida.

Las autoras, señalan también que, las dificultades de seguir estudiando una vez casadas o con hijos son evidentes cuando las mujeres no aceptan renunciar a sus deseos de seguir profesionalizándose.

En este rubro, ubican a las entrevistadas cuyo discurso mostró que adoptan de manera consciente tácticas para tomar el control de su situación y poner los asuntos a su favor.

Por último, las investigadoras puntualizan, las actitudes transgresoras, al estudiar en universidades en ambientes de discriminación por racismo y etnocentrismo, todas las entrevistadas se ubicaron en este rubro siendo mujeres indígenas que estudian una carrera universitaria.

“Un profesor siempre fue muy grosero, a veces nos insultaba de una manera mala porque se burlaba de la universidad y otras veces de lo intercultural, que no tiene nada bueno y así… O sea, menospreciaba digamos a nuestra cultura”, compartió Lidia de 24 años, tseltal y estudiante de licenciatura.

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