¿Para qué vas a estudiar? mejor quédate, cásate y haz una familia; Bety Cadena y su historia al desafiar el sistema
*Beatriz es una joven indígena de Zinacantán, estudió Comunicación Intercultural en San Cristóbal. A lo largo de su formación profesional ha sido becada por diversas instituciones para continuar con sus estudios. Hoy, pone en alto su origen indígena.
En la región de Los Altos de Chiapas se ubica el municipio de Zinacantán, a tan solo 10 kilómetros de San Cristóbal de las Casas. En lengua tzotzil, el nombre de Zinacantán significa “Lugar de Murciélagos”, cuenta con 22 localidades, habitadas en gran parte, por hombres y mujeres de origen indígena, hablantes de otras lenguas como el tzeltal, chol y zoque.
En una de ellas, Nachig, reside Beatriz Adriana Pérez Cadena, una joven de 22 años de edad, a quien dicha comunidad ha visto nacer y crecer en el ombligo de una familia de orígenes mitad chiapaneca, mitad tabasqueña. Es la segunda hija de sus padres, habla lengua tzotzil y recientemente egresó de la universidad, en la que estudió Comunicación Intercultural, a lados de otros jóvenes de la región.
“Soy la primera mujer en la familia de Nachig que obtiene una licenciatura. Tengo un hermano mayor que también logró hacer su carrera y yo que egresé este año” comenta. Bety es una de las pocas mujeres indígenas que logran desafiar al sistema y deciden continuar con sus estudios antes de cumplir con los usos y costumbres de su comunidad; casarse y formar una familia.
Con base en el informe Hombres y Mujeres 2018 del INEGI, la tasa de alfabetización a nivel nacional de la población joven (hasta los 24 años de edad), ha mostrado un incremento desde 2000 a 2017. En el caso de las mujeres, se registró un aumento respecto al primer año, ya que pasó de 96.5% a 99.2%, subiendo 2.2 puntos porcentuales.
Así mismo, para el ciclo escolar 2016-2017, en Chiapas, la Secretaría de Educación Pública (SEP) registraba un total de 37,012 mujeres inscritas a escuelas del nivel superior estudiando una licenciatura. Bety, es una de ellas, ingresó en ese periodo a la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH), su meta; terminar la carrera de la licenciatura en Comunicación Intercultural y poner en alto el nombre de su comunidad y sobre todo, su origen indígena.
“Cuando ingreso a la licenciatura, me avisan que había quedado en la mañana, entonces me doy cuenta que en la mañana habían puros chicos de la ciudad. Estuve como dos días en ese grupo, pero no me gustó”, señala, “Después me tuve que cambiar a la tarde. Ahí había puros compañeros de comunidades, en su mayoría, hablantes de la lengua tzeltal. Yo era la única que hablaba tzotzil. Además, yo ya hablaba español”.
Debido a que su madre es oriunda de Tabasco, Bety tiene como primera lengua el español. Mas, debido a que su padre es innato de Zinacantán, ha tenido que aprender a hablar tzotzil para poder comunicarse con el resto de habitantes de su localidad, principalmente con su abuela, quien, como comenta, no habla español.
A pesar del entusiasmo de Bety por continuar con sus estudios y del apoyo brindado por sus padres y demás familiares para seguir adelante en su formación profesional, no siempre fue así debido a los usos y costumbres de la misma comunidad en la que viven. Al principio, cuestionaban su decisión, señalando que debía quedarse en su comunidad para casarse ya que “la educación no es para mujeres”.
“La familia de mi papá no quería que yo estudiara la universidad. Desde un principio ellos me decían -¿para qué vas a estudiar? Mejor quédate en la comunidad y cásate. Haz una familia -, pero mi mamá, por no ser la comunidad, siempre estaba ahí intercediendo para que yo pudiera estudiar” añade.
Sin embargo, se encontró con más obstáculos al inicio de su formación profesional. Primero, encontrarse en un grupo en el que todos se entendían, excepto ella, pues era la única estudiante indígena en el grupo y segundo, tener que viajar de lunes a viernes de Nachig a San Cristóbal de las Casas y viceversa, soportando los desplantes y discriminación de las personas por el hecho de portar su vestimenta tradicional.
“No podía usar mi traje en la calle porque siempre me estaban molestando, eso pasaba siempre. Cuando me subía al transporte público la gente se hacía a un lado y dejaban un gran espacio con tal de no sentarse a lado de mí” narra. Pese a estos comportamientos discriminatorios de los que era blanco, cuenta que tuvo la fortuna de encontrarse con docentes que fueron siempre muy humanos, que nunca dejaron de lado la importancia del trabajo que hacían en el aula, tanto ellas, como su grupo.
Otro pilar importante en su trayectoria como joven universitaria fue su hermano mayor. Pues, debido a que ella se encontraba estudiando en el turno vespertino, recorrer un aproximado de 20 minutos en transporte colectivo y altas horas de la noche se tornaba complicado para regresar a su comunidad, por lo que éste, como cuenta, siempre iba a alcanzarla a la mitad del camino para regresar sanos y salvos a su casa.
En las mañanas, Bety se dedicaba a trabajar con su madre en un puesto de comida dentro de su propia comunidad. Trabajo por lo cual recibía un sueldo como si de una empleada más se tratara, este dinero que le permitía continuar con sus estudios universitarios y, de la misma forma, cubrir sus gastos en cuanto a inscripciones, material o transporte.
“Fui becada en dos ocasiones, una por parte de la Embajada de Estados Unidos en México, por lo que me fui un mes a estudiar un mes en la Universidad de las Américas de Puebla en donde hice un diplomado para jóvenes indígenas. La otra beca que obtuve fue por el Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y El Caribe (FILAC), La ONU Mujeres y la Universidad Autónoma de México, donde estuve estudiando un año” menciona Bety.
Es una de las pocas mujeres de la zona indígena de Los Altos de Chiapas que ha logrado ir más allá de lo que sus costumbres indican y por ende, se ha vuelto en un símbolo de inspiración para otras jóvenes que ven en ella un ejemplo de superación. Su hermana menor, por ejemplo, es una de aquellas que se acercan a ella para preguntarle acerca de su experiencia como profesional recién egresada.
“Mi hermana está consiente de que quiere seguir estudiando y mi hermano y yo siempre le hemos dicho que queremos que vaya a estudiar a Tuxtla o a otro lugar” cuenta. Reconoce que ellos dos tuvieron que batallar mucho para continuar con su formación y están dispuestos a que, en el momento que su hermana decida entrar a la universidad, brindarle todo el apoyo para que, al igual que ellos, sea una graduada más en la familia.
El día de su graduación, Bety fue reconocida por su merito académico frente a su generación al obtener un promedio de 9.9, lo que ella misma señala como gratificante, pues en este logro ve reflejado todo su esfuerzo que ha realizado a lo largo de todos sus años de formación, tanto en los que estuvo en las escuelas de su comunidad, como el tiempo que estuvo estudiando en San Cristóbal de las Casas.
Además, señala la buena voluntad de parte de los habitantes de su comunidad para hablar del ámbito educativo y abrirles las puertas a más mujeres que las impulse y motive a seguir estudiando. “Me da gusto que ahora hay más chicas que están estudiando, si así lo quieren ellas, la comunidad no se mete en sus decisiones” resalta.
Bety Cadena, quien aparte de haber estudiado Comunicación Intercultural, se dedica al arte comunitario siendo actriz indígena, no cambiaría por nada todas aquellas vivencias a lo largo de su vida, pues sabe que su ejemplo puede servir como inspiración para demostrar a las futuras generaciones que es posible cumplir las metas, siempre y cuando exista un esfuerzo para conseguirlas.
“Sueñen muchísimo, porque esos sueños se hacen realidad si les pones fuerza, empeño y trabajo. Nada es gratis, todo cuesta en esta vida, pero si tienes personas que te apoyan y están contigo, creo que ese es el mejor regalo que te pueden dar”. Finaliza invitando a más jóvenes y mujeres, sobre todo de su comunidad, a que animen seguir estudiando, ya que la educación es una llave que pueden abrirles muchas puertas.
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