85% de la población en comunidades indígenas nunca se ha realizado una prueba de VIH
Un estudio realizado por los antropólogos sociales Rubén Muñoz, Patricia Ponce y Matías Stíval, indicó que las comunidades indígenas de la zona Altos no cuentan con la atención apropiada para detectar y prevenir Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) en la población, específicamente, los casos de VIH.
La investigación realizada por los tres antropólogos tuvo dos objetivos principales: por un lado, buscaron esclarecer las representaciones sociales de los médicos con respecto a las prácticas sexuales y preventivas de VIH, y a los modelos explicativos del proceso salud/enfermedad/atención de las y los usuarios indígenas, además de las prácticas clínicas que se podían derivar de dichas representaciones.
Otra de las intenciones fue dilucidar algunos aspectos de la cultura organizacional de atención médica -como por ejemplo la existencia o no de traductores/intérpretes- que mediaban en el acceso a la prevención-atención en salud, así como en la calidad y especificidades de las mismas.
“En México no existen datos en un registro epidemiológico sistematizado que tome en cuenta variables como la pertenencia a un grupo étnico o la lengua que nos permitiera conocer el impacto de la epidemia en los pueblos indígenas. No obstante, se han realizado algunas pesquisas que nos aproximan al conocimiento de la temática, las cuales revelan resultados nada alentadores” señala dicho estudio.
Para llevar a cabo dicho informe se aplicaron encuestas a una muestra de 2,249 personas, en donde el resultado más sobresaliente fue la labor ineficiente de los servicios de salud pública, ya que el 85% de los encuestados señaló que jamás se le había ofrecido alguna prueba de detección oportuna de VIH.
“56% afirmó no haber recibido pláticas sobre VIH o sida, (…) y sólo 30% identifica con precisión qué VIH es una Infección de Transmisión Sexual (ITS). En este contexto, un escaso 5% respondió afirmativamente que el uso del condón era una medida de prevención mientras que la mitad de la muestra señaló que no le habían enseñado a usarlo” se menciona.
Otro de los resultados observados se relaciona con la prevalencia de los mitos para explicar las vías de transmisión de la enfermedad, ya que el 48% sostiene que la enfermedad es originada fuera del entorno de la comunidad, el 46% piensa que quienes salen de la comunidad y regresan ya traen la enfermedad, 33% cree que se transmite a través de la picadura de los mosquitos, mientras que el 30% piensan en la posibilidad de la transmisión a través del uso común de platos, cubiertos, y el sanitario.
“Otra creencia fuertemente arraigada es aquella que sostiene que lavarse la vagina después de una relación sexual evita la adquisición de VIH, 45% de la muestra constata esta situación” indicaron los antropólogos.
Referente a los estigmas que tienen los pobladores de las comunidades, los que pueden catalogarse como actos de discriminación, ya que el 52% de las y los entrevistados considera que las personas con VIH o con sida no tienen derecho a procrear hijos; ni a tener relaciones sexuales en un 43%. Poco menos del 33% asocia el contagio del virus con el trabajo sexual y las relaciones eróticas homosexuales, así como 50% vincula el uso del condón con la promiscuidad.
Los expertos hacen énfasis en la importancia de que las autoridades de salud hagan conciencia acerca del virus y diseñen campañas de prevención en las comunidades indígenas, así como en el mejoramiento de los servicios de salud puesto que también la encuesta arrojó que al menos el 20% de las personas portadoras del virus son expulsadas de sus comunidades.
Mediante la implementación de pacientes simulados, se realizó observación participante a través de visitas, a lo largo de dos años, a las instituciones de salud que fungieron como objeto de estudio y a algunas de sus actividades externas. Se capacitó a ocho participantes en cuestiones relativas a la discriminación y estigma en los cuidados de salud.
Posteriormente se desarrolló un guión de observación e interacción, que los participantes produjeron en función de sus vivencias previas, y se conformaron dos grupos focales, uno al comienzo y otro al final de la experiencia. A su vez cumplimentaron un cuestionario con preguntas cerradas tras cada visita a las clínicas -de tres a seis visitas por usuario-. El perfil de los usuarios fue el de jóvenes entre 18 y 30 años, tseltales y tsotsiles, cuatro mujeres y cuatro hombres.
De esta experiencia, se encontraron diversas anomalías, como por ejemplo, que en las clínicas de salud existen módulos especiales de entrega de condones, sin embargo, no se encuentra disponibles al momento de que las personas que participaron en el estudio. Además, para solicitarlos es necesario presentar una identificación personal y firmar un documento para obtener algún condón, lo cual representa una barrera para quienes acuden por ellos.
“Una gran mayoría, mencionan sentir vergüenza al solicitar información preventiva en materia de los derechos sexuales y más al requerir preservativos”, señalan, por lo que observaron que las y los jóvenes de las comunidades indígenas prefieren obtener esa información por internet, lo que consideran más cómodo y les permite mantener el anonimato ante la posibilidad de ser vistos por los miembros de su comunidad.
El siguiente testimonio, es de una paciente simulada,, con ropa tradicional de San Juan Chamula, de 28 años de edad que da cuenta de algunos de los problemas que encontraron participantes indígenas al acudir a este módulo:
“Me dio una explicación rápida sobre los condones masculinos y femeninos y me dijo que si quería me podía aplicar un método que consistía en un tubo con hormonas en el brazo. No me habló de un análisis previo ni me dijo en qué consistía. Pregunté sobre el sida y me dijeron que ésa era una enfermedad de transmisión sexual y que no había problema conmigo.
Yo mencioné que me preocupaba mi esposo, ya que le habían visto con muchas mujeres, y me dijeron [en la consulta] que tuviese cuidado y que si quería una prueba de VIH. Yo contesté que no, que sólo quería información, y me dijeron que la información no servía de nada si no tenía sida… pregunté que cómo era lo de la prueba y me contestaron que era un piquete rápido, un tubo pequeño.
La médico me dijo que le acompañase para hacérmela… no me preguntó si estaba de acuerdo. Llegamos a una oficina, no era un laboratorio ni estaba en el módulo [de atención a jóvenes], con dos mesas de trabajo y una vitrina. De allí sacaron el tubo. Estaba un doctor. La médico le dijo a este señor que me iba a hacer una prueba de VIH. El doctor me preguntó que de dónde venía y que por qué sospechaba que tenía sida.
Le conté lo de las mujeres y mi novio, y me preguntó [el doctor] si estaba segura. Contesté que no estaba segura pero que quería saber qué es el sida y qué síntomas se dan cuando se tiene. El doctor explicó que no es sida, primero es el VIH y que no tiene ninguna reacción, que sólo desgasta el cuerpo y después, cuando hay síntomas, se transforma en sida.
Pregunté que cómo se podía saber si se tiene, y me dijeron que con gripe pues es fácil que se contagie… En la sala estaba la médico y tres mujeres más… Las otras enfermeras entraban y salían, pero una de ellas estaba muy atenta. Salió negativo y me dijo que no tenía. La doctora me preguntó que si tenía dudas… y yo dije que muchas. La doctora brincó a la mesa para escucharme y me asusté un poco [por la reacción]. Entonces yo pregunté por el embarazo, si tengo sida y me embarazo qué pasaría.
Y la médico decía que sí se transmite siempre, el bebé se afectaría, y que no tendría que embarazarse en ese caso; pregunté qué pasaba si mi novio tiene sida. El doctor me dijo que tengo que prevenirme en ese caso y llevar condones. Pregunté que si al no tener hijos me quería embarazar de mi pareja y él tiene sida, ¿qué pasaría? Y las mujeres decían que ellas no se embarazaron, respondiendo por su cuenta y sin escuchar lo que yo decía.
Me dieron condones y me hicieron firmar un papel para poner la fecha y mi nombre. Me sentí intimidada por la falta de información y de privacidad. No sentí confianza con las personas que me atendieron, no sabían cómo responder a las preguntas. Si hubiese sabido habría preguntado más cosas. La médico reconoció que no me había preguntado cuando ya estaba a punto de hacer el análisis.
El médico le dijo [a la doctora] que firmase [yo] un papel de autorización de prueba rápida. No me explicaron si quería, pero cuando me daban el papel mencionó [la médico] que lo hacía porque ella [la paciente] quería. Cuando me dieron la información estaban todos en la consulta y, encima, daban sus ideas”.
Dicha experiencia relata la vulneración de la confidencialidad de los pacientes por parte del personal de salud que ejerce en las zonas indígenas, así como el derecho a recibir la información adecuada que solicitan, ya que ningún momento se toman medidas para que los resultados de los exámenes correspondientes que fueron realizados sean salvaguardados y así lo perciba la paciente.
Los resultados de dicho estudio evidencian que algunas de las características de la cultura organizacional en el ámbito de la atención a la salud y de las representaciones sociales y prácticas de los profesionales de la salud, respecto a la etnicidad y el género del usuario, constituyen patrones estructurales que se encuentran presentes tanto en el nivel institucional público como en el ámbito asociativo.
“El análisis epidemiológico de VIH en México, así como en otros países de Latinoamérica, resulta poco útil cuando se requiere conocer el impacto de la epidemia en los pueblos indígenas. Esto se explica debido a que las cifras no se encuentran desagregadas por pertenencia étnica y, en general, porque dicho análisis se reduce a clasificar los casos de VIH o sida de acuerdo con factores de riesgo, vías de transmisión, según sexo, edad, ocupación, y finalmente su distribución por municipio y localidad de residencia” finalizan.
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