El olvidado asombro
#AlianzadeMedios | Por Martín López Calva de Lado B
Pienso que si perdemos la curiosidad no hay nada; no hay reflexión y, por tanto, no hay conocimiento y no hay ninguna posibilidad de saber, de llegar al final de algo. Sin curiosidad, directamente no estás vivo.
La semana pasada traté en este espacio el tema de la vida como misterio: nos sorprende siempre y no tiene solución. Este giro radical en nuestra manera de concebir la existencia tiene como cara opuesta a la vida como problema que puede y debe resolverse, que es posible controlar y planear desde nuestras metas racionales o desde nuestras pasiones y “decretos”.
Tal vez el más grave problema que surge como consecuencia de mirar la vida como problema que tiene solución y que puede planearse o “decretarse”, es decir, que está bajo nuestro dominio, es el de la pérdida de la capacidad de asombro, con la consecuente desaparición –paulatina– de la curiosidad.
Y como dice bien el cantautor, poeta, cineasta y pintor, Luis Eduardo Aute, en la cita que abre la Educación personalizante de hoy, si perdemos la curiosidad no hay nada, se pierden la reflexión y el conocimiento, y se cancelan las posibilidades de “llegar al final de algo”. Sin curiosidad no estamos vivos porque la curiosidad es el motor que nos hace caminar, avanzar, buscar, aventurarnos.
Un ejemplo vivo de este motor que es la curiosidad se ve en el mismo Aute, quien ha explorado muchas ramas distintas de la expresión artística durante su larga trayectoria y ha mostrado así en la pintura, el cine, la música y la literatura, un deseo de buscar, de preguntarse por los elementos más profundos de la existencia humana, de innovar y arriesgar para crecer, para comunicar sus hallazgos a todos los que quieran recibirlos.
Soy bastante aficionado a los podcasts y en las semanas recientes descubrí, por recomendación de mi esposa, una verdadera joya que se titula Gabinete de curiosidades, en honor a esos “Cuartos de maravillas” –también llamados como el podcast en cuestión– que fueron comunes a partir del Renacimiento, y durante los siglos XVII y XVIII se convirtieron en los antecesores de los museos, sobre todo de ciencias naturales pero igualmente de artes y artesanías.
Los Gabinetes de curiosidades o Cuartos de maravillas eran habitaciones en las que los nobles de esas épocas mostraban objetos raros o exóticos traídos de tierras lejanas, luego de las expediciones, por los grandes navegantes y viajeros que proliferaron en esos tiempos.
El podcast se titula así porque, en el fondo, todos sus episodios son un tejido de historias que rescatan y rinden homenaje a personajes que guiaron su vida con curiosidad a través de diferentes campos de la vida humana; curiosidad intelectual y existencial gracias a la cual encontraron sentido a esta.
Así bien, como decía Blaise Pascal: “Una de las principales enfermedades del hombre es su inquieta curiosidad por conocer lo que no puede llegar a saber”, el podcast que recomiendo –ampliamente– recoge las historias de personas que en distintas épocas han padecido esta enfermedad y se han dejado llevar por ella.
El episodio ocho de la segunda temporada se titula: “Más allá del límite”, y está dedicado especialmente al tema de la curiosidad y a la historia de personajes que son ejemplos emblemáticos, ya que se dejaron guiar por la curiosidad y se aventuraron a ir a lugares o sumergirse en temas que eran considerados una locura en su tiempo.
Conocemos ahí la vida de Egeria, la mujer gallega extraordinaria que emprendió la aventura de recorrer prácticamente todo el mundo conocido en el siglo IV de nuestra era, dejando testimonio de sus viajes en cartas manuscritas dirigidas a sus seres queridos. Movida por una gran devoción religiosa recorrió Europa entera y llegó a Jerusalén y a Constantinopla. Así, sus cartas conforman ahora el primer libro de viajes del que se tiene noticia. “Como soy un tanto curiosa, quiero conocerlo todo”, escribe como razón para sus aventuras de las que deja testmonio entre los años 381 y 384. “Egeria es, sobre todo, la emperatriz de los curiosos”, afirma Nuria Pérez, la autora del podcast.
Se plantea también la historia de “Doña Concha”, Concepción Arenal, también gallega, hija de un militar de ideología liberal que fue castigado por sus ideas durante el régimen de Fernando VII. Curiosa desde niña, voraz lectora de todo lo que encontraba, al llegar a Madrid y ser inscrita en una escuela para mujeres en las que se enseñaban buenos modales y no ciencia ni literatura, aprende por su cuenta latín, italiano y francés, y leyó a Moliére, Platón y Kant.
Años más tarde decide entrar a la Universidad de Madrid. Como esto no se permitía, se corta el cabello y se viste de hombre para poder asistir a las clases. Pronto es descubierta pero llega a un acuerdo con el rector de la universidad. Tras pasar un examen para poder ser admitida, ella asiste cuatro años, llegando siempre acompañada de un familiar hasta la puerta, donde la recibía un bedel que la encerraba en un cuarto hasta que el profesor de la materia iba por ella y la llevaba al aula. Al terminar, el mismo bedel la llevaba nuevamente a su encierro hasta repetir el proceso la siguiente clase.
A pesar de haber cursado toda la carrera de Derecho no se le otorga el título y en los años siguientes tiene muchas dificultades porque en ese entonces no se les permitía publicar a las escritoras mujeres. Gana un premio de ensayo firmando con el nombre de su hijo, pero al ser descubierta se le pretende retiar el premio. Asimismo, es la primera mujer en visitar una cárcel de mujeres y escribir artículos para denunciar las malas condiciones en las que viven las reclusas, lo que le cuesta el empleo. Escribió más de quinientos artículos defendiendo siempre las causas de las mujeres y de los grupos vulnerables de su tiempo. En 1869 escribe: “Es un error grave y de los más perjudiciales inculcar a la mujer que su misión única es la de ser esposa y madre. Lo primero que necesita la mujer es afirmar su personalidad independientemente de su estado y persuadirse de que soltera, casada o viuda, tiene derechos que cumplir, derechos que reclamar y dignidad que no depende de nadie”.
En el caso de Concha, dice la autora del podcast, la curiosidad estaba acompañada de una enorme compasión por los demás, hasta llegar a decir, por ejemplo: “odia el delito, compadece al delincuente”. Para ella, la curiosidad era la llave para la empatía hacia los demás, sobre todo hacia los que más sufrían.
Estos dos casos, junto con el de las hermanas Lola, Amparo y Julia Touza, quienes en 1940, acompañadas de un cónsul portugués, salvaron la vida de muchos judíos que huían del horror del régimen nazi y otros más, conforman este tejido de historias que nos plantean la enorme relevancia que tiene la curiosidad en la vida de los seres humanos.
Si la vida no tiene solución, y aceptar esta realidad nos hace más humildes y nos lleva a abrirnos al misterio de la existencia con toda su riqueza y sus contrastes, la imposibilidad de ser planeada y controlada también nos ayuda a recuperar nuestra capacidad de asombro. Y nos ayuda a recuperar, igualmente, la curiosidad que nos lleva a la empatía y a emprender el día a día que conforma nuestra historia personal con un espíritu de aventura y de apertura hacia el mundo, hacia los demás, tal como lo hicieron estas extraordinarias mujeres.
Hoy que se habla tanto de la equidad de género, y de la necesidad de reconocer el talento y la aportación de las mujeres en todos los campos del quehacer humano, habría que recuperar los testimonios de estas pioneras que fueron capaces de seguir su curiosidad y comprometerse con su pasión para conocer la realidad y mejorar las condiciones de vida de sus semejantes.
¿Qué tanto estimulamos la curiosidad de nuestros educandos? ¿Es la escuela un espacio que promueve la curiosidad o la mata por la urgencia de cumplir con tantos planes y requisitos burocráticos nacidos de la idea de que la vida es un problema por resolver y no un misterio por explorar?
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