Las cinco muertes ligadas al asesinato de Miroslava Breach
Dos mujeres que se tomaban una selfie al lado de una pista de aterrizaje serrana murieron, al parecer, accidentalmente; un piloto aviador que viajaba a la Sierra Tarahumara y un maestro de artes marciales retirado fueron asesinados en 2017. Antes de que acabara el año un misterioso hombre murió baleado también en el norte del país. Todas estas muertes resultaron asociadas al homicidio de la periodista Miroslava Breach, ocurrido el 23 de marzo de 2017, en Chihuahua, México. El Colectivo 23 de marzo, formado por periodistas mexicanos, en colaboración con las organizaciones internacionales Forbidden Stories, Bellingcat y el Centro Latinoamericano de Investigaciones Periodísticas (CLIP), investigaron qué fue cierto y qué no al vincular a estas cinco muertes con la de la periodista. También contaron por qué, de haberlas investigado en profundidad, hubieran arrojado luz sobre el crimen de la respetada corresponsal de La Jornada.
Por Colectivo 23 de Marzo y medios aliados
Dos días después del homicidio de la periodista Miroslava Breach en la ciudad de Chihuahua, dos mujeres adolescentes que observaban una carrera de caballos junto a la pista de aterrizajes de Chínipas, el pueblo natal de Miroslava, en la Sierra Tarahumara, fueron golpeadas por una avioneta que las mató, según las autoridades. La versión difundida por la prensa indicó que ahí viajaban dos de los tres asesinos de la periodista. Del accidente se supo poco: hombres armados quitaron a los testigos sus celulares para borrar evidencias, la policía municipal negó el incidente ante los periodistas y la dirección encargada de la aeronáutica en el país no lo investigó. Las carreras formaban parte de los festejos de cumpleaños para el narcotraficante Alfredo Salazar Ramírez que se realizan cada año aunque él está preso desde 2012. Salazar era el heredero del grupo denominado Los Salazar, Los Salazares o Gente Nueva Salazar, al que Miroslava había denunciado en sus notas.
No está claro quién piloteaba la aeronave que aterrizó en Chínipas aquella tarde del 25 de marzo de 2017, pero 16 días después fue asesinado a tiros cuando salía de un restaurante en la ciudad de Chihuahua Jorge David Coughanour, un piloto aviador dueño de una compañía de aerotaxis que daba servicio en esa zona boscosa, y quien tuvo entre sus clientes al candidato que se convirtió luego en gobernador, Javier Corral, según consta en el expediente. De inmediato, la policía del Estado relacionó su muerte con el asesinato de Miroslava.
A la muerte del piloto siguió otra, en menos de una semana: la del maestro de artes marciales retirado Gabriel Ochoa Cárdenas, un hombre huraño, a quien mataron de seis balazos frente a las gallinas que cuidaba. Junto a su cuerpo estaba una llamativa pistola de colección y una cartulina que señalaba que él era el asesino de la corresponsal del diario La Jornada y columnista de El Norte de Ciudad Juárez. Desde el gobierno se alimentaron sospechas en su contra hasta que las inconsistencias dejaron claro que era inocente.
Las fiscalías de Chihuahua y la federal especializada en crímenes contra periodistas tienen en la cárcel a Juan Carlos Moreno Ochoa, El Larry, señalado como lugarteniente de Los Salazar en Chínipas y detenido en diciembre de 2017. Su hermano de crianza Jaciel Vega Villa, protegido por la familia que manda en Chínipas, continúa prófugo. Supuestamente ellos dos viajaban en la avioneta que mató a las jóvenes. Las fiscalías los acusan de ser los autores del homicidio de Miroslava.
El tercer cómplice, según la versión oficial, fue el pistolero Ramón Andrés Zabala Corral, quien aparecería ese mismo mes de diciembre en la sierra, muerto de un tiro en el pecho.
Por ninguna de estas cinco muertes que se cruzan con el asesinato de Miroslava hay personas detenidas. Ni Fiscalía estatal, ni la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos contra la Libertad de Expresión (FEADLE), de la Fiscalía General de la República, que atrajo el caso un año después del crimen y continuó las investigaciones, parecen haber puesto suficiente empeño en aclararlas, a pesar de que podrían dar pistas sobre quiénes están detrás del homicidio de la periodista incómoda que denunciaba la narcopolítica.
Este Colectivo 23 de Marzo, integrado por un amplio grupo de periodistas mexicanos en colaboración con periodistas internacionales y acompañado por organizaciones de libertad de expresión internacionales, investigó estos casos e intentó encontrar respuestas a las preguntas que los encargados de la investigación dejaron sin responder.
Estos fueron los hallazgos.
Las dos amigas
Cada marzo, en la pista ilegal de Chínipas, Chihuahua, pueblo serrano de difícil acceso, que colinda con el estado de Sonora, cantantes de música norteña aterrizan para festejarle su cumpleaños a Alfredo Salazar Ramírez, mejor conocido como El Muñeco, piloto aviador, preso en México solicitado en extraditación para enfrentar cargos en una corte texana por tráfico de cocaína a Estados Unidos. Alfredo es hijo de Adán Salazar Ramírez, ‘Don Adán’, ex socio del cártel de Sinaloa, preso desde 2011, y patriarca de un violento clan que -lo denunció Miroslava Breach en sus notas- se ha apoderado de la política local y de la policía, ahora a través de su hermano José Crispín, quien se quedó a cargo del negocio.
Las autoridades los han identificado como muy violentos y los han acusado del asesinato de activistas sociales y de la desaparición de un periodista de Sonora, así como de otros homicidios, desplazamientos forzados, de tráfico de migrantes y de varios episodios violentos en Sonora y Chihuahua.
El sábado 25 de marzo de 2017, dos días después de que Miroslava fuera asesinada en la ciudad de Chihuahua, Alfredo celebraba su vida, como otros años, con una carrera de caballos en la pista de Chínipas. Esa noche también habría baile.
Nitzia Mendoza, de 18 años, y su amiga Yoselín Morquecho, de 17, observaban la carrera trepadas en la parte trasera de una pick up estacionada junto a la pista de aterrizaje. Pasaban las dos de la tarde. Cuando se tomaban fotos, según lo difundido en la prensa, una avioneta las golpeó en la cabeza y ahí mismo murieron. Por lo inaudito del supuesto accidente, el mundo pronto supo la noticia: “¡Una selfie les costó la vida!”, titularon algunos medios la nota, como si ellas hubieran sido las responsables. Varios medios informaron que, por el golpe, las amigas habían sido decapitadas.
Cuando los medios locales buscaron a los funcionarios municipales para entrevistarlos sobre la tragedia ninguno respondió. El Diario llamó a la policía de Chínipas, donde negaron que ese accidente hubiera ocurrido. En ese entonces la policía estaba cargo de Martín Medina Ramírez, quien según denunciaba Miroslava era pariente de Los Salazar y responsable de algunos crímenes. La intención de silenciar el hecho era evidente.
Este equipo de investigación logró conseguir fotografías de los cuerpos sin vida de las víctimas sobre planchas metálicas, donde se les ve con la ropa y el rostro sangrados. Se ve que las heridas que les provocaron la muerte —de escasos dos a cinco centímetros de extensión— son pequeñas y precisas. Es difícil imaginar una avioneta que recién aterriza y que aún vaya a una velocidad de 80 o 100 kilómetros por hora y las golpee por detrás con su hélice o su ala, apenas les haga esas pequeñas heridas y moretones.
Un testigo de los hechos que, por seguridad, pidió el anonimato relató a este Colectivo que la tragedia ocurrió porque a la misma hora no aterrizó una avioneta, sino tres, quizá cuatro. Por lo que cuenta este testigo, un piloto apurado, o imprudente, bajó en el otro extremo de la pista, donde la gente estaba congregada.
“Son fiestas que hace la delincuencia. Entonces es una pista pequeña, es una pista de kilómetro de largo, si acaso. Al lado derecho está el casco de carreras, entre la pista y el casco se estacionan los carros y del otro lado de la pista también, una calle como de cuatro metros quedaría de amplio, si acaso, cinco (…) hay ahí un campo donde estaban aterrizando, porque aterrizaron varias en un momento, estaban llegando gente pero esta avioneta aterrizó por el lado contario y pasó a toda velocidad”, dijo la persona que solicitó el anonimato por temor a represalias.
Explicó que Yoselin y Nitzia no la vieron llegar y fueron tumbadas al piso. “Levantaron a las plebas, las llevaron al centro de salud y el piloto automáticamente, inmediatamente, se fue de vuelta. Así de rápido”.
-¿Era una aerotaxi?- se le preguntó.
-No, yo creo que era particular, la mayoría de las que aterrizaban- dijo.
-¿Cuántas llegaron?
-Llegaban dos, tres, cuatro avionetas; una llegaba y se levantaba la otra y otra esperaba a las personas ahí.
El 27 de marzo, El Diario de Chihuahua reveló que obligaron a los testigos a borrar videos del accidente. En el texto sin firma se lee lo siguiente:
El sábado pasado, cuando ocurrió el accidente, dicen pobladores de Chínipas que delincuentes rodearon la pista y obligaron a todas las personas a que borraran las imágenes que traían en sus teléfonos celulares y cámaras, además de lanzar amenazas de muerte contra quien divulgara lo que ocurrió. Incluso, dijeron los informantes, después del accidente en el que fallecieron las dos mujeres, hombres armados se apostaron en las salidas de Chínipas para revisar los teléfonos de las personas que iban de salida.
El testigo anónimo entrevistado por este Colectivo confirmó esa información: “Al salir de la pista había personas ahí y recogían todos los teléfonos (…) limpiaron todos los teléfonos, ahí mismo borraron todo. Hasta que ya borraron todos los teléfonos entonces salió la gente. No salió nadie antes”. Y aseguró que en el pueblo “no se puede hablar” y que “la delincuencia manda”.
El medio investigativo británico Bellingcat que colaboró con esta investigación, después de haber hecho un rastreo de redes sociales, confirmó que “existe una ausencia de información de fuente abierta de imágenes y/o videos tomados por participantes del evento” ese 25 de marzo. Esto contrasta con las fiestas de años anteriores de las que existen videos en internet.
Acerca de los tripulantes de la avioneta obtuvimos distintas versiones.
Una nota dice que la avioneta recogió a un enfermo grave, de apellido García, para llevarlo a que lo operaran de apendicitis en Sonora. Otra que de la nave bajaron dos personas. Otro relato indica que en la aeronave viajaba un famoso cantante de narcocorridos hijo de un operador de Joaquín “El Chapo” Guzmán. Otro chinipense dijo que la avioneta es la “que siempre trae a los cantantes”.
Una fuente de inteligencia consultada aseguró que quien bajó de la aeronave fue un hombre armado y que la 42 zona militar de Parral, Chihuahua, emitió un reporte al respecto. Este equipo – a través de una organización aliada de libertad de expresión— realizó varias solicitudes de transparencia de información pública la Secretaría de la Defensa Nacional negó la existencia de un documento con esas características.
Una persona vinculada con la Fiscalía estatal afirma que, a causa del accidente, fue citado a declarar un piloto de un taxi aéreo, quien habría sido el responsable de las dos muertes, que habría dicho que salió del hangar de Hermosillo, Sonora, recogió en Chínipas a una persona accidentada y la dejó en Huatabampo, Sonora.
La semana de esos hechos la Fiscalía dijo que no tenía el número de matrícula de la aeronave. La Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) agregó que la pista era ilegal.
La razón del silencio oficial se sabría hasta nueve meses después.
El 25 de diciembre de 2017, el gobernador Javier Corral publicó por Twitter: “En un operativo llevado a cabo por la PF, derivado de las investigaciones de la FGE de CHIH y con la colaboración estratégica del CISEN, hoy se logró la captura de Juan Carlos Moreno Ochoa (a) Larry, autor intelectual del homicidio de la periodista Miroslava Breach Velducea”.
Ese día, El Heraldo de Chihuahua publicó la información que vinculaba el accidente donde murieron Nitzia y Yoselín con el asesinato de Miroslava.
“Avioneta que mató a jovencitas en Chínipas era de ‘El Larry’», fue el título, junto a: “Regresaba a ese pueblo después de supervisar el asesinato de la periodista”.
La nota, que no identifica a la fuente de la información, indica:
“En Chínipas, nadie quiso hablar del incidente por el temor que tienen a Los Salazar, quienes controlan las actividades de narcotráfico en toda la región y cuentan con una influencia en la política y en las corporaciones de seguridad pública”.
En el mismo sentido versan las declaraciones tomadas por la Fiscalía pues dos testimonios indican que el 25 de marzo, antes de las 2 de la tarde, viajaron a Chínipas dos de los tres homicidas de Miroslava.
Esa versión se dio a conocer durante la audiencia pública de inicio del proceso contra Juan Carlos Moreno Ochoa, alias El Larry, a quien se le acusa de ser el jefe de sicarios y de orquestar el asesinato de Miroslava, ese día tomó una avioneta desde el aeropuerto internacional de Chihuahua hacia la sierra. Dijo el ente acusador que con Moreno Ochoa iba su hermano de crianza, el universitario Wilberth Jaciel Vega Villa, quien había trasladado en su auto al pistolero Zabala hasta casa de la periodista para que la matara. En la aeronave no hubo cupo para el sicario.
La mujer policía que los había hospedado en Chihuahua después del crimen, y cuyo nombre quedó protegido bajo el seudónimo de Rubí, dijo que su tío El Larry y Jaciel se fueron de su casa a las 8 de la mañana del 25 de marzo porque “ya estaba lista su avioneta”. Como no hubo cupo para Zabala, éste pasó otra noche en su casa. Por ellos pasó siempre una camioneta guinda. Su tío y el pistolero siempre estuvieron armados.
Chiquilín, el taxista que los transportó y a quien la Fiscalía le dio ese nombre para reservarle su identidad, difiere de esa versión de la policía, pues declaró que fue el día 24 de marzo, a las 7 de la mañana, cuando dejó a El Larry en el área de taxis aéreos del aeropuerto y escuchó que, por el teléfono, le avisó a alguien que “iba llegando”.
En tanto, un amigo de Vega Villa mostró a la Fiscalía la foto que éste envió a un chat grupal en la que se ve de fondo una avioneta (fue el día 25 de marzo a las 14:29 horas); casi una hora y media después, en otra foto, a Jaciel se le ve en la parte trasera de un vehículo entrando al pueblo, justo donde hay un letrero con la palabra “Chínipas”.
El testimonio de la testigo bajo el seudónimo Estrella, leído en la audiencia de vinculación a proceso contra Moreno Ochoa, establece: “El sábado 25 de marzo se dio cuenta que Jaciel había llegado a Chínipas en avioneta junto a su hermano, eso le dijo su prima, dijo que había llegado como a las dos o tres de la tarde, también su prima le dijo que una avioneta golpeó a dos jovencitas y que habían fallecido”.
Una semana después de la captura de El Larry, el columnista Héctor De Mauleón publicó en El Universal que el jefe de sicarios había estado “escondido durante varios meses” en los dormitorios de la mina de oro y plata de Palmarejo, explotada por la compañía estadounidense Coeur Mining, la cual está localizada a 12 kilómetros de Chínipas. “Contaba, además, con una red de protección institucional por parte de policías estatales y municipales”, escribió.
Varios aliados del Colectivo intentaron comunicarse son las oficinas de la minera tanto en Chicago, como en México, pero no fue posible obtener una respuesta al respecto de este grave señalamiento.
Este Colectivo pudo constatar que Palmarejo tiene una pista de aterrizaje que mide 570 metros, extensión suficiente para recibir avionetas Cessna, y que los dormitorios se ubican a cinco kilómetros de la pista.
Aunque la manera en la que los asesinos escaparon de Chihuahua es clave para conocer con qué tipo de medios y de protección contaban, en los expedientes estatal y federal consultados para esta investigación no hay señales de que hubiera sido investigada la denuncia pública que involucraría a la compañía minera o de que hubieran sido suficientemente analizadas las bitácoras de los vuelos que despegaron ese fin de semana desde el aeropuerto internacional “Roberto Fierro Villalobos” de la ciudad de Chihuahua. Hasta dónde consta allí, ningún piloto o personal del aeropuerto fue llamado a declarar. En el expediente de la Fiscalía federal las bitácoras de vuelo son prácticamente ilegibles.
Aunque la noticia de la muerte por una “selfie” se publicó en todo el mundo, la Secretaría de Comunicaciones y Transporte, según revisión de dictámenes disponibles que hizo este Colectivo, no enlistó el accidente entre los ocurridos en 2017 en el país, a pesar de que tiene el mandato de investigarlo. En una solicitud formal de información pública sobre dicho accidente (folio 0000900095119) la secretaría respondió: “La Dirección General de Aeronáutica Civil no cuenta con registro alguno o documentación de soporte que avale algún accidente o incidente de aviación”.
Cuando este Colectivo preguntó sobre la muerte de Nitzia y Yoselín, no sólo en Chínipas sino en todo Chihuahua o en Sonora, algunas personas colgaron el teléfono cuando se les explicó la razón de la llamada, o gritaron con pánico que si hablaban las matarían. Cinco personas consultadas en forma independiente aseguraron que Los Salazar tienen interceptados los celulares y hasta las redes sociales de la zona que controlan. Tres de éstas fuentes refirieron un dato que parece leyenda: la familia tiene leones para que desaparezcan a sus enemigos. En 2005 les encontraron un zoológico “con leones y tigres” en un rancho en Sonora que sigue siendo de su propiedad.
No hubo una sola fuente consultada que no coincidiera en este retrato de Chínipas: un pueblo controlado por el narcotráfico, perdido en la sierra, de difícil acceso terrestre, con comunicación bajo supervisión, localizado en camino recto a la frontera con los Estados Unidos y comunicado con el exterior por las pistas aéreas del municipio, del vecino municipio de Témoris y de la minera.
Miembros de este equipo periodístico quisieron viajar a Chínipas para realizar entrevistas con las autoridades locales, con familiares de los inculpados del asesinato de Miroslava, con personas mencionadas en los reportajes de la periodista y con testigos del accidente donde murieron Nitzia y Yoselín, entrevistas que -hasta donde consta en los expedientes- no realizó ninguna de las fiscalías, aunque eran esenciales para la investigación profunda de los hechos. Las fuentes aconsejaron no ir. “Ustedes no saben cómo es ahí”, nos dijo una de ellas. “Los Salazar pueden tumbar avionetas. Ustedes podrán llegar por aire o por tierra, pero de ahí no salen”.
Este Colectivo –mediante una organización de libertad de expresión aliada— solicitó entrevista con el fiscal estatal César Augusto Peniche y mandó un cuestionario en el que se le preguntaba por qué si tantos hilos de esta investigación llevaban a este pueblo en la sierra, y si se dice que el homicida prófugo se esconde ahí como se escondía El Larry, no entró a investigar. Nunca respondió a la solicitud. (Si se envió el cuestionario?)
El titular de la FEADLE, Ricardo Sánchez Pérez del Pozo, ante esa misma pregunta del Colectivo respondió: “Esa es información que yo no puedo estar revelando, pero lo que puedo decir es que las autoridades federales trabajan de manera coordinada para cumplir con la orden de aprehensión y hacen trabajo correspondiente en el tema”.
El piloto
Lo que hacía entrañable a Jorge David Coughanour Buckenhofer no era que a veces usara su avioneta Cessna como ambulancia, sino que siempre atendía llamadas de auxilio en zonas donde otros pilotos no se atrevían a aterrizar. Esa habilidad en la pista chica lo llevó a que, cuando tenía 30 años de edad, fundara una empresa de aerotaxi instalada formalmente en el aeropuerto de Chihuahua con destino a la sierra: se llama AeroCoconor y tiene seis aviones de turbohélice. El nombre de la compañía lo tomó de su abuelo paterno, un minero y piloto de guerra estadounidense, nacido en Idaho, a quien le decían el señor Coconor, ante la dificultad de la gente de pronunciar el apellido Coughanour.
Piloto comercial desde los 18 (cuando cursaba la secundaria acordó con sus padres que, terminada la prepa, estudiaría aviación), el piloto Coughanour voló a la familia de un exgobernador de Sonora cuando viajaban de compras a Tucson, Arizona. Voló al gobernador priista César Duarte y luego al panista Javier Corral cuando andaban en campaña para gobernadores. Voló a varios alcaldes de la sierra, a fotógrafos de National Geographic, a mineros y a empleados federales.
El día de su asesinato, el 10 de abril de 2017, voló por la mañana. Nada fuera de lo común. Visitó a su madre pasado el mediodía, salió a caminar con su sobrina, regresó a su casa y luego fue a cenar con una amiga. A las ocho de la noche abandonaron el restaurante. Él le abrió a su amiga la puerta del Mercedes Benz 2017 que había comprado seis semanas antes y, cuando se subió y se sentó en el asiento del conductor y cerró la puerta, un vehículo —tal vez un Nissan Tiida rojo— se le emparejó. Una persona bajó y le disparó por lo menos seis veces. Los balazos dejaron en la ventana un solo hoyo del tamaño de un puño. Fueron tiros certeros, profesionales.
La agente de la policía investigadora de la unidad de homicidios, Michelle Guadalupe Barraza Espinosa, de la Unidad 328, fue la primera en llegar a la escena del crimen, dice el expediente. Curiosamente, la policía Barraza también había participado en la investigación del asesinato de Miroslava: fue una de los dos agentes que encontraron la casa de la familia que crió a El Larry: la familia Vega Villa. En esa casa encontraron las evidencias que implicaban a este hombre y al joven que lo considera como hermano mayor: Jaciel Vega Villa, quien está prófugo.
“Escucho una explosión muy fuerte. No supe qué pasó. Yo no me sentí lastimada. No volteé a ver a Jorge. No sabía que estaba lesionado. Sólo escuchaba su respiración. En eso saco la cabeza por la ventana y pido ayuda (…) pierdo el conocimiento”, dijo la amiga del piloto a la policía pocos días después, en el hospital.
Para dar con el asesino del piloto Coughanour, la agente Barraza entrevistó a dos testigos: un vecino y un cliente del restaurante. Pidió revisar las imágenes captadas por la cámara del negocio, pero el gerente se negó.
La agente Barraza y sus colegas cerraron la calle y tomaron fotografías de la escena. En una de ellas se observa una mano enguantada que sostiene las credenciales del piloto. Una ambulancia llevó al hospital a su amiga herida.
En el expediente 19-2017-0009981 no hay rastro de que se hubieran conseguido las imágenes de cámaras de seguridad cercanas, retratos hablados o datos sobre el vehículo en el que se fugó el asesino.
Los policías tampoco contactaron a la familia de Coughanour. Su cadáver pasó toda la noche en la morgue, en calidad de desconocido.
* * *
Una persona cercana al piloto, cuyo nombre reservamos por su seguridad, narró a este Colectivo que a las 7 de la mañana del 11 de abril de 2017 recibió una llamada de AeroCoconor. Los pasajeros estaban esperando y el piloto Coughanour no había llegado. Tampoco contestaba. A partir de ahí, amigos y familiares empezaron a buscarlo desesperadamente.
Fue un amigo cercano el que reconoció la foto del Mercedes en la nota roja del periódico. Acudió a la casa de los padres de Jorge. Colapsaron al escuchar la noticia. Ninguna autoridad —a pesar de haber identificado a su hijo casi 12 horas antes— les notificó del asesinato. La agente Barraza, en cambio, contestó el celular de la amiga del piloto y avisó que estaba herida y en qué hospital. El celular de Jorge sonó una y otra vez la mañana del 11 de abril pero, cuando la Fiscalía entregó el teléfono a la familia, todas las llamadas y los mensajes de ese día habían sido borrados, según entrevistas a personas cercanas de la familia.
Jorge Guillermo Coughanour Miller, el padre del piloto, buscó una cita con el gobernador Corral pero lo mandaron con el fiscal César Augusto Peniche. “Peniche dijo que conoció a mi hijo, que era muy buen piloto, que el caso era muy importante para el gobierno y que la investigación iba a seguir. ¡Fue falso!”, dijo el señor quien fue entrevistado en su oficina; las paredes están decoradas con fotografías de Jorge, su único hijo varón.
A pesar de que el piloto trasladó a Corral durante la campaña a gobernador –como dos testigos lo indican en el expediente y como confirmaron conocidos y un funcionario público a este Colectivo-, éste nunca lo dijo públicamente y no le dio el pésame a la familia.
Apenas un día después de que se publicara la noticia de este homicidio, el 12 de abril, El Diario de Chihuahua publicó una filtración, cuyo encabezado dice: “Hallan posible arma del crimen de Miroslava”. Según la nota, la Fiscalía estatal había descubierto que la pistola que se había utilizado para matar a la periodista era la misma con la que habían asesinado al piloto. En los dos crímenes, de acuerdo a la Fiscalía, el arma era calibre .38 súper. El director de la Policía Estatal, Óscar Aparicio, en una conferencia de prensa realizada cinco días después de la nota, confirmó el dato filtrado. Dijo que los cartuchos percutidos en ambos crímenes coincidían.
Un documento escrito antes de esas declaraciones, y que forma parte de la carpeta de investigación 19-2017-000981, lo desmiente. Fechado el 11 de abril de 2017, al día siguiente del asesinato, un perito en balística forense del gobierno del estado concluyó en su informe: “Se ha verificado al día de hoy la huella balística 0807001002682017 en el sistema IBIS y hasta el momento no ha mostrado resultados de aciertos o hits con algún elemento de la base de datos”. No había coincidencia con las balas que asesinaron a Miroslava.
Una persona que tuvo acceso a la carpeta dijo al Colectivo que el peritaje realizado a los casquillos arrojó que, aunque coincidían en el calibre, las balas no habían salido de la misma arma. La Fiscalía nunca desmintió la falsa información. El Fiscal tampoco respondió a la solicitud de entrevista que realizó una organización de libertad de expresión que colaboró con este proyecto.
Casi un mes después del asesinato de su hijo, el 4 de mayo, don Guillermo acudió a la Fiscalía a exigir que le tomaran la declaración: nadie se lo había pedido ni a él ni a otros familiares o a colegas de la víctima en el mundo de la aviación. Personas con acceso a la carpeta de investigación dijeron que no todas las declaraciones y elementos entregados a la Fiscalía fueron integradas en la investigación.
Cuando uno lee el escueto expediente del asesinato de Jorge, pareciera que a la Fiscalía le interesaba más investigar a la víctima que encontrar a sus asesinos: pidió información financiera sobre el piloto al Sistema de Administración Tributaria, pidió realizar la extracción de información de sus celulares, indagó sobre su vida amorosa y pidió una copia de la factura del Mercedes Benz que había comprado semanas antes. Ninguna de las dos entrevistas que se hicieron durante los primeros minutos después del asesinato llenan dos hojas.
En el expediente se lee un cuestionario realizado por gente de la Fiscalía en el que hay instrucciones de que se debe indagar más sobre la vida personal del piloto, sus clientes serranos y si era presionado para transportar droga.
* * *
La última página del expediente de la Fiscalía de Chihuahua es una fotocopia de la bitácora de vuelos de AeroTepeyac, el nombre legal de AeroCoconor, que abarca del 18 al 27 de marzo de 2017. En esos días, la empresa realizó vuelos entre CUU (Chihuahua), CHR (Cahuisori, municipio de Ocampo en Chihuahua) y TAR (Aeródromo Tarachi, en el municipio de Arivechi en Sonora). Ningún vuelo a Chínipas.
Aún así, el 25 de diciembre de 2017, el mismo día que el gobernador Corral anunciaba la captura de El Larry, El Heraldo de Chihuahua publicó en su portal, y al día siguiente en el impreso, una nota que, sin citar fuente alguna, aseguraba falsamente que Jorge David era el piloto que había ayudado a escapar a los asesinos de Miroslava.
El artículo dice:
“El piloto aviador Jorge David Coughanour Buckenhofer, asesinado el 10 de abril al exterior de un restaurante, (…) era quien pilotaba la avioneta en la que viajaba Juan Carlos Moreno Ochoa, alias El Larry, quien después del homicidio de Miroslava Breach Velducea regresaba a Chínipas, pero al buscar aterrizar un ala de la aeronave golpeó y mató a dos jovencitas”.
El resto de la nota asegura que Jorge “era piloto de confianza de Los Salazar”, que les brindaba el servicio hasta la zona serrana donde colindan Chihuahua y Sonora, y que “fue el trabajo para el grupo Los Salazar el que le valió la prosperidad a su empresa, y no tanto el traslado de pasaje”.
Dos semanas después de esta nota, el 5 de enero de 2018, El Heraldo de Chihuahua publicó la carta de don Jorge Guillermo, con el titular: “Desmiente calumnias contra piloto asesinado y AeroCoconor” y el subtítulo: “Padre del piloto envía carta desmintiendo declaraciones de la Fiscalía”.
Dice la carta:
“Categóricamente niego lo escrito por el Sr. Varela, respeto profundamente la libertad de expresión y prensa, pero nadie tiene el derecho de escribir o publicar calumnias que atentan contra el prestigio de una persona. La nota también menciona que mi hijo Jorge fue el piloto aviador que aterrizó en la región serrana de Chínipas el 25 de marzo del 2017, viéndose involucrado en el fatal accidente donde perdieron la vida dos jovencitas. Esto también es falso. Jorge no estuvo presente en ese lamentable hecho ni ningún piloto que trabaje en AeroCoconor, ni ningún avión de la empresa se encontraba volando por esa zona a la hora que se registra el fatal accidente, tanto mi hijo como sus pilotos estaban en la Cd. de Chihuahua, esto quedó comprobado ante Fiscalía en su momento”.
El Heraldo de Chihuahua en su titular adjudicó la fuente de la información publicada por el periodista David Varela a la Fiscalía de Chihuahua. Una pariente de Miroslava dijo a este Colectivo que el propio fiscal Peniche fue quien dio esa misma noticia a la familia Breach de que el asesinado era piloto de El Larry. Ni en público ni en privado la Fiscalía aclaró esa información, a pesar de que desde finales de abril de 2017 los registros de la compañía aérea indicaban que Jorge David Coughanour no voló a Chínipas el 25 de marzo, día del accidente, y toda esa semana. Testigos reforzaron que lo vieron ese día en Chihuahua y los registros de su celular mostraban que su teléfono siempre estuvo activo en la ciudad.
En la audiencia oral del 27 de diciembre de 2017, tras la captura de El Larry, el Ministerio Público leyó testimonios de testigos con identidad reservada que declararon que el presunto homicida de la periodista, después del asesinato había dicho que “iba a volar en el pájaro” y que pidió que lo llevaran a una base de aerotaxis.
Este Colectivo encontró que uno de los números marcados desde el celular del prófugo Jaciel Vega fue al teléfono de AeroCoconor. Fue a las 8 de la noche del 23 de marzo. Duró 88 segundos. Las bitácoras de vuelos incluidos en la carpeta de investigación de Miroslava, y en la del piloto, muestran que la empresa del piloto asesinado no voló esos días a Chínipas o a la pista de Palmarejo.
El registro de vuelos proporcionada por el aeropuerto internacional de Chihuahua por solicitud de este equipo, muestran que tres son los pilotos que semanalmente vuelan al aeródromo “PJO”, de Palmarejo, ubicado en el municipio de Chínipas. Entre el 23 y 26 de marzo de 2017 fueron dos las compañías de aerotaxis que aterrizaron en ese destino. Sin embargo, no se pudo conocer las matrículas de las avionetas privadas llegaron a los festejos del cumpleaños de Alfredo Salazar; esos datos son considerados por el gobierno como información reservada por cuestión de privacidad. Esa misma respuesta dio el aeropuerto de Hermosillo, Sonora, a nuestra solicitud de información.
Según reportes de las autoridades estadounidenses, Adán Salazar Zamorano y sus familiares usan aviones privados para transportarse, y sus miembros –según la agencia estadounidense antidrogas (DEA, por sus siglas en inglés)- “son peligrosos”. Es conocida su afición a la aeronáutica. Registros públicos indican que han sido propietarios de aeronaves, permisionarios de aeródromos, cuentan con permisos para ser pilotos y protagonizan corridos que enaltecen sus proezas aéreas.
En una nota firmada por Miroslava Breach –6 de agosto de 2016– ella señalaba a la gente de José Crispín, hermano de Adán Salazar, como responsables de asesinatos y del desplazamiento en 2015 de unas 300 familias del pueblo de Las Chinacas, por sus disputas territoriales. En marzo de 2016, la información de Miroslava sobre el interés de Los Salazares, como ella los nombraba, de meterse en la política tumbó la candidatura a presidente municipal de un sobrino de los capos, Juan Salazar Ochoa, postulado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI). El padre del candidato frustrado es Joel Salazar Zamorano, quien fue presidente municipal del municipio de Morelos. La media hermana del candidato, Silvia Rubí Salazar Chávez, fue regidora de Chínipas. Desde el año pasado, a pesar de los señalamientos de la prensa, el PRI postuló como candidato alcalde de Chínipas a Salomé Ramos Salmón, cuñado de Alfredo, El Muñeco, hijo de Don Adán. Como ganó las elecciones es el actual presidente municipal.
La nota de El Heraldo de Chihuahua inculpando a Coughanour, y cuya información salió de la Fiscalía, iba acompañada por otra, firmada por el mismo reportero, que titulaba: “El asesinato era un regalo de cumpleaños de El Larry para su patrón”. Esa teoría de que Moreno Ochoa actuó por su cuenta, sin permiso de sus patrones –y a quien el gobernador Javier Corral mencionó en su tuit de ese día como el “autor intelectual” del crimen de Miroslava-, le adjudica la responsabilidad final del crimen.
El reportero que publicó esa nota y la información falsa involucrando al piloto con la huida de los asesinos a Chínipas, ya no se dedica al periodismo: ahora es policía del Estado de Chihuahua.
El profe de artes marciales
El 17 de abril de 2017, en una rueda de prensa matutina en Chihuahua capital, el director de la Policía del Estado, Óscar Aparicio, anunció que al piloto Coughanour y a Miroslava los habían asesinado con la misma arma. En la tarde, en otra conferencia, el gobernador Corral reveló que la Fiscalía ya tenía identificadas a las personas que habían participado en el asesinato de la periodista. “Tenemos, prácticamente, todos los elementos para ir a la captura de los responsables y estamos reforzando, con el mayor rigor científico, técnico y jurídico, el proceso y la cadena de custodia”, anunció el gobernador panista.
Al día siguiente, en la colonia Junta de los Ríos, en Chihuahua capital, el retirado profesor de artes marciales y sicólogo, Gabriel Ochoa Cárdenas, a quien sus vecinos decían El Profe, fue asesinado a balazos frente a unos gallineros que cuidaba en el patio de una casa vecina. Sobre la mano de Gabriel, la policía encontró una peculiar pistola Colt, calibre .38 súper, de la que la armería sólo fabricó 200: es una edición que trae grabados el retrato de Emiliano Zapata y una serpiente azteca en uno de los lados del cañón; del otro le tallaron una frase del revolucionario mexicano: “Es mejor morir de pie que vivir de rodillas”. Junto al cadáver, una cartulina advertía:
Este es el marrano que asesino (sic) a la periodista Miroslava por orden del 80 en complicidad con Pablo Ernesto Rocha. Esto es la prueba de que no queremos marranos haciendo Injusticia (sic).
El 80 es el apodo de Arturo Quintana y, en marzo de 2017, era jefe en la zona noroeste del estado del grupo contrario a Los Salazar: La Línea, que trabaja para el Cártel de Juárez. Rocha había sido el director de la Policía Estatal Única y aparece involucrado en varios abusos y escándalos.
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Los medios de Chihuahua difundieron rápido la noticia y dijeron que Gabriel Ochoa Cárdenas tenía parecido con el retrato hablado del gatillero que disparó contra Miroslava. El Diario, por ejemplo, publicó el dibujo del asesino, que hasta ese momento era inédito, junto a una fotografía de Ochoa Cárdenas, ya muerto, a la que sólo debería tener acceso personal de la Policía o de la Fiscalía. Aunque la intención era resaltar el parecido físico, los rasgos no coincidían: el asesino tenía aproximadamente 25 años y el ex profesor de artes marciales había cumplido 56. En la nota de El Diario se añadió el dato de que, al igual que el homicida de Miroslava, el profesor cojeaba, y se especulaba que éste se había dejado crecer un mes el bigote para explicar por qué el asesino de la periodista no lo tenía.
El Profe, por lo que pudo saber este Colectivo con ayuda de los vecinos, era un hombre silencioso que se sentaba durante horas en la banqueta y tenía dificultades para caminar. Años atrás había dado clases de karate, entre sus clientes hubo policías. “En una libreta anotaba el nombre de cada alumno”, recordó alguien del vecindario. Una tendera de abarrotes mencionó que cuando presentía que algún vago iba a robarle, lo mandaba llamar para que le espantara a los asaltantes.
Él vivía del dinero que le mandaba uno de sus hermanos y cuidaba un gallinero que estaba cruzando la calle, frente a su casa, y que fue donde lo mataron.
Un ex alumno del karate, que pidió no ser identificado, fue quizás el tercero en ingresar al terreno tras escuchar los balazos. Lo que vio no coincide con las imágenes que después presentaron las noticias: “Vi una pistola (junto al cadáver) y fue lo primero que me llamó la atención porque él no era de armas”, dijo extrañado en entrevista un año después. “También oí que (los policías) decían que la pistola era de un color y cuando salieron las fotos en el periódico era una pistola de otro color. No supe cuándo le cambiaron la pistola”. Para alguien que no sabe de armas, la diferencia tuvo que resultarle muy evidente.
En el expediente del caso también el primer policía que llegó a la escena del crimen dejó escrito en el oficio de la narrativa de los hechos que encontró “un arma de fuego escuadra color plateado calibre 9 mm”. Un testimonio anónimo contenido en la carpeta de investigación señaló que el arma original era plateada y tenía “cacha de madera”. Esas características no coinciden con el arma difundida en los medios: la elegante pistola conmemorativa con cacha de resina.
Desde el segundo día, peritos de la Fiscalía informaron a medios como El Heraldo de Chihuahua que le habían realizado estudios a la pistola Colt, calibre .38 súper que tenía junto a la mano: “y se determinó que esa arma de fuego se utilizó para matar a Miroslava Breach”. Sólo a ella, ya no mencionaron al piloto Coughanour, aunque antes el director de la policía había asegurado que al piloto y a la periodista los habían matado con la misma pistola.
En el análisis de balística forense con fecha del 19 de abril de 2017, un perito resuelve que hay coincidencia en las características “morfológicas y dimensionales” entre las balas recuperadas en la autopsia de Miroslava (balas con la clave 0807001002252017) y el arma encontrada con el cuerpo de El Profe (0807001002842017), “por lo que se establece que ambos fueron percutidos y deflagrados con la misma arma de fuego, siendo esta la pistola marca Colt calibre .38 Súper serie 0049EZS”. Es decir, la elegante pistola conmemorativa con la que se mató a Miroslava es la misma que alguien plantó al profesor retirado.
Un año después, el fiscal de la zona centro, Carlos Mario Jiménez, dijo este colectivo periodístico que Ochoa Cárdenas no participó en el asesinato de Miroslava y su teoría era que los asesinos de la periodista, al saber que la Fiscalía ya los había ubicado, lo mataron para despistar.
Sin embargo, es notorio en el expediente de la investigación del asesinato en el gallinero que a los hermanos de Ochoa Cárdenas se les cuestionó para obtener información, no para dar con el asesino de su hermano Gabriel, sino para conectarlo con el homicidio de Miroslava. En el expediente se lee que Mario Alberto Ochoa Cárdenas aclaró en la Fiscalía que su hermano no vestía como el sicario del video que le mostraron, y que tampoco coincidían su postura corporal y su manera de caminar.
“Cada vez que voy nomás me muestran una y otra vez el video del sicario que mató a la periodista y me dicen que les diga si reconozco a mi hermano. Ya les he dicho hasta el cansancio que no es él, pero siguen molestando con lo mismo”, dijo Mario Ochoa al sitio de noticias 4Vientos. En otra entrevista se quejó del “show mediático, la manipulación y filtración amarillista a los medios por parte de la Fiscalía”.
Los testimonios de este caso (contenidos en la carpeta de investigación 19-2017-0010672) que la Fiscalía estatal pasó a la federal son ilegibles, como si hubieran sido impresos en una impresora a la que se le acabó el tóner. La Fiscalía de Chihuahua obtuvo imágenes de video donde se aprecian dos carros (uno rojo, otro oscuro) huyendo tras el asesinato del maestro de artes marciales, y aunque se indagó la identidad del propietario de uno de los vehículos a dos años y cuatro meses del crimen no hay detenidos.
Hasta el cierre de esta investigación los hermanos Ochoa Cárdenas no habían tenido acceso al expediente.
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El gobierno de Enrique Peña Nieto llegó a considerar a Arturo Quintana como “el máximo generador de violencia” en Chihuahua. El 80, como le apodan a Quintana, supuestamente firmó el mensaje dejado junto al cadáver de Miroslava. “Esto les pasará a toda la gente lengua suelta y llegadas al gobernador y voy por ti gober. Atte: El 80”. Quintana se encuentra hoy preso en el Altiplano y, aunque ha sido acusado por la DEA de ser el líder del Nuevo Cártel de Juárez y por tráfico de droga, no se le ha procesado por el asesinato de la periodista.
El trabajo de Miroslava frustró la candidatura a la alcaldía de Bachíniva de Silvia Mariscal Estrada, la suegra de El 80. Las pistas, sin embargo, siguen apuntando a Chínipas, y otro grupo criminal, el de Los Salazar, al que Miroslava se refirió en sus reportajes. Los textos de Miroslava indicaban que esta familia se apoderaba del poder municipal, la policía, las obras públicas y las tierras, además de que estaba generando violencia. Tras la publicación de su reportaje de marzo de 2016 le quitaron la candidatura a Juan Salazar Ochoa. Hasta enero de 2018 dejó la jefatura de la policía Martín Ramírez Medina, a quien ella señaló -en una columna en noviembre de 2016 y una nota del 20 de febrero de 2017- de trabajar para sus parientes narcotraficantes.
El hombre señalado como sicario
Un reporte policiaco escrito a mano, fechado el 20 de diciembre de 2017, indica que un varón de entre 25 y 30 años de edad fue encontrado, con un balazo que le entró por la espalda y le salió por el pecho, en un despoblado camino de terracería a tres kilómetros del ejido El Zapote, en el municipio de Álamos, Sonora. El muerto, se sabría luego, medía un metro con 73, era de piel morena clara, tenía cabello corto y una nariz delgada y grande. Lo que lo distinguía eran los tatuajes de una calavera y de los nombres de sus dos hijos: así se supo que era Ramón Andrés Zabala Corral, el hombre que la Fiscalía de Chihuahua asegura que fue quien le disparó en ocho ocasiones a Miroslava, el mismo que fue captado por las cámaras de seguridad llevando un objeto blanco bajo el brazo —que después se diría que era la cartulina encontrada junto al auto de Miroslava— y que cojeaba al caminar.
De Zabala se sabe poco. Nació, vivió y murió en Álamos, al sur de Sonora, a unos 120 kilómetros de Chínipas. Es una franja controlada por Los Salazar para tráfico de drogas y de migrantes. Ese estado es gobernado por el PRI; Chihuahua por el Partido Acción Nacional (PAN). El sur de Chihuahua y el sur de Sonora están bajo su control; Álamos era uno de sus bastiones. También, en 2016, fue el lugar donde asesinaron al hijo del patriarca ‘Don Adán’, que llevaba su mismo nombre: Adán Salazar Ramírez, conocido como El Indio, cuyo cuerpo sin vida arrojaron en la ciudad sonorense de Navojoa.
Según la columna de De Mauleón publicada en El Universal, la Policía Federal sabía que Zabala, en los nueve meses que estuvo prófugo, se comunicaba a través del teléfono de una compañera sentimental y que una vez estuvo a punto de ser capturado pero huyó gracias a que alguien le avisó.
El hombre que las cámaras captaron disparando a Miroslava, cojea. Las personas entrevistadas por la Fiscalía no fueron interrogadas sobre si Zabala cojeaba.
No hay imagen que capte los rasgos del asesino de Miroslava, pero sí el retrato hablado que un testigo anónimo, vecino de ella, dio a la Fiscalía de Chihuahua. Sin embargo, en una segunda declaración de esta persona a la Fiscalía federal, realizada el 21 de agosto de 2018, ésta aseguró que no había alcanzado a ver el rostro del pistolero, sólo su perfil, pero que el ministerio público le pidió que señalara a uno que le dijo se llamaba Ramón.
Textual dice: “Le volví a decir que no sabía quiénes eran las personas que aparecen en las fotos que me estaban mostrando, y de nueva cuenta el licenciado me dijo ‘mira la persona que estábamos buscando es el que se llama Ramón y vive en un ranchito en el Sonora, es el que estamos investigando, ahorita no vive en Chihuahua’, y fue cuando le dije ‘¿entonces subrayo la foto de él? (…) y puse una palomita en la parte de arriba de la foto de Ramón”. Eso se lee en la carpeta de investigación FED/SDHPDSC/UNAI-CHIH/0000214/2017.
No hay imágenes disponibles que permitan identificar sin lugar a duda los rasgos del asesino de Miroslava. A Zabala lo vinculan con el crimen porque –según consigna el expediente- su teléfono aparece en el registro de llamadas que hizo Jaciel Vega Villa desde la escena del crimen; su número de teléfono con lada 642, correspondiente a la región sureña de Sonora, coincide con su registro en Facebook. Este Colectivo no pudo constatar esa información en su cuenta.
De su perfil en esa red social la Fiscalía habría sacado las fotografías que posteriormente mostró a los testigos que lo identificaron, entre ellos Rubí, la policía que hospedó a los asesinos.
Este equipo encontró en Facebook tres perfiles de Zabala: en las fotos del perfil que tiene bajo el nombre Andrés Vega se observa a un hombre serio, inexpresivo, a veces con su padre, otras con un hermano menor. Uno de sus últimos mensajes es un cartel que exalta la profesión de sicario, en otra foto muestra una pistola negra. Algunas veces daba Like a fotografías de alguno de sus hijos.
En el expediente del asesinato de Miroslava no existe claridad sobre dónde se hospedó Zabala. Rubí, la sobrina policía de El Larry, dijo que tanto su tío como el desconocido hombre armado de acento sonorense que lo acompañaba (y que luego reconoció en fotos) durmió en su casa desde el 23 de marzo hasta el domingo 26 de marzo, cuando fue trasladado al aeropuerto en una camioneta guinda que lo recogió.
En tanto, el chofer que declaró bajo el seudónimo Cholugo dijo que, el 23 de marzo por la mañana, trasladó a El Larry y a Zabala al Hotel Marrod, a las afueras de la ciudad y estuvo con ellos cuatro horas en la habitación 120.
Ocho meses después dos camareras del Hotel Houston al pie de carretera, cuyos nombres fueron reservados, declararon que recordaban a la persona de la fotografía, y lo identificaron como el misterioso hombre que del 26 al 28 de marzo había ocupado la habitación 205; el mismo que llegaron a ver sólo cuando salía a fumar, que no les permitía entrar a hacer el aseo y a quien vieron con ropa idéntica a la del asesino registrado por las cámaras cuando disparaba a Miroslava.
A ciencia cierta no se sabe cómo ni cuándo huyó a la sierra ni qué tanto hizo durante los nueve meses que estuvo prófugo antes de que fuera encontrado muerto en Álamos, municipio al sur de Sonora.
Después del asesinato de Zabala, los familiares dijeron a la Fiscalía que el difunto había sido un hombre misterioso y callado, tirando a lo hosco, que desaparecía por semanas, que no le gustaba que le preguntaran sobre su trabajo y que una vez pidió que no hicieran caso de las habladurías del pueblo de que “andaba en malos pasos”. Una mujer con la que vivía habló de sus largas ausencias, de su aversión por las redes sociales, de que prefería comunicarse por mensajes o llamadas, y que constantemente cambiaba de número de teléfono porque lo perdía.
El 9 de febrero de 2018, casi mes y medio después del asesinato de Zabala, integrantes de este Colectivo preguntaron al fiscal de la zona centro, Carlos Mario Jiménez, por qué no habían capturado a Zabala si lo tenían ubicado desde mediados de abril, cuando el gobernador Corral anunció a la prensa que los implicados ya habían sido identificados. El fiscal respondió: “Nosotros decidimos no pedir (ayuda) a Sonora. No, porque esas personas (Los Salazar) tienen muchos años allá y todo y no sería más seguro (…). Fue una decisión estratégica, con todo respeto a Sonora”.
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La carpeta de investigación del homicidio de Zabala consta de unas 30 hojas. En ésta hay una fotografía que fue hecha por la funeraria a petición de la familia y donde se ve a Zabala en vida junto a un crucifijo. Esa imagen que fue publicada en la prensa para acompañar la noticia del asesinato. Y aunque peritos de Chihuahua capital viajaron a Álamos para indagar sobre el crimen y entrevistaron a familiares, en el expediente sólo hay una acción concreta: el 20 de marzo de 2018, tres meses después del homicidio, y cuando estaba a punto de cumplirse el primer aniversario de la muerte de Miroslava, el coordinador de la unidad especializada de delitos contra la vida, de la Fiscalía de Chihuahua, pidió al área de genética forense obtener el perfil genético de “Zavala Corral” y cotejarlo con la evidencia contenida en el caso de Miroslava. “Lo anterior, a fin de tener conocimiento de la verdad histórica de las circunstancias en las que perdiera la vida” Miroslava. Un mes después el gobierno federal le quitó a la Fiscalía de Chihuahua la investigación del caso de la periodista, a petición de la familia y de organizaciones de defensa de libertad de expresión, y lo atrajo. No se encontró documento donde constara que se hubiera realizado ese peritaje.
Estas cinco muertes inexplicablemente se mantienen sin avances aunque sus investigaciones pudieran dar pistas sobre el crimen de la valiente periodista que se enfocó los últimos meses de su vida a documentar y a denunciar los despojos, los asesinatos y los abusos sufridos por la gente de la sierra, con un especial énfasis en la expansión de Los Salazares en Chínipas, la tierra donde ella nació, así como la constante relación, cómoda y estrecha, de esa familia con la política de Sonora y de Chihuahua. Miroslava dijo a quienes la amenazaban por sus publicaciones que ella no callaría, que el silencio es complicidad.
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