Caravana Migrante ya avanza hacia el norte del país
Empieza la segunda mitad del viaje de la Caravana Migrante. El jueves por la noche, luego de una marcha a la sede del Alto Comisionado de Naciones Unidas y tras una infructuosa gestión para conseguir transporte para mujeres y niños, los migrantes decidieron avanzar hacia el norte
Texto: José Ignacio De Alba y Fernando Santillán
Fotografías: Fernando Santillán
CIUDAD DE MEXICO.- El tiempo se acabó. Después de cuatro días en la ciudad de México, la Caravana Migrante reanudó su paso hacia el norte, después de esperar en vano las gestiones de transporte.
A mano alzada, el jueves por la noche votaron por dejar la seguridad del albergue improvisado, la certeza de tener comida y el cobijo de organizaciones internacionales. “¡Ya no queremos tortas!”, gritaron la noche en que definieron salir de la Ciudad de México.
Porque estos centroamericanos que han sorprendido al mundo con su caravana no quieren vivir de la caridad, ni de las buenas intenciones: lo que quieren es trabajar, echar raíces en un lugar que no sean los países de los que huyen.
“Yo tengo que mandar dinero a mi familia, no puedo estar aquí de vacaciones, Tengo que avanzar”, dijo una mujer que salió este viernes, con la avanzada de la caravana.
Porque a última hora, ya de madrugada del viernes, la mayoría de los migrantes postergó su viaje para este sábado, en espera de una última gestión para conseguir el transporte para mujeres y niños. Pero unos 600 no esperaron a nadie y comenzaron a empacar sus cosas a las 5 de la mañana.
De a poco se despertaron entre gritos “!Vámonos, vámonos!”. Algunos que se quedaron en la Ciudad de México replicaron acurrucados desde sus cobijas: “!Váyanse, váyanse!”.
La ruta para llegar a Estados Unidos, definieron, será por Tijuana, el punto más lejano para llegar desde la Ciudad de México, pero también el lugar más seguro.
La mayoría de los jóvenes que viajan solos prefieren por rutas más cortas y arriesgadas como las del estado de Tamaulipas. Al final la caravana se inclinó por la opción menos arriesgada para bebés, niños, mujeres y ancianos.
Las gestiones
El jueves por la tarde, un grupo de migrantes marchó a la sede del Alto Comisionado de los Derechos Humanos en México de las Naciones Unidas para solicitarle transporte a la frontera; advirtieron que de no concretarse ese apoyo, sacarían a toda la cooperación internacional del albergue.
Tras la reunión, los migrantes acordaron dar un margen de 48 a las Naciones Unidas para hablar con las autoridades competentes. Sin embrago, la asamblea que se realizó en la noche en el albergue, decidió continuar su camino “con camiones o sin camiones”.
Después de cuatro días en la capital del país, la desesperación se había extendido en el albergue. Los migrantes sienten que los organismos internacionales, las instituciones del gobierno de la ciudad y las comisiones de derechos humanos e incluso las organizaciones de la sociedad civil, están haciendo un trabajo de contención para frenar su camino hacia el norte. Pero ellos no están dispuestos a detenerse. No quieren asistencia, quieren trabajo y una vida digna.
Las madres solicitaron a la asamblea seguir la ruta de Tijuana por ser la más segura. También pidieron a los hombres de la caravana mantenerse juntos y no adelantarse de las mujeres y niños para no dejarlos atrás, por lo que se acordó que el primer jale para ayudar a los madres y niños será en la caseta de salida a Querétaro.
La avazada
La madrugada de este viernes, los migrantes abandonaron el deportivo Magdalena Mixhuca con sus mochilas, bolsas y maletas listas. Al principio parecía que solo sería un puñado, pero poco a poco fueron jalando a más hasta que el metro fue prácticamente tomado por la caravana.
-¿Llevas despensa?, Se le pregunta
-Nomás lo que me cené ayer- dice el hondureño Martín Rodríguez, de 18 años, mientras se da palmadas en el estómago.
Rodríguez dice que dejó a sus papás que ya están viejos y a sus tres hermanas menores. Allá en casa me asegura se quedaron muy tristes por su partida, su madre llorando le suplicó que no se fuera y que siguiera trabajando de campesino en la cosecha de jitomate y pepino. Él, el principal soporte de su familia no lo dudó, se uniría a la caravana que llegaría a Estados Unidos que anunciaban los noticieros. El hondureño tomó su mochila, se despidió de su familia y prometió ayudarlos multiplicar su ayuda.
Algo similar le pasó a Sergio Alfaro de 19 años, sólo que él ya había cruzado la frontera de Estados Unidos cuando tenía apenas 16. Hace poco fue deportado y cuando vio que había una caravana que salía de su país se unió. Antes de salir de la Ciudad de México el chico me dice que los 200 dólares que tenía ahorrados para todo el viaje se le habían acabado después de que le robaran mientras él dormía.
Carlos Castillo es joven, fuerte y conoce el camino para llegar a Estados Unidos, incluso asegura que ya tiene un trabajo apartado para cuando llegue a Connecticut. Su único problema es que desde hace 20 días tiene una fiebre infernal, hoy mientras sale de la Ciudad de México no para de sudar a pesar del frío de la madrugada. El hombre está desconcertado porque dice que ayer le aplicaron una inyección que no ha surtido efecto. Durante el camino preguntará a las ambulancias que se encuentre si por favor le pueden dar otra inyección.
El viaje de estos 600 adelantados, los más fuertes, empezó con un recorrido en metro, luego una caminata de varias decenas de kilómetros combinados con “raids” que daban algunos camioneros. Algunas personas que pasaban les daban dinero en el camino.
En la noche, cuando los primeros refugiados llegaron al centro de Querétaro, la Organización de Naciones Unidas aún no respondía el emplazamiento a conseguir camiones para hacer el viaje de los migrantes más seguro.
Lo que falta del camino es el tramo más largo y, en la opinión de muchos, el más difícil para mantenerse cohesionados.
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