Cierre de iglesias, la otra pérdida que dejó el sismo
“Cuando venimos a la iglesia estamos bien y contentos, acá nos reunimos, celebramos nuestras tradiciones y nos contamos cómo estamos (…) hora me siento como si ya nos fuéramos a encontrar”.
Venustiano Carranza. El sismo del 7 de septiembre destruyó algo más que casas y edificios. El sismo quitó, al menos provisionalmente, la posibilidad de reunirse en 411 Iglesias, que más que iglesias son centros de comunión espiritual alrededor de los cuales gira la vida comunitaria, y donde ahora hay fractura en sus estructuras.
Venustiano Carranza es tierra de indígenas totiques (tzeltales), es el lugar en donde durante la segunda mitad del siglo XX se vivió una guerra contra latifundistas, a quienes de a poco los indígenas les fueron arrancando pedazos de tierra para sembrar alimento, y formar familias libres de la semi-esclavitud que significó en Chiapas la vida en las fincas.
Venustiano Carranza ha sido también tierra de batallas, donde literalmente se pagaba y cobraba con vidas las diferencias y los reacomodos de ese aprender a vivir fuera del yugo de los patrones.
Al calor de esas contiendas, familias, amigos y organizaciones se unieron, se separaron y se volvieron a unir en una dinámica social donde sólo se respetaban sitios sagrados: las 7 iglesias del poblado.
“Cuando venimos a la iglesia estamos bien y contentos, acá nos reunimos, celebramos nuestras tradiciones y nos contamos cómo estamos”, sintetiza así Manuel Morales el significado que tiene para ellos el templo de San Bartolomé, del que se dice fue construido por gigantes, porque solo gigantes pudieron levantar esos muros gruesos y altos que ahora lucen fracturados.
En medio de la Iglesia que ahora se encuentra cerrada, el anciano reconoce su temor: que el templo permanezca cerrado. “Me siento como si ya nos fuéramos a encontrar. Si no hacemos las fiestas y tradiciones, ya no nos encontraremos los 7 barrios, no nos encontramos aquí haciendo nuestras tradiciones”.
Tras el sismo, a las pocas horas de que la tierra se movió, apenas hubo un poco de luz, los “principales” de las iglesias, ancianos vestidos con camisas y pantalones blancos de algodón bordado, recorrieron cada uno de los lugares y revisaron cada una de las heridas de las iglesias de San Bartolomé, El Calvario, La Virgen de El Carmen, El Señor de El Pozo, San Sebastián y San Pedro.
Autoridades de gobierno y eclesiásticas ordenaron cerrar 6 de los 7 templos que tienen techos caídos, campanarios fracturados y grietas que recorren esquinas y arcos.
A partir de ahí empezó su peregrinar de los totiques por oficinas del gobierno, para buscar la vía que les permita conseguir los recursos para rehabilitar sus templos, lugares que para el Instituto Nacional de Antropología e Historia, son además como monumentos nacionales por el valor cultural que tienen sus construcciones hechas entre los siglos XVI y XVII.
“Este lugar es sagrado. Para la gente es muy sagrado, aquí es un lugar de reunión, aquí se hace todo… dan ganas de llorar verlo así. Aquí hacemos fiesta grande. No queremos que este cerradas las iglesias, queremos que se abran, queremos que lo vengan a verificar para ver si ya la podemos abrir. O ver si lo van a reparar de nuevo, ”, dice Manuel Morales Morales.
Trasladan al Nazareno a un lugar seguro
En tanto consiguen los medios para la reconstrucción, la población decidió trasladar a una de sus esculturas religiosas El Nazareno y a El Santo Entierro, de la iglesia de San Bartolomé al de San Sebastián, que sufrió menos daños durante el sismo.
Encabezados por “los principales” -el consejo de ancianos-, unos dos mil feligreses sacaron de la parroquia la escultura de los dos santos. Los retiraron de sus nichos, les limpiaron cada una de sus partes, les pusieron ropajes limpios e iniciaron una procesión en las calles del pueblo.
Con música de tambor y pito, cohetes, rezos y cantos, los hombres y las mujeres de este pueblo indígena caminaron hasta llegar a la iglesia de San Sebastián, donde depositaron a las dos figuras que consideran sagradas.
Solo San Bartolomé quedo en su su nicho, en el centro en la iglesia dañada. La creencia de los totiques es que sacar a San Bartolomé del lugar podría traer un mayor cataclismo al pueblo.
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