El Congreso Nacional Indígena (CNI) ¿Quién es?
El 26 al 28 de mayo de 2017 el Congreso Nacional Indígena (CNI) celebró una asamblea nacional que tuvo como propósito la constitución del “Concejo Indígena de Gobierno” (CIG) y el nombramiento de una mujer indígena como vocera-candidata, cuya nominación recayó en María de Jesús Patricio, mujer nahua del estado de Jalisco.
En esta primera reunión del CIG y la vocera, se definieron las estrategias para iniciar un largo y desafiante camino en lograr construir el perfil y la figura, y dirigir sus esfuerzos en obtener su registro ante el sistema electoral mediante el acopio de casi un millón de adhesiones para proceder al registro como candidata a la presidencia de México. Lo que sigue, además, es delimitar la estrategia para recorrer el país y hacer suyas las demandas de los pueblos indígenas como programa de gobierno, y sobre todo dar voz a los movimientos en resistencia de pueblos afectados por la embestida neoliberal; así como otras propuestas del México de abajo, dolido por gobiernos ineptos y corruptos.
El desafío es enorme, pero no hay que olvidar que el CNI tiene tras de sí una larga trayectoria de dos décadas (1996-2016) y una estructura-red de carácter nacional, sobre la que podrá desplegar las articulaciones necesarias que tal empresa requiere; no sin desafíos.
Para dar una idea de la trayectoria del CNI, a continuación expongo una breve historia cronológica del mismo.
Del 3 al 8 de enero de 1996 se celebra el Foro Nacional Indígena en San Cristóbal de Las Casas, como parte de la mesa número uno sobre “Derechos y Cultura Indígena” en el marco de los diálogos entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el gobierno de México. Concentró más de dos centenares de organizaciones indígenas del país, de pensamiento plural, quienes se reunieron para acordar una agenda común y los puntos básicos que sería presentado en la mesa de negociación en San Andrés Larráinzar, alcanzando consenso el planteamiento del reclamo del derecho a la libre determinación y autonomía como “la demanda madre”. De esos diálogos daría lugar a los primeros (y únicos) acuerdos firmados entre el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y los gobiernos federal del Estado: los “Acuerdos de San Andrés” (febrero 1996).
En sucesivas reuniones realizadas entre febrero y julio se delineó el perfil organizacional del CNI. Se acordó que ésta no sería una organización formal, sino una “asamblea-red”. Sobre esos principios de organización, se celebra el 12 de octubre de 1996 el Primer Congreso Nacional Indígena, dando surgimiento el CNI, dándose el nombre de “La casa de los pueblos indígenas de México”.
De los puntos de la declaración emitida en el evento destaca refrendar la exigencia del reconocimiento jurídico y ejercicio del derecho a la libre determinación y autonomía de los pueblos indígenas; sus territorios y tierras ancestrales; reconocimiento de los sistemas normativos internos; autogobierno indígena y cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés, que ya para entonces se veían amenazados.
En esta etapa el CNI proponía una relación con el Estado y participar en la construcción de un nuevo pacto social que se basara en el reconocimiento de la pluralidad de pueblos; la diversidad de culturas y la riqueza de las diferencias. Este Congreso concluyó con adoptar el lema de “Nunca más un México sin nosotros”.
Un mes después, el 20 de noviembre, se celebró la Primera Asamblea del Congreso Nacional Indígena en Malacachtepec, Momoxco, Milpa Alta. Del resolutivo quinto destaca el pronunciamiento “Que nuestra forma de ser y de entender la vida, como pueblos indígenas no busca reproducir las formas de dominación o de control con que durante tantos años nos han oprimido los grupos de poder en el país, sino por el contrario, establecer nuevas formas de vivir la democracia, basándonos en los principios siguientes: 1) servir y no servirse; 2) representar y no suplantar; 3) construir y no destruir; 4) obedecer y no mandar; 5) proponer y no imponer; 6) convencer y no vencer y, 7) bajar y no subir”. Estos principios habían sido esbozados desde el Foro del mes de enero.
Ante la negativa del gobierno federal de avanzar en lo pactado en San Andrés, el CNI realizó en 1997 una jornada nacional con la consigna “A cumplir la palabra”. Para hacer más contundente su reclamo el CNI pactó con el EZLN marchar juntos a la capital del país el 16 de septiembre de ese año, y juntos refrendar la exigencia de desmilitarización de las regiones indígenas, incluyendo las del territorio zapatista.
El 12 de octubre de 1998 el CNI realiza el II Congreso Nacional Indígena en la ciudad de México refuerza su perfil político-ideológico al incorporar la consigna de “reconstitución integral de nuestros pueblos”. El Congreso refrendó la exigencia Estado mexicano de cumplir con los Acuerdos, al mismo tiempo que rechazaban las propuestas de reformas ofrecidas por el gobierno que se percibían recortadas y simuladas.
Un nuevo intento se desplegó al comenzar el año 2001. En el mes de febrero el EZLN partió de nuevo hacia la ciudad de México, realizando en esta ocasión una larga travesía de más de seis mil kilómetros, tocando distintos puntos del territorio nacional en la que sería llamada “la marcha por la dignidad indígena” o también “marcha del color de la tierra”. Este fue el contexto en el que se realizó el III Congreso Nacional Indígena en la comunidad Purhepecha de Nurío Michoacán (2-4 marzo, 2001) emitiendo un pronunciamiento: “Declaración por el reconocimiento constitucional de nuestros derechos colectivos”.
Después de Nurío, el CNI y el EZLN marcharon juntos para dirigirse a la ciudad de México para participar en una sesión en el Congreso de la nación (28 de marzo del 2001) invitados por los diputados nacionales. El encuentro generó una gran esperanza nacional. La intención era que la comandancia zapatista (en voz de la Comandanta Esther) y voceras(os) del CNI, hablaran desde la tribuna de la nación y desde allí refrendaran a los diputadas(os) la aspiración indígena sobre la necesidad de una reforma constitucional que recogiera lo signado en San Andrés.
Pero contrario a lo esperado, la cámara de diputados no recogió el sentir indígena y por el contrario aprobó una (contra) reforma constitucional (abril de 2001) de alcances limitados que no recogió ni la letra ni el espíritu de la propuesta elaborada por la Comisión de Concordia y Pacificación (COCOPA), siendo evaluada tal reforma, como una traición, lo que condujo a que el EZLN rompiera el diálogo con el gobierno mexicano.
Frente al agravio, el CNI emitió un manifiesto el 1ro de mayo de 2001 en el que declaró: “La iniciativa aprobada representa un obstáculo para que se reanude el diálogo entre el Gobierno Federal y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional con el fin de construir una paz justa y digna. El voto de los legisladores no fue un voto por la paz.”
Para los pueblos indígenas de México los Acuerdos de San Andrés fueron traicionados por los partidos políticos y en lo general por el Estado mexicano en su conjunto. Los pueblos perdieron la confianza en la clase política, rechazando todo vínculo con ellos. La estrategia zapatista y del CNI se volcó hacía adentro, a las autonomías de facto como una estrategia para la reconstitución integral de los pueblos.
El CNI se convirtió en una asamblea itinerante de apoyo y mutua solidaridad a los pueblos violentados, amenazados por la expansión del capitalismo extractivista. Siendo una asamblea-red se organizó por regiones (como la Centro-Pacífico) para construir y actuar de manera colectiva como una fuerza política anti capitalista, con luchas orientas por una lógica “de abajo y a la izquierda”, sumándose a las consignas del EZLN que quedaron incorporados en la Sexta Declaración de la Selva (2005), que llamó a conformar una fuerza política anticapitalista y de izquierda.
En este contexto se realiza el IV Congreso del CNI en mayo de 2006 en la comunidad ñahñu de San Pedro Atlapulco, Estado de México. En la resolución final (Declaración de N’donhuani) se refrenda la nueva estrategia del CNI: “Por la autonomía en los hechos y la resistencia indígena”. Al mismo tiempo se convocaba a los pueblos indígenas de México “a conformar un frente amplio anticapitalista”.
Durante una década, desde 2006, el CNI se mantuvo en las regiones articulado hacia abajo y a la izquierda y con una estrategia de resistencia y rebeldía, defendiendo y construyendo la autonomía en los hechos y defendiendo los territorios. Se reunieron en asambleas itinerantes para refrendar solidaridades y frentes comunes, como espacio de unidad, ante las amenazas de despojos desde las corporaciones.
En este caminar silencioso durante una década, y sin reflectores nacionales, el CNI sorprendió en 2016 al celebrar sus 20 años y convocar a su V Congreso (noviembre de 2016), cuando anuncia, junto con el EZLN, un cambio de estrategia: participará en el proceso electoral de 2018 a través de una candidata independiente a la presidencia de la República, integrando, asimismo, un Concejo Indígena de Gobierno compuesto por representantes, en complementariedad, hombres y mujeres, de los pueblos originarios de México.
En la asamblea celebrada el 26 al 28 de mayo fue significativo el número de pueblos que asistieron; muchos fueron los delegados (faltaron muchas delegadas mujeres) participantes que integraron el Concejo de Gobierno, al mismo tiempo que María de Jesús Patricio fue nombrada como la vocera-candidata. El escenario de la Universidad de la Tierra recibió la esperanza por un cambio y abrió una expectativa al surgimiento de una fuerza política que detenga la destrucción del país, y que además ésta sea liderada por una mujer, combinación de factores que aportan elementos hacia la esperanza.
Dicho todo lo anterior, el CNI tiene frente a sí, sin embargo, poderosos desafíos. En primer lugar enfrentar a una sociedad racista, clasista y discriminatoria. Los medios de comunicación pueden contribuir a exacerbar esas percepciones y sentimientos al usar discursos misógenos y discriminatorios, endurecidos por la ideología patriarcal, para contener el avance de la candidata.
Tiene el reto de recabar casi un millón de firmas a nivel nacional como respaldo para el registro; lo que demanda una estructura y un gran esfuerzo para hacerlo. Además de alianzas con diversos sectores populares que apoyen en las tareas del acopio y apoyen la candidatura.
Es desafiante asimismo, sostener el principio de asamblea-red en la figura del Concejo de Gobierno. Este reto es doble. Por un lado, los delegados que lo integran son, en lo general, liderazgos locales que están en la defensa de sus territorios, probablemente concentrados en sus regiones. Desafía igualmente, la juventud de los liderazgos más visibles del CNI. Líderes emblemáticos como don Félix Serdán (Morelos) y Juan Chávez (Michoacán) han partido, y su palabra pausada se extraña.
También enfrentarán el reto del pluralismo político de las regiones indígenas. En el país los indígenas militan en distintos partidos y la adhesión a la candidata deberá mover fibras de lealtades étnicas y también, seguramente, de género.
Tienen frente a sí, de igual forma, el desafío de construir un discurso coherente que pueda conciliar su añeja posición política de no búsqueda del poder; y su repentina incorporación al campo electoral con una candidatura independiente.
Pese a estos desafíos, la propuesta del CNI-EZLN podrá encontrar una importante audiencia en el país. En primer lugar de la simpatía que genera la candidatura de una mujer indígena, como símbolo del avance de la lucha de las mujeres indígenas en los espacios políticos y de poder. También goza del apoyo y simpatía en las universidades y jóvenes altermundistas que trabajan y sueñan con que otro mundo es posible.
Alienta asimismo, que la candidatura provenga de una organización de probada solvencia moral. México, los mexicanos y mexicanas están hartos de la corrupción de las elites del poder; de los partidos políticos y de su monopolio de la representación; de la violencia y la falta de justicia y de su incompetencia para dar respuestas a las principales necesidades de la población en creciente pauperización.
Este es el terreno fértil en el que la propuesta CNI-EZLN puede prosperar.
Pero este también es el terreno en el que la candidatura de Andrés Manuel López Obrador ha crecido también como una esperanza. Ambos son proyectos de izquierda, ambos son proyectos políticos necesarios para abrir los ojos y la conciencia. Los dos pueden convivir, crear condiciones para que el voto corrupto y cooptado no llene, en esta ocasión, las urnas de la derecha y ofrezcan un nuevo horizonte para el país.
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