El calvario de una madre que le robaron a su hijo en Tuxtla*

 

OCHO AÑOS

“Mi vida ha sido un calvario” dice María Alicia Guillén y al conocer lo que ha tenido que pasar desde que desapareció su hijo se puede dar  cuenta que no es exageración, que esa frase tan socorrida y que puede sonar a lugar común, en su caso, es descriptiva.

María Alicia Guillén Hernández tiene 59 años de edad. Hace cuatro años, el 21 de Enero del 2012, afuera de su casa en la colonia Francisco I. Madero de Tuxtla Gutiérrez su hijo desapareció, se lo robaron.

El amor y la fe. Foto: Karina Álvarez/ Revista ENHEDUANNA.

El amor y la fe. Foto: Karina Álvarez/ Revista ENHEDUANNA.

“Ya no aguantaba el dolor, la desesperación”

Tenía unos días que su madre había fallecido, estaba a punto de entrar a bañarse para ir a uno de los rezos cuando “Lalito” –Eduardo Meza Guillén- le pidió que le diera sus canicas y tazos para ir a jugar afuera de la casa. Ella accedió, no era la primera vez que pasaba. Se asomó a la puerta a ver que estaba jugando con otros niños. Fue la última vez que lo vio.

Cuando salió de bañarse fue a buscar al niño, no lo encontró. Preguntó por él con las vecinas, con los niños que con lo que había estado. Todos se habían ido a sus respectivas casas y “Lalito” se había quedado jugando.

En menos de una hora todos los vecinos de la colonia Francisco I. Madero –ubicado al lado sur-oriente de la ciudad- se habían juntado para buscar al niño. Recorrieron todas las colonias cercanas.

“Corría de un lado para otro, le pedía a todos que me ayudaran a buscar a mi hijo. Ya no aguntaba el dolor, la desesperación, sentía que el corazón se me iba a salir”.

Ese mismo día  quiso levantar una denuncia, pero le dijeron que tenía que esperar que pasaran 72 horas. No era común el uso de la Alerta Amber en Chiapas.

“Perdí todo, me quedé sin nada por seguir buscando a mi hijo”

LICHITA

Llegar a la casa en la que vive Alicia no es fácil. Es una invasión en el lado sur-oriente de la ciudad. Así que ella misma me sugirió vernos en un punto más ubicable.

Nos quedamos de ver a la 1:00 de la tarde frente a unos edificios en construcción en la entrada de la colonia 06 de Junio. A lo lejos la reconocí. Venía con un vestido floreado, un mandil y un canasto lleno de las cosas que le habían quedado de la venta del día. Todos los días vende comida preparada a las afueras de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE). Lo que gana de ese negocio es lo que le da para seguir buscando a su hijo.

Para entrar a la invasión subimos varias cuadras de una calle sin pavimentar y  pasamos un canal de aguas negras en la que Alicia me contó ha estado a punto de caerse varias veces.

La colonia se llama “Ampliación Aires del Oriente” ahí viven 272 familias, pero lo que más hay son niños y niñas. Se ven jugando en las calles, saliendo de las escuelas, yendo por las tortillas.

La pobreza en el lugar es visible las casas están hechas de cartón, láminas y material reusable eso contrasta con la manera ordenada en cómo están las hileras de viviendas y las calles limpias. Algunas casas tienen afuera jardines bien cuidados.

A este lugar vino a dar Alicia después de que tuvo que vender su casa en la colonia Francisco I. Madero para tener dinero para buscar a su hijo. Con sus propios recursos mandó hacer lonas, espectaculares, volantes que ella misma ha ido a repartir a diferentes municipios de Chiapas, Veracruz, Tamaulipas, Coahuila, Nuevo León y Cancún.

Cuando llegamos a la casa de Alicia, Karina –la fotógrafa- ya nos esperaba. Logró dar con el lugar preguntando por la señora que le robaron a su hijo. Todas las personas de la invasión saben de lo sucedido, han orado con y por ella, y algunos se han sumado a la tarea de repartir volantes y pegar lonas.

La casa de Alicia es igual que el resto de las de la invasión. Hecha de madera reusable, láminas y piso de tierra. Salta a la vista porque hay una lona ya borrosa que ofrece una recompensa por información fidedigna del paradero del niño Eduardo Meza Guillén.

Entramos a la pequeña área que funciona como sala. En las paredes hay fotos de Eduardo por donde sea. Encima de la imagen de la Virgen de Guadalupe está el cartel de desaparecido del niño.

Alicia saca un portafolios lleno de fotografías, expedientes, recortes de periódicos, ahí está todo el archivo de su búsqueda.

Ella sospecha de una mujer que estuvo preguntando por el niño y acercándose a él días anteriores del robo, pero las autoridades nunca la detuvieron. Solo la citaron a declarar en dos ocasiones.

El papá de Lalito, de quien Alicia se separó desde mucho antes de la desaparición del niño,  quedó descartado como responsable en la investigación. No sólo no se ha sumado a la búsqueda de Eduardo, sino que le quitó la pensión que le pasaba al mes de haber desaparecido.

“El mismo día que me lo robaron fuimos a buscarlo a su casa –del papá de Eduardo- y dijo que él no tenía. Lo han citado a declarar y dice que él no sabe nada. Lo ha vigilado la autoridad y hasta yo por mi cuenta y no hay nada que diga que él lo tiene. Al mes que robaron a Lalito él me demandó para quitarme la pensión del niño, no pudo en ese momento, pero al año si me la vino a quitar. Ahora no me pasa nada”.

Las mujeres que buscan a Lalito

Casa de doña Alicia. Foto: Karina Álvarez/ Revista Enheduanna.

Casa de doña Alicia. Foto: Karina Álvarez/ Revista Enheduanna.

Los primeros seis meses después de que desapareció “Lalito”, Alicia se dedicó a buscarlo en Chiapas. En los 122 municipios repartió volantes, hizo que las autoridades boletinaran su fotografía a todos las oficinas de registro civil y escuelas, no se detuvo ni un solo día.

Después la búsqueda la extendió.  Se contactó con una organización civil a nivel nacional y se fue a la Ciudad de México. Allá conoció a otras mujeres que también buscaban a sus hijas e hijos.

Antes de la desaparición de Lalito, nunca se había ido más lejos que el municipio de Arriaga, pero la necesidad de encontrarse con su hijo hizo que se fuera a la ciudad más grande del país, donde los transeúntes ni siquiera se miran, aunque tropiecen de frente, donde cada uno anda metido en lo suyo.

Cada vez que se va a la Ciudad de México o a otros estados para poder hablar con alguna autoridad o hacer algo para encontrar a su hijo se va con dos maletas en una lleva todo el expediente del robo de su hijo y en otra carga: quesos, quesillos, café, miel, todo lo que pueda vender para ayudarse a sostener en los días de su búsqueda.

“Se sufre mucha humillación cuando una anda tocando tantas puertas. Una vez me fui a buscar al gobernador –Manuel Velasco- con toda y una pancarta de mi hijo colgada en mi pecho y no me dejaron acercarme, me hicieron un lado, yo le gritaba y gritaba y él nunca me escuchó. Los guardias agarraron mi pancarta y me la rompieron”.

Junto con otras mujeres estuvo en huelga de hambre afuera de la Secretaría de Gobernación en la Ciudad de México exigiendo que las autoridades hicieran algo para encontrar a sus hijas e hijos desaparecidos.

Alicia pertenece a la Red de Madres con Hijas e Hijos Desaparecidos. La mayoría de quienes conforman la red son mujeres del norte del país y casi todas a quienes buscan son a sus hijas, muchas de ellas victimas de trata de personas.

“Lalito es el más chiquito que andamos buscando” dice Alicia hablando en plural. Todas las madres terminan buscando a las hijas e hijos de todas.

“Yo en ese entonces era nueva en todo eso. Pero, ellas me iban diciendo “habla con tal, Lichita, vente con nosotras”, ahí me iban ayudando. A veces nos entra la desesperación a unas, y otras nos dan ánimos, ahí nos vamos dando fuerza entre toda,  pero de repente ni una nos queremos ver, lloramos entre todas de ya no saber qué hacer para encontrar a nuestros hijos. Sólo nosotras sabemos el gran dolor que andamos cargando”.

En la mayor parte de la entrevista Alicia se la pasa llorando. Escuchar a esta mujer hablar de todo lo que ha tenido que pasar suscita tanto una gran admiración como una enorme tristeza. ¿Quién podría contarle a ella lo que es sufrir, lo que significa resistir? Ella que no ha descansado durante cuatro años, que llegó a pesar 38 kilos por la depresión de no encontrar a su hijo; que ya no disfruta a sus otros hijos –tiene cinco más todos mayores de edad- ni a sus nietos. Ella que llora con la caricatura de Bob Esponja porque recuerda lo mucho que le gustaba a Lalito. Alicia que visitaba  una vez por semana a un brujo –todos ellos charlatanes- para que al menos le dijera que su hijo estaba vivo y así tener una esperanza.

“Una parte de mí sabía que todo lo que me decían era mentira, que ellos nada saben, pero ahí iba yo a que me echaran las cartas para que me dijeran que mi hijo está vivo y así mi corazón estuviera contento y al menos así pudiera yo levantarme de la cama”.

Alicia trabaja de 20 a 25 días al mes para tener dinero y así dedicar el resto del mes a hacer algo por encontrar a su hijo. Hace tiempo que las autoridades ya no hacen nada por buscarlo. Lo último que logró fue que su hijo entrara al programa de recompensas de la PGR y dieran un millón de pesos a quien diera información fidedigna de su caso.

No hay mes que no dé una entrevista, reparta algún volante, cuelgue una lona, se meta a alguna comunidad alejada de Chiapas u otro estado, hable con alguna autoridad, haga algo para encontrar a su hijo.

Alicia está cada día más cansada y desanimada. Ahora está enferma, sufre de hipertensión y ha perdido todo su patrimonio. Sus hijos dicen que su mamá “está muerta en vida”, que ellos también la perdieron junto con su hermanito menor.

“Yo sé en mi corazón que mi hijo está vivo. He llegado a pensar lo peor, pero lo que todos los días pido es que quien me lo tenga le de cariño, estudio y alimentación, se lo pido a Dios siempre”.

Para quienes tengan información fidedigna sobre el paradero de Eduardo Meza Guillén, quien ahora ya tiene 10 años, puede hablar a los números 9611718475 ó 9611797962.

*Este texto fue publicado originalmente en Revista Enheduanna

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