El fracaso de la Cruzada Contra el Hambre en Chiapas

Desde el año pasado, los 13 productos que reparte la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), han ido a parar a los mercados de las cabeceras municipales. Foto: Fredy Martín

Desde el año pasado, los 13 productos que reparte la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), han ido a parar a los mercados de las cabeceras municipales. Foto: Fredy Martín

La Floresta, Chiapas. María “N”, madre de un niño de tres años de edad, es beneficiaria de la Cruzada Nacional Contra el Hambre, pero los alimentos no los usa para la manutención de su familia, los vende en mercados y tendejones. La caja de 12 litros de aceite de un litro, la comercializa en 219 pesos, porque asegura que dinero es lo que necesita para “la educación de su hijo”.  

Desde el año pasado, los 13 productos que reparte la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), han ido a parar a los mercados de las cabeceras municipales. Ni el frijol, alimento ancestral de los indígenas, lo aceptan los beneficiarios, pues aseguran “es de mala calidad y no se cuece”.

En poblados del municipio de Las Margaritas, donde en enero del 2013 se puso en marcha la Cruzada Nacional Contra el Hambre, las mujeres recibieron la primera quincena de mayo, la tercera remesa de alimentos, pero los productos no están en sus hogares, fueron a parar al mercado de la cabecera municipal.  

El pasado 16 de mayo, un camión de la Secretaría de Desarrollo Social, del almacén de Diconsa del ejido Espíritu Santo, llegó a las comunidades de Ignacio Zaragoza, Llano Redondo, El Encanto, Gabino Vázquez y otras, para entregar a las beneficiarias del programa, aceite, café, maseca, chocomilk, arroz, frijol, avena, sopa, atún, chile, sardina, leche y maíz, pero otras personas son las que ahora consumen esos productos.

“Aquí la gente no está acostumbrada a comer el atún, la sardina o tomar el chocomilk”, explica María Sántiz López, indígena tojolabal del poblado Zaragoza, ubicado a 12 kilómetros de la cabecera municipal, donde por decenios consumen el pozol (bebida de maíz), frijol, tortillas y chile.

Los tojolabales cuentan, que momentos después que las 60 mujeres reciben los alimentos, se dirigen a los tendejones, mercados y casas de algunas familias de la cabecera municipal, para vender la leche a un costo de cinco o seis pesos la bolsa, en las presentaciones de 210 y 240 gramos.

La caja de atún con 60 o 70 latas, que la adquieren en la tienda comunitaria, entre nueve a diez pesos cada una, las ofrecen entre cinco a seis pesos.

El aceite Patrona de un litro, a un costo de 23 pesos y el de marca 123, también de un litro, de 28.50, son vendidos a 15 pesos; la sardina, de 18.50 pesos, hasta en diez pesos.

En Gabino Vázquez “las 75 mujeres no se quedan con nada; todo lo venden”, dice otra indígena, que sabe que hay casos como en Monte Redondo donde las beneficiadas han optado por trueque, es decir entregan los productos a cambio de maíz (200 pesos el costal) y frijol, (75 a 80 pesos la cuartilla).

Sólo algunas mujeres se quedan con avena y arroz, para preparar atoles para los niños. “Es lo único que consumen algunas familias”, explican.

Josefa López Vázquez, asegura que en Zaragoza, les ha pedido a las mujeres que consuman los productos, pero a lo mucho que aceptan es el arroz, para preparar atole para sus hijos.

 En los 28 municipios con el más bajo Índice de Desarrollo Humano (IDH), entre ellos, Amatenango del Valle, Chanal, San Juan Chamula, San Juan Cancuc, Mitontic, Chenalhó, Chalchihuitán y otros, que entre el 2005 y 2010 registraron un incremento del 2.06 por ciento de “pobreza interna”, tampoco consumen los alimentos de la Cruzada.

En un recorrido por comunidades de las regiones Fronteriza, Altos y Selva, se comprobó que el programa sólo contempla poco menos del diez por ciento del total de mujeres del lugar, pero en ejidos donde la Cruzada Contra el Hambre no da alimentos, lleva tinacos, baños, láminas y estufas de leña.

En  San José Cruz Quemada, del municipio de Amatenango del Valle, las 12 familias, recibieron un rotoplas para almacenar agua de lluvia y un sanitario con un depósito de mil litros que recibe los desechos, pero “en menos de un año estará al tope”, dice un líder de la OCEZ.   

Rotopla "Sin Hambre". Foto: Fredy Martín Pérez

Rotopla «Sin Hambre». Foto: Fredy Martín Pérez

En la misma situación están los habitantes de Cruz Quemada, La Merced y Tulancá.

“Aquí no hay nada de alimentos; hay un apoyo para las mujeres con hijos menores de cinco años, pero nunca lo dan”, asegura una joven madre de San José Cruz Quemada, beneficiaria con un rotoplas y un sanitario.

En la cabecera municipal de Amatenango del Valle, las 91 mujeres en la Cruzada Contra el Hambre, exigen continuamente a los encargados de la tienda comunitaria, que mejor entreguen los mil 56 pesos en dinero en efectivo y que ya no les den la tarjeta electrónica pero “¿qué podemos hacer nosotros si no manejamos el programa?”, explican.

Inmediato al arribo del personal del almacén de Diconsa, de San Juan Chamula para surgir de productos en la tienda y mientras los funcionarios de la Sedesol, recargan las tarjetas, en minutos las mujeres agotan su saldo al comprar cajas de un solo producto, como aceite, leche, chile, arroz, chocomilk, maseca o café, que las comercializan en negocios de Teopisca.

La leche en polvo en dos presentaciones: Una de 240 gramos de a 22 pesos y la fortificada de 210 gramos, a nueve pesos, va a parar a tendejones particulares.

Los empleados de Sedesol que saben lo que ocurren, piden a las mujeres, que consuman los productos, pero ni la Maseca quieren, porque tienen maíz a bajo precio, en el caso del frijol, dicen “es de mala calidad y no se cuece”.

La leche que prometió a 4.50 pesos, la titular de la Secretaría de Desarrollo Rural, Rosario Robles, el 13 de julio del 2013, durante una visita a Amatenango del Valle, aun no ha llegado, pero si llegara, los indígenas no están acostumbrados a tomarla.

La pregunta insistente de las tseltales a los encargados de la tienda comunitaria es: “¿No saben cuándo empezarán a dar dinero en efectivo?”.

En Mitontic, la Cruzada Contra el Hambre no ha alcanzado las metas deseadas, ya que los niños aun nacen con desmedro y talla baja, porque sus madres no consumen los 13 alimentos, por lo que las autoridades municipales están urgidas en poner en marcha el comité de nutrición.

Incluso la papilla nutricional que otorga el IMSS y la Secretaría de Salud, así como la soya que regala el DIF, “desde hace varios años que la comercializan”, explica María García.

En Navenchauc, municipio de Zinacantán, donde el nueve de abril del 2013, llegó el presidente Enrique Peña Nieto, acompañado de Luiz Inacio Lula Da Silva, para poner en marcha la Cruzada Nacional Contra e Hambre, las 160 mujeres beneficiadas con el programa, quieren dinero en efectivo.

Algunas de las mujeres tsotsiles se molestan porque algunos productos, “están más baratos” en los tendejones del pueblo.

Igual que en otras tiendas comunitarias de otras regiones, las mujeres llegan a surtirse sólo de un producto, para inmediatamente llevarlos a vender a los mercados.

En El Pig y Apaz, cercanas a Navenchauc, las mujeres demandan de los funcionarios de Sedesol, dinero en efectivo.

En los primeros días de junio, llegará la próxima remesa de alimentos y las mujeres como María “N”, está lista para recargar su tarjeta y surtirse de aceite y atún, para luego revenderlos.

 

 

“No estamos recibiendo nada de apoyo. ¡Aquí estamos olvidadas!”

“No estamos recibiendo nada de apoyo. ¡Aquí estamos olvidadas!”: Foto: Fredy Martín Pérez

“No estamos recibiendo nada de apoyo. ¡Aquí estamos olvidadas!”: Foto: Fredy Martín Pérez

 

Entre cantos y vuelos de gorriones y zanates, cuatro mujeres de piel marchita, una jovencita, una anciana y dos no mayores de 40 años, aguardan el inicio de una reunión, a un lado del kiosco de La Floresta, del municipio de Comitán y es el momento que se quejan del abandono en que viven: “No estamos recibiendo nada de apoyo. ¡Aquí estamos olvidadas!”.

Marina Lara Lara, de 39 años de edad y madre de seis hijos, dice que funcionarios de la Sedesol, pasaron el año pasado para censar a las mujeres para incluirlas en la Cruzada Contra el Hambre, pero a la fecha “no hay nada; no estamos mintiendo. Es la verdad, no han dado nada”.

La mujer asegura que en este lugar “nos tienen abandonados” y para el gobierno parece que no existimos”.

En este pueblo de unas 300 familias, ubicado al fondo de una barranca, hace dos décadas, se terminaron las reservas forestales, por lo que las mujeres tienen que caminar entre las montañas para buscar leña para cocinar.

Aun así, por las noche, camiones troceros salen con árboles de pinabete, una especie en peligro de extinción.

En la temporada de estiaje, las mujeres y las niñas caminan hasta dos horas para llegar a Salvatierra o Lagunita Chanal, para llenar uno o dos cantaros de agua limpia, que les sirve para cocinar.

El agua de la laguna de un color verde, que baja de los cerros, no sirve ni para lavar ropa; bañarse con agua limpia, es un privilegio, porque aun en temporada de lluvia, “el agua que juntamos la tenemos que guardar”, explica Mariana.

 

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  1. La polémica Cruzada Nacional Contra el Hambre se supervisa en Chiapas | Chiapasparalelo - 12 junio, 2014

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