Sin fin la “venta” de mujeres en Chiapas
“La cosecha de mujeres, nunca se acaba”, dice una canción, y la compra-venta de ellas entre los indígenas de Chiapas tampoco parece tener fin, en comunidades donde no son más que materia mercantil de padres y maridos; para hacer o deshacer tratos en efectivo cargados además, para muchas, de un brutal maltrato físico y sicológico.
“Vete con el hombre, ya te pagaron”, eso es lo único que escuchan las niñas de sus papás, cuenta en entrevista Lucía, de 22 años de edad, avencindada en San Cristóbal de Las Casas; y quién a los 14 años fue entregada por 8 mil pesos, pese a sus lagrimas, a un hombre 20 años mayor. Hace 3 años la abandonó, con 4 hijos.
“Mi mamá dijo: ya estás vieja tienes que irte, tus hermanas eran más chicas cuando las vendí, tenían 11 años, yo gasté mucho dinero ya contigo”, confirmando el concepto tradicional. La especie de dote que entrega el novio a la familia política es un cálculo de la comida y bebida para la fiesta por la unión, y lo que gastaron en la crianza de la novia.
“No entendía nada, no sabía echar tortilla, ni lavar ropa. Nada me enseñó mi mamá antes de venderme, ahorita ya puedo reírme, ya pasó el tiempo cuando estaba yo muy chica y el hombre me pone a lavar su ropa, la deje toda pintada porque le puse cloro y jabón. Pero no me pego”, dice.
“Luego ya aprendí –cuenta- igual con los hijos. Lloraba el bebe (el de Lucía) pero es el primero no tengo bien hecha la teta no podía mamar, le di pozol en su boca para que tomara porque lloraba mucho, hasta que una vecina me ayudó, pero sufrió mucho ese mi hijo”.
Para otras, como Lesvia, aprender a obedecer fue una lección llena de crueldad en manos de quién la compró, y se sintió con derecho a destrozarle el rostro con una escopeta por no cortar las manzanas que le había encomendado. El marido quien, aún en la cárcel, lleva mejor vida que ella. A Lesvia los suegros la echaron de su casa con sus tres hijos menores de cinco años, y amenazan con matarla.
Roxana de 14 años huérfana de padre, vivía con su madre en casa de su abuelo Vicente, quien hizo el trato para que por 15 mil pesos se fuera con un joven de 18 años que la conocía, y la enamoró para llevársela durante tres meses. Hasta que se enojo porque unos muchachos la saludaron, decidió devolverla y exigir el dinero, más 7 mil pesos de intereses.
Cuando dijo que no podía, la autoridad tradicional determinó encarcelar a la niña, castigarla sin comer y sin abrigo más de 24 horas, hasta que su abuelo firmó un pagare comprometiéndose a liquidar la “deuda” a cambio de que sacaran a su nieta de la prisión hedionda, donde es común ver a mujeres acusadas de infidelidad.
En una plática informal, Salvador, agente municipal de una de las 150 comunidades de San Juan Chamula, detalla de manera muy natural como es la costumbre: “es mucho 15 mil pesos, allá donde vivo dan 5 o 6 mil por la mujer. Pero aquí no tiene porque pedir que regrese el dinero. Si él ya no la quiso, sólo se devuelve. Si la mujer se fue con otro, entonces ahí si tienen que regresar todo lo que pagó”.
Susana, una de las testigos del martirio de la niña en Chamula, lamenta que en cambio el adulterio en los hombres no es delito, incluso tienen derecho a comprar mujeres las veces que quieran o puedan, con el acuerdo de los padres de ellas. Y simplemente echan de su casa a la anterior, quien cargando sus hijos regresa con sus padres.
También lamenta que Chamula cuente con una Procuraduría de la defensa de la mujer y en la radio se anuncia la igualdad, “pero aquí sólo protegen a los hombres, dicen que es la autoridad tradicional y ya no se meten ni el alcalde ni el juez, aunque vean las injusticias”.
Lucía dice que “tampoco es la costumbre de mi papá y mi mamá dejar la tierra a las mujeres. Por eso no tengo casa para mi, tengo que aguantar todo lo que me moleste el hombre, aunque la autoridad de la comunidad me explicó que no es bueno vender a las hijas, que si me pegaba me viera yo escapado, pero era yo una niña, no tenía a donde irme”
Responsable de la manutención de sus hijos, trabaja por 50 pesos diarios como doméstica en San Cristóbal. Lucía mantiene el resentimiento contra la madre fallecida que la vendió al igual que a sus 4 hermanas hace 9 años. Piensa: “yo no voy a hacer eso con las mías, que ellas busque el amor, un joven que las quiera y salga bueno, para que sean felices”.
es en serio? bueno no me sorprende eh, si aun se venden animales como si fueran objetos tambien se venden humanos
Jajajajajaaa, ¿creen que pueda comprar algunas mujeres?….jajajajaaa
No, ya en serio, creo que esto esto es un problema muy serio y que no debemos echarlo a broma, porque no lo es, la vida de un ser humano no tiene precio, es un verdadero asco lo que se hace con esas pobres mujeres y niñas «compradas» por señores absolutamente malintencionados y traicioneros.