Sobrevivir en la tormenta
Los periodistas, los llamados Perros del Mal cohabitan agazapados en su pelaje,- duro, tumefacto, compacto, desde los días de la glaciación en la tundra, en la montaña o en el valle, qué más da- en el temple de sus dientes y sus lenguas, acostumbrados como están a la espera y a la lucha, que es persistencia y resistencia, lo mismo en la paz como en la guerra.
Ovillados en su existencia citadina, con sus relieves y sus matices grises, todavía más en estos días de violencia y barbarie con sus muertes de fusiles y pistolas, Los Perros del Mal no poseen más que sus universos personales traducidos en protestas, reclamos, solidaridades e inusitadas alegrías.
En medio de las furias estúpidas desatadas y la persistencia de los poderes aplastantes, Los Perros del Mal están con sus pequeños agasajos y celebraciones por la vida diaria, ésa que nace y se manifiesta en lo básico, en las pequeñas cosas con la nitidez de sus esferas, donde se reflejan el contento y los vuelos presurosos del ave multicolor de la felicidad, que es aceptación de lo que somos y hacemos.
Esa vida que en las adoloridas rabias de pasmos convulsivos, se acompaña del café, de tragos y cervezas con la música compañera de mitigaciones. Estos convites, con los rostros curtidos de algunos viejos tunde máquinas, que parecen no creer en nada, excepto en la madre que los parió y nunca los dejó, en los libros que leyeron y en la sangre que les corre con sus infinitos ríos al punto permanente del desborde.
En este símil de expreso de media noche conLos Perros del Mal , me apaciguo en el pestañeo sereno de Nina. Desde hace diez años ella es mi abrevadero de certezas. Está a mi lado, fijada a mi costillar – donde ella dice le gusta residir- por aquello de que ahí me percibe vivo y próximo con los latidos del corazón – en la cotidianidad de este oficio de vivir la esperanza de amaneceres, que las más de las veces no asoman siquiera.
Del fondo escenográfico suenan de la marimbaPalabras de Mujer, La Paloma – “ Si a tu ventana llega una paloma, trátala con cariño que es mi persona”, Teléfono a Larga Distancia. Ella sin decirme nada se acomoda más a mí.
Con su respiración papaloteándome la oreja, Nina abre los cauces para adentrarme en lechos marinos de barro antiguo en los que navego chapaleando mis islas, de donde, a veces, arremeto como cazador solitario y furtivo, sabiéndome que para ella no soy para ratos, sino para hasta donde los cordeles de la vida nos unan y nos duren.
Sin hablarlo, parece advertirme: afuera los están matando, la muerte manos de plomo y pólvora viene de Veracruz, de ese puerto de donde llegaron casi todos los males con la herencia de Colón y los conquistadores.
Frágil y vulnerable como casi todos Los Perros del Mal, volteó para fijarme en la manada, en el sonido tribal lejano de la música y las palabras que se escurren en el ambiente y que forman una imaginaria hoguera protectora en la que nos abrigamos para el acompañamiento y la permanencia.
Forjado como estoy en la cintura de Nina, intentó ahuyentar a los verdugos de la estepa, a sus escupitajos de pólvora y muerte, a los ejecutores que con su amor al odio, con su idolatría al dinero y el culto a sus placeres estúpidos por segar la vida, lo único que da sentido a la inteligencia, avanzan de los miedos a la regiones del país, de la amenaza al ataque, al crimen y al homicidio.
Al lado de Los Perrunos, ella sin desgranarlas, en el silencio de sus palabras, me dice: Ustedes podrán con la vastedad de la estepa, con el lazo del cazador – con sogas o fusiles-. Los perrunos vienen desde muy lejos, desde antes de la última glaciación cuando la ventisca y las bestias diversas aturdían y acometían los territorios de la convivencia y la existencia.
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