Mujeres zapatistas, vivo ejemplo de lucha y resistencia
Por: Itandehui Reyes Díaz
En la recién impulsada Campaña Popular contra el Feminicidio en Chiapas, la presencia de Mercedes Olivera Bustamante ha sido fundamental para que más de 15 organizaciones civiles se agrupen en torno a la perspectiva de que la violencia contra las mujeres es la expresión de una estructura social en esencia violenta.
Mercedes no sólo es una académica sino también una luchadora social. Hace 40 años, en el trabajo diario con refugiadas guatemaltecas, ya se cuestionaba su propio eurocentrismo.
Su análisis de la realidad ha situado la exclusión de las mujeres como una problemática no sólo de género, sino también de clase y origen étnico.
En esta segunda y última entrega de la entrevista con Mercedes Olivera, la reconocida antropóloga y feminista habla de su acompañamiento en la lucha de las mujeres zapatistas para lograr su autonomía, en medio de las dificultades que trae la guerra de baja intensidad.
CAPITALISMO VIOLENTO Y FEMINICIDA
–Cimacnoticias (CN): En la Campaña Popular contra el Feminicidio que han impulsado aquí en Chiapas se habla de la violencia estructural contra las mujeres. ¿A qué se refiere?
–Mercedes Olivera (MO): Más bien la violencia hacia las mujeres tiene un carácter estructural y esto se conecta con la división sexual del trabajo y los aportes que hemos dado históricamente las mujeres con la formación de la fuerza de trabajo.
“Las mujeres tenemos hijos, los educamos, los criamos hasta que ya son útiles para trabajar, y parece que es nuestra obligación, está absolutamente naturalizado. Hemos hecho un aporte permanente de nuestro trabajo hacia la dinámica capitalista, en esta producción de fuerza de trabajo se va nuestra energía, nuestra salud, nuestras preocupaciones y esto también es una violencia.
“Ahora se habla de un cambio en la división sexual del trabajo, las mujeres ya no solamente somos reproductoras sino también abastecedoras.
“En el caso de las campesinas, se están quedando con la obligación de lo que llaman mantener a la familia porque los hombres están emigrando. Hay un proceso de proletarización ocasionado por el desarrollo capitalista que ha destruido la vida campesina.
“En una investigación reciente encontramos que el promedio de gasto diario en Chiapas son 12 pesos, en la Selva no llega a 9 pesos, en la parte Selva Norte el gasto es de 4 pesos con 35 centavos. ¿Cómo pueden vivir las familias? Son las mujeres las que tienen que resolverlo, tienen que recoger frutos y verduras del monte, criar animales, hacerse cargo del cultivo y además de las y los hijos; esto es una sobrecarga de lo que llamamos el trabajo de cuidado”.
–CN: Y de ahí viene la concepción de violencia feminicida…
–MO: Sí, lo que te quiero decir es que todo estos cambios en la división sexual del trabajo han movido el poder sobre el que ha sido construida la masculinidad: el ser abastecedor, el ser jefes de familia; la relación entre mujeres y hombres ha cambiado.
“La hipótesis es que al movérseles el piso a los hombres, aumenta el consumo del alcohol y las drogas y por supuesto la violencia hacia las mujeres; la cuestión del feminicidio, de lo que llamamos violencia feminicida, es una violencia acumulada de relaciones conflictivas que no se resuelven, comienzan siendo regaños, golpes y acaban siendo agresiones ya mayores”.
EJEMPLO
–CN: A 20 años de la Ley Revolucionaria de las Mujeres proclamada por el EZLN ¿qué cambios hay para ellas?
–MO: Hay que recordar que la ley se hizo para las mujeres combatientes en el contexto del alzamiento zapatista; hay que entenderla en el contexto de los años 90 y específicamente en el caso de las mujeres del EZLN. Ahora la han rebasado en la práctica misma.
“La situación de las zapatistas ahora es la construcción de un proyecto político, social, cultural y económico que tiene sus propias instituciones y dinámicas. Para las mujeres no ha sido fácil someterse a las formas de disciplina que implica un proyecto político. Romper con una tradición y construir una nueva vida; eso ha sido ejemplar.
“Cuando surgen los Caracoles en 2003, los zapatistas hicieron una evaluación y encontraron tres problemas fundamentales: uno es que la estructura militar estaba hegemonizando las decisiones de las comunidades; otro, el ‘mandar obedeciendo’ no se estaba llevando a cabo, y el otro punto es que las mujeres no estaban participando.
“Estaba la generación de las milicianas y las comandantas, después un vacío y luego las mujeres de base fundamentalmente dedicadas a la vida doméstica.
“Aunque no se les prohibía o limitaba su participación, pero las mujeres preferían quedarse en casa, tener hijos, hacer tortillas y colaborar haciendo tostadas; era su manera de cooperar al trabajo revolucionario, pero indudablemente eso era una continuidad de costumbres tradicionales.
“A partir de 2003 se trazó una estrategia para que las mujeres estuvieran informadas, para que participaran en las estructuras de gobierno, justicia, educación, un cambio muy importante con un gran esfuerzo.
“Al mismo tiempo como reflejo de lo público a lo familiar hay cambios en las relaciones; las mujeres zapatistas reconocen que los hombres zapatistas no les pegan, colaboran con los trabajos de la casa, incluso muchos han aprendido a hacer comida y se quedan al cuidado de las y los niños cuando las mujeres van a las reuniones; esto significa cambios fuertes en la vida cotidiana.
“Socialmente está reconocida la participación de las mujeres y es impulsada. La riqueza cultural y social del zapatismo se ha duplicado con la participación de las mujeres; aun desde su reclusión doméstica han hecho aportes importantes para la construcción de la autonomía.
“Ha sido fundamental esa aportación desde su trabajo doméstico, el tener hijos y cuidarlos en esa situación.
“Yo puedo decir que las y los compañeros prácticamente son héroes en medio de la guerra, los paramilitares y los proyectos asistenciales que tienen un carácter contrainsurgente.
“Resistir y construir teniendo tantas necesidades y con la capacidad de rechazar los apoyos gubernamentales; las compañeras entienden que si se aceptan apoyos del gobierno están aceptando formas diferentes, lo que les impediría la construcción de la autonomía, no pueden estar con un pie en un lado y con un pie en el otro.
MENOS MUERTES MATERNAS
–CN: En este contexto de guerra y construcción zapatista se necesitan hijas e hijos; esto es la importancia de reproducirse para resistir…
–MO: En la “Escuelita” (proyecto de enseñanza-aprendizaje del pensamiento y acción zapatistas) nos dimos cuenta de muchas cosas; por ejemplo muchas de las que eran niñas en el 94 ahora ya son mujeres, o las que no habían nacido son adolescentes.
“Algunas de las jóvenes que fueron formadas en las escuelas zapatistas acaban casándose con un “partidista”, como ellos les llaman; esto implica que se van a vivir a la comunidad del esposo.
“Son de esas contradicciones de las que hablábamos entre lo individual y lo colectivo, porque individualmente como mujeres tienen derecho a casarse con quienes ellas decidan, pero para el colectivo ya están cooptadas por el proyecto político del marido, ya no pueden ser zapatistas.
“Tal vez no sea tan grave porque no son muchas las mujeres que se casan con los partidistas, pero es interesante reconocerlo como un obstáculo para el proceso de construcción zapatista y para la liberación de las mujeres, porque cuando se pasan con los partidistas vuelven a las posiciones subordinadas, y a las políticas desarrollistas que las vuelven dependientes del gobierno.
“Esto ha significado una pérdida porque si no hay mujeres jóvenes las localidades van disminuyendo, si no hay nuevas niñas y niños es preocupante para el proceso de construcción y reproducción zapatista”.
–CN: En esta construcción de alternativas zapatistas también está presente la salud de las mujeres ¿cómo lo están haciendo?
–MO: La construcción de sus propios espacios de salud reproductiva, de tener la posibilidad de contar con atención médica oportuna, lo que nos decían ellas es que las muertes maternas han disminuido muchísimo en las zonas zapatistas. La posibilidad de que las mujeres tengan atención oportuna antes del parto; si hay partos de riesgo se acude al hospital.
“Tenemos noticias de un nuevo tipo de enfermeras y parteras que empezaron a luchar en la práctica por la maternidad voluntaria y se estableció una clínica especial en zona zapatista para la atención de estos casos. Ha habido avances muy importantes.
“Las zapatistas nos están dando un ejemplo, una esperanza, pero sobre todo un norte para encontrar alternativas”.
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