Los zapatistas muertos en 1994 y sus tumbas abandonadas en el panteón de Tuxtla
Veinte años después, las más de 50 tumbas de los milicianos zapatistas muertos en los combates de enero de 1994 con el Ejército Mexicano y llevados a la fosa común en el panteón San Marcos de esta ciudad, se han ido perdiendo entre las tumbas civiles.
A marchas forzadas, en 36 horas, trabajadores de ese panteón construyeron dos estructura de concreto con 60 tumbas cada una de ellas, en total 120 gavetas para meter los cadáveres de los muertos caídos en los enfrentamientos entre rebeldes y el Ejército Mexicano.
En una noche de esos primeros días de enero de 1994, llegaron uno camiones del Ejército Mexicano con varias bolsas cuyos cuerpos estaban ya en estado de descomposición. Uno a uno fueron siendo llevados a cada una de las gavetas, 51 de ellas de ocuparon.
Hasta el 2004, 10 años después del levantamiento armado del EZLN, de los nichos 1, 6, 8 y 18 habían sido sacados los cuerpos debido al reclamo de familiares que llegaron a Tuxtla para reclamar los cuerpos identificados.
Las tumbas de los zapatistas muertos no tienen nombres, sólo los identifica un número escrito sobre el rústico concreto y un número de averiguación previa de la PGJE.
En 1994 las tumbas estaban en el rincón más apartado y solitario del panteón San Marcos, pero 20 años después, las tumbas de los rebeldes muertos empiezan a desaparecer entre la multitud de tumbas a su alrededor. Y los 70 nichos que estaban vacíos han empezado a ser ocupados por otros muertos civiles que también fueron a la fosa común.
Los enfrentamientos entre el EZLN y el Ejército Mexicano, no sólo provocaron muertes de esos bandos, también cayeron a civiles, además de policías municipales, judiciales y estatales que cayeron abatidos por las balas de los rebeldes, por ejemplo en Ocosingo y Altamirano.
Muchos rebeldes fueron ejecutados de forma extrajudicial por miembros de las Fuerzas Armadas como en el Hospital y el mercado de Ocosingo.
Aunque 20 años después de aquellos sucesos trágicos han salido a relucir nombres y números de bajas, lo cierto es que no se sabe con precisión el número de fallecidos en toda la zona de conflicto.
Los cruentos combates se dieron en Ocosingo donde los miembros del Ejército Mexicano al mando de Luis Humberto Portillo Leal y Juan López Ortiz provocaron varias bajas al grupo rebelde.
Si bien cayeron unos 12 militares vestidos de verde olivo, por parte del EZLN se registraron unos 34 muertos, 32 desaparecidos y 34 capturados. En este suceso falleció y nunca recuperaron el cuerpo del “Comandante Ik” o “Comandante Hugo”, como se conocía al indígena Francisco Gómez Hernández, quien encabezó la toma de Ocosingo. Uno de los municipios autónomos con sede en La Garrucha lleva su nombre.
El otro lugar de los fuertes combates fue en el cuartel militar de Rancho Nuevo, donde las tropas de la Comandante Yolanda fracasaron en la toma de esa instalación y sufrieron varias bajas también. Se habla de unos 24 rebeldes muertos por 5 del Ejército Mexicano.
En esos primeros días las cifras de muertos se minimizaron según los intereses de cada bando.
En febrero del 2004, el subcomandante Marcos del EZLN reseñó que en los combates de Ocosingo, el 3 y 4 de enero de 1994, tuvo 34 bajas de combatientes muertos en combate –dos zapatistas murieron en los hospitales de campaña y los otros 32 fueron reportados como desaparecidos en combate.
Los muertos y desaparecidos del EZLN en los combates de Altamirano y Rancho Nuevo fueron: Mariano Sánchez Gómez,miliciano Moisés, originario de Sacrificio; Marcos López Hernández, miliciano Ghandi, originario de Acpuiljá; Horacio Aguilar Moreno, miliciano Felipe, y Eligio Hernández Jiménez, miliciano Ciro, originarios de Puebla Viejo; Feliciano Albores Hernández, miliciano Daniel, de Nuevo Santiago; y el miliciano Agustín, de San Miguel Norte.
Así mismo: Antonio Guzmán González, miliciano Amador; Fernando Ruiz Guzmán, miliciano Agenor; Marcos Guzmán Pérez, miliciano Fidelino; Doroteo Ruiz Hernández, miliciano Adán; Diego Aguilar Hernández, miliciano Arnulfo; y Eliseo Hernández Cruz, miliciano Samuel, todos originarios de El Prado, Ocosingo.
Eusebio Jiménez González, miliciano Salvador; Santiago Pérez Méndez, miliciano Ernesto; y Marcos Pérez Córdova, miliciano Venancio, originarios de San Juan; Juan Mendoza Lorenzo, miliciano Horacio, y Eliseo Sánchez Pérez, miliciano Jeremías; ambos de de San Miguel; Leonardo Méndez Sántiz, miliciano Linares, originario de La Garrucha; Carmelo Méndez Méndez, miliciano Dionisio; Javier Hernández López, miliciano Bonifacio, originarios de Carmen Pataté.
También: Enrique González García, Feliciano; Marcelo Pérez Jiménez, Horacio; Manuel Sánchez González, Cayetano; Nicolás Cortez Hernández, Cristóbal; y Vicente López Hernández, Chuchín, todos de Patiwitz.
Javier López Hernández, Adán, de Nuevo Suchilá; Alejandro Sánchez López, Nacho, de Galeana; Enrique Hernández Vázquez, Arturo, originario de Martinica; y el miliciano Juan, originario de Ibarra, del cual no se identificó su nombre verdadero.
Además: Floriberto López Pérez, Heriberto; Pedro López García, Jeremías; y Alfredo Sánchez Méndez, Germán, originarios de La Sultana; Santiago Ramírez Hernández, Jeremías, de San Juanito; Apolinar López López, Camilo, de San Francisco; Rogelio García García, Tito, de Carmen Chiquito.
Además del capitán Hugo cayeron en combate o están desaparecidos: el subteniente Álvaro, cuyo nombre real era Silverio Gómez Álvarez; Bartolo Pérez Cortés, originario de El Prado, Fredy; Marcos Gómez Velasco, de Chanal, conocido como el teniente insurgente de infantería Calixto; y Arturo Aguilar Jiménez, teniente Miguel, originario de Yaxkul.
A todos ellos les rinden honores cada 14 de febrero en cada una de los bastiones militares del EZLN.
La muerte más sentido fue la de ese mando militar mestizo, el Subcomandante Pedro, cuya gorra y paliacate raído trae siempre consigo el Subcomandante Marcos.
En noviembre del 2003, al celebrar los 20 años de la fundación del EZLN en la Selva Lacandona, el subcomandante Marcos recordó con nostalgia a su amigo el Subcomandante Pedro.
«Voy a hablar de un hombre, un soldado insurgente, un zapatista. No voy a hablar mucho. No puedo. No todavía. Se llamaba Pedro y murió combatiendo. Tenía el grado de subcomandante y era, en el momento de su caída, jefe del estado mayor del EZLN y mi segundo al mando. No voy a decir que no ha muerto. Está muerto de por sí y yo no quisiera que estuviera muerto. Pero, como todos nuestros muertos, Pedro camina por acá y cada tanto se aparece y habla y bromea y se pone serio y pide más café y enciende el enésimo cigarrillo. Ahora está aquí. Es 26 de octubre y es su cumpleaños. Le digo «salud al cumpleañero». El levanta su pocillo de café y dice «salud sub». Yo no sé por qué me puse Marcos si nadie me dice así, todos me dicen sub o sus equivalentes. Pero me dice sub. Platicamos con Pedro. Le cuento y me cuenta. Recordamos. Reímos. Nos ponemos serios. A veces lo regaño. Lo regaño por indisciplinado, porque yo no le ordené que se muriera y él se murió. No obedeció. Lo regaño pues. El sólo abre más los ojos y me dice «ni modos». Si, ni modos. Entonces le enseño un mapa. De por sí le gusta ver los mapas. Le señalo lo que hemos crecido. Sonríe». (17 de Noviembre de 2003)
El subcomandante Pedro murió a tiros por un ganadero en Las Margaritas el 1 de enero de 1994. Fue la única baja en esa acción militar del EZLN. Su cuerpo fue llevado a la Selva donde fue sepultado con honores. La gorra y el paliacate raído y percudido que trae el Subcomandante Marcos y nunca se quita pertenecieron al Subcomandante Pedro.
El Comandante Hugo del EZLN, otros de los fundadores del grupo armado muerto en Ocosingo y cuyo cuerpo nunca apareció, sería recordado después en la revista Rebeldía del EZLN:
“Hugo, tseltal de sangre y mexicano por derecho e historia, fue de la primera generación de responsables políticos del EZLN. Fue de los primeros fundadores de lo que ahora se conoce como Comité Clandestino Revolucionario Indígena y formó a toda una generación de nuestros jefes: Raúl, Juan, Gabino, Gustavo, Ramón, Simón, Fernando, Maxo y otros, ahora miembros del CCRI, aprendieron de Hugo el modo de organizar y dirigir los preparativos de la guerra. Hugo, nombre de guerra de este príncipe tzeltal, en porte y nobleza, escogió el apelativo de «señor Ik’» («Señor Negro») para identificarse en las comunicaciones. Poco a poco el «Hugo» se fue perdiendo y sólo se le conocía por «el señor Ik’». Y así recorrió cañadas y municipios explicando el significado de las 4 siglas que, después, darían la vuelta al mundo. Con el cargo de jefe del Comité Clandestino Revolucionario Indígena Tzeltal y miembro del CCRI‑CG del EZLN, el señor Ik’ marchó al frente de una parte de las tropas que tomaron la cabecera municipal de Ocosingo el día primero del año 94. Cuando, el día 2 de enero, los federales atacaron la plaza, el señor Ik’ permaneció combatiendo para proteger la retirada de sus compañeros. En la confusión del repliegue de las últimas tropas, el señor Ik’ quedó en la lista de desaparecidos. Llegaron, después, distintas versiones: que lo vieron peleando todavía el día 4 por el rumbo del IMSS-Coplamar, que el día 3 ya lo habían visto muerto, con un arma enemiga en la mano y frente a un federal muerto, que estaba vivo y preso, que se había escapado. Nunca supimos si su cuerpo está en una de las fosas comunes clandestinas que los federales hicieron para esconder su brutalidad y su falta de honor militar.
O si, como ahora se dice en las montañas, el señor Ik’ no murió, sino que vive como una luz que aparece, de tanto en tanto, por entre cerros y cañadas, con el sombrero y el caballo de Zapata. Como el dios negro del cuento del viejo Antonio, el señor Ik’, con su muerte, dio luz y calor a estas tierras, y vida a la lucha que renace a pesar de todo.
El 10 de abril de 1994, al compás del himno zapatista que se entonaba en la ceremonia militar, la mujer del señor Ik’, que aún lo espera (como todos nosotros), parió un niño. Cosas de estas tierras, de estos mares».
Este mes de abril que viene el hijo del Comandante Ik o Comandante Hugo que también lleva su nombre se llama igual que su padre, Francisco Gómez, pero le dicen Huguito, cumplirá 20 años, nació en la guerra, es zapatista. Toda su vida ha vivido en la resistencia.
Las muertes del Ejército Mexicano, por parte del Ejército Mexicano, la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) daría después su lista de uniformados caídos en los combates: el coronel de arma blindada Hugo Alfredo Manterola Cedillo, primer regimiento blindado de reconocimiento; mayor de infantería Roberto Hernández Oropeza, primer regimiento blindado de reconocimiento; mayor de caballería Vladimir Lara Salgado, 24 regimiento de caballería motorizado; teniente de caballería Fernando Monroy Tinajero, 24 regimiento de caballería motorizado; sargento segundo de infantería Gilberto de Jesús Dámaso, y los cabos Jordán González González y Encarnación Mejía Hernández, del 83 batallón de infantería; sargento segundo de transmisiones Cicerón Gutiérrez Pérez, tercer regimiento de infantería; cabos René Mezquita López y Ernesto Santiago Santiago, 17 batallón de infantería; cabos Leonildo Zárate Martínez y Amado Robles Gómez, 22 batallón de infantería, y los cabos Juan Domínguez Farfán, Felipe Reyes Altamirano, José Luis Flores Nicolás, Mauro Campos Arroyo y Pascual Vázquez Torres, del 80 batallón de infantería.
muy buen reportaje Isai Mandujano y equipo, los que vivimos ese momento en el 94 se nos hace nudo la garganta en saber cosas como estas: Muchos rebeldes fueron ejecutados de forma extrajudicial por miembros de las Fuerzas Armadas como en el Hospital y el mercado de Ocosingo, lo del Hospital una gran atrozidad y los muertos enterrados en el panteon de Ocosingo, fueron exumados y llebados a un lugar desconocido, hoy me entero..es en el panteon de tuxtla.
felicidades