Marco Polo Rodriguez: del cabaret al teatro social
Josué Cantorán Viramontes
A los 16 años pisó por primera vez un escenario de la mano del célebre director teatral poblano Héctor Azar, con un texto del dramaturgo Eduardo Llorente Azcaray que bosquejaba tres estampas de la vida en Puebla. A los 17, después de “una noche muy difícil” en la que les dijo a sus padres que era gay, escribió su primer texto para teatro. Se llamó Los hombres no lloran.
–Me fui a mi cuarto a llorar como toda una Magadalena porque yo sabía que no podía cambiar, que era lo que mi padre me estaba exigiendo. Entonces escribí mi primera obra de teatro, que era la historia de un gay que le cuenta a su papá qué onda y se enfrenta con lo peor.
Desde entonces, el actor, director y dramaturgo poblano Marco Polo Rodríguez ha dedicado su vida a mostrar en sus obras diversos aspectos de la vida de los colectivos LGBTI. Ha hecho de todo, desde espectáculos de cabaret hasta teatro de tipo social y ejercicios más experimentales “que no tienen otro fin más que el artístico”.
Lo que converge en todos ellos es la intención de hacer del teatro un modo de vida y utilizarlo para intentar transformar realidades que afectan a la comunidad o, al menos, tal vez, el modo de pensar de uno que otro asistente.
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Son más de las 8:30 y la primera llamada para presenciar la obra El refri se da con un poco de retraso. El público espera sentado en el pasillo de la amplia casona antigua de la 5 Poniente, en pleno barrio de Los Sapos, que se ha convertido en una especie de foro cultural alternativo.
En uno de los departamentos de la planta alta, Marco Polo Rodríguez y su grupo teatral, Lenguas Prietas, han creado un foro de teatro llamado La Rekámara. El escenario se ubica en una de las habitaciones y a su entrada, en un letrero negro, reza el mensaje “Sólo aquí podrás ver a los actores a los ojos”.
Y así es. El teatro íntimo de Marco Polo, con apenas unas cuantas sillas extendidas a todo lo largo del cuarto, da la oportunidad de que el actor, con su vestido a blanco y negro y plataformas altísimas, vea directamente a los ojos de los pocos miembros del auditorio mientras repite las líneas del dramaturgo argentino Raúl Natalio Roque Damonte “Cofi”.
–Llevo cinco años con este espectáculo –dice el actor dos días después de la función, en entrevista con Reversible–. Tiene un lenguaje muy específico para un público muy específico y a mucha gente le cuesta comprenderlo.
La historia es la de “L”, un famoso travesti venido a menos que al llegar a su departamento en su cumpleaños, encuentra un refrigerador que alguien le ha enviado como regalo. Así comienza a externar sus recuerdos y diversas anécdotas de su vida.
Marco Polo fue el primero en montar dicho monólogo en México. Aunque generalmente escribe sus propias obras, este texto lo cautivó y en cuanto lo leyó se decidió a producirlo. Desde entonces ha abierto con éxito varias temporadas breves.
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Pero la historia comenzó años atrás, mucho antes de El Refri: en 1997. Marco Polo y un grupo de amigos suyos, todos actores, y todos abiertamente gays, platicaban sobre la inquietud de hacer teatro con temática LGBTI. Por esos días había abierto sus puertas La Cigarra, uno de los primeros antros gays en Puebla, que entonces era clandestino, y los actores plantearon la posibilidad al dueño de ofrecer funciones de teatro en ese espacio.
Así nació, según cuenta Marco Polo, la compañía Lenguas Prietas “Teatro de la diversidad sexual”.
Y empezaron con todo. El primer montaje fue una adaptación de la novela de Luis Zapata En jirones, que había sido publicada en 1985 y contaba la historia de dos hombres, uno homosexual y otro bisexual, que se enamoraban e intentaban formar una relación, en contra de los prejuicios, la poca autoaceptación y la doble moral del segundo.
–Es una historia de amor muy fuerte que mueve el corazón. Mucha gente terminaba un poco mal porque era una historia que revelaba siempre esta necesidad de ser libre, de vivir una vida digna, y bueno, por supuesto era un dramón. El público se acercaba, platicaba conmigo y decía que le había pasado lo mismo.
En La Cigarra estarían presentándose a lo largo de año y medio y a la adaptación de Zapata le seguirían otros montajes menos fuertes, “experimentos, cosas que se nos ocurrían más que como un espectáculo”.
Después, en 1999, el grupo se iría a Franco’s, otro ya clásico antro gay de Puebla que entonces iniciaba su historia. Franco, su dueño, y La Cucusa, otro más de los íconos de la vida nocturna gay de la ciudad, eran asistentes asiduos a las funciones teatrales de Lenguas Prietas y ahí se inició una etapa más, que duraría seis años y sería tal vez de las más prolíficas de la compañía.
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A escena sale Marco Polo después de retocarse en el pequeño espacio que sirve como las piernas del escenario, y que no es más que el armario de lo que alguna vez fue habitación y no teatro. Sigue portando el vestido a blanco y negro de “L” pero otro vestido más largo con mandil y un tocado de trenzas advierten que ahora se trata de otro personaje. Es Goliata, la sirvienta.
Con audacia escénica, Marco Polo logra pasar de una caracterización a otra como parte de un texto demandante que presenta varios personajes para ser interpretados por el mismo actor. La serie de escenas iniciales es fácil de seguir pero la atmósfera va volviéndose cada vez más surrealista, donde lo mismo caben marionetas de animales y muñecos humanos de tamaño real.
–Actoralmente es un reto, ha sido difícil –reconoce.
Pero su trayectoria lo avala. Esta obra fue presentada en distintos foros, como el Festival Internacional de Cine y Teatro Gay en 2009 en la ciudad de México, y otros de sus montajes han pisado escenarios tan diversos como el teatro universitario Ignacio Ibarra Mazari o la Universidad de la Américas Puebla.
Y aunque no le interesa tanto publicar, pues su pasión es la escena, algunas de las obras de Marco Polo han sido editadas en distintos espacios, como en Tramoya, la legendaria revista de teatro editada en Veracruz y que dirigió hasta su muerte el dramaturgo Emilio Carballido.
En 2009, el académico Antoine Rodríguez dirigió el número 99, que estuvo dedicado al teatro queer latinoamericano, y dos textos de Marco Polo compartieron las páginas con otros de dramaturgos de todo el continente, como José Dimayuga, Xabier Lizárraga y Cristina Soto. Éstos fueron Código leather y Sirena de bar.
Este último, en las palabras del propio Marco Polo, ha sido hasta ahora la cúspide de su carrera y de su quehacer artístico.
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En 1999 Lenguas Prietas se fue a Franco’s. Iniciaron con un show cómico, una parodia del programa de televisión de Cristina Saralegui al que llamaron El show de Putina. Era una sátira social que, aprovechando la popularidad que tenía en ese entonces el formato televiso de los talk shows, hablaba sobre temas de la diversidad sexual con 12 actores y bailarines en escena.
Le siguieron otros como La noche de Violeta, una comedia de temática lésbica que hacía notar que en muchas ocasiones las parejas de lesbianas –aunque también de hombres gays– reproducen los mismos esquemas machistas de la heterosexualidad.
Y fue justamente en esa época, en la de Franco’s, cuando Marco Polo montó Sirena de bar, su obra maestra, un show sin precedentes que utilizaba como nunca antes se había visto en Puebla el modelo del drag queen y narraba la historia de Coralia, una mujer trans en plena transición.
–Apostamos por incursionar en el rollo drag queen, que en ese tiempo nadie lo había hecho, o al menos no con esta fórmula que nosotros desarrollábamos, que era un espectáculo teatral con canciones originales, con un diseño original, un trabajo profesional donde sí invertíamos en una producción y que no habría sido posible sin la dirección de Marko Castillo.
Pero también se hacían dramas, como la obra Matar hombres, también de temática lésbica, y otras en las que se empeñó en contar historias trágicas, fuertes, sobre temas difíciles pero que conciernen a los colectivos LGBTI, como la epidemia del VIH (La dama de las guagüeras) o los problemas que enfrentan los jóvenes al salir del clóset (Los camaleones, de autoría de Óscar Liera).
Incluso los crímenes de odio por homofobia o transfobia fueron abordados con la obra que se llamó Un misterioso pacto, que versaba sobre la historia de dos jóvenes que se conocían en un parque y, después de sostener relaciones sexuales, uno asesinaba al otro.
–Todo mundo se quedaba en shock y me pidieron cambiar el final, que estaba un poco denso, pero era muy importante. La gente sigue yéndose con cualquiera que liga en el mingitorio, con el primero que se la enseña. También nos denigra mucho como gays y no porque esté mal el sexo por el sexo, sino por todo lo que conlleva. Pero la seguimos presentando.
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Foto: Tuss Fernández
–Acabo de tener una experiencia en el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes –dice Marco Polo, al respecto de El Refri–. Me compraron una función y la respuesta del público fue impresionante. El teatro estaba lleno y no era un público habituado al teatro, pero se botaba de la risa realmente por casi cualquier movimiento que yo hacía. Pero poco a poco van entendiendo la historia y entrando en otra dinámica.
Y es que el público en cada lugar es diferente. Un teatro, un bar o un foro independiente presentan al actor retos distintos.
El público gay, por ejemplo, ha sido irónicamente el más difícil para Marco Polo, “porque si no le gusta simplemente no te pela, se pone a platicar. Y más en un ambiente de bar, donde hay alcohol y la gente dice ‘no vine a ver esto’. Me he encontrado con gente que sí ha estado muy negada a verlo”.
El cansancio propio del trabajo nocturno y de bar hizo que Marco Polo, después de seis años en Franco’s, decidera tomarse un descanso y dedicarse de tiempo completo al teatro experimental, en el que ya de por sí participaba, y encontrarse así con nuevas audiencias.
Pero hay cosas que le siguen preocupando, como que la comunidad LGBTI continúe sumida en un ambiente frívolo o banal y que se interese poco por las manifestaciones culturales que surgen justamente de ella. Sin embargo, el teatro será, para él, con todo y los obstáculos de la profesión, el único modo de vivir, la mejor forma de expresarse y, en especial, la única salvación.
–Me considero un hombre libre, siempre estoy luchando contra todo, contra viento y marea, haciendo lo que quiero, por lo que creo, pero a veces me pregunto si tiene sentido. Me lo he preguntado muchas veces porque es un trabajo desgastante, no tiene recursos porque es independiente. A veces hay gente que te apoya, a veces no, pero tú le das ese sentido y cuando he estado en los peores momentos el teatro ha venido a salvarme.
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Se apagan las luces. El pequeño auditorio aplaude. Minutos después, en el camerino, Marco Polo se desmaquilla con la sonrisa jovial que caracteriza a los actores después de la escena y que descubre esa mezcla entre el cansancio por la actuación y la emoción por el aplauso.
Será esa misma sonrisa la que esbozará Marco Polo dos días después, en la entrevista, cuando hable del teatro, de su pasión, de los amigos que lo han acompañado en su camino, de las obras que ha realizado con organizaciones no gubernamentales y fundaciones para promover la organización sindical y los derechos laborales.
Y especialmente cuando responda a la pregunta final y diga que sí cree haber cumplido sus objetivos como artista, los de promover una mejor vida social para la comunidad LGBT y poner sobre la mesa, a través del teatro, hasta los asuntos más complicados, para enfrentarlos, discutirlos, hablar de ellos.
–Sí, sin duda. Sí lo creo porque, independientemente de si el público te aplaude o no, agradezco mucho cuando la gente se te acerca y en un plano mucho más íntimo, más honesto, alguien viene y te dice: “eso que le pasó al personaje yo lo viví” o “gracias, venía súper depre y me voy sintiéndome mejor”. El objetivo es seguir comunicando, seguir expresando una realidad que está hecha para cambiarse.
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