Y los maestros callaron…
No hubo euforia después de 87 días de plantón. La reforma educativa, principal objetivo a derribar, sobrevivió a la movilización magisterial de casi tres meses. La minuta de acuerdos que firmó la dirigencia de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación con el gobierno del estado, a muy pocos dejó conformes. Quizá por eso desde el jueves varios contingentes de maestros hicieron sus maletas y enfilaron rumbo a sus municipios, pese a que los líderes se empeñaran en negar que el levantamiento del paro no estaba incluido en la negociación.
El viernes 22 a las 10 de la mañana, en el centro de Tuxtla todo indicaba que la protesta sindical —al menos en su primera etapa— había llegado a su fin. El espacio de la “mesa centralizadora” que informaba sobre el curso del movimiento y desde donde salían las instrucciones para organizar las marchas, bloqueos, “liberación” de autopistas y toma de edificios públicos, fue ocupado por un anodino puesto de licuados y jugos. Las cuadrillas de trabajadores de limpia iban y venían con su carga de cartones, plásticos, lazos, ropa, residuos de comida, papeles, periódicos, botellas… pancartas con consignas contra la reforma educativa y el gobierno federal, y botes de aluminio utilizados para recaudar fondos, también fueron a parar en los camiones de basura apostados frente al Parque Central.
Decenas de vehículos cargados de tarimas, sillas, mesas, trastes, colchonetas, cobertores y maletas, aguardaban sobre la avenida principal de la ciudad a los profesores reunidos en pequeños grupos, distribuidos bajo los árboles en los extremos de la plaza o en las carpas que aún quedaban en pie. Unos se organizaban para el regreso y acordaban las tareas de información que debían transmitir al resto de los profesores de sus comunidades y a los padres de familia; otros hacían el balance de la lucha en el ámbito sindical y humano: la experiencia de defender sus derechos, el reencuentro como gremio, las amistades cultivadas bajo de los techos de nailon o en las actividades de protesta, los momentos de tensión e incertidumbre, la solidaridad mutua, fueron resumidas en emotiva anécdota. No faltó el maestro religioso que pidió un minuto de silencio para agradecer que no hubo enfrentamientos con la policía, que no corrió sangre y que los traslados de sus representantes a la ciudad de México ocurrieron sin incidentes. Después de los 60 segundos, se desgranaron los aplausos y cayeron lágrimas por las mejillas de algunas docentes.
Sin embargo, la discusión sobre el alcance del movimiento magisterial se daba en el terreno corto. En grupos de dos, tres o cuatro maestros, se comentaban los puntos de la minuta que muchos aún leían en fotocopias que les fueron entregadas por sus representantes. Los optimistas justificaban que no se haya alcanzado el objetivo principal, se autoconvencían de que la imposibilidad de que sus dirigentes hubieran sido corrompidos por el gobierno, intuían una estrategia “genial”: se habían aceptado las propuestas de mejoras en la infraestructura educativa y la entrega de uniformes y más becas a alumnos para ganarse a los padres de familia en la próxima etapa de lucha, la de la “desobediencia civil” contra el censo, la evaluación y demás disposiciones de la nueva Ley de Educación. Un joven profesor visualizaba ya tácticas de resistencia en las aulas; “de acuerdo con los padres, instruir a los niños entreguen en blanco cualquier intento de encuesta de la SEP”.
Pero los más, los escépticos, criticaban los alcances de los acuerdos; cuestionaban que no se hayan consensado con suficiencia; que no se incluyeron otros puntos más importantes respecto a la cadena de cambios o la seguridad de las plazas; e incluso insinuaban tibieza, colaboracionismo y hasta corrupción de los líderes magisteriales; sospechaban de negociaciones secretas como los apoyos gubernamentales anunciados el jueves para aliviar créditos contraídos por los profesores; “es nuestro ‘Profesoa’”, dijo con malicia un docente haciendo referencia al polémico programa de rescate a bancos (Fobaproa) creado por el gobierno federal en 1990.
A las 12 del día del viernes, en la plaza central de la capital chiapaneca se respiraba un ambiente abatido, no había euforia ni signo emotivo que hablara de victorias contundentes. Sólo un grupo de aguerridos estudiantes lanzaba consignas a todo pulmón: “Hasta la victoria siempre, sí señor; hasta la victoria siempre…”. Y se fundieron en abrazos.
los dirigentes una vez cumplido su objetivo, de conseguir una comision deja como si nada a los demas que lo apoyaron, vamos a ver que tanto le dura este premio que logro con este movimiento magisterial, se supone que luchaban por lo de la reforma educativa, sin embargo, nada de ello se logro; solo fue perdida de tiempo. La nueva resistencia que pretenden hacer, es mas que nada un capricho de estos maestros que realmente en vez de beneficiar a los niños, estan poniendo en claro que quieren mas analfabetos para que el gobierno haga su antojo lo que quiera, ubiquense maestros habranle los ojos a sus alumnos si es que realmente quieren cambiar este país.
y como se tenia esperado una desilusion mas, zapata nunca se vendio, villa tampoco.
los dirigentes seccion 40 y 7 si, que lastima pero era de esperarse vieron la grandiosa oportunidad la reforma educativa para acarrear a una bola de ignorantes llamados maestros y dijeron a estos mensos los traemos a tuxtla tres meses , nosotros nos hacemos ricos sacamos nuestra pension millonaria adelantada en casetas y negociacion y listo la bola de tarugos que se los cargue, que bueno que yo no participe.