La paz de Trump es el reflejo del imperialismo estadounidense
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La paz de Trump es el reflejo del imperialismo estadounidense
Foto: Redes sociales Donald Trump
*Esta nota fue realizada por Pie de Página, parte de la alianza de medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes leer la original.
En una semana, Trump intervino en la ocupación de Palestina y sacudió a Europa tras negociar el fin de la guerra ruso-ucraniana sin Ucrania. Sus afanes «pacifistas» son en realidad el reflejo de una política imperialista y de acumulación de fuerzas ante la guerra comercial con China
Texto: Alejandro Ruiz
Foto: Redes sociales de Donald Trump
CIUDAD DE MÉXICO. – El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, comenzó las negociaciones para terminar con la guerra ruso-ucraniana.
El método, para sorpresa de muchos, fue a través de una llamada al presidente de Rusia, Vladimir Putin, a quien le propuso una reunión personal para tratar el tema.
En estas negociaciones, Trump excluyó al presidente ucraniano, Volodimir Zelenzky, y a las representaciones de la Unión Europea, lo que no fue bien recibido por el mundo occidental.
Paradójicamente, en Gaza y Cisjordania, llega al ultimátum que Trump estableció para desplazar a los palestinos, acabar con Hamas, y convertir al territorio en disputa en la «Riviera de Medio Oriente», pese al acuerdo de cese al fuego firmado con el Estado de Israel el pasado 15 de enero.
Palestina y Medio Oriente, el chantaje de la ayuda humanitaria
Las intenciones de Trump encuentran eco en la larga historia de ocupación del territorio palestino, y provocaron la reacción de algunos países del Medio Oriente que rechazan sus propuestas.
Por ejemplo, Egipto y Jordania, países a los que Estados Unidos está obligando a recibir a los palestinos desplazados de su territorio, emitieron comunicados donde instan a que se respete el derecho que los palestinos tienen de vivir en su patria.
El Rey Abdalá, de Jordania, se reunió recientemente con Donald Trump, en medio de un recorte generalizado a la ayuda militar y económica que los Estados Unidos propician a ese país, la cual no es poca, pues se traduce en más de mil 500 millones de dólares por concepto de ayuda exterior.
Sin embargo, y aunque la ayuda humanitaria es la moneda de cambio con la que Trump quiere forzar a estos países a aceptar sus demandas, la postura de Egipto y Jordania se ha mantenido firme.
Ejemplo de esto es el comunicado que el Ministerio de Asuntos Exteriores de Egipto publicó esta semana, donde aceptó que su país colaboraría con Estados Unidos en una “solución justa de la causa palestina”, pero enfatizó que se les debe permitir a los palestinos permanecer en su patria.
El rey Abdalá, de Jordania, manifestó una postura similar, pues sin afrentar directamente a Trump, aceptó que su país recibirá a 2 mil niños palestinos enfermos de cáncer y otras enfermedades, algo que ya había manifestado previamente.
El punto nodal de las negociaciones es el ariete que representa Jordania para los planes de Estados Unidos de controlar la región y propiciar un mayor margen de maniobra a su aliado estratégico: Israel, actualmente acusados de genocidio ante la Corte Penal Internacional. El eje central de esto es la aceptación de los Acuerdos de Abraham de 2020, con los que Jordania, motivados por Trump, ayudaron a que Israel y cuatro países árabes establecieran lazos formales de cooperación.
La ayuda estadounidense a Jordania, incluida la militar, está actualmente congelada como parte de la paralización de la ayuda exterior en todo el mundo impuesta por Trump. Aun así, el rey Abdalá se enfrentó a la difícil tarea de intentar proteger los más de 1500 millones de dólares de ayuda exterior que Jordania recibe de Estados Unidos y, al mismo tiempo, intentar que Trump se retractara de sus exigencias de expulsión masiva de palestinos.
Sin embargo, las presiones de Trump para incitar un rompimiento de los acuerdos de cese al fuego entre Hamas e Israel no han cesado. Muestra de ello es el ultimátum que dio a Hamas, exigiendo que antes de la medianoche del sábado liberaran a todos los priosioneros israelís «o se acabaron las apuestas”.
El ultimátum se produce luego de que esta misma semana el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, advirtiera a Hamás que si no se liberaba a los rehenes antes de ese plazo, el ejército reanudaría operaciones en Gaza.
La respuesta de Hamas, en cambio, fue contundente: la liberación de tres prisioneros, escoltados por el Comité Internacional de la Cruz Roja, como parte del sexto canje de rehenes por presos con Israel que estableció el acuerdo de cese al fuego.
Durante la liberación de los prisioneros, Hamas desplegó una manta con un mensaje: “No emigración excepto a Jerusalén”, mientras recordaron que Israel no ha cumplido su parte en el acuerdo, que es la excarcelación de 369 reos palestinos de sus prisiones.
Y además, acusó a Israel de incumplir otros elementos del acuerdo, como el envío de tiendas de campaña a la Franja de Gaza.
Mientras tanto, en Europa del Este, Donald Trump parece hundir a Ucrania.
¿Una traición anunciada?
Desde su campaña, Trump había propuesto terminar con la guerra ruso-ucraniana, la cual inició el 24 de febrero de 2022, cuando el gobierno de Vladimir Putin atacó a objetivos militares en territorio ucraniano, reviviendo un viejo conflicto en Europa del Este que data desde las épocas de la Unión Soviética.
La disputa, esencialmente, se centra en los recursos, algo que Trump sabe bien.
Por ejemplo, tras comenzar su nueva gestión al frente de los Estados Unidos, el empresario (ahora presidente) exigió al gobierno ucraniano que cedieran el equivalente a 500 mil millones de dólares en tierras raras a su país para cobrar el financiamiento que la administración de Joe Biden prestó a Zelenszky.
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Según Trump, el gobierno de Zelenzky «accedió a hacerlo, para que al menos no nos sintamos estúpidos”. Sin embargo, el presidente de los Estados Unidos no garantizó la continuidad del apoyo a Ucrania. Al contrario, abrió la posibilidad de un acuerdo que podría favorecer a Rusia.
Semanas más tarde, el 12 de febrero, el secretario de Defensa de los Estados Unidos, Pete Hegseth, confirmaría esta posición. Ese día, frente a representantes de la Unión Europea, dijo que debían «empezar por reconocer que volver a las fronteras de Ucrania anteriores a 2014 es un objetivo poco realista».
La declaración no es menor, pues uno de los motivos de la invasión rusa es la anexión del 20 por ciento de su territorio ucraniano, mientras Ucrania perseguía la adhesión a la OTAN, una organización de cooperación militar impulsada por los Estados Unidos durante la Guerra Fría para frenar a la Unión Soviética.
Hegseth, en este sentido, dijo que «Estados Unidos no cree que la adhesión de Ucrania a la OTAN sea un resultado realista de una solución negociada […]. Las garantías de seguridad deben estar respaldadas por tropas europeas y no europeas capaces. Si estas tropas son desplegadas como fuerzas de paz en Ucrania en algún momento, deberían ser desplegadas como parte de una misión no OTAN y no deberían estar cubiertas por el Artículo 5 [el de defensa colectiva]”.
El acuerdo
El acuerdo impulsado por los Estados Unidos es, en los hechos, la derrota de Ucrania, pues establece que éste país no ingrese a la OTAN, mientras asegura que Rusia se anexe una parte importante de su territorio.
Además, afecta significativamente a la Unión Europea, a quienes traslada la carga de procurar las garantías de seguridad para la reconstrucción de Ucrania y su ejército.
El abandono de Europa se selló el pasado 12 de febrero, cuando Trump anunció en sus redes sociales una conversación telefónica con el presidente de Rusia, Vladimir Putin. En su mensaje, Trump dijo que ambos mandatarios acordaron «que nuestros respectivos equipos comiencen las negociaciones inmediatamente. Comenzaremos llamando al presidente Zelenski para informarle. Millones de personas han muerto en una guerra que no habría ocurrido si yo fuera presidente, pero ocurrió, por lo que debe terminar. No deben perderse más vidas”.
El equipo negociador lo encabezarán el secretario de Estado, Marco Rubio, acompañado por el director de la CIA, John Ratcliffe, y el asesor de Seguridad Nacional, Michael Waltz. Se tendrán tres reuniones: una en Estados Unidos, otra en Rusia y otra en Arabia Saudí. Ninguna se realizará en Ucrania o algún país de la Unión Europea, y tampoco se invitó a Volodimir Zelenzky, o algún otro representante europeo.
Sobre esto, las reacciones en Europa no esperaron. Por ejemplo, la Conferencia de Seguridad de Munich publicó en redes sociales que «esta guerra no puede decidirse por unos pocos líderes».
Mientras que Zelenzky afirmó que su gobierno ha «comenzado a trabajar con el equipo del presidente Trump y ya podemos ver que el éxito es alcanzable. En este momento, el mundo está mirando a Estados Unidos como la potencia que tiene la capacidad no solo de detener la guerra, sino también de ayudar a garantizar la fiabilidad de la paz después de ella». Y después, agradeció a Estados Unidos.
De acuerdo con información publicada por el portal Descifrando la Guerra, la reconstrucción de Ucrania se estima en un costo de 3 billones de dólares en los próximos 10 años para Europa. Además, la reconstrucción del ejército ucraniano se calcula en un costo de 175 mil millones de dólares, con lo que el despliegue de tropas en Ucrania ascendería a un costo de 30 mil millones de dólares. El portal especifica que «la mayor parte del dinero (2.7 billones) iría destinado a financiar los ejércitos europeos que, según la OTAN, deberán gastar un 3.5% del PIB en defensa».
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