En Tijuana, los albergues están vacíos: no hay deportados
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En Tijuana, los albergues están vacíos: no hay deportados
Foto: Pie de Página
*Esta nota fue realizada por Pie de Página, parte de la alianza de medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes leer la original.
En Tijuana, las deportaciones no alcanzan las cifras prometidas por Trump y los albergues permanecen desocupados. Estados Unidos carece de capacidad para deportar a tanta gente
Texto y fotos: Kau Sirenio
TIJUANA, BAJA CALIFORNIA — “Vine a esperar a mi hermano, deportado de Estados Unidos”, afirma Héctor sin rodeos, mientras observa a los elementos de la Guardia Nacional (GN) que custodian el albergue Los Flamingos.
–¿Cuántos años llevaba en Estados Unidos?–, pregunto.
La respuesta es inmediata:
“Lo detuvieron en San Diego el lunes, apenas cruzó la frontera. Avisó a mis padres que estaba retenido y lo deportarían. Por eso vine desde Michoacán a esperarlo”.
El michoacano no es el único que aguarda en este albergue custodiado por militares junto a la carretera Tijuana-Ensenada. También espera una mujer que viajó desde Zamora, Michoacán, para recibir a su hermana deportada.
El frío intenso en Tijuana azota a quienes buscan a sus familiares. Sin embargo, en esta ciudad fronteriza no hay rastro de deportaciones masivas como las anunciadas por Donald Trump.
Lidiar con lo impredecible
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“El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es impredecible. Nunca se sabe qué dirá al día siguiente. Su discurso antinmigrante genera incertidumbre en la comunidad migrante”, señala José María García Lara, conocido como “Chema”.
En la garita El Chaparral, hasta las 10:00 horas solo había salido un grupo de 20 deportados. “Ahora registran entre 80 y 120 deportaciones diarias, un flujo menor a las 200-250 diarias durante el gobierno de Biden”, agrega García Lara.
Por su parte, José Mena, académico de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), sostiene que la amenaza de Trump de deportar a 4 mil personas diarias por los cinco estados fronterizos es inviable.
“En reuniones con autoridades estadounidenses, admitieron que su capacidad máxima es de mil deportaciones diarias, incluso si Trump lo exige”, advierte Mena.
El experto en migración explica que, bajo el gobierno de Biden, había 172 mil migrantes catalogados como “deportables”, pero el demócrata no actuó: “Deportó gradualmente a algunos fichados, pero carecía de logística para más”.
De esos 172 mil, muchos enfrentan procesos legales o buscan libertad bajo fianza. Al asumir la presidencia, Trump declaró: “Deportaré a todos los identificados que Biden ignoró”.
No obstante, Mena aclara: «No será fácil. Muchos migrantes litigan en cortes y pueden apelar. Ese es el muro que enfrenta Trump”.
Y añade:
“Necesitaría reactivar medidas como el Título 42 o evocar leyes migratorias para justificar deportaciones masivas. Esto apenas comienza”.
Coordinación fallida y albergues vacíos
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El gobierno mexicano diseñó una estrategia con albergues en Tijuana y Mexicali para recibir deportados. En teoría, el de Los Flamingos en Tijuana podría albergar a 3 mil personas, y el CEART en Mexicali se adaptaría como centro temporal. Sin embargo, la Guardia Nacional aún prepara carpas en Mexicali, mientras el Instituto Nacional de Migración (INM) margina a las organizaciones civiles que tradicionalmente apoyan a migrantes.
Mena critica esto:
“El gobierno federal asumió el control, pero su historial es malo. Los albergues estatales no generan confianza”.
Chema García Lara coincide: “En 2024 probaron un albergue gigante en Tijuana con todos los servicios, pero los migrantes huían a espacios civiles. La presencia militar los intimida”.
Además, los albergues estatales enfrentaron brotes de varicela y COVID-19, lo que obligó a cuarentenas. “En los espacios civiles hay más control sanitario”, destaca Mena.
El ocaso de las deportaciones
Hoy, los albergues estatales operan a baja capacidad: el 70% de sus ocupantes son centroamericanos que esperan citas con la aplicación CBP One o mexicanos en desplazamiento forzado. “Los deportados son mínimos”, enfatiza Mena.
Para taxistas de El Chaparral, la nueva estrategia era necesaria. Antes de las amenazas de Trump, los deportados eran víctimas frecuentes de secuestros.
Mientras tanto, Héctor aguarda en Los Flamingos: “Vine por mi hermano. No tiene dinero y mis padres temían por su seguridad”.
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