La urbanización alcanzó al ajolote de Montaña
*Esta nota fue realizada por Pie de Página, parte de la alianza de medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes leer la original.
Por años, el ajolote de montaña sobrevivió de la urbanización escondido en los arroyos más recónditos de las montañas que rodean al Valle de México. No más, la expansión urbana amenaza sus últimos escondrijos. Una brigada busca conservar la especie y su hábitat
Texto: Arturo Contreras Camero
Fotos: Duilio Rodríguez
CIUDAD DE MÉXICO.- Lejos de Xochimilco, los fríos bosques de la sierra que abraza a la Ciudad de México resguardan al ajolote de montaña. Su extinción, cada día más cercana, se debe a la pérdida de su hábitat; a la mancha urbana que cada poco a poco ha devorado las sierras boscosas.
La pérdida forestal no solo afectará a los pocos cientos de ajolotes que aún viven ahí, también reduce la disponibilidad de agua para los cerca de 2 millones de habitantes del Valle de México.
“El día que los ajolotes dejen de rascar el lodo, va a desaparecer el agua”, recuerda Gerardo Camacho, como si las palabras que le dijo un tío suyo hace mucho tiempo, se estuvieran haciendo realidad.
Gerardo y su hija Ángela son parte de la Brigada comunitaria de monitoreo del ajolote de arroyo de montaña de Montealegre, que documenta la cantidad de especímenes que aún viven en este rincón casi secreto de las tierras Ejidales de San Nicolás Totolapan, en el Ajusco.
“Aquí en la ciudad se dice que el único río vivo que queda es el de La Magdalena, pero nadie habla del arroyo de Montealegre, que tiene 6 o 7 km de recorrido superficial; es casi desconocido”. Se le alcanza a escuchar, opacado por el estruendo cercano de una pequeña cascada.
Desde hace décadas, este arroyo ha sido entubado por el crecimiento urbano. Habitantes de la zona especulan que el organismo de gobierno encargado del agua en la ciudad, el Sistema de Aguas de la Ciudad de México, tiene planes de entubar otro tramo de este arroyo superficial para llevarlo a las nuevas colonias que han ido apareciendo en terrenos cada vez más elevados del Ajusco y de toda la Sierra de las Cruces, que divide Toluca de la Ciudad de México.
Una brigada en pro del agua
Ángela Camacho señala hacia el fondo del agua de un remanso del arroyo cercano a la cascada. Entre las piedras se esconden tres pequeños ajolotes de unos 15 centímetros. “Nos vamos por todo el río, que tenemos separado por secciones de 100 metros, y los vamos contando. De ahí hacemos una clasificación de si son adultos, adolescentes, infantes, crías y crestas de huevo”.
En diciembre de 2024 el conteo mensual que hace la brigada habrá cumplido un año, lo que les permite a sus integrantes, como a científicos que estudian a este especimen, observar su comportamiento a lo largo de las estaciones del año. En sus conteos, la brigada ha llegado a contar cerca de 500 especímenes, pero sus cálculos apuntan a que podrían haber cerca de 800 o mil ejemplares viviendo en este arroyo.
Además del conteo, la brigada monitorea la calidad del oxígeno disuelto en el agua y de otros parámetros físico químicos del agua. Si los ajolotes no viven en aguas prístinas, mueren. Por eso mismo hay quienes dicen que la presencia de los ajolotes es un símbolo de la potabilidad y pureza del agua.
Agua para asentamientos irregulares y caballos
“Los arroyos son el equivalente de la tierra a las venas del cuerpo humano”, dice ahora Gerardo citando las palabras de otro de sus hijos. “Son lo que irriga y da salud, si le quitas el recorrido superficial, es un daño, por eso, lo que se ha hecho por años en la ciudad, de secar los ríos, es terrible”.
El arroyo de Montealegre, que escurre por los vados y las cañadas de los bosques del ajusco que aún quedan, ha compartido la suerte de los demás ríos de la ciudad: ser entubados. En este caso, se ha entubado para llevar agua a colonias lejanas, sin embargo, hay otras personas que también se benefician de sus aguas, a veces, con tomas clandestinas.
A su paso, el arroyo surte a un montón de ranchos hípicos, donde se crían algunos de los más finos caballos de todo México, también lujosas casas en medio del bosque y hasta unas instalaciones de TV Azteca, el canal del magnate Ricardo Salinas Pliego, e incluso a una colonia de reciente creación: Lomas de Tepemécatl.
“Nosotros estamos de acuerdo con que se lleve agua a algunos pueblos, pero en Lomas de Tepemécatl hay ranchos de caballos que tienen albercas, mientras que hay pobladores que están comprando pipas. En San Nicolás Totolapan hemos pedido que se nos permita aprovechar una poca de esta agua, porque casi no nos llega”, agrega Gerardo.
Lomas de Tepemecatl, cuentan pobladores de la zona, es una colonia producto de un despojo que hizo una parte de los habitantes de San Miguel y Santo Tomás Ajusco a San Andrés Totoltepec, tomado por la fuerza para su lotificación y eventual urbanización.
Otras amenazas
Además de eso, el crecimiento de cierto tipo de turismo en la zona, como el de actividades extremas de ciclistas y motociclistas que bajan por estas laderas a toda velocidad, amenaza el hábitat de estos ajolotes. A su paso dejan el cerro todo tasajeado, lo que acelera la erosión del bosque y la degradación de la cobertura forestal.
“Es insostenible que exista el ajolote y que haya este tipo de turismo. Si hemos visto algo en el Parque Ejidal San Nicolás Totolapan es que es muy agresiva la presencia del turismo, porque hay una capacidad de carga que ha sido rebasada. La gente ya no va a caminar por el monte. Vienen con sus bicicletas y sus todoterrenos; van a las micheladas, o a otras cosas”, acusa Ángela.
Además del conteo, la brigada también hace un importante trabajo de educación ambiental con personas de las comunidades cercanas para que se involucren en el cuidado de los bosques y de los arroyos que en ellos se generan.
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