Detrás de la crisis del campo
*Esta nota fue realizada por Zona Docs, parte de la alianza de medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes leer la original.
El Bajío ha sido una de las regiones de México que destacan por su sector industrial y agroalimentario. La producción de frijol, chiles, maíz, brócoli, jitomate, alfalfa, entre otros, ha sostenido por décadas a familias enteras.
Sin embargo, las sequías prolongadas, olas de calor insoportables y heladas “nunca antes vistas” en los años recientes han surtido efectos adversos en las comunidades que dependen del campo. Los sembradíos se secaron, los animales sufrieron hambre y las familias de campesinos se vieron obligadas a abandonar sus parcelas para trabajar en fábricas o migrar. Además de la presencia del crimen organizado, la inseguridad y la violencia.
Historias de vida como las de don Pompeyo Guerrero, don Gabriel Cárdenas y el joven Ricardo Guerrero en San Luis de la Paz, Guanajuato demuestran los impactos que ha tenido la industria agrícola en los últimos tiempos.
Por Denisse Guerrero Amador /
Hasta hace 14 años, en San Luis de la Paz, municipio de la zona noroeste de Guanajuato, el 26.21 % del uso del suelo se destinaba para la producción agrícola, de acuerdo con el Compendio de Información Geográfica Municipal 2010 de San Luis de la Paz.
Para 2023, de acuerdo con los datos de la Secretaría de Economía, las ventas internacionales de San Luis de la Paz alcanzaron los $90.4 millones de dólares, una cifra 70.3% por debajo que el año anterior, 2022. Los productos más comerciados son las verduras frescas o refrigeradas, que representan un ingreso de $29.6 dólares de pesos y los tomates frescos o refrigerados que alcanzan hasta los $23.3 millones de dólares de ventas.
El don Pompeyo Guerrero de 89 años, es agricultor y ganadero en San Luz de la Paz, ha dedicado toda la vida a sus sembradíos y ganado, la fuente de ingresos principal de su familia por generaciones. Recuerda que desde que tuvo la habilidad de caminar siendo un niño, su padre lo alentaba a acompañarlo a trabajar en las milpas, así que esta experiencia le ha permitido observar cómo el campo y los tiempos han cambiado. Dice que las temporadas de lluvia solían ser prolongadas, permitiéndoles sembrar cada tres meses aproximadamente, pero ahora ya no.
Para Don Pompeyo, en los ranchos “El Corcovado” y “Los Diamantes” (ahí mismo en San Luis de la Paz) la escasez de agua comenzó en 2021 y se “estabilizó” hasta junio de 2024. Y explica que, a pesar de que cuentan con estanques de captación de agua pluvial, no han servido de mucho con la falta de lluvias. Lo mismo ha pasado con los manantiales de la región, que cada vez más disminuyen su capacidad o, incluso, que ya se han secado en su totalidad.
“Antes en 200 hectáreas podías mantener a 100 reces, hoy en día puedes tener 1,000 hectáreas y solamente tendrás los recursos para mantener a 50 reces”, asegura Don Pompeyo.
Don Pompeyo relata que ha sido testigo de la reducción de empleos en el sector rural, se ha percatado de cómo sus amigos o conocidos provenientes de familias agricultoras o ganaderas optan por laborar en fábricas, frente a “la difícil situación del campo”. Desafortunadamente, otro de los obstáculos que atraviesa el sector rural es el aumento de crimen organizado y la delincuencia, hace aproximadamente un año Don Pompeyo fue víctima de abigeato; 21 reses fueron despojadas de su rancho “Los Diamantes” y uno de sus vecinos fue asesinado.
Ha sido frustrante, reconoce, porque las autoridades han decidido dejarles solos. Cuenta que acudió cinco veces al Ministerio Público para denunciar el robo de sus reses y nunca lo recibieron: “cuando se robaron a mis animales nadie me ayudó”, confiesa.
Don Pompeyo relata que ha sido testigo de la reducción de empleos en el sector rural, se ha percatado de cómo sus amigos o conocidos provenientes de familias agricultoras o ganaderas optan por laborar en fábricas, frente a “la difícil situación del campo”. Desafortunadamente, otro de los obstáculos que atraviesa el sector rural es el aumento de crimen organizado y la delincuencia, hace aproximadamente un año Don Pompeyo fue víctima de abigeato; 21 reses fueron despojadas de su rancho “Los Diamantes” y uno de sus vecinos fue asesinado.
Ha sido frustrante, reconoce, porque las autoridades han decidido dejarles solos. Cuenta que acudió cinco veces al Ministerio Público para denunciar el robo de sus reses y nunca lo recibieron: “cuando se robaron a mis animales nadie me ayudó”, confiesa.
De tal manera que, al no contar con una denuncia formal o una carpeta de investigación abierta, los apoyos gubernamentales como “Pro-Campo”, le fueron negados para reponer el valor de sus reses. Si bien, reconoce que existen otro tipo de programas de gobierno que dicen “ayudar al campo” y a las familias agricultoras y ganaderas, estos suelen llegar a destiempo o no resuelven las necesidades y problemáticas por completo:
“Una donación de 36 mil árboles fueron plantados en los campos vecinos, pero se secaron porque no tuvieron los cuidados necesarios; no eran árboles de la región y no les daban mantenimiento”.
Como don Pompeyo, hay varios agricultores que tienen experiencias similares. Gabriel Cárdenas de 50 años de edad, se dedica al comercio y la agricultura desde que tenía 15 años.
En la adolescencia su padre le inculcó la cultura de la labor en el campo y cuando llegó el momento de ir a la universidad decidió cursar la carrera de Agronomía, de la que después tuvo que desistir por motivos personales. Nunca llegó a titularse, pero eso no le impidió a seguir dedicándole su vida al campo, actualmente es de los agricultores más reconocidos en el municipio.
El señor Cárdenas ha pasado por mucho con sus cultivos, desde olas de calor, hasta heladas bajo cero. Para muestra las temporadas de sequía por las que ha atravesado la región y el país en los últimos tres años. Para él, lo más desalentador es que como agricultores “no tienen recursos para hacerle frente a estas adversidades”; sus cosechas dependen del clima al aire libre; por lo que, pese a contar con reservorios de agua, no rinden ante una escasez tan larga.
El aumento del costo de la mano de obra ha incrementado exponencialmente, dice don Gabriel, y esta ha sido también una de las razones por las que existen menos oportunidades laborales en el campo. De estos escenarios tampoco se escapa el aumento de la inseguridad y la violencia, que como principales efectos deja a las familias de este sector sin sus fuentes de ingreso: “hay mucho robo de equipo”, señala don Gabriel.
Como don Pompeyo, ha recibido apoyos del gobierno federal, uno de estos fue un sistema de riego hace algunos años. No obstante, considera que es un apoyo muy reducido y no cubren las necesidades de los agricultores o ganaderos. Por ello, cada vez su preocupación es más grande, porque desde su mirada hay un declive en la agricultura y la ganadería. No sólo ha presenciado la disminución de demanda en cuanto a la compra y venta de forrajes, inclusive le ha tocado ver en persona como los corrales de sus colegas se van vaciando más cada que les visita.
Ricardo Guerrero es apenas un joven, tiene de 19 años, pero comenzó desde que tenía cinco en el campo. Nació y pasó los primeros años de su vida en Estados Unidos, donde su padre y abuelo materno lo introdujeron a la ganadería. Al cabo de unos años se mudó a México con su familia, sin embargo, esto no detuvo el negocio familiar y continuaron dedicándose a la ganadería. Por su interés y experiencia en el campo, Ricardo comenzó sus estudios superiores en la carrera de ingeniería en agronomía, desafortunadamente, desistió porque en su opinión, la universidad donde se matriculó no tenía los recursos que él esperaba (había falta de material, equipo y profesores).
Así, Ricardo Guerrero decidió regresar a los Estados Unidos y comenzar a trabajar allá. Si bien, permanece en la industria ganadera, su experiencia ha sido sumamente distinta a lo que vivía en México.
Por ejemplo, recuerda que cuando trabaja en los campos mexicanos, “las plantas ya no crecían con la misma facilidad”, como resultado de los periodos de sequía; pero también porque el suelo ya no tenía los mimos minerales y nutrientes, lo que afecta directamente a los cultivos. El incremento de plagas y pestes se volvieron cada vez más difíciles de controlar y el desabasto de pastizal, debilitó al ganado, provocando una serie de pérdidas animales.
Ricardo relata que tenía acceso a reservas de agua en piletas y bordos; no obstante, las comunidades cercanas también sufrían de escasez y una porción de esa agua se tuvo que destinar para el uso doméstico.
Las pausas indefinidas en las cosechas hicieron inevitable el recorte de la mano de obra. De los tres trabajadores que laboraban en el rancho de Ricardo y su padre, solamente se quedaron con uno. El ganado, tuvieron que reducirlo ya que no contaban con los recursos para seguir manteniéndolos.
Lamentablemente, según Ricardo, la situación ha orillado a las personas del sector rural a recurrir a acciones desesperadas:
“Menos personas quieren trabajar en el campo, prefieren irse por lo fácil, ya sea la delincuencia o personalmente hablando, emigrar a Estados Unidos”.
***
En opinión de personas expertas, como el Ingeniero en bio-sistemas agroalimentarios, Fabián Álvarez Hernández “El Bajío cuenta con las condiciones para aumentar la producción y crecer económicamente, siempre y cuando se gestione de forma sustentable y responsable”. No obstante,
hay una falta de conocimiento en el mercado, ya que la venta y compra de productos primarios a veces resulta injusta o “regateada”. Este fenómeno estanca la oferta y la demanda del mercado local, orillando al consumidor a buscar opciones de alimentos exportados, mismos que provocan un aumento de precio en la canasta básica al devaluar la producción nacional.
Por su parte, el ingeniero en biotecnología, Sergio Gonzáles, quien se especializa en creación de agro-insumos para la agricultura, a través de Bacterias Estabilizadass Orgánicas “BACEO”, reconoce que el campo lleva 60 años estancado en tecnologías y condiciones laborales.
De acuerdo con sus datos, en San Luis de la Paz, la mano de obra del sector rural se encuentra en $1,800 pesos a la semana, un salario que resultaría insuficiente para mantener a familias de tres o cuatro integrantes.
“Cada vez las situaciones son más precarias y abusivas para los trabajadores de la industria alimentaria”.
Por ello, para Sergio es de suma importancia que la sociedad se informe acerca de lo que sucede en la industria agrícola y ganadera; puesto que, este sector es el encargado de alimentar a la población entera:
“Las personas más honorables son el agricultor y el ganadero, porque gracias a ellos comemos. La sociedad constantemente los rebaja o los discrimina mientras idealizan la industrialización, pero los teléfonos, las computadoras y todo lo que maquilan no te dará de comer”.
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