Resistencia y la lucha no se detiene en Chimalhuacán, Edomex
*Esta nota fue realizada por Zona Docs, parte de la alianza de medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes leer la original.
Resistencias Feministas
Aunque las autoridades de Chimalhuacán, Estado de México, presumen que la seguridad está a la baja, la familia de Diana Velázquez Florencio mantienen firme una resistencia porque no existe justicia tras su feminicidio.
Texto por Sofia Pontiroli / @sofia_pontiroli
Fotos por Laura Buconi, @incubo_photos
Este 7 de febrero de 2024, en el sitio oficial del Gobierno de Chimalhuacán, fue publicado un artículo con el título:
EN CHIMALHUACÁN AUMENTA CONFIANZA DE LA POBLACIÓN HACIA POLICÍA MUNICIPAL Y ESTATAL (Gobierno de Chimalhuacán, 2024).
Según este artículo, los resultados de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana demuestran que la población de este municipio es una de las que tiene una mayor percepción de efectividad en el desempeño de la policía estatal.
Sin embargo, desde 2015, el municipio de Chimalhuacán se encuentra en la lista de municipios del Estado de México que forman parte de la Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres (Ayuntamiento de Chimalhuacán, 2024). En un país donde la impunidad crece cada día más, resulta difícil creer en estadísticas que no reflejan la realidad que viven muchas personas, como la familia de Diana Velázquez Florencio.
México no otorga justicia a sus asesinadas.
Diana Velázquez Florencio fue asesinada el 2 de julio de 2017, en el municipio de Chimalhuacán, Edomex. La desaparición ocurrió el 1 de julio de 2017, cuando salió en la madrugada. Su mamá le marcó repetidas veces, hasta que Diana contestó para decir que estaba regresando a su casa, aunque ya no volvió.
Su cuerpo no se encontró – ni fue buscado por las autoridades – hasta el 6 de julio de 2017, cuando su hermana Laura acudió al Centro de Justicia de Ciudad Nezahualcóyotl. Ahí descubrió que días antes habían ingresado al cuerpo de Diana registrándola como persona de sexo masculino, lo cual causó que sus familiares no fueran notificados.
El cuerpo había permanecido varios días en una sala sin ventilación y bajo ventanas sin cortinas, que dejaban libre acceso a los rayos del sol; esto empeoró de manera drástica su conservación, haciendo que resultara ya casi irreconocible. La ropa que llevaba puesta el día de su asesinato, no había sido analizada por las autoridades: se encontraba cerca de sus pies.
Laura, la única de la familia Florencio que vio a su hermana después del asesinato, nos cuenta que esas imágenes nunca se le podrán borrar de la memoria. El médico legal que la acompañó en la identificación del cuerpo, le señaló a su hermana con el pie, y esto fue uno de los tantos actos irrespetuosos que las autoridades llevaron a cabo hacia la familia de Diana.
“Ha sido muy difícil todo, porque antes de que le pasara esto a mi hermana, nunca había perdido a nadie. La muerte de mi abuelo, por ejemplo por enfermedad, me habría hecho sentir mal, pero de forma diferente. Lo que pasó con Diana fue tan irreal y repentino, que a veces todavía me despierto y siento que estoy viviendo una pesadilla”.
La ineptitud de las autoridades se denota en la manera inhumana con la cuál maltrataron el cuerpo de Diana después de su muerte, y en las omisiones y mentiras que contaron para encubrir la verdad. En el caso permanecen muchas inconsistencias, y la familia de Diana, como afirman Laura y su mamá Lidia, no siente haber recibido justicia, desde el momento en que Diana se salió de su casa y nunca regresó.
La persona que – por la Fiscalía – cometió el feminicidio se llama Jesús Alejandro Montes Moreno. Fue incriminado porque, según lo que cuenta su expareja, durante una discusión la amenazó diciendo que: “la iba a matar como mató a Diana en 2017”. Después de esa afirmación, su expareja le preguntó cómo venía vestida Diana, y él procedió a explicarle en detalle la ropa que llevaba puesta su víctima.
Su expareja, posteriormente, acudió a la Fiscalía para dar su declaración. La misma declaración – casi con las mismas palabras – la hicieron sus familiares (en específico, el papá y la tía de la chica). Esto, junto con otras pruebas – como los dos celulares de Diana entregados, sin ninguna prueba certera que verifique de dónde los obtuvieron -, llevaron a la captura y sentencia de Jesús Alejandro.
Sin embargo, Laura afirma haber revisado las grabaciones de las cámaras posicionadas en el lugar donde se llevó a cabo el delito, sin ver a Diana o a Jesús Alejandro durante las horas en donde, según el reporte de la Fiscalía, habría tenido que asesinarla. Además, Jesús Alejandro fue inicialmente detenido por robo, no por asesinato; las autoridades no quisieron dar detalles sobre este delito a Laura, cuando le dijeron que se trataba del mismo sujeto que asesinó a su hermana.
Jesús Alejandro está sentenciado a 63 años de prisión. Esta sentencia fue disminuida por un juez en 2023, ya que inicialmente lo habían condenado a 93 años. El poder judicial está siendo cómplice en la impunidad que viven las familias junto con las víctimas, reduciendo las condenas de los feminicidas tras una simple apelación por parte de una persona que todavía tiene la posibilidad de defenderse. Esta posibilidad ya no la tienen las mujeres a las cuáles ellos les quitaron su voz.
Las consecuencias de los feminicidios en los familiares de las víctimas.
Todas las inconsistencias encontradas por Laura y Lidia causan que ya no tengan confianza en el órgano policiaco o en el Estado. Repetidas veces han sido, junto con sus compañeras, violentadas en lo que manifestaban para pedir justicia, y hasta reportan daños permanentes en un oído, como Lidia, y en un ojo, como Laura, por el gas con el cual los policías de Chimalhuacán y otras partes del Estado de México las han atacado.
Laura no solo tuvo que vivir una experiencia traumática al tener que identificar el cuerpo de la hermana, sino que tampoco pudo obtener la paz después de localizar a Diana. Las autoridades fueron omisas y mintieron en muchas ocasiones, y ella tuvo que investigar lo sucedido por su propia cuenta. Aún haciendo el trabajo que la Fiscalía y sus colaboradores habrían tenido que llevar a cabo, siente que habría podido hacer más para su hermana.
“¿Qué mensaje da la Fiscalía al responsable del feminicidio de mi hermana? Que lo puede seguir haciendo, porque le van a encubrir sus delitos”.
Laura no ha podido tener un trabajo fijo desde lo que pasó con Diana, porque le da demasiado miedo salir a la calle sola. Sufre de ataques de pánico de manera regular, y el Estado le niega cualquier derecho a recibir atención psicológica o médica, en cuanto sólo tiene permitido recibirla en Toluca, que dista 2 horas en coche y más de 4 horas en transporte público desde su casa.
“Ya asesinaron a una de mis hijas, y a la que me queda no la dejan vivir una vida libre de violencia. Como madre me llena de enojo e impotencia, porque no sólo me mataron a una: me mataron a otra hija en vida”, afirma Lidia.
La lucha no se detiene.
Diana fue asesinada en 2017, y desde el acontecimiento, no hubo día en que Lidia y Laura no siguieron luchando para obtener justicia. El día 27 de mayo 2024, la fotoperiodista Laura Buconi las acompañó en una protesta a la Fiscalía General de Justicia del Estado de México, en Toluca, para tomar fotografías y documentar el evento.
La protesta fue organizada por Lidia y Laura, junto con Belén Rojas, madre de Evelin Sotelo Rojas, desaparecida desde febrero de 2022. Como reporta la fotoperiodista, las familias estuvieron horas bajo el sol gritando consignas y pidiendo ser atendidas por los funcionarios de la Fiscalía, quienes las recibieron sólo después del bloqueo de una de las principales calles que conducía al Palacio de Gobierno, ocasionado por la protesta.
Obtuvieron una audiencia para el siguiente lunes con el Fiscal General, misma audiencia en donde se dieron cuenta de que en la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas del Estado de México ya no estaban trabajando las mismas personas que en los años las habían atendido. Los nuevos empleados no tenían algún conocimiento sobre el caso, y les pidieron volver en un segundo momento.
Durante el camino de vuelta a la Ciudad de México, Buconi expresó a Lidia la admiración que tenía por su fuerza y perseverancia. Lidia, con una sonrisa, contestó: “Qué quieres que te diga, así nos tocó vivir”.
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