“Llevamos 16 años haciendo memoria y aquí seguiremos”

“Llevamos 16 años haciendo memoria y aquí seguiremos”
Foto: Raíchali

*Esta nota fue realizada por Raíchali, parte de la alianza de medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes leer la original.


Familiares y personas allegadas a las 13 víctimas asesinadas hace 16 años en Creel, municipio de Bocoyna, conmemoraron los hechos violentos que cimbraron a la región el 16 de agosto de 2008.

Redacción / Raíchali

Fotos cortesía

Creel, Chihuahua.- El pasado viernes 16 de agosto, el jesuita Javier “El Pato” Ávila Aguirre celebró una misa en el memorial creado para honrar la memoria de las 13 personas asesinadas hace 16 años en ese poblado, en uno de los hechos de violencia que más ha cimbrado a esa región.

El memorial se encuentra justo donde ocurrió la tragedia, cuyo espacio han llamado la Plaza por la Paz, en el que se reunieron las personas para recordar a quienes les arrebataron la vida en ese entonces.

Esa fue la primera masacre que se registró en México, a partir de que el expresidente Felipe Calderón Hinojosa declaró la llamada y fallida guerra contra el narcotráfico.

Ante eso, como cada año hacen las familias de las trece víctimas, se recordó a quienes cayeron en ese hecho violento, y se lanzó la exigencia para conseguir la justicia, así como el llamado a no olvidarles.

El sacerdote jesuita Javier El Pato Ávila Aguirre, quien llegó a la escena del crimen la tarde del 16 de agosto de 2008 para hacer la tarea de los peritos y del Ministerio Público, ha señalado durante todo este tiempo: “Llevamos 16 años haciendo memoria y aquí seguiremos”.

¿Qué pasó ese día?

El 16 de agosto de 2008, doce jóvenes y un bebé que estaba en brazos de su padre, fueron asesinados por un comando armado que ingresó a las que eran instalaciones de productos forestales de la Tarahumara (Profortarah), donde festejaban su participación en unas carreras de caballos. A partir de esa fecha, se han apilado historias de impunidad.

Las víctimas que cada año se recuerdan con más fuerza en Creel, son: Alberto Villalobos Chávez (28 años), Juan Carlos Loya Molina (21), Daniel Alejandro Parra Mendoza (20), Alfredo Caro Mendoza (36), Luis Javier Montañez Carrasco (29), Fernando Adán Córdova Galdeán (19), Cristian Loya Ortiz (22), Edgar Alfredo Loya Ochoa (33), Alfredo Horacio Aguirre Orpinel (34), Luis Daniel Armendáriz Galdeán (18), Óscar Felipe Lozano (19), Édgar Arnoldo Loya Encinas (1) y René Lozano González (17).

Era sábado por la tarde, la misa del día apenas había finalizado. Un grupo armado irrumpió a la fiesta de convivencia de jóvenes después de un juego deportivo. El grupo delictivo identificado con La Línea, perteneciente al cártel de Juárez, disparó sin piedad en contra de las personas.

“Empezó a hacer ruido, tallones de llantas, me puse muy nervioso. Salí de la misa y alcancé a ver enfrente (en la plaza) a un sujeto con un arma y la escondió”, narra el padre Javier Pato Ávila.

De acuerdo con el sacerdote, ese día no había policías en el pueblo, las patrullas del extinto Centro de Inteligencia Policial (CIPOL) se ausentaron del lugar y tardaron demasiado en responder a la situación.

Mientras tanto, el padre jesuita se hizo cargo de contener a las víctimas, de resguardar la escena del crimen y de seguir instrucciones telefónicas que le indicaban las autoridades.

Las autoridades querían trasladar los cuerpos a la ciudad de Chihuahua, pero el padre y las familias se negaron debido al peso emocional y el peligro que representaba dicho movimiento. “De aquí no salen los cuerpos, te traes un hospital si es necesario”, fue lo que le dijo el padre Ávila a la exprocuradora de justicia del estado, Patricia González Rodríguez

Con el paso de los años, la comunidad pidió un espacio para recordarlos. Construyeron la Plaza de la Paz a un lado de la bodega de Productos Forestales de la Tarahumara (Profortarah), donde ocurrió la masacre.

En la Plaza erigieron un monumento. Los deudos colocaron trece cruces de madera que ellos mismos cuidaron, pero que desaparecieron con el vandalismo. Los nombres de cada uno quedaron impresos en una placa colocada al centro de la explanada de la plaza.

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