Sembrando Vida. Mentiras, verdades y sombras
*Esta nota fue realizada por Pie de Página, parte de la alianza de medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes leer la original.
Sembrando Vida es uno de los programas que más ha presumido el presidente Andrés Manuel, y también uno de los más cuestionados por grupos ambientalistas. Lleno de claroscuros y contradicciones, este es un recorrido a sus entrañas en el campo de Chiapas. (Primera de dos partes)
Texto: Leonardo Toledo
Fotos: Duilio Rodríguez
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, CHIAPAS.- «Todo el mundo miente», decía el Dr. House, y creo que es con esa mala actitud que debemos aproximarnos a todo lo dicho sobre Sembrando Vida, un programa que es muchas cosas llenas de contradicciones: Un ambicioso plan de reforestación sin la participación de Conafor; construye comunidades de aprendizaje pero no forma parte de programas educativos de la SEP; reconstruye el tejido social pero no está en la estrategia de seguridad; refuerza mercados locales pero no aparece en los grandes planes económicos; combate el cambio climático aunque es criticado por grupos ecologistas; construye el camino a la soberanía alimentaria fuera de los grandes planes de desarrollo rural; brinda empleo a profesionistas pero no responde a la política laboral; es una estrategia de respuesta al problema migratorio sin los toletes del Instituto Nacional de Migración.
Cada quien tendrá una aproximación diferente según donde esté parado y su trayectoria personal: diseñadores de los viejos y nuevos programas; las personas periodistas simpatizantes o a sueldo de la 4T o de sus rivales políticos; los especialistas en pronosticar catástrofes; los fanáticos del libre mercado; la población urbana que defiende sus becas y subsidios mientras mira con desprecio la inversión en el campo; el cacicazgo rural de todos los tipos que ve mermada su clientela; el vendedor de árboles; el banquero que maneja los fondos y el que dejó de manejar los fondos…
Entonces hay que mirar quién dice lo que dice y para qué. Un mismo dato les sirve a unos para decretar la catástrofe y a otros para cantar victoria. El problema es saber en qué momento dejamos de preguntar y sospechar, en qué momento podemos decir «esto es» sin que se vuelva un proceso de negación de realidad.
Este trabajo es una aproximación para considerar la información disponible a la luz de dos preguntas: ¿Bueno para quién? ¿Malo para quién?
Sálvame de mis salvadores
Los campesinos chiapanecos han visto pasar a muchos salvadores. Los encomenderos que los cuidaban y los misioneros que les salvaban a cambio de rocas brillantes, trabajo sin paga y costales de alimentos. Los empresarios del chicle y del hule que devastaron la selva norte, que contrataban a sus trabajadores con engaños y los retenían durante casi todo el año, pero los ayudaban vendiéndoles bebidas embriagantes en los días de pago.
Luego de la revolución llegaron nuevos religiosos a salvarlos de su cultura y enseñarles civilización. Tras ellos llegaron los ingenieros agrónomos a enseñarles a desmontar (tirar la selva y el bosque, pues) para sembrar granos mejorados que luego crecerían con fertilizantes porque ese suelo de la selva no aguanta nada.
Después llegaron los revolucionarios; los oenegeros; las fundaciones; los innovadores; los de Oportunidades; los conservacionistas; los de Procampo; los ecologistas; los de Progresa; los agroecólogos; los narcos; los agroecólogos v. 1.2 y 1.3, los ecoturistas; los secuestradores de carbono; los educadores ambientales; los que estaban en contra de todos los anteriores.
A cada embestida de salvadores el campo se iba quedando vacío, la gente se iba a estudiar o trabajar a las ciudades, a trabajar a los campos del norte, al ejército, a buscar fortuna con los gringos, a engrosar las filas del crimen organizado; a construir Cancún…
Cada generación que llega dice que los anteriores lo hicieron mal.
Lo cierto es que el campo chiapaneco ha visto pasar políticas públicas de todo tipo, que han prometido “sacar de la pobreza” a sus habitantes sin éxito, pero que han enriquecido o beneficiado a sus operadores.
La política forestal más triste fue la punitiva. Miles de habitantes de la selva fueron desalojados por la fuerza, obligados a sobrevivir en lugares agrestes, empujados a encontrar medios de subsistencia fuera de la ley y perseguidos por ello. Luego decidieron involucrarlos con decenas de talleres de capacitación para diferentes labores de conservación, pero nunca aparecieron las convocatorias de empleo. Lo peor fue la persecución a la tala ilegal. Mientras veíamos pasar camiones y camiones cargados de enormes troncos rumbo al aserradero clandestino, los sherifes de la Conafor detenían al vecino que había podado su árbol frutal. Leticia Merino denunció en marzo de 2018 que mientras los decomisos de Profepa alcanzaban los 30 mil metros cúbicos de madera, la tala ilegal había extraído ilegalmente 14 millones de metros cúbicos.
Cuando se abandonó esa idea de que selvas y bosques eran “tierras ociosas” se modificó el discurso y comenzaron las “campañas de reforestación”. Cada año veíamos pasar a presidentes, gobernadores, presidentes municipales, diputados y empresarios anunciando una gran reforestación: cargaban su arbolito, se tomaban foto levantando la pala y luego posaban de nuevo junto al árbol ya sembrado. Al final se iban y dejaban miles de pequeños árboles a merced del sol, viento, lluvia, vacas, cabras, plagas… lo bueno era que al siguiente ciclo podían regresar al mismo terreno y volver a plantar arbolitos y tomarse fotos.
Cómo olvidar el programa ProÁrbol de Felipe Calderón que prometió sembrar ¡mil millones de árboles! No sé si hayan sembrado los mil millones, pero luego se denunció que de todos los que sembraron solamente sobrevivió el 10 por ciento.
Junto con esos 900 millones de árboles muertos también se fueron a las arcas de los dueños de los viveros 2 mil 430 millones de pesos. Para el informe dijeron que habían registrado a 118 mil beneficiados, pero solamente le entregaron el recurso a la mitad. Prometieron reforestar 561 mil hectáreas, aunque solamente reportaron 400 mil hectáreas, pero resultó que solamente habían sido 361 mil, es decir 200 mil menos de las prometidas. El colofón de esta gran gesta de reforestación fue cuando la Auditoría Superior de la Federación observó que miles de árboles habían sido reportados (licitados, comprados, facturados) pero no estaban sembrados en ningún lado. El director de la Conafor dijo que fue una “reforestación virtual” y agregó “eso no quiere decir que no hayamos cumplido”.
Sembrando Vida
Sembrando Vida se enfoca en dos problemas: la pobreza rural y la degradación ambiental. En el plan, busca mejorar la calidad de vida de las familias que participan a partir de mejorar sus ingresos, diversificar sus prácticas productivas, fortalecer y ampliar sus mercados, impulsar la agricultura orgánica, y, en cierta medida, reconstruir eso que llaman el tejido social. Al mismo tiempo involucra a la población rural en la discusión ambiental, ya no solo como un instrumento o un estorbo sino como actores y tomadores de decisiones.
Para las personas sembradoras se trata primero de disponer de un terreno de dos hectáreas y media. A cambio de 5 mil pesos al mes se comprometen a sembrar en esas dos hectáreas y media distintos tipos de árboles y plantas, no solamente árboles frutales como luego dicen por ahí, porque uno de los chistes es que haya diversidad de cultivos. Entonces deben sembrar árboles maderables o frutales (caoba, cedro, hule, cacao, mango, pimienta, canela), pero también sembrar otras cosas como arbustos y cactáceas (chile, pitaya, agave) y luego combinar todo eso con milpa (por lo general maíz, frijol y calabaza, aunque pueden ser otras combinaciones) usando un método desarrollado por investigadores mexicanos conocido por las siglas MIAF (milpa intercalada en árboles frutales) que implica un mejor aprovechamiento del agua, la conservación de suelos con “filtros” hechos con las ramas y rastrojo obtenidas de la misma parcela, además de promover la siembra de maíces nativos.
Pero ahí no acaba la cosa. Junto con otros 25 campesinos de la misma región se juntan en una CAC (Comunidad de Aprendizaje Campesino) en donde construyen de forma colectiva acuerdos y aprendizajes, desde talleres impartidos por las y los técnicos sobre producción de abonos por procesos orgánicos, hasta definiciones de los productos que se llevarán a los encuentros entre productores de diferentes regiones. Luego de una primera entrega de semillas y arbolitos que es cubierta por la Secretaría, deben construir un vivero que les servirá para introducir nuevos árboles, reemplazar los que no alcancen a crecer y, en un futuro, también podrán servir para comercializar arbolitos. Esos viveros son gestionados por la CAC y se establecen en un espacio propiedad de alguno de los 25.
Es importante resaltar la importancia de este nuevo actor en los programas dirigidos al campo: las y los técnicos “sociales”, quienes según la definición oficial están encargados de “favorecer el bienestar de la comunidad impulsando relaciones de cooperación, armonía y corresponsabilidad”. Es decir, se encargan de obtener y sistematizar los datos de sembradores y parcelas, además de contribuir a los procesos de aprendizaje y colaboración al interior de la Comunidad.
Su presencia será importante cuando las parcelas tengan una producción regular, para conformar las cooperativas derivadas de las CAC y construir estrategias de comercialización para los mercados locales.
Todo eso en un estado dominado por la ganadería extensiva, los monocultivos de palma africana, hule (y en unas zonas, amapola). Además de una situación altamente volátil, con conflictos territoriales y políticos en todos lados, un conflicto armado que cumplió 30 años sin que esté a la vista una solución satisfactoria. Por si no fuera suficiente, con una ancestral práctica de clientelismo y asistencialismo que tiene dinámicas muy enraizadas tanto en funcionarios públicos con altos niveles de corrupción como en amplios grupos de campesinos, sobre todo cuando están de por medio organizaciones acostumbradas a gestionar recursos y simular resultados.
Las críticas
Cuando comenzó el periplo que me llevó a escribir este texto me fui a buscar a varias personas que conocen el tema del campo, expertas que he conocido aquí y allá a quienes les profeso amistad, admiración y respeto. Les pedí que me dijeran qué debía ir a buscar, en qué me debía de fijar. ¿Dónde está la corrupción? ¿Quién está ganando con Sembrando Vida? Estas fueron algunas de sus respuestas:
—Lo más evidente es que están deforestando, la gente para poder entrar al programa tira sus árboles.
—Para darle presupuesto dejaron sin fondos a muchos programas que ya existían, como Proárbol. Casi todo lo que hacía Conafor ahora está inmovilizado, se abandonaron los programas que eran netamente forestales por este que no necesariamente va a recuperar o restaurar los bosques.
—Desestructura las formas organizativas locales, sus procedimientos no toman en cuenta los cargos y los modos de cada lugar, pasan por encima de ellos.
—No tiene perspectiva de género, no hay nada en las reglas que incorpore políticas de género.
—Todo está orientado a impulsar prácticas de reconversión de suelos, se está enfocando en maderables para exportación.
—El verdadero ganón es Romo, todos los árboles los están comprando en su vivero de Tapachula.
Hace unos años, la organización internacional SIPAZ (Servicio Internacional para la Paz-Chiapas) publicó un buen artículo que recupera varias de las críticas que se han hecho desde este lugar:
Gustavo Sánchez, de la Red Mocaf:
“La entrega de apoyo a los ejidatarios de forma individualista puede generar divisionismo, romper el tejido social y agravar la situación de violencia e inseguridad contra líderes comunitarios, defensores de la tierra y del medio ambiente, y destapó problemas históricos en la tenencia de la tierra en el país además de generar disputas familiares por saber quién es el dueño ‘legal’ de las tierras”.
René Gómez, presidente de la organización “Bosques y Gobernanza”, en Ocosingo, Chiapas:
“Si un agricultor tiene dos hectáreas y media, pero sólo una se encuentra deforestada, lo que hace es que talan la otra hectárea y media para que así completen la cuota que pide el gobierno. Los técnicos y autoridades responsables de Sembrando Vida tienen instrucciones de no incluir en el programa a parcelas que se hayan establecido derribando selva o bosque, pero al menos en algunos casos sí se incluyeron en el programa dado que el programa carece de un sistema de monitoreo para dar cuenta de ello”.
Organización Otros Mundos Chiapas:
“Estos programas, gestados desde una visión ajena del bosque y del campo, no se adaptan a la realidad de los pueblos ni siquiera buscan el bienestar de estos. Más bien son programas que buscan el mantenimiento de un sistema extractivista, para que se pueda seguir justificando la producción de bienes a toda costa y la acumulación de capital por parte de unos pocos entramados corporativos. Al mismo tiempo, estos programas dejan al campesinado y pueblos originarios en una situación de esclavos asalariados en sus propias tierras, encadenados a través de contratos y criminalizados cuando deciden volver a tratar la tierra como antes lo hacían sus abuelos y abuelas, y retomar el control sobre los bienes comunes.”
En otra publicación de 2022, reseñada en Avispa Midia “Comunidad y Autonomía frente a Sembrando Vida”, la directora del Ceccam, Ana de Ita, destacó lo siguiente:
“El programa Sembrando Vida está socavando intencionalmente estas estructuras [las asambleas comunitarias y ejidales] que permiten cierto grado de autonomía a las comunidades.
“En regiones en las que opera el programa se ha notado un aumento del consumo suntuario, por ejemplo, de cerveza en lata, pues no existen en las comunidades rurales muchas alternativas de consumo en otros bienes: salud, educación, cultura, alimentación, etcétera y lo que está más a mano es el consumo chatarra.
“En las tierras de uso común que el ejido cede por un periodo de tiempo a los campesinos que no cuentan con ella, se sembrarán árboles frutales y maderables que estarán en producción cuando el programa termine, así será muy difícil que esa tierra vuelva a ser de uso común del núcleo agrario.
“Al no tomar en cuenta a las autoridades agrarias, las formas de organización en el campo, los sistemas de cargos, las formas de trabajo colectivo, las formas de tomar decisiones y al no dirigirse a los núcleos agrarios campesinos, como dueños colectivos de la tierra, sino a los individuos y seleccionar a unos y no a otros, al finalizar el sexenio el programa no marcará ninguna diferencia, ni en la disminución de la pobreza, ni en la reforestación y cuidado del bosque.
El Paxil, un bosque como isla
Y de esta manera se llenaron de alegría, porque habían descubierto una hermosa tierra, llena de deleites, abundante en mazorcas amarillas y mazorcas blancas y abundante también en pataxte y cacao, y en innumerables zapotes, anonas, jocotes, nances, matasanos y miel. Abundancia de sabrosos alimentos había en aquel pueblo llamado de Paxil y Cayalá.
Popol Vuh. Libro sagrado de los mayas.
Para escribir este texto recorrimos varias parcelas. Es complicado, porque luego de leer en reportajes, notas y columnas que este programa ha fracasado, que no sirve, que es igual a todos los anteriores, pues uno se convence. Además, no es fácil, ir de un lado a otro en el territorio chiapaneco implica ciertas precauciones. “No vayas para allá, ahí pasando Comitán es donde está desapareciendo gente”; “¿Vas a ir a Ocosingo? Cuidado, ayer hubo enfrentamientos”; “Uy, esos caminos de Los Altos están complicados, la semana pasada asaltaron a los de [inserte nombre de ONG] y les robaron su camioneta”; “Conozco una comunidad que está en Sembrando Vida, nomás que son como 12 horas de camino y como no hay señal de celular no es seguro que los encontremos”.
Mi padre me dijo que el Hermilo estaba en Sembrando Vida. Es un viejo conocido de la familia, trabajador administrativo de la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH), poeta y promotor cultural.
El ejido se llama José María Morelos, forma parte del municipio de La Libertad, al noreste del estado de Chiapas, entre Palenque y Tabasco, justo entre el rancho del presidente y el de los hijos del presidente. Luego de varios intentos logramos comunicarnos y acordar el viaje.
Mi intención era dar toda la vuelta, ir de San Cristóbal a Tuxtla y de ahí cruzar a Tabasco hasta llegar a Palenque, pero él insistió en viajar por la ruta de Ocosingo: “es menos vuelta”. Había que atravesar la zona de conflicto entre la ORCAO y el EZLN, además de varios tramos conocidos por sus asaltos a camiones de pasajeros.
Hicimos la ruta sin mayores contratiempos. Conforme nos acercamos a La Libertad aparecían los potreros, así como las plantaciones de palma africana y de hule que se impulsaron durante el gobierno de Juan Sabines. Tomamos un camino de terracería y entramos a las tierras del ejido. Un potrero seguía a otro, vacas por aquí, vacas por allá, sin árboles y sin otro tipo de cultivo.
Encontramos a Hermilio y nos contó su versión:
Al recibir las tierras mi idea no era la pequeña ganadería, como todos los demás, sino la agricultura. Vi que era un terreno propio para cacao. Ahí en La Libertad no se produce cacao, yo sería el primer productor de cacao. Entonces dije ¿por qué no darle una vuelta a la situación? En vez de tirar el monte para sembrar zacate, mejor quitar el zacate para que el monte crezca.
Sus colaboradores no creían lo que estaban viendo cuando les dijo que dejaran crecer los retoños de árboles nativos que debían ser chaporreados una y otra vez para que creciera el pasto que alimentaba las vacas.
—Oiga, don Hermilo, pero ¿para qué le va a servir eso?
—Tú déjalo, a mi no me va a servir mucho, pero los pericos me lo van a agradecer, las ardillas me lo van a agradecer.
Esos árboles servirían para darle sombra a las futuras plantas de cacao. En otras zonas donde no había árboles sembró plátano y cocoite, que es un árbol que crece muy rápido. Fue quitando el pasto pese a los reclamos de sus colaboradores “¡Todo el mundo quiere pasto! ¿Cómo lo vas a quitar?”, le decían. Así fue creciendo su bosque a la mitad de los potreros. Podaba los gajos de los árboles para ir equilibrando la sombra, poco a poco, que no fuera demasiado poca ni demasiado mucha.
—¿Por qué cacao?
—Es una planta sagrada de los mayas, yo soy maya y es parte de mi cultura. Me apasionó la idea del cacao porque es parte de lo agroforestal.
Sembró sus primeras plantas de cacao un par de años antes de que llegara el programa Sembrando Vida. Pero muchos no sobrevivieron porque les pegaba muy fuerte el sol.
—Entonces alguien me dijo “¿por qué no siembras maíz?” y pues eso hice, sembraba un cacao y le sembraba maíz alrededor, que crece rápido y les da sombra. Esas ya pegaron y están empezando a dar frutos. Cuando llegaron los técnicos de Sembrando Vida se mostraron gratamente sorprendidos por esa idea. Les enseñé, pues, una nueva técnica.
Algunos de los árboles que sembré al principio ya empiezan a dar frutos. Las que se benefician ahí son las aves. Hay unas aves que ya casi no había en la región, las oropéndolas, en la región le llaman zacua. La oropéndola hace unos nidos grandísimos, como redes, que cuelgan de los árboles más altos, y allá hacen sus nidos para que no los moleste nadie. ¡Que reggae ni que la chingada, o reggaeton, peor, jajaja! Ahí se dejan mecer por el viento.
Varias veces platicó su idea de que su parcela sea como una escuela, un ejemplo, que lo vengan a visitar los niños de la escuela y personas de otros lugares.
—Este espacio ya es hasta mitológico en la región. Los mismos colaboradores ya cuentan la forma distinta de trabajar. Todo mundo ya quiere conocer Paxil.
—¿Por qué se llama Paxil?
—Porque en el Popol Vuh llega un momento en que, todavía no existía el hombre, por supuesto, entonces a sugerencia de algunos animales dijeron que ya estaban listas las mazorcas, de las que va a surgir la carne del hombre, la que va a entrar en la carne del hombre. Mandaron a traer las mazorcas hasta ese lugar, que describen como un lugar muy fértil, donde había todo tipo de frutas, y maíz y nanche y no sé, cacao, había mucho cacao. De allá trajeron las mazorcas, maíz blanco y amarillo para que la abuela Ixmucané cociera y moliera, hiciera la masa. Los dioses, varios dioses, dialogaron, conversaron, se pusieron de acuerdo y concibieron cuatro primeros hombres de maíz: Balam Quitzé, Balam-Acab, jaguar de la noche, Iqui Balam, jaguar de la luna, Majucutah, jaguar despeinado, y del sueño de esos primeros hombres nacieron sus mujeres.
—¿Del sueño?
—Suena poético ¿no? Jajaja. Y del sueño de esas cuatro parejas se formó el mundo maya. Tipo Adán y Eva para los hebreos. Entonces por eso este lugar se llama Paxil, por ese lugar mítico.
Buscando alguna confirmación de que todos los productores de esta región le venderán la cosecha a Hugo Chávez como afirmó en noviembre de 2021, un reportaje de Connectas, le pregunté con jiribilla:
—¿Qué vas a hacer con el cacao?
—Quiero hacer chocolate, obviamente. Procesarlo y empaquetarlo. Chocolates Paxil. Vamos a hacerle la competencia a Chocolates Rocío, jajaja. La idea es también comprarle su producción a los compañeros, o hacerlos socios, para no convertirme en coyote, jajaja, o a ver qué, a ver cómo le hacemos. Que no vendamos la semilla, sino que aprendamos a producir el chocolate. Lo bueno del cacao es que puedes estar cosechando permanentemente, como el jitomate, en todas las épocas hay fruto, en algunas más en algunas menos, pero todo el tiempo hay producción. Ahorita tengo un poquito más de mil plantas. Casi tres hectáreas de cacao.
Desplazar con los huertos de Sembrando Vida a la producción ganadera se antoja complicado. Hay un modelo de negocios que se llama “a la parte”, donde el ejidatario cuida las vacas del ganadero y al final, cuando son vendidas al rastro, el dueño del terreno y del pasto se queda con una parte de la ganancia. La otra opción es rentar la parcela, donde les pagan cien pesos por vaca al mes sin tener que hacer nada.
—¿Crees que quienes se dedican a la ganadería al ver lo que haces decidan cambiar de giro?
—No tanto así, pero sí podrían de pronto destinar un espacio. Son parcelas muy grandes, de cinco hectáreas, y muchas veces dejan espacios sin pasto. El ganadero-ganadero quita todo, pero el campesino deja ciertos espacios.
Hermilio nos contó de sus planes a futuro, convertir su parcela, su bosque-isla a la mitad de la devastación ganadera, en un destino ecoturístico.
—En el municipio de La Libertad, hace ya años, se hizo un estudio muy importante y se logró decretar área natural protegida a una zona que se llama “Los humedales de La Libertad”. Es una región que baña el río Usumacinta. Nací a la orilla de la laguna Saquilá que forma parte de esta área y que también es conocida como el santuario de las iguanas, que por cierto, la iguana es ahora el ícono de la presidencia municipal. Entonces puede ser un destino para todas las personas que se dedican a la observación de aves, de iguanas, de saraguatos. Ahora estoy introduciendo otro tipo de plantas y árboles que ya no había en la región por la misma deforestación. Conseguí plantas en la región de Tulijá, como ramón, conocido como iximté, el árbol de maíz. Quiero que sea como un jardín botánico, con plantas que culturalmente han sido utilizadas.
El Paxil es tierra ejidal, donde este ejidatario tiene un proyecto propio, autogestivo, que busca involucrar a toda la comunidad como una especie de escuela. Está orgulloso de su municipio y busca que más gente lo conozca y sepa de la existencia de sus humedales como atractivo para turismo especializado que busque contacto con la naturaleza y una selva restaurada.
Otro matiz es el asunto de la comercialización. Hay una cadena muy organizada para la venta de vacas: una vez a la semana pasa una camioneta y entonces tienes que dejar tu vaca a la orilla de la carretera para que la recojan. A cambio te entregan un ticket que puedes cambiar a fin de mes por dinero. Pero para productos agrícolas no hay un buen mecanismo de distribución ni de comercialización.
—Pero ¿qué pasa con los demás productores? Me imagino que los demás no están en el programa para promover el ecoturismo.
—Hay un programa que es la siembra de achiote. Ya están cosechando porque crece rápido. Ellos ya están conectados a una cadena de distribución, hay un empresario que va a comprar toda la producción. Se va a conformar un centro de procesamiento de achiote, una pequeña agroindustria para beneficiar el achiote. Es muy demandado por la industria de alimentos como colorante, ahora que les exigen que tengan productos naturales. Hay mucha tradición de siembra, en cada casa, en su traspatio, tienen su planta de achiote que usan para la comida, mucha comida de la región lo usa.
También se han empezado a organizar mercados locales, primero como espacio de intercambio entre los propios sembradores del programa, pues la producción se enfoca primero en el autosustento, luego en el intercambio y los excedentes son los que se buscará comercializar en estos espacios.
En el recorrido por la parcela nos topamos varias veces con ejércitos de hormigas arrieras. Varias de sus plantas de cacao murieron por sus ataques. Se suben a la mata y cortan sus hojas de un día para otro.
—¿Cómo combaten las plagas?
—Dentro del mismo Sembrando Vida hay un proyecto que trata de la elaboración de fertilizantes orgánicos, eso es bueno que lo menciones, es importante. Hay cursos de capacitación a los mismos socios para la elaboración de productos orgánicos. Es difícil todavía, porque hay que trabajar más, estamos acostumbrados a lo fácil y cambiar la mente es complicado, pero ya se inició el proceso. Al principio todos estaban como expectantes, así como de qué paso, qué es esto. Poco a poco se han ido integrando, ya participan, han ido perdiendo el miedo y ya son puro jajaja y jijiji. El mismo equipo se ha ido fortaleciendo en la medida de que hemos sido exitosos, eso les pone de buen humor porque nos va bien. Por suerte no hemos tenido grandes sequías y nuestras plantaciones han ido creciendo de una manera extraordinaria.
Con Hermilio fuimos a conocer el vivero de la CAC. Está entre un potrero y otra parcela de Sembrando Vida de un vecino que no estaba en casa. Su parcela es menos “boscosa”, mucho más sistemática, como plantación, con sus árboles distribuidos por hileras e intercalados con otras especies de forma regular. El vivero no tiene tantas plantas como otros que había visitado, pero es porque se mueve constantemente. El espacio de trabajo, donde se imparten los talleres de abonos orgánicos, tiene todo el estilo agroecológico, con sus diferentes letreros decorados con flores y plantas, todo muy en la línea de aprendizaje horizontal y participativo. Algo de lo que el maestro Freire estaría orgulloso.
—En junio pasado ya sembré producción propia, árboles de nuestro propio vivero. Estamos muy orgullosos de lo que hemos construido aquí de forma colectiva. Ya pusimos un sistema de riego y allá atrás tenemos una huerta de plantas medicinales. Aquí, en este lugar, dejamos de ser “yo” y nos convertimos en “nosotros”.
¿Quién dijo que todo esto era monocultivo?
La variedad de árboles, plantas y bichos que hay en la parcela es impresionante. Cuesta trabajo creer que hace pocos años esto era un potrero cubierto de pasto. Es un paisaje compuesto de miles de piezas de todos tamaños y muchos colores, olores, sabores, sonidos y texturas, como un bordado vivo que renace como Ave Fénix y ofrece santuario a todo tipo de criaturas perseguidas y despojadas de su hogar y sus fuentes de alimentación. Es eso que algunos llaman “un reservorio de biodiversidad”.
Hago un inventario de especies que no es exhaustivo ni es especializado, pues es una mirada urbana y sin entrenamiento, pero en menos de 24 horas pudimos ver ranas, dos familias de saraguatos, garzas, hormigas arrieras, ardillas, iguanas de las verdes y de las grises (las llamadas garrobos), turipaches, esos otros lagartos increíbles llamados toloques (Basiliscus vittatus, supongo) que atraviesan cuerpos de agua corriendo o más bien como esquiando, avispas, garrapatas, pulgas (una de ellas me acompañó de regreso y toda mi familia supo de su existencia), abejas, cigarras, hormigas negras normales y esas otras hormigas que cuando se juntan no dejan nada a su paso, la shulá.
También hay una multitud de aves que me son nombradas conforme se anuncian, unas al atardecer, otras con las primeras luces de la mañana: pájaro carpintero, paloma, chachalaca, urraca, pea, pijuy, tucancillo, cenzontle, martín pescador, buho, lechuza, tutupana, pijiji, tartana, calandria y la zacua, también llamada oropéndola (¡vaya nombre!).
Hay otros animales que sólo aparecen en la conversación, como aquel oso hormiguero que peleó con uno de los perros, el tigrillo que alguna vez se dejó ver, los mapaches, los conejos, el zorro espín, los armadillos, el tlacuache, el gato de monte.
Por la noche, mientras fumamos y bebemos algo de pox, entre la maleza aparece una luz que se movía rápidamente. Al principio pienso que son luciérnagas, pero su luz no se apaga, se mantiene.
—Es un cucayo, es un tipo de escarabajo. Su luz se enciende mientras vuela. Ya no había de esos por aquí, pero cuando creció el bosque regresaron.
Podría hablar de forma seria de los servicios ambientales que ofrece la parcela, de las medidas de captura de carbono, del agua que vuelve a su cauce, de la regulación de procesos biofísicos o de cómo este hábitat es fructífero para la diversidad de flora, fauna, hongos y otros bichos, pero ese bicho de luz que vuela entre los árboles alumbrando la noche debería ser suficiente evidencia.
También está la flora, los árboles, arbustos, plantas y cactos que conforme caminamos me iban nombrando con orgullo: mango, plátano, tamarindo, ramón (iximté), mandarina, naranja, papaya, cacao, ceiba, yuca, albahaca, perejil, zacate limón (el del té limón), escobillo, maquiya, maculí, popiste, cocoite, chiquiyul, jobo, guazimo, palo mulato, chakab, guarrumbo, huayacán, chapay, hoja de té, tinto (palo de Campeche), escobillo, caimitío, achiote, pushcagua y muchos más que no alcancé a anotar mientras me eran presentados.
Ese conjunto de nombres, ya en el terreno, representan una alternativa alimenticia, medicinal y de materiales para la construcción de las viviendas. Una fuente de bienes, servicios y energía para la subsistencia familiar, que también, eventualmente, serán una herramienta para la preservación cultural de la región.
Es mayo de 2022. Me preguntó qué pasará cuando se vayan los que ahora están con los miles de huertos y parcelas que construyeron sistemas de producción orgánica y diversificaron sus actividades productivas. ¿Tirarán todos los árboles cuando llegue el siguiente programa ofreciendo dinero por sembrar otra cosa o más vacas o soya para las granjas de cerdos? ¿o se habrá construído un proceso de educación ambiental, fortalecido en resistencia a la crítica de la prensa urbana a la que no le importa verles caer con tal de ganar algunos votos en la colonia Roma?
Mientras ese día llega, el Paxil amanecerá al canto de la oropéndola, la luz del cucayo brillará en las noches y el zumbido de las abejas coronará los árboles de guayaba, mientras el Hermilo sigue cortando la luz con su machete en busca de la media sombra precisa.
Aura: una lleva a aquí toda su vida
Aura es campesina, también tiene tierras en el ejido Morelos y también participa en el programa. Es mayor que Hermilo, su hermano, por lo que debe andar alrededor de los 70 años. También es enfermera, modista, madre y actualmente tiene un puesto en el municipio.
—Trabajé muchos años como enfermera, con el doctor Francisco Lastra Lacroix. Mucha gente en la comunidad me conoce por ese trabajo.
En la elección de 2021 para presidentes municipales decidió apoyar a su amigo Porfirio Correa, quien se lanzó como candidato independiente. Primero consiguieron las firmas para el registro y luego ganaron las elecciones.
—Soy la más grande de todo el grupo, pero si me reconocen porque soy nativa de aquí.
Hay personas que creen que en estos rumbos de la planicie tabasqueña siempre gana el partido del presidente con mucha ventaja, pero en La Libertad ese partido (Morena) quedó en sexto lugar con 2.8 por ciento de los votos, seguido de la gran alianza opositora PAN-PRI-PRD que se quedó en séptimo lugar con 0.8 por ciento, mientras el candidato independiente ganó con el apoyo de 32 por ciento de los electores. Esto pasó tras tres años de presencia de Sembrando Vida. Al menos en este municipio la hipótesis de que es un programa clientelar que condiciona el voto no parece estar funcionando.
Por la cantidad de cosas que hace y por como se ve, Aura no parece tener la edad que dice tener. Se levanta a las 4 de la mañana y alimenta a los pollos y gallinas de su traspatio, se pone sus botas de trabajo, toma su carretilla y se va a trabajar a la parcela, luego saca de la carretilla sus zapatos de trabajo y se va a la cabecera municipal a trabajar como funcionaria pública independiente, a las 3 de la tarde. regresa y se queda la tarde en la parcela, y luego antes que anochezca ya se regresa a su casa.
—Al principio los compañeros se extrañaban de verme ahí, me decían “eso de Sembrando Vida es para jóvenes”, pero yo les he demostrado que puedo hacerlo. Como ahorita estoy ganando un sueldo en el municipio, lo que me dan lo uso para pagarle a un señor que hace las partes más duras de la parcela.
Su parcela está al pie de la carretera, está mucho más orientada a la producción que a alimentar a las aves, la mantiene muy bien cuidada y con una gran variedad de cultivos.
—Ahí tengo más que nada maderables, unas matas de cacao, aunque no muchas, ahí es tierra arenosa, no crecen tan bien. Tengo también plátanos, yuca, maíz, frijol y variedad de plantas.
Aura trajo consigo unas yucas de su parcela, unas piezas de pollo que apenas el día anterior deambulaba en su traspatio y algunas otras yerbas. Me muestra cómo se corta y se prepara la yuca mientras Hermilo enciende el fogón. Mientras la comida hierve, nos acompaña a recorrer la parcela. En el recorrido nos va contando historias de los árboles que vamos encontrando:
—Este árbol, el ramón, era muy usado antes. Cuando todos los productos se llevaban de un lado al otro con pura mula, dicen que en las tardes el jefe les decía «a ver, fulano, a ramonear», o se que a ramonear era que iban a cortar las ramas para darle de comer a las mulas. Este árbol se llama jobo, da una cosa como unas ciruelas, muy olorosas, muy aromáticas, muchos hacen hasta refresco de jobo. Este otro árbol se llama guásimo y es forrajero también.
—Hay una queja sobre este programa, dicen que luego los campesinos saben más que los técnicos.
—Ah, sí pues…
—¿También ha pasado que no les hacen caso y les imponen formas de sembrar?
—Gran error de los técnicos, un gran error. Porque luego ellos son recién egresados, acaban de salir de su carrera de veterinaria, de agronomía, y pues apenas van aprendiendo, y una pues lleva aquí toda su vida, le sabe más.
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