“Cuando tiembla, sentimos que se nos va la vida” : Istmeños viven sin reconstrucción del alma a 6 años del sismo de 8.2
#UniónHidalgo (#Istmopress) – Cada que septiembre, el noveno mes del año aparece en al calendario, Ángela comienza a vivir insomnio y su ansiedad crece. Recuerda como el sismo de 8.2 grados ocurrido en el 2017, le dejó sin casa. A seis años se ha reconstruido, sin embargo, su salud emocional todavía enfrenta un estrés postraumático.
La falta de recursos económicos no ha permitido que la mujer de 65 años de edad tome terapias que oscilan entre 300 a 500 pesos por sesión. Se ha curado a través de santiguadas con hierbas y tes calientes.
“Cuando un camión pasa por la calle de mi casa, saltó de inmediato, me imagino que es un sismo, lo mismo ocurre con un sismo pequeño, grito o hasta lloro”.
Lo que vive Ángela no es ajeno a lo que vivieron y aún viven muchas mujeres de diversos pueblos del Istmo de Tehuantepec, donde el sismo de 8. 2 grados destruyó cerca de 70 mil casas en Oaxaca, es decir ese mismo número de personas perdió su hogar esa noche cuando faltaba un minuto para el 8 de septiembre.
***Tema olvidado la reconstrucción del alma ***
La reconstrucción del alma es un tema olvidado para las autoridades, quienes solo se preocuparon en dar dinero para comprar cemento, varilla, arena y fue la sociedad civil y empresas privadas – eólicas- quienes continuaron con esta labor, que duró casi un año.
Para el maestro Tomás Chiñas Santiago de 70 años de edad, el terremoto agudizó su ansiedad que se reflejaba en sus males intestinales y la claustrofobía que surgió años tras un asalto en la Ciudad de México.
Té, una rameada de hojas verdes – santiguada- y el apoyo de médicos especialistas logró salir avante y ahora todo es un recuerdo.
“Pasé un mes- 30 días en cama- y durante casi tres meses no dormí. Todo comenzó de octubre del 2017 , y para diciembre del 2018, ya estaba bien, pero eso se logró con el apoyo de mi familia, el mío propio y de escucharme y escuchar a quienes me ayudaron”.
A seis años, el profesor Tomás Chiñas está renovado, sus emociones las canaliza y en caso de sentirse afligido, cuenta cuentos y hace oraciones, además de contar borregos.
“Los borregos si funcionan, yo pensaba que solo era broma, pero no, cuando no puedo dormir, comienzo a contar, y eso me tranquiliza, uno busca la forma de estar bien y seguir, así le he echo”, agregó.
El miedo a la muerte
Christián Nadxielli Orozco es psicóloga de profesión y actualmente trabaja en el Centro Integral de Salud Mental “Guendanabi” y reconoce que el estrés postraumático del sismo del 2017 sigue afectando a las mujeres istmeñas, especialmente de 40 años en adelante.
“El miedo a la muerte, el recordar lo que se vivió esa noche del 7 de septiembre, todo eso le cambió la vida a la gente, y todavía hay secuelas, lo veo con pacientes que llegan a nosotros, y nos cuentan que cada que tiembla lloran, o si pasa un camión, les asusta, y otras prefieren dormir con la luz encendida, porque si tiembla, puedan salir, y es que muchas esa noche, se quedaron atrapadas y la experiencia fue desagradable”, dijo.
A su consultorio en lo que va del año ha atendido a una veintena de mujeres, de las cuales ha comprobado que traen secuelas del sismo, que se reforzaron con la pandemia del Covid -19.
Reconoce también, que la salud mental para las autoridades no es primordial, y lo ideal sería brindar este servicio de forma gratuita.
La psicóloga de 34 años de edad recuerda que posterior al sismo, empresas privadas y organizaciones civiles brindaron terapia y ayuda psicológica, sin embargo fue por un tiempo de 6 meses a 1 año, sin embargo, todavía hay secuelas.
Dijo que para entender e identificar que se vive con un síntoma emocional es necesario tomar la decisión de pedir ayuda y dedicar 6 meses de terapia emocional.
“Es necesario que se atienda una reconstrucción emocional de la sociedad, las secuelas siguen, están vivas y lo que sigue es atenderlas”, concluyó.
Diana Manzo / Agencia de Noticias IstmoPress
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