Cerca de la empatía, lejos de la violencia. Cartas a mi hijo
*Esta nota fue realizada por Pie de Página, parte de la alianza de medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes leer la original.
Estas son una serie de cartas que la investigadora Aleida Hernández escribió a su hijo para dejar una enseñanza para su futuro, para que construya una vida libre de violencia. Las cartas son parte del libro Cerca de la empatía, lejos de la violencia
Texto: Aleida Hernández Cervantes* Tw: @CerAleida
Querido hijo:
Hace mucho tiempo he querido escribirte esta carta. No estaba segura de cuándo sería el momento oportuno para hablarte pausadamente de todo lo que ronda mi corazón, respecto a tu futuro. Recientemente cumpliste ocho años, sabes leer y escribir, así que tú mismo podrás descubrir con tu mirada, cada palabra que te escribo. Algo me indica que es un buen momento para hablar de tu vida y de la mía, esas dos vidas tan engarzadas para siempre.
De mí te contaré algo básico: que te amo profundamente y que rara es la noche que no te dé un beso mientras duermes. Juro que es de las cosas que más extrañaré cuando crezcas.
Te preguntarás cuál es el motivo principal de esta carta, te diré que son muchos, que me sobran los motivos como dice la canción, pero que hay un motivo especial que me tiene realmente preocupada y ocupada sobre tu porvenir. Se trata de una pregunta que ronda mi cabeza todo el tiempo: ¿cómo puedo educarte libre del ejercicio de la violencia?
A lo largo de tu infancia escucharás tantas cosas y yo, aunque quisiera estar ahí para orientarte, para decirte algo que ayude a aclarar tu confusión, no podré hacerlo siempre. Las mamás y papás debemos comprender poco a poco, que los hijos, las hijas están en el mundo como todas las demás personas y deben aprender a afrontar las situaciones que la vida les presenta. Por más que yo quiera que sigas protegido siempre por la música, los cuentos infantiles, los juegos, el deporte y las risas, quiero adelantarte algo de los rostros de extrañas formas que, a veces, adopta este mundo. Sí, como los monstruos de las películas que has visto y que tienen rostros de extrañas formas.
Esta carta será como una caja de herramientas para que vayas ligero pero bien equipado, en tu viaje a la vida.
Carta 2. De la empatía
Me maravillan los niños y niñas de tu edad, tienen un sentido común de lo que es justo a flor de piel, como aquél día que me contaste con lágrimas en los ojos lo mal que te sentiste porque nadie le había aplaudido a un niño cuando le tocó cantar, me decías que no sabías por qué todos habían reaccionado así, que el profesor le había dicho que mejor se sentara y que tú también te habías quedado sin aplaudirle. Llorabas al recordar la carita de tristeza de tu compañerito. Te había parecido injusto, me dijiste, porque todos recibieron aplausos menos él.
Al escuchar tu relato pensé que podríamos compensar la falta del día anterior, te propuse la idea de compartir con el niño un juguete, una fruta o un dulce. Para reconfortarlo, para que le hicieras saber que te importaba.
Que nos importen los demás se llama empatía y de esa necesitamos por montones. Te ha tocado vivir en una sociedad en la que cada persona está preocupada más por sí misma que por los demás. Eso no nos ha hecho mejores seres humanos; ya casi no miramos a los ojos a los demás, casi no sabemos ni cómo se llama la vecina de al lado, ni el señor que trabaja en la limpieza del edificio en el que vivimos. No sabemos si ese señor hace una o dos o tres horas para llegar al trabajo, no sabemos si en estos días enfermó un hijo o si trae penas de amor. Dicen que en Finlandia a los niños de tu edad les dan clases de empatía, los colocan en círculo y cada una va contando algún problema o inquietud que está viviendo; después todos opinan o le sugieren qué puede hacer frente a su preocupación. Todos se involucran. Se construye la empatía, aprender a que los demás nos importen. También te cuento que en muchas comunidades indígenas de nuestro país desde tiempos ancestrales tienen prácticas que educan a los niños a que todos cooperen en la comunidad. Una de las prácticas más conocidas es el que lleva el nombre de Tequio, se trata de una práctica que consiste en que todos hacen algo por la comunidad, algo que sea útil y benéfico para todos. Construir una escuela, limpiar un parque, pintar la agencia municipal, arar la tierra, hacer comida. Es otra forma que nos lleva a pensar en los demás desde lo común: lo que es de todos y para todas.
Aleida Hernández Cervantes es feminista, académica y profesora de la UNAM. Estas cartas se publican con la autorización de la editorial Bonilla Artiga Editores y de la autora. El libro se puede adquirir en las librerías El Sótano, Gandhi y Bonilla editores.
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