Guatemala: una semilla que florece
*Esta nota fue realizada por Pie de Página, parte de la alianza de medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes leer la original.
El fenómeno de movimiento semilla ha sorprendido a más de un analista político en Guatemala. En un contexto de represión y censura dominado por el conservadurismo, este nuevo movimiento puede ser la antesala de un cambio en el país centroamericano
Texto y fotos: Alex Sierra R. @Aleksbta
GUATEMALA. – Una modesta fuerza política acaba de ser toda una sorpresa en las elecciones de Guatemala. Su nombre: el “movimiento semilla”, el cual pasó de tener 7 a 23 diputados en el Congreso de la República. Su candidato presidencial, Bernardo Arévalo, aunque es hijo del recordado presidente Juan José Arévalo, es un hombre casi desconocido como político. Ese hombre obtuvo 654 mil votos, y se metió en la carrera por la presidencia del país contra la empresaria y ex primera dama Sandra Torres, que a su vez tuvo 881 mil votos.
Semilla se ubica luego de las elecciones como la tercera fuerza política de un país que, según las firmas encuestadoras, se mantendría a la derecha con una tradición política conservadora. Tradición que además se asocia a un “pacto de corruptos” que salpica por igual a los partidos tradicionales en una supuesta alianza con empresarios y mafias que se niegan a ceder poder en el país.
Pero, ¿cómo explicar los cambios en las dinámicas políticas en Guatemala? ¿Por qué para las firmas encuestadoras y los analistas, Semilla no registraba como el fenómeno que hoy es?
El desencanto: un contexto necesario
Entre 2015 y 2016 estuve en Guatemala en medio de un movimiento liderado por jóvenes universitarios. Aquellos jóvenes salían por primera vez a las calles. Algunos desde universidades privadas como la Rafael Landívar, o la histórica universidad pública de San Carlos. A todos, todas, les unía una misma causa: el hastío a una clase política corrupta. Esa lucha, a la larga, llevaría a la renuncia del entonces presidente Otto Pérez Molina debido a un juicio por asociación ilícita y defraudación aduanera, conocido mediáticamente como el caso de la “línea”. El proceso lo llevó el ministerio público, la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala – CICIG, encabezada por el hoy Ministro de Defensa de Colombia, Iván Velásquez Gómez.
En julio de 2015, la CICIG presentó un informe que hacía explícito un secreto por todos conocido: el financiamiento de las campañas políticas en Guatemala tenía fuentes ilícitas por la negativa de casi todos los partidos de aclarar los orígenes de los dineros que entraban a sus cuentas.
En 2016, realizamos múltiples entrevistas a organizaciones defensoras de derechos humanos, activistas y estudiantes universitarios volcados a las calles. Hicimos lo mismo, en compañía de un equipo de investigación semanas antes de estas elecciones, y tengo la misma sensación que hace siete años: mientras las organizaciones más antiguas ven con muy poco optimismo el futuro inmediato del país, los jóvenes simplemente están haciendo los cambios que se cansaron de esperar.
De alguna forma, el resultado de las elecciones presidenciales es un voto de confianza a una fuerza política emergente. Por eso, es crucial que sea capaz de entender su momento histórico.
Los necesarios liderazgos de relevo
Semanas antes de las elecciones viajamos por Guatemala, y pudimos presenciar un territorio hermoso, diverso y al mismo tiempo amenazado. La deforestación, la violencia y la presencia de mafias, hacen muy difícil el trabajo a quienes creen que es posible cambiar el país, pero, al mismo tiempo, tuvimos el privilegio de compartir espacios con personas que pese a las amenazas se niegan a desistir.
Vimos indígenas, campesinos, maestros de escuela, migrantes retornados, y estudiantes. Todos ellos liderando reuniones improvisadas en cualquier lugar –por modesto que fuera– para compartir su visión de país, y alentar castigar a los corruptos en las urnas.
“Estamos buscando llegar a espacios de decisión porque mucho se hace con reclamar y pelear derechos desde fuera, pero mayor cosa se podría hacer desde un espacio político”, decía un candidato indígena en Ixcan en la frontera con México.
En el municipio de San José del Golfo, en la región metropolitana de ciudad de Guatemala, mientras el candidato a la Alcaldía Milton Carrera lidera una reunión, una mujer de cerca de 30 años con un niño lactando habla con los vecinos, se mueve entre los presentes y es muy activa. Este hecho es especialmente relevante porque por días también presenciamos el profundo patriarcado en la ruralidad del país. Las mujeres parecen fantasmas que acompañan causas casi siempre lideradas estrictamente por hombres.
Yoselin Higuera, madre cabeza de hogar, nos cuenta la razón por la cual decidió salir a motivar a su comunidad a sumarse:
“Las mujeres tienen los mismos derechos y debemos ser capaces de salir a cambiar el país”.
Le pregunto qué debería cambiar en Guatemala, ella responde: “ya no más corrupción, ya no más impunidad, deberían ser las cosas transparentes, ya estamos cansados de las mismas personas, que tienen riquezas y quieren seguir enriqueciéndose con el dinero del pueblo y ¡No!, ¡Si uno va a trabajar es para el pueblo y no para uno y sus familias!”
Román Castellanos es un hombre tímido a primera vista, politólogo, investigador y docente en el área de Ciencia Política en la Universidad de San Carlos de Guatemala, que afirma ser político por la “imperiosa necesidad” de impedir que los mismos políticos sigan robándose el país. Román es uno de los líderes del Movimiento Semilla y acaba de ser reelegido como diputado. En la entrevista muestra una foto con su familia, es un orgulloso hijo de campesinos, su madre de origen Maya y su hermano recientemente graduado como abogado. Para él, salir de las aulas como profesor universitario a la política es un logro, un honor, pero también una enorme responsabilidad.
Erwin Rivera es un habitante de la colonia “el Incienso” en la Zona 3 de ciudad de Guatemala, un asentamiento con mas de 10 mil personas que fue creado a finales del siglo XIX, y que lo conforman varias generaciones de habitantes que han resistido a todo tipo de intentos por quitarles lo poco que tienen. Gracias a su esfuerzo comunitario han construido andenes, escuela, desagües, y dignas viviendas donde crecen sus hijos e hijas.
Como otras urbes del planeta, se trata de una lucha cotidiana por el suelo, por la vivienda, por su derecho a un futuro. Estuvimos en su casa, dice que hacer política allí no es fácil, que son muchos los peligros. Preguntamos ¿Por qué aventurarse a ser candidato en semejantes condiciones?, y señala que no hay otra opción que atreverse a seguir trabajando por la comunidad.
Mientras caminamos por la comuna una niña le busca, y le señala que otra vez están teniendo problemas con una filtración de agua. Él refiere que a todo lo cotidiano, deben encontrar soluciones autónomas, con esfuerzo, pero con trabajo colectivo. Como Erwin son muchas las personas que lograron espacios de participación política en el Movimiento Semilla, son candidatos(as) más que simples seguidores o votantes, como casi siempre son vistos en los partidos tradicionales.
Andrea Reyes es una joven que a su corta edad ya ocupa un cargo de mucha responsabilidad en el Movimiento Semilla y acaba de ser elegida como Diputada, días antes de las elecciones nos reunimos para conversar y conocer su lectura de la difícil tarea de librar una batalla tan desigual políticamente. La conocí en 2016 cuando lideraba encuentros universitarios y diálogos con diferentes sectores sociales en el país, es significativo ver cómo florece su liderazgo y contagia la fuerza con la que asume su rol en un movimiento político.
Le pregunto qué es lo más significativo para ella en este momento y sin titubeo responde que nunca imaginó tener tanta responsabilidad colectiva de llevar el país en otro rumbo, otras personas a su edad están buscando solo obtener un beneficio personal, pero como ella, otras personas sacrifican su tiempo y tranquilidad en una causa que bien vale la pena.
El Lawfare y el derecho punitivo contra los detractores
Guatemala es un país donde se han perfeccionado las técnicas de la guerra política vía jurídica y mediática contra los contradictores. Un medio importante como El Periódico desapareció por hostigamientos económicos y políticos denunciados por el mismo medio, y luego José Rubén Zamora –su director– fue privado de la libertad y está siendo juzgado, pese a que durante años fue una personalidad influyente en el país.
Son más de 100 los periodistas, jueces, fiscales y líderes en el exilio en medio de las elecciones, e incluso luego de los sorpresivos resultados, no faltan los políticos que durante años se han beneficiado de prácticas corruptas, pero que ahora quieren señalar que los resultados son “amañados” a favor del Movimiento Semilla.
La concentración de poder en unas cuantas manos, que además tienen injerencia en el poder judicial y en el Tribunal Supremo Electoral, son una recurrente queja por parte de quienes lideran movimiento sociales y políticos fuera del poder tradicional en
Guatemala.
Según el Programa de Naciones para el Desarrollo – PNUD, en Guatemala en 2022 perdieron la vida de manera violenta más de 3 mil personas, 8 cada día, pero infortunadamente las mismas autoridades que interceptan comunicaciones de manera irregular, persiguen y judicializan a sus detractores, no actúan con la misma celeridad para resolver la impunidad.
Semilla: una candidatura colectiva
El fenómeno del Movimiento Semilla se explica en cierta forma porque aparece como una fuerza política renovada tejida por múltiples y diversos liderazgos, y por tanto, al mismo tiempo que causa interés y adhesión, también recoge un rédito del rechazo a la política electoral tradicional de las dádivas por el voto, y eso es importante que se tenga en cuenta.
Los mayores desafíos no estriban en hacerse elegir en medio de tantas adversidades, sino en responder al nivel de expectativas de las personas que depositan su confianza en partidos emergentes. Impedir que el acceso al poder transforme el carácter de los líderes y los convierta en eso que cuestionaban, logran consensos como equipo para defender necesarias reformas, y permitir que la ciudadanía tenga canales de comunicación directa y sin intermediaciones, para contrarrestar la guerra de desprestigio y desinformación, son algunas de las estrategias que necesita cualquier fuerza política renovada que quiera seguir haciendo posibles los cambios que necesitan nuestras sociedades en todo el continente.
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