María Fernanda no se suicidó…
*Esta nota fue realizada por Pie de Página, parte de la alianza de medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes leer la original
María Fernanda Catalina Rico Vargas murió hace 8 años en circunstancias sospechosas. El ministerio público de San Agustín (Ecatepec) se apresuró a calificarlo de suicidio, pero su familia ha documentado negligencias y omisiones; acusan que se trató de un feminicidio
Texto: Lydiette Carrión
Fotos: Especial
CIUDAD DE MÉXICO.- Las autoridades aseguran que no hay nada que investigar, que María Fernanda Catalina Rico Vargas se suicidó; eso le dicen a su madre, Silvia. Pero nadie en la familia lo cree, recuerdan todas las inconsistencias, las contradicciones, los cambios de versiones. Recuerdan a los dos desconocidos que se presentaron al mp diciendo que eran el padre y el tío de María Fernanda. También recuerdan las heridas que María Fernanda presentaba en el cuerpo y que las autoridades no consignaron…
“Desde un principio negamos la versión del suicidio”, resume Silvia Vargas. “No por capricho, sino porque era evidente que no se suicidó”.
El caso recuerda otra historia similar. Una que durante muchos años fue clasificada como suicidio por las autoridades mexicquenses: el de Mariana Lima Buendía, asesinada en 2010. Fue tras un periplo legal que su madre Irinea Buendía logró llevar el caso hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Ahora se sabe que Mariana no se suicidó, sino que su ex pareja la mató.
Pero con María Fernanda, no ha habido “la misma suerte”.
El 17 de abril de 2014, María Fernanda viajó desde Ecatepec, Estado de México, hasta la casa de sus padres, en la Ciudad de México. Llegó con una maleta; estaba intentando terminar la relación con su novia, una joven de nombre Darcy.
María Fernanda contó a su madre que ya no era feliz; estaba sufriendo una serie de violencias y ya no se sentía a gusto, además de que ella cargaba sola con todos los gastos. Ella quería regresar a casa de sus papás y seguir ejerciendo su profesión como maquillista. Tenía planes, entre otros, comprar una propiedad junto con su hermana para sus padres.
Hablaron de esos planes para el futuro, y ya por la tarde, María Fernanda dijo que saldría con sus amigos del trabajo. Acordaron que se quedaría con ellos –para no viajar sola en la noche de regreso–. Silvia recuerda que incluso ella le dio unos 200 pesos para que tuviera para el taxi o lo que fuera. Y vio a su hija partir.
A la mañana siguiente, el 18 de abril, tembló fuerte en la Ciudad de México. Silvia y su esposo llamaron a María Fernanda para saber si estaba bien, pero la joven respondió hasta pasadas las 9 de la mañana. Dijo que no sintió el temblor, y que se comunicaría más tarde.
El plan era que su padre la acompañaría a sacar sus cosas: una estufa, un tanque de gas, trastes de cocina. Pero pasó el tiempo y María Fernanda no se comunicaba ni llegaba a casa. Llamaron y no contestaba.
Finalmente, alrededor de las 7:30 de la noche, alguien finalmente contestó; era un hombre.
–¿Usted quién es?, este teléfono de mi hija.
–¿Cómo se llama su hija?
–María Fernanda Catalina…
–Si María Fernanda es su hija, tiene que venir aquí al ministerio público de San Agustín, porque tuvo un accidente.
La familia entonces se trasladó al ministerio público. Llegaron pasadas las 8 de la noche. En cuanto entraron, al padre de María Fernanda, sin ningún aviso previo, “lo jalaron del brazo, lo metieron a la morgue y le mostraron el cuerpo”, explica Silvia Vargas.
–¿No lo previnieron? ¿No le dijeron que identificaría un cuerpo?
–Nada de nada.
Cuando salió, el padre le dijo a Silvia: “sí es tu hija y está muerta”.
En aquel momento, Silvia casi se desmaya. Entre el shock y la confusión, volteó y vio entre unas butacas a Darcy, expareja de su hija. Su cara estaba golpeada; a un lado de ella se encontraba otra mujer, que después sabrían, es hermana de Darcy.
Los ministeriales enseguida se acercaron, temiendo que hubiera un problema. Sacaron a Darcy y su hermana del lugar, y luego insistieron en que la familia se llevara el cuerpo a velar. “Habían pasado 20 minutos y ya querían que nos la lleváramos”, recuerda Silvia.
La familia, en shock, así lo hizo. Solicitó una carroza para trasladar el cuerpo a una sala de velación en la ciudad de México. Y el padre se subió con su hija a la carroza.
“Mi esposo le platicaba a mi hija, le preguntaba cosas. Y le descubre los brazos. Así notó que en el antebrazo izquierdo tenía cortadas, cuatro o cinco cortadas, así que le toma fotografías con el celular y le vuelve a bajar su manga.”
Estas heridas que documentó el padre no estaban consignadas en la autopsia. Pero esa no fue la única inconsistencia del caso.
Por ejemplo, tras un largo periplo para que las autoridades le permitieran conocer el expediente –les dijeron que para qué lo querían, que si era para enmarcarlo, pues no–, supieron que dos hombres fueron al ministerio público antes que llegara la familia de María Fernanda y se presentaron como familiares de la joven. ¿Quiénes eran, qué querían? Hasta la fecha no se ha investigado.
También supieron que Darcy, la última persona que vio con vida a María Fernanda, jamás pasó ante un médico legista, a pesar de presentar golpes evidentes.
Luego las declaraciones que la joven hizo, que fueron cambiando a lo largo del tiempo.
Primera: Darcy dice que la encuentra colgada en el dintel de una ventana con un cinturón. Pero meses más tarde dirá que la halló colgada con cinta canela. En todas las declaraciones dirá que María Fernanda había bebido y se drogó la noche anterior. Esto a pesar de que María Fernanda no estuvo con ella la noche anterior, y que los exámenes toxicológicos dieron negativo a alcohol y drogas.
En otra declaración dirá que sí escuchó timbrar el teléfono de María Fernanda, pero que no lo pudo contestar porque María Fernanda acostada estaba encima del teléfono, sobre la cama.
¿Pero por qué estaba acostada María Fernanda en la cama, sin moverse?, se cuestiona Silvia. ¿No se supone que había decidido colgarse?
Aunado a las inconsistencias estaban las violencias institucionales. “No había pasado ni un mes y me encuentro a una de las personas que levantaron el cuerpo y me dice que mi hija se drogaba con diclofenaco. ‘Oiga’, le dije, ‘pero yo tomo ese medicamento’”.
El tipo de nuevo le reviró: “Usted ya sabe dónde está su hija, piense en las personas que no las encuentran”.
Luego, en el ministerio público le preguntan sobre el papel que jugaba su hija en su vida sexual.
En la autopsia, hecha a las carreras en menos de media hora, no estaban consignadas las heridas de los antebrazos que su padre advirtió y documentó. Sólo hasta meses después el ministerio público aceptó las fotografías para el expediente. Sólo consignaba la fractura de un cartílago en el cuello, el cual era difícil que María Fernanda se lo hiciera, ya que supuestamente se suicidó colgándose a 5 centímetros del suelo. No había forma de que la mecánica de hechos propiciara aquella fractura.
De esta forma Silvia enumera datos, contaminación de la escena del crimen, no preservación del lugar. “Me queda claro que hubo corrupción. No pudimos recuperar nada de mi hija. Ni ropa, ni nada: esta mujer se quedó con todo, el horno de microondas.. La cama, el tanque de gas”.
Con los meses y preguntando, dos abogados le dijeron que las heridas que María Fernanda presentaba en los brazos eran consistentes con heridas defensivas. Pero, le advirtieron que era “difícil entrar al Edomex”.
Finalmente, en 2016, tras ayuda de algunas personas, lograron que el expediente fuera trasladado desde San Agustín hasta Barrientos. Por fin para 2017 las autoridades ordenaron una exhumación del cuerpo para realizar una segunda necropsia.
Pero los resultados no fueron concluyentes. Ya había pasado mucho tiempo. Y es que el tiempo no pasa en balde, borra, rastros, indicios, de ahí la importancia de investigar bien desde el inicio.
Los indicios en los restos de María Fernanda no fueron lo único que se perdió. El ministerio público perdió la cadena de custodia del cinturón que supuestamente María Fernanda usó para quitarse la vida. Todo está perdido. Los elementos son ilocalizables, sólo quedan las hojas en el expediente que lo consignan.
Aunque la familia lleva esta información, los golpes, las declaraciones de los amigos que fueron testigos de violencia de Darcy contra María Fernanda, nada de eso es consignado en el expediente.
–Aunque yo las declaro y les digo esto y aquello, ellos no lo ponen. Solo hasta después de la exhumación, consignaron una que otra cosa. Por ejemplo, se logra descubrir un golpe en la nariz que mi hija sufrió premortem. Esto tiene líquido hemático.
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