Cuatro libros de Nietzsche, 1
Casa de citas/ 627
Cuatro libros de Nietzsche
(Primera de dos partes)
Héctor Cortés Mandujano
¿Quién de nosotros es aquí Edipo? ¿Quién Esfinge?
Nietzsche,
en Más allá del bien y el mal
Regalo de mi amigo Enrique Palomeque, leo las Obras maestras (Editores Mexicanos Unidos, 2015), de Federico Nietzsche, que compila cinco libros, de los cuales abordaré cuatro, pues uno de ellos (Así hablaba Zaratustra) ya lo comenté en una Casa de citas anterior.
El procedimiento habitual de Nietzsche es dividir el libro en capítulos y éstos en fragmentos numerados. Los cinco libros tienen ligas evidentes, ya que los temas que sugieren los títulos en realidad se abren a las politemáticas preocupaciones del autor.
Más allá del bien y el mal (publicado originalmente en 1886)
Su bajo vientre es el motivo que le impide al hombre
considerarse como un dios
Nietzsche
Nietzsche contradice a los estoicos, en su numeral 9 (p. 17): “¿Quieren vivir ‘según la naturaleza’? ¡Oh, nobles estoicos, qué embuste de palabras? Imagínense un ser como la naturaleza, que es derrochadora sin medida, indiferente sin medida, que carece de intenciones y miramientos, de piedad y justicia, que es feraz y estéril e incierta al mismo tiempo. Imagínense la indiferencia misma como poder, ¿cómo podrían ustedes vivir según esa indiferencia?”.
Dice en el 146 (p. 63): “Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti”.
En el 161 (p. 65): “Los poetas carecen de pudor con respecto a sus vivencias: las explotan”.
Y en el 169 (p. 66): “Hablar mucho de sí mismo es también un medio de ocultarse”.
En uno de los siete refranes sobre mujeres (237) dice (p. 107): “Joven: caverna florida. Vieja: de ella sale un dragón”.
Dice en el último número (296) de este libro, como resumen del mismo (p. 146): “¿Qué son ahora, ustedes, pensamientos míos una vez que los he escrito y pintado? […] Ya se han despojado de su novedad. […] Nadie me adivina, basándose en esto, qué aspecto ofrecían ustedes en la mañana, ustedes chispas y prodigios repentinos de mi soledad, ¡ustedes mis viejos y amados pensamientos perversos!”.
La genealogía de la moral (de 1887)
Nada es más corruptible que un artista
Nietzsche
Escribe en el prefacio (número 1, p. 271): “Con razón se ha dicho: ‘Donde está tu tesoro, ahí está tu corazón’. Nuestro tesoro está donde se asientan las colmenas de nuestro conocimiento”.
En el 6 (p. 303): “Sin crueldad no hay fiesta: así lo enseña la más antigua, la más larga historia del hombre, ¡y en la pena hay muchos elementos festivos!”.
Escribe en el 8 (p. 332): “A un filósofo se le reconoce en que se aparta de tres cosas brillantes y ruidosas: la fama, los príncipes y las mujeres, con lo cual no se ha dicho que estas cosas no vengan a él”.
En el 14 (p. 340): “Los enfermos son el máximo peligro para los sanos; no de los más fuertes les viene la desgracia, sino de los más débiles”.
En el último número (28) escribe (p. 360): “El hombre prefiere querer la nada a no querer”.
El anticristo (de 1895)
Yo tengo un alfabeto incluso para los ciegos…
Nietzsche
En el prólogo dice (p. 361): “Este libro está hecho para muy pocos lectores”, y en el número uno, de la misma página, escribe: “Mirémonos a la cara. Somos hiperbóreos; sabemos perfectamente bien hasta qué punto vivimos aparte”.
En el 23 (p. 375): “Quien ama soporta más que de ordinario; aguanta todo. Había que inventar una religión en la que se pudiera amar, pues donde se cumple este requisito se ha vencido lo peor de la vida”.
Propone, en el 35, que Jesús no vino a redimir a los hombres, sino (p. 384) “para enseñar cómo hay que vivir” […] Y ruega, sufre y ama a la par de los que le hacen mal, en los que le hacen mal…. No resistir, no odiar… No resistir tampoco al malo, sino amarlo”.
El título del libro, que parece escandaloso, alude más bien a las prácticas de quienes se asumen como cristianos (39, p. 386): “Reducir el ser cristiano, la esencia cristiana, a un creer cierta tal o cual cosa, a un mero fenomenomalismo de la conciencia, significa negar la esencia cristiana”, que sería, según Nietzsche, “no una fe, sino un hacer, sobre todo un no hacer muchas cosas”.
Le parece que la adoración al sacrificio de Jesús es un paganismo, no una fe (41, p. 388): “Dios inmoló a su hijo para perdón de los pecados, como víctima propiciatoria […], en su forma más repugnante y bárbara, el sacrificio de un ser inocente por los pecados de los culpables. ¡Qué paganismo tan poderoso!”.
Sigue en el tema (53, p. 400): “Todavía hoy la mujer se postra ante un error porque se le ha dicho que alguien murió crucificado por él. ¿Es la cruz, por ventura, un argumento?”.
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