El zapatismo impacta en los procesos de autonomía de America Latina: Raúl Zibechi
A 29 años del levantamiento del EZLN, el periodista y educador popular Raúl Zibechi hace un balance de la vigencia del zapatismo de Chiapas en los movimientos sociales e indígenas de América Latina y los procesos que viven ante los gobiernos progresistas actualmente.
Texto: Daliri Oropeza Alvarez
CIUDAD DE MÉXICO. – Raúl Zibechi es educador popular, periodista, escritor que vive en Montevideo, Uruguay -donde tiene su biblioteca- cuando no está viajando por América Latina. Es parte del equipo de Desinformémonos, y colabora en varios medios como La Jornada, en Gara o Brecha, un medio creado por Mario Benedetti y Eduardo Galeano.
Zibechi es un referente para el análisis de movimientos anticapitalistas. Para él, lo importante del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994 y lo construido en estos 29 años en Chiapas es “mostrar que es un camino posible”, al hablar de autonomía.
Hace un balance de la Travesía Zapatista capítulo Europa, la solidaridad y los horizontes que abre en América Latina para los movimientos sociales. A su vez, habla del contexto social con los gobiernos progresistas para los movimientos indígenas , “encarnan una posibilidad y a su vez un riesgo”, asegura en entrevista.
Da un panorama de cómo los gobiernos progresistas tienen en sus filas a personas provenientes de las luchas y esto implica un riesgo para los movimientos sociales o indígenas.
El periodista ha seguido de cerca el proceso de Pueblos Unidos, comunidades nahuas que se unieron por el agua de la región cholulteca en Puebla, quienes cerraron una planta de Bonafont y lograron recuperar el agua de sus propios pozos.
Ahí, en la Bonafont clausurada, dio talleres y presentó libros. Aunque los desalojaron, Zibechi regresó este 2022 a presentar su libro Mundos Otros y pueblos en movimiento. Debates sobre anti-colonialismo y transición en América Latina.
Describe en entrevista cómo los procesos de despojo, sean de corporaciones o de Estados, provocan división en pueblos indígenas u organizaciones sociales, y habla de evitar la confrontación, ante la dificultad que representa recuperar el tejido social.
Asegura que no podemos olvidar que los sujetos de la decolonización son los pueblos. Remarca que es importante pensarnos colectivamente y en eso el Zapatismo se ha destacado, en el hacer-reflexionar simultáneo.
Toma la entrevista desde Montevideo, donde participa en un movimiento llamado Mercado Popular de Subsistencia, un colectivo de 53 nodos en redes dedicados a la compra y distribución comunitarias de alimentos que compran a fábricas recuperadas, a campesinos directamente, o a cooperativas de producción.
El levantamiento y sus contagios
—A 29 años, ¿por qué es importante recordar el Levantamiento Zapatista?
—Es importante porque marca un parteaguas en América Latina y en el mundo. Pero vamos a quedarnos en América Latina, en un momento en cual había caído el socialismo real. Entre 1989 y 1991 hubo una implosión del socialismo Soviético y de la Europa del Este y no se avizoraban cambios sociales.
En el mundo había un triunfo completo del capitalismo neoliberal. ‘El Consenso de las Commodities’, como las llama una socióloga argentina. Eso por un lado y por otro lado, el protagonismo de los pueblos originarios, en este caso los pueblos de raíz maya marca una inflexión en lo que solían ser las luchas previas, colocaron en un lugar destacado la autonomía. La construcción de autonomías en vez de la lucha por el poder estatal.
Estos dos elementos marcan ya en el 94 la irrupción de una fuerza revolucionaria y a su vez los sujetos colectivos que las sostienen: los pueblos originarios.
—¿El levantamiento zapatista de qué manera repercute o favorece a los movimientos sociales en América Latina actualmente?
—En América Latina el Zapatismo tuvo una impronta muy fuerte en los primeros años, lógicamente. Luego esa impronta va modificándose en su intensidad pero hoy en cuanto han pasado ya casi 30 años del “Ya Basta!” tenemos en América toda Latina, incluyendo México, una gran cantidad de experiencias autonómicas… que yo no las describiría como hijas del zapatismo pero sí recorriendo caminos similares.
Vemos el Pueblo Mapuche o las diferentes variables del Pueblo Mapuche en el sur de Chile, en el sur de Argentina; Nasa y Nasa en el sur de Colombia, en el Cauca; el nacimiento de dos gobiernos territoriales autónomos en el norte del Perú de los pueblos: Wallmapu y Wampis, que se forman se forman en los últimos seis, siete años, en 2015 los Wampis, en el 2021 los Wallmapu.
Una veintena, hasta 28 procesos autonómicos en la Amazonía legal brasileña de demarcación autónoma de territorios; procesos como los que vive Cherán en México; procesos como los de Guerrero y los de Oaxaca, que algunos ya venían de antes como las autonomías comunitarias de Oaxaca, pero que se potencian en este periodo de los 90 y toman caminos propios, naturalmente.
El Zapatismo impacta en los procesos de autonomía, no los dirige ni mucho menos, porque no es su objetivo, y además la autonomía no admite que otros te dirijan ¿verdad? La autonomía es autonomía, así totalmente. Entonces cada quien toma sus propios caminos.
Tenemos también la autonomía y procesos de construcción autonómicas urbanas más o menos conocidos en diferentes partes del mundo y de América Latina. Y esto me parece que es muy importante: crear y confirmar que estamos en un proceso en el cual no sólo hay una parte de la izquierda y los movimientos que le apuestan a la conquista del poder estatal sino que hay otra parte que a veces colabora o no, o están distanciadas. Pero hay otra parte de esa izquierda, de abajo, que pugna por la autonomía.
Algo similar sucede en el movimiento de mujeres, en una parte son más pegadas a las iniciativas estatales y otra parte más que ligadas a proyectos de autonomía o a procesos de autonomía. Similar sucede entre los campesinos, entre los pueblos negros que están en este momento, tanto en Brasil como en Colombia, en procesos de expansión de sus iniciativas.
—Se podría hablar, entonces, que el levantamiento del EZLN en el 94 y lo construido a raíz del Zapatismo, es una especie de detonador de visibilizar o proclamar estas autonomías, que de por sí ya estaban, de contagiarlas…
—Si. Las que de por sí ya estaban y contagiar a otras que no existían y mostrar que es un camino posible.
Yo si quiero enfatizar que eso que tú llamas detonador o un impulsor de esos procesos, es pero no en relación de dirección; no hay nadie que dirija esos procesos porque las autonomías naturalmente se autodirigen ¿verdad?
Mirar América Latina
—Ya pasó un año de la Travesía Zapatista por la vida donde dos delegaciones: una marítima, una aérea viajaron a otra geografía que es Europa ¿Esta experiencia qué horizontes abre en América Latina?
—Yo participé en el exilio en los 80 cuando la dictadura uruguaya en Europa, en el Estado Español en procesos de solidaridad internacionalista.
Lo que hace la gira zapatista es provocar un cambio en la cultura política de la solidaridad. No provocar. Mostrar que es posible otra cultura solidaria porque yo recuerdo en mi vida eran dirigentes, sobre todo de las guerrillas centroamericanas, los que visitaban Europa; comandantes, para reunirse con dirigentes políticos europeos. Siempre estaba mediado por la recaudación de fondos ¿verdad?, el apoyo material.
En este caso lo que hay es: mujeres, sobre todo, varones, niñas y niños de las comunidades y de los pueblos de raíz maya que visitan otro continente y se reúnen con otras personas de abajo de Europa.
Muestra que es posible otro tipo de vínculo, otro tipo de relaciones que no pase por los estilos de la vieja cultura política y sea, por decirlo de algún modo metafórico, un abrazo entre personas y pueblos de abajo. Esto es importante porque envía, también, un mensaje distinto de que es posible y necesario labrar otra cultura política aun en las relaciones internacionales.
Esto quedó ahí, que luego la gente lo recoge. Me parece interesante destacar que hay otras formas y que se mostraron. Otros modos de hacer solidaridad, yo le llamo cultura política pero no hay porqué llamarle así. Cada quien le llama a las cosas como le parece más adecuado.
—Ahora hay más países con gobiernos progresistas en América Latina ¿Qué implica para los movimientos indígenas por un lado y para los movimientos sociales por el otro?
—Bueno, tú sabes que yo soy muy crítico de los gobiernos progresistas. Los que más conozco, lógicamente, son los del Cono Sur: Brasil, Argentina, Uruguay, Chile… encarnan una posibilidad y a su vez un riesgo.
El gobierno progresista de Gabriel Boric envió a Wallmapu, territorio Mapuche, más blindados y más soldados, que el gobierno neoliberal de Piñera, militarizó Wallmapu, entonces eso muestra el riesgo ¿verdad? de la militarización de territorios indígenas.
A su vez Lula, en sus dos primeros gobiernos, avanzó una obra de infraestructura enorme de Belo Monte, la tercer represa más grande, una iniciativa que ni siquiera los militares de la dictadura brasileña del 64 al 85 pudieron realizar por la oposición de los pueblos de la Amazonía, de los pueblos originarios indígenas de la Amazonía.
Uno dice: ¿Es mejor Lula o Bolsonaro? Evidentemente yo prefiero que esté Lula que Bolsonaro pero, eso no puede oscurecer los enormes riesgos que representa para los movimientos la existencia de gobiernos progresistas que tienen pujante. Para los movimientos tienen un riesgo, pues muchos de ellos han estado con los pueblos, muchos de sus cuadros, sobre todo en medios, han participado en las luchas de los pueblos y cuando van al gobierno, llevan al gobierno esos saberes, entonces pueden trabajar mejor con ellos.
Ahora Lula va a crear el Ministerio de los Pueblos Originarios, de los Pueblos Indígenas, porque fueron la punta de lanza de la lucha o de la resistencia a Bolsonaro. Ya hay todo un dispositivo creado para que los dirigentes de una buena parte de esos pueblos se inserten en la estructura ministerial, con lo cual la lucha y la organización de los pueblos sin duda se va a debilitar.
Hay luces y sombras, y las sombras para los movimientos, para los pueblos indígenas, son riesgos muy grandes porque una vez que un pueblo, que una organización se inserta en las instituciones y coptada por ellas, es muy difícil recuperar la autonomía.
Recuperar tejidos sociales
—¡Qué panorama! Hay una preocupación expresada en varios pueblos indígenas por la división que provoca el capitalismo voraz o los gobiernos, por el despojo. ¿Qué alternativas tienen los movimientos sociales o indígenas ante lo que hablabas, el uso de códigos de lucha por gobiernos progresistas, ante la división?
—Yo no tengo alternativas. Lo que yo veo a nivel más macro, es que las clases dominantes del mundo y las corporaciones internacionales han aprendido mucho de los pueblos.
Ahí tenemos el caso de Soros y las Revoluciones de Color, que se hallan en muchos lugares a tal punto que uno duda. No sabremos si es un movimiento legitimo o si es un movimiento que inició siendo legítimo, más allá de que esté de acuerdo o no, pero luego fue manipulado por los medios de comunicación y la derecha. Algo así sucedió en Brasil en Junio de 2013.
Una corporación minera, por ejemplo, llega a Perú o a Ecuador, o a cualquier país: Argentina, Chile, independientemente del gobierno, llega a una comunidad y a esa comunidad le ofrecen “ayudas” para las escuelas, para los centros deportivos, para una cantidad de iniciativas ¿Con qué objetivo? Neutralizar las críticas a ese emprendimiento minero.
Entonces el resultado es este que mencionabas: se promueve una división en las comunidades, por esa inteligencia adquirida por las grandes corporaciones: las mineras, Monsanto, las empresas de la soya, etcétera y comienza un proceso de división de las luchas porque siempre hay personas de las comunidades que incluso sin mala intención, ven que la presencia de esta minera o de esta empresa internacional es favorable para sus intereses.
Esta división inevitablemente debilita la lucha, la resistencia. Entonces lo que yo creo es que estamos ante un periodo en el cual el capitalismo, los saberes del capitalismo, han conseguido generar amplia confusión entre los sectores populares y las comunidades y en esta confusión los proyectos extractivos se profundizan y se aceleran, y esto es muy difícil de revertir.
La única forma de revertirlo es con mucha paciencia. Con mucha aceptación de que la comunidad está dividida y que no son buenos y malos. A veces hay alguna persona comprada por el poder, de eso no hay duda. Pero no se puede simplificar entre buenos y malos. Lo que termina habiendo es una situación en la cual el tejido colectivo de las comunidades termina siendo lastimado, rasgado.
Y reparar esos tejidos que no es nada sencillo. A veces no se puede. A veces demanda mucho tiempo. Pero en todo caso hay que evitar la confrontación, porque salvo una mínima, una pequeñísima minoría de personas que obtienen cargos o dinero, esa división no se puede juzgar porque lo que está actuando son poderes muy fuertes.
—En tu reciente libro, “Mundos otros y pueblos en movimiento”, colocas a los pueblos como sujetos colectivos de conocimiento y de potencial crítico, como un sujeto dentro de la historia con un potencial emancipador ¿Cómo se coloca el zapatismo en esta historia propuesta?
—En este libro yo intento mostrar, conocer una: que la descolonización o la decolonialidad, como sostiene la academia, tiene sujetos que son los pueblos que son sujetos colectivos.
Porque a veces parecería que en la academia hay mucha confusión, como en todas partes, que no es algo especial. Pero lo que uno puede ver es que no queda claro en los escritos de los académicos quiénes son los sujetos de la decolonización. Y son los pueblos.
Eso es una primera cuestión teórica e importante, porque sino los pueblos serían objeto de estudio y yo creo que son sujetos colectivos en el pensamiento y en la acción.
Y lo segundo es mostrar cómo en este periodo completamente nuevo, Immanuel Wallerstein dice que estamos navegando mares para los que no hay mapas porque estamos en una crisis sistémica del capitalismo, del neoliberalismo, y ante una crisis civilizatoria que incluye lo ambiental y otras facetas.
Los pueblos, a diferencia del viejo movimiento obrero, están a su vez resistiendo el modelo pero creando cosas nuevas en la salud, en la educación, en la justicia, y no sólo en Chiapas.
Yo creo que el Zapatismo hace las dos cosas: crear un mundo nuevo y reflexionarlo. Tiene las dos facetas y en ese sentido muestra un plus importante porque, aunque yo creo que las creaciones de un nosotros son patrimonio ya de muchos pueblos originarios, negros, campesinos y hasta de periferias urbanas en América Latina, la reflexión profunda sobre esto no es todavía patrimonio de todas y todos los movimientos.
Pero sí, en esto se ha destacado el Zapatismo: en hacer y en reflexionar, en reflexionar sobre lo que se hace y esto es una cosa bien importante porque necesitamos pensarnos colectivamente para poder seguir creciendo.
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