“Calle o casa, ¿hay lugar seguro para la infancia?”
*Esta nota fue realizada por Pie de Página, parte de la alianza de medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes leer la original.
Las mujeres que trabajan y cuidan en la calle están expuestas a la precariedad laboral. Ante la falta de redes de cuidado en casa, sus hijes las acompañan al trabajo en calle y viven acoso, exclusión y violencia
Entrevistas: Daniela Rea
Ilustración: Alejandro Sol
CIUDAD DE MÉXICO.- Cuando era niña, mi mamá nos dejaba a mis hermanos y a mí encerrados en la casa, nos decía: “Ahí tienen dos botecitos –de esos de leche nido–, uno para la pipí y uno para la popó”. Nos encerraba con llave y ella se iba a trabajar, trabajaba todo el día afuera. (Josefa)
Un día, jugando, le abrí la ceja a mi hermana, porque jugábamos en la casa, que era un cuartito. No es bueno que los niños se queden en lugares así, se hace mucho estrés en la niñez y nos afecta ya como adultos, nos entran miedos, inseguridades por lo que vivimos. (Ruth)
Luego hay muchos accidentes, niños que mueren quemados porque estaban encerrados, donde vivo pasa mucho eso, que los encierran con llave para que no se salgan. No es por malos, es que luego no hay quién los cuide mientras vamos al trabajo. (María
Nosotras tampoco tenemos dónde dejarlos, porque era, o las dejo en la casa y si les pasa algo, o si las violan. Su abuelita me decía «pues déjamelas», pero un día las encargué y les pegaron y dije pues no, así comamos tortilla y frijolitos, pues todos juntos. (Ruth)
A mí se me venía todo eso a la mente y no quería eso para mis hijos. (Josefa)
Me fui de la casa cuando tenía 15 porque me peleé con mi mamá y ella me dijo: “La puerta está muy ancha para que te vayas”. Con el tiempo me junté con un muchacho y al día de hoy tenemos dos hijos pequeños, además de que cuidamos a su hijo mayor que tuvo con otra pareja. (María)
Mi mamá nos dejó encargados con mi tía cuando tenía 9 años, se fue un día y ya no volvió, y mi tía nos tenía trabajando, ganándonos una taza de leche, el bolillo, lavando los trastes, los perros en la azotea, los patios. Tenías que hacer algo para que ella te diera de comer y yo dije esa vida no la quiero yo para mis hijos. Yo tengo 3 hijos, ya adolescentes. (Ruth)
Soy mamá de mis dos nietos, mi hija los dejó a su suerte, ella de niña fue muy querida pero cuando llegaron sus dos hermanos menores le tocó cuidarlos, entonces ella ahora me dice que ya fue mamá de mis hijos (sus hermanos), que ahora a mí me toca cuidar a los hijos de ella. Si mi hija no se va a hacer responsable, pues yo los adopto, yo me eché esa responsabilidad, cuido a mis nietos, una adolescente y a un adolescente que tiene problemas de epilepsia. (Josefa)
Yo vivía con el papá de mis hijos, pero era mucha violencia, hasta que me salí con los niños. Luego no nos alcanzaba, comíamos sólo frijoles y la gente me decía: “Pues regálalos si no puedes mantenerlos”. Y yo decía: “¿Y si les pasa algo, si las violan?”. No es tan fácil decir te regalo a mi hija, porque yo viví muchas cosas cuando era niña… (Ruth)
No hay un lugar seguro para los hijos, se supone que la casa, para eso es la casa, pero si se quedan todo el día encerrados en la casa hay muchos peligros. (Josefa)
Trabajar en la calle
Me dedico a recolectar basura en Xochimilco, en las tardes limpio y lavo trastes en los locales del mercado. Mi día comienza a las seis de la mañana, me levanto, hago lumbre con la madera de los huacales, cocino para todo el día. A las 10 dejo a los niños en el Centro de Día (de la organización civil Ednica), ahí me los cuidan, yo trato de alejarlos del mercado porque hay vicio, drogas y asaltos. A la una los recojo y llevo a mi hijo mayor a la escuela y a la nena me la llevo conmigo a seguir trabajando, separo cartón y PET –plástico reciclable–. A las seis voy por mi hijo, regresamos al mercado y mientras yo lavo locales y trastes, él hace la tarea en las escaleras del mercado, ahí en un rinconcito para no estorbar a la gente. A las nueve, nueve treinta p.m., acabamos y llegamos a casa como a las once de la noche, ellos llegan ya dormidos, les doy de comer, los duermo. Yo me quedo lavando ropa porque en el día no aguanta la luz de los diablitos – nombre popular que se le da al puente eléctrico que se coloca en la entrada y salida del medidor para usar luz eléctrica sin pagarla–, me duermo como a la 1 de la madrugada y al día siguiente volver a empezar. (María)
Yo vendo obleas y doraditas aquí en frente de Pediatría, en el camellón. Es un espacio muy pequeño y ya te pasa la moto o el carro y luego la gente te pita y acelera el motor frente a ti y parece que lo hace a propósito. Y eso todos los días, es muy estresante y yo he pensado que no quiero eso para mis hijos, que vivan eso. Me despierto a las 6, llevo a mi hijo a la escuela, mi hija a la prepa, y vuelvo a casa, fabrico mis obleas de amaranto y chocolate, y me voy al puesto. Luego voy por él a la escuela y se está ahí conmigo. Mientras vendo en el camellón, mi hijo va al parquecito y ahí esa, hasta que nos vamos a las 7 y comemos todos juntos en casa. (Ruth)
Mi puesto de quesadillas está por División del Norte. Llego a instalarme mientras mi nieta se queda en la escuela, me llevo a mi nieto y está todo el día en el puesto conmigo porque no puede ir a la escuela. Los llevo al Centro de día de 3 a 5 y volvemos al puesto a vender, terminamos a las 7. A veces ya quiero tirar a toalla, pero luego pienso en ellos, si su mamá no los quiere, yo tengo que quererlos. (Josefa)
En vía pública nos maltratan mucho, las autoridades llegan y te asustan y te quitan de la vía pública y se llevan tus cosas, y si les reclamas te dicen: “Pinche mugrosa, ¿para qué andas en la calle?”. (Ruth)
En mi triciclo traigo los tambos de basura que tenemos para trabajar. Un día, mi hijo iba en el tambo, en ese tiempo yo me había dejado con su papá y tenía que salir a trabajar, y que me llevo a mi hijo en el carrito con el tambo y pasa un señor y dice que lo lleve al DIF – Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de las Familias–, que no es vida lo que le estoy dando, que si lo estoy explotando que mejor me lo quiten las autoridades. (María)
A mí sí me llegó el DIF, la vieron arreglada a mi hija y pensaron que yo la estaba explotando. Llegaron los del DIF y preguntaron si la bañaba, si la alimentaba, me la querían quitar porque según ellos la tenía trabajando. La gente nos manda a los inspectores del DIF porque creen que no es digna nuestra vida y no tenemos derecho a tener hijos. O los mismos líderes de las agrupaciones te mandan a la autoridad como presión para que te alíes con ellos en sus cosas políticas. (Ruth)
Hay muchos riesgos de estar en la calle, la venta de drogas está a todo, los narcos acá se ven mucho, desde niñitos que andan en la calle de halcones, todo eso es riesgo para los muchachos, no los podemos perder de vista porque les puede pasar algo (Josefa).
No hay un lugar seguro para los hijos, ni cuando están todo el día encerrados en la casa, ni cuando nos los llevamos a la calle. (Josefa)
CUIDARLES
Ser mamá es bien difícil. Yo como mamá no me siento buena madre, pero no quiero repetir patrones, no le quiero gritar ni insultar. A veces soy medio enojona y les doy un manazo porque no entienden. (María)
En estos momentos la adolescencia es muy difícil, estoy experimentando con ellos cosas como la desobediencia, la independencia, la drogadicción, que no pasé con mis hijos y es muy preocupante. Otra es que no son mis hijos y te frenas al momento de un castigo o alguna disciplina. (Josefa)
Ahora que intento cambiar he notado que los hijos me abrazan, se me acercan. ¿Qué me gusta de mí? Que los consiento, que les hago sus sopesitos, sus gorditas, o que nos vamos a ver una película a la tele, que cuando nos venimos de la escuela vamos caminando y platicando. Yo no puedo tener una relación de amor con mi mamá, no me nace, por todo lo que nos maltrató. Pero ahora que soy mamá entiendo lo que ella hizo porque hay cosas que yo veo ahora que viví yo sola. (María)
Las cosas más difíciles de criarlas son cuando estamos solas y no tenemos quién nos eche la mano para cuidarlos, y tenemos que trabajar y partirnos en dos. (Ruth)
Hago bien en tenerlos conmigo, de otra manera no sé dónde estuvieran, Io que sería de ellos. Quisiera que aprendieran a ser sus propios patrones como yo con mi puesto, que nadie les exigiera qué hacer, ni a qué hora hacerlo; que aprendan a defenderse por ellos mismos. Aunque tiene sus desventajas estar en la calle, como ya lo dije antes, pero es buen negocio. (Josefa)
No me gustaría que aprendieran de lo que yo hago, les digo que estudien mucho para que salgan adelante, para que no estén como yo vendiendo en la calle. Yo les enseño principios, llevarles a la escuela y darles un mejor futuro del que yo tuve. (Ruth)
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Ruth, Josefa y María son personas en situación de calle, entendiendo por esto a quienes viven en la calle y quienes trabajan en ella, como estas tres mujeres, vendedoras ambulantes. En México existen 1.58 millones de personas que trabajan como vendedores ambulantes, de ese total el 55 por ciento son mujeres y tienen un ingreso promedio de 2 mil 860 pesos –unos 147 dólares– frente a los 4 mil 50 que ganan los hombres –unos 208 dólares–, con un trabajo que alcanza las 14 horas diarias, según el INEGI. Además de la precariedad laboral que viven (ingresos inestables y sin seguridad social), las mujeres cuidan hijos en la vía pública y quedan expuestas a espacios donde hay violencia, explica Bertha Bocanegra, de la organización Ednica, que trabaja por la educación con niñas, niños, adolescentes y jóvenes en situación de calle.
Esta dinámica incluye, además de la precariedad laboral, flujo de autos, disciminación, violencia diversa como lidiar con la alcaldía o la policía que las hostigan, extorsionan, les piden sobornos y las detienen de manera arbitraria; o sufren persecución por parte de otros trabajadores si sienten su espacio amenazado.
“Esta situación las expone a extorsiones y amenazas continuas, el nivel de estrés en el que se desarrollan es muy elevado, tienen que estarse preocupando de vender, de realizar sus servicios para tener el dinero que necesiten en el día a día, renta, alimentos y al mismo tiempo de cuidar”
Bertha Bocanegra
La infancias en situación de calle viven expuestas a la hostilidad y en ese espacio comen, juegan y hacen tareas. “Además se enfrentan al riesgo de inclusión laboral, que entren a trabajar a edades muy tempranas, en riesgo, que es más alto que para las infancias que no están en situación de calle”.
Ruth, Josefa y María son participantes del “Programa de disminución de la participación laboral de niños, niñas y adolescentes en la Ciudad de México, de la organización Ednica, que apoya a personas en situación de calle, ya sea que trabajan o viven en ella. Ellas aquí reciben atención a su salud física y emocional; sus hijos son atendidos en horarios que no están en la escuela, se les acompaña a hacer tareas y se les da atención emocional; también reciben una colación. A cambio, se comprometen a acudir y a ayudar en la repartición de alimentos a otros niños.
*Yo crío, cuidadoras en primera persona es un proyecto realizado por Pie de Página en México, La Otra Diaria en Chile y Alharaca en El Salvador, que pone sobre la mesa las distintas formas de criar y los retos que enfrenta. En México este trabajo fue realizado gracias al apoyo de Fondo Semillas.
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