Mujeres coapeñas, guerreras con corazón de maíz
*Esta nota fue realizada por Lado B, parte de la alianza de medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes leer la original.
En 2017, las mujeres del pueblo originario de Santa María Coapan, en Tehuacán, quienes realizan una labor alimentaria tradicional, se enfrentaron al Ayuntamiento para exigir su derecho a continuar trabajando de manera digna… y lo lograron.
Por Melissa Galeana
*Foto de portada: Mayra Ruíz
Yolotlégole es una agrupación de mujeres coapeñas dedicadas a la preparación y comercialización de alimentos hechos a base de maíz, principalmente tacos y tortillas, en las inmediaciones del principal mercado de Tehuacán: el mercado 16 de marzo. Su organización surgió a raíz de la criminalización a la que se vieron sujetas en 2017 debido a un Acuerdo del Ayuntamiento para el mejoramiento y protección de la imagen urbana, que prohibía el ambulantaje.
A pesar de que su labor no está considerada como ambulantaje, las coapeñas experimentaron una serie de agresiones en su contra por parte del municipio, por lo que decidieron presentar un juicio de amparo buscando una sola cosa: la garantía de realizar su trabajo de manera digna.
El abuso
Yolotlégole es un grupo conformado por mujeres originarias de Santa María Coapan, junta auxiliar de Tehuacán. Son mujeres de diferentes edades, algunas son familiares entre sí, ya que el quehacer gastronómico ha sido compartido también entre hermanas, hijas y primas, que siempre han vendido sus productos en la zona centro de Tehuacán.
Sin embargo, cuando el Cabildo encabezado por Ernestina Fernández, presidenta del municipio de febrero de 2014 a octubre del 2018, emitió un Acuerdo que buscaba “mejorar” el Centro Histórico de la ciudad en 2017, comenzaron los operativos para desalojarlas.
“De hecho, empiezan a arreglar la calle, un día llegamos y ya había entrado la máquina. El pretexto fue arreglar la calle”, recuerda una de las integrantes de Yolotlégole.
Con los operativos llegaron las agresiones: trabajadores del Ayuntamiento les arrebataban o les tiraban su mercancía, las jaloneaban e incluso golpeaban. A veces algunos clientes y personas que pasaban por el lugar las defendían, los cuestionaban: “Oye, ¿por qué le haces eso?”, recuerda Soledad Nicolás, una de las taqueras y también abogada, cuya participación como representanta fue fundamental para la defensa de Yolotlégole.
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Durante el verano de 2018 se organizó una manifestación pacífica en contra de Maseca y la criminalización de las coapeñas. Dicha marcha se realizó el mismo día que la Carrera de la Tortilla, un evento anual considerado una tradición entre Tehuacán y Santa María Coapan, en el que se celebra el trayecto que realizan las coapeñas para vender sus productos.
La población coapeña ha manifestado su inconformidad ante la apropiación del gobierno de Tehuacán de dicho homenaje a su labor, adjudicándose el valor cultural y económico al desarrollar el evento en el centro de la ciudad de Tehuacán en lugar de en Coapan.
La marcha en particular tuvo como objetivo visibilizar el desacuerdo por el patrocinio de Maseca a la Carrera de la Tortilla de ese año, ya que las tortilleras y taqueras elaboran sus productos de manera natural: desde la compra y nixtamalización del maíz. El proclamar a Maseca como patrocinador oficial de la carrera significaba para ellas, demeritar su valor gastronómico y de soberanía alimentaria.
Dicha protesta tuvo un eco importante en los grupos autoorganizados de mujeres coapeñas, como el colectivo Tlaxkalchipak. Sin embargo, las autoridades hicieron caso omiso a las demandas de la comunidad y continuó el hostigamiento.
Una actividad tradicional
Aunque algunas integrantes de Yolotlégole llevan desarrollando esta labor desde hace casi 25 años, el grupo se conformó apenas en 2015. Fue recientemente, en 2022, que definieron el nombre de la organización eligiendo dos palabras en el náhuatl de la región: “yolotl” y “tlégole”, que significan “corazón” y “maíz” respectivamente, dando como resultado “Yolotlégole”: “corazón de maíz”. El nombre se eligió así para recordar sus orígenes y la relación fundamental con el maíz, semilla base de la alimentación de las/los mexicanas.
Ellas son catalogadas como vendedoras por usos y costumbres de derivados del maíz, por lo que el Acuerdo del Cabildo de Tehuacán no tiene efecto sobre ellas, al ser una comunidad indígena. En su momento, las mujeres desconocían esta protección a su identidad cultural; fue hasta el inicio de un procedimiento legal que tuvieron conocimiento de sus derechos indígenas.
Santa María Coapan es un pueblo originario, lo que significa que habitan la zona desde antes de la fundación de Tehuacán, el municipio al que pertenecen, denominado ciudad de indios, ya que se estableció en tierras de ciertos grupos étnicos.
Además, la labor alimentaria que desarrollan las coapeñas ha representado un trabajo de cuidados de gran relevancia, que no solo nutre a sus propias familias, sino que sostiene la alimentación de la población tehuacanera. En este sentido, su trabajo se compagina entre la esfera pública (la venta en el mercado) y la privada (la cocina familiar).
Justicia
A raíz de las agresiones por parte del Ayuntamiento, Soledad Nicolás recurrió a la Fiscalía General del Estado para presentar una denuncia en contra de un funcionario que la agredió con insultos e intentó golpearla; sin embargo, la Fiscalía no procedió ya que “solo habían sido palabras”.
Esta experiencia fue apenas una parte de un hilo de violencia institucional que dio inicio con la criminalización de su labor, agregando agresiones verbales y físicas, así como la negligencia de las autoridades judiciales que encubrieron estas violencias negando atención a las víctimas, minimizando sus experiencias y desalentando el proceso de denuncia.
A mediados de 2019, un abogado tehuacanero, Mario Jiménez, se entera del conflicto, identifica los atropellos a su trabajo artesanal originario y se ofrece a apoyarlas por medio de un juicio de amparo. En junio del mismo año, las 16 integrantes de Yolotlégole presentaron la documentación necesaria para comenzar el proceso judicial. Con el acompañamiento de su asesor legal y su representanta, Soledad, reclamaron ante los tribunales de Puebla el derecho laboral y cultural a vender sus productos de manera digna.
A los siete días de presentar el juicio de amparo, Yolotlégole logró una suspensión provisional que les permitía trabajar. Sin embargo, el ayuntamiento de Tehuacán se escudó en detalles burocráticos y técnicos para omitir el cumplimiento de dicha suspensión. De modo que los desalojos y las agresiones no solo no cesaron, sino que se agravaron al ser identificadas como un grupo que realizó acciones legales en contra del municipio.
El primer y más importante argumento para el juicio de amparo que se presentó, es el de patrimonio cultural, es decir, las mujeres se desenvuelven culturalmente al vender sus productos ya que estos derivados del maíz pertenecen a tradiciones indígenas del pueblo de Coapan. Hay una correlación con Tehuacán, ya que el municipio cabecera ha sido conocido popularmente por ser “la cuna del maíz”.
En marzo de 2020, con la pandemia, se hizo aún más estricta la prohibición de su trabajo, por lo que no regresaron a vender sino hasta diciembre del mismo año.
Finalmente, en 2021 se obtuvo una sentencia definitiva a su favor en el juicio de amparo, aunque el ayuntamiento de Tehuacán nuevamente hizo lo posible por hacer caso omiso a la determinación del tribunal. No obstante, gracias a la presión ejercida por autoridades federales, el ambiente con las autoridades se comenzó a apaciguar y poco a poco dejaron de ser molestadas.
A pesar de esto, las coapeñas puntualizan que se percibe aún un aire de incertidumbre, ya que, por su experiencia, las cosas pueden cambiar de la noche a la mañana.
Batalla ganada
Las protagonistas de esta historia señalan que antes de iniciar con el proceso legal, no se reconocían como mujeres pertenecientes a un pueblo originario como tal, a pesar de ser conscientes de su idioma, costumbres y cultura propias en la comunidad.
Sin embargo, a raíz de su proceso organizativo y legal, han desarrollado un sentido de identidad y orgullo, al igual que una actitud merecedora y de exigencia por sus derechos laborales, económicos y culturales.
Soledad Nicolás hace referencia al cambio en las actitudes de sus compañeras a lo largo de su lucha colectiva. La autoadscripción a un pueblo originario, la autogestión interna y la transformación personal y política de las integrantes de Yolotlégole han significado una batalla ganada en el espacio socio-político en el que se desarrollan. Pertenecer a un grupo de mujeres atenúa las dificultades enfrentadas: el acompañamiento y la complicidad, crea el sentido de seguridad necesario para retomar nuestras voces en los espacios públicos, y atestiguar la historia de Yolotlégole es prueba de ello.
Respecto a la fuerza de la organización con sus compañeras y asesor jurídico, Soledad señala:
“Ahora nos vamos a levantar con mucha más fuerza, con mucho más valor. Y si nos hemos levantado, ha sido un proceso nuestro, no nada más de mí y nuestro asesor jurídico sino de mis propias compañeras. El no dejar, porque esto no pudiera salir adelante si no estuvieran ellas, porque si ellas dijeran ¿saben qué? Nosotros ya no queremos. Esto también se consiguió porque somos un grupo, porque una sola no hubiese podido conseguir esto. Entonces sí, todo esto, nosotras las 16 hemos luchado y hemos conseguido lo que tenemos”.
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