La ruta de Ecuador a Estados Unidos
Migrantes que salen, remesas que llegan, desaparecidos de los que no se sabe más
Por : Andrés Mazza y Christian Sánchez
El Mercurio, Cuenca, Ecuador
Con la colaboración de:
Rocío Gallegos y Gabriela Minjares
La Verdad, Ciudad Juárez, México
Cinthya agarra el celular, busca en el WhatsApp el contacto de su mamá, Lupe Calle Peralta, y le empieza a contar cómo le fue en el día. Si algo bueno pasó, le escribe; si está contenta, le cuenta por qué; si algo ocurrió, detalla los acontecimientos.
Cinthya escribe y escribe en el celular con la esperanza de que Lupe responda, pero en la pantalla solo hay una palomita: un visto bueno que dice que el mensaje se fue, pero no llegó al destinatario.
Desde el 12 de junio de 2021, al otro lado del chat solo hay silencio.
Cinthya vende frutas en El Arenal, el mercado mayorista más grande de Cuenca, la tercera ciudad del Ecuador con el mayor número de habitantes. En el mismo sitio, hasta el año anterior, trabajaba su mamá. Lupe tenía un “cyber”, un espacio en donde alquilaba computadoras con internet, pero el negocio no era próspero. Cuando en marzo de 2020 el gobierno ecuatoriano, entonces encabezado por el presidente Lenín Moreno, declaró la emergencia sanitaria en Ecuador, todo se vino abajo. Si antes de la pandemia había deudas que se pagaban con mucho esfuerzo, con el confinamiento la situación se complicó todavía más.
—A mi hermana eso le quemó—, dice José Calle, con cierta rabia.
José es hermano de Lupe. Antes de hablar de ella, escucha a quien le pregunta sobre el caso; analiza, observa. Desde que desapareció su hermana se volvió más callado, más cauto, al igual que Cinthya. Para acordar la cita para conversar sobre la desaparición de Lupe, por ejemplo, no comparte una dirección sino en la víspera de la entrevista; esta ocurre en un lugar abierto, en el patio de una casa en la que nada indica que ahí vive una familia que está sufriendo.
Solo una vez que consideran que ha llegado el momento de narrar los hechos, se yerguen, toman aire y reúnen fuerzas.
El 26 de mayo de 2021 Lupe Calle dejó Cuenca para trasladarse hacia Latacunga, una ciudad pequeñita ubicada en el norte de Ecuador que se convirtió en una terminal para migrantes. Por su conexión directa con México, que en 2018 dejó entrar a los ecuatorianos sin la necesidad de una visa, el aeropuerto de Latacunga se volvió el espacio propicio para salir de Ecuador y llevar a cabo el plan que miles de familias ecuatorianas se han trazado desde el siglo pasado: llegar a Estados Unidos, hacer dinero, y mandarlo a quienes tuvieron que dejar atrás: hijos, padres, hermanos.
Lupe tenía la misma idea: dejar a Cinthya, su hija mayor, a cargo de sus otros tres hermanos de 23, 12 y 8 años, mientras ella llegaba a Estados Unidos sin papeles. El viaje, el cruce y la llegada a ese país ya lo habían hecho dos hermanas de Lupe hace más de dos décadas. Ahora, creía Lupe, era su turno.
—Yo solo supe del viaje de mi hermana cuando estaba por irse —dice José—. Yo le dije que si estaba segura. Le pregunté con quién se iba, quién le iba a llevar, y ella me dijo que estuviera tranquilo, que todo estaba visto ya. Desde allí ya empezaron mal las cosas.
A diferencia del resto de la familia, Cinthya sabía quién era la persona que su mamá había contratado para el viaje, el costo, el itinerario y la ruta. Principalmente la ruta: Latacunga-Ciudad de México-Ciudad Juárez-Estados Unidos.
—Mami salió el 26 de mayo de Cuenca. Estuvo diez días en México D.F, y luego la llevaron a Ciudad Juárez. Estuvo allí hasta el 11 de junio. El contrato que se había hecho era que ella no iba a pasar por el desierto, que no iba a pasar por allí—, cuenta Cinthya.
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