Minera desgaja cerro y derrumba viviendas. Tras un año, pobladores siguen esperando ser reubicados
Hace un año 32 casas de la colonia Vistahermosa, en Jiutepec, Morelos, se derrumbaron junto con la mitad del cerro que las albergaba. La mina de junto había explotado tanto el monte que generó grietas y socavones que terminaron por desgajar la colina. La mina sigue operando y quienes quedan en la colonia, sin opciones ni atención del gobierno, siguen viviendo en una zona de riesgo, esperando que las grietas alcancen sus casas
Texto y fotos: Arturo Contreras Camero en Pie de Página
JIUTEPEC, MORELOS.- Si uno mira el Cerro de las Piedras Preciosas por su cara sur, pareciera que un titán le dio una mordida al cerro. Como testigos quedaron un par de casas, colgando del filo del monte, con cuarto y medio flotando sobre el abismo. El titán en cuestión es la empresa Triturados no metálicos de Morelos, de Francisco Javier Barbará, empresa que explota el cerro casi desde el mismo tiempo en que llegó a vivir gente ahí. Hoy, quienes quedaron sin casa y quienes viven en zona de riesgo están abandonados a su suerte, tanto por las autoridades estatales y municipales, como por la minera, que sigue trabajando y explotando el cerro.
Algunos de los vecinos de la Vistahermosa, como se llama la colonia que desde hace más de 50 años inició a poblar el cerro, desamparados, quedaron viviendo en un suelo que corre el riesgo de desgajarse, sin ninguna opción de un terreno distinto para vivir.
“Señor presidente, tiene que resolver lo de nuestras casas”, cuenta que le ha dicho uno de los vecinos a Rafel Reyes, presidente municipal de Jiutepec. “Es que el gobernador no quiere, nos responde, pero no es que no quiera, es que uno trabaja para meterle el pie al otro, están peleados y no les interesa, ahora ya se desentendieron y quieren dejar el problema con la federación, porque ellos no tienen terrenos”.
A quienes perdieron su casa y a los que quedaron en zonas vulnerables el gobierno les empezó a dar un apoyo de dos mil pesos durante los primeros meses después del desgajamiento, pero cada vez la amenaza de que “los recursos se están acabando”, como les dicen desde la presidencia municipal, suena más cercana.
Los vecinos que quedan en la Vistahermosa son asediados por personal de seguridad privada de la mina, quienes recorren libremente el cerro, entre las tierras que antes eran sus hogares, sin embargo, cuando alguien más se acerca a los predios por los que se pasean, al poco tiempo son interceptados por personal de protección civil o policías del municipio.
“Nos tienen bien vigilados”, dicen otros vecinos que se han organizado para defender su derecho a un hogar. Previo a un recorrido por el cerro que organizaron con fines periodísticos, los vecinos se reúnen en el zócalo de Jiutepec. Sobre ellos revolotea un helicóptero de la policía. “Nunca salen estos, pero cada vez que organizamos una acción en el cerro, ahí están, vigilándonos”. Por las amenazas que han recibido de la gente de la mina y por demostraciones como estas, es que piden guardar sus identidades.
El derrumbe
Hasta el 16 de septiembre de 2021 los habitantes de la Vistahermosa no se habían dado cuenta que el suelo en el que vivían, podía deslizarse bajo sus pies y llevarse sus casas. Ese día empezaron a ver una serie de grietas en las calles que habían trazado con trabajo comunitario.
“Cuando nos dimos cuenta vimos una grieta, fue poco a poco, creíamos que eran las aguas, que había llovido mucho y que por eso se hicieron, el agua hizo que se abriera. Jamás pensamos que era un desgajamiento que venía desde mina”, cuenta otro vecino. En ese momento empezaron a rellenarlas con escombros y taparlas, pero con el paso de los días, solo crecían.
Llegó un punto en el que una grieta partió una calle completa, dejándola a desnivel, separada por un escaloncito de unos 30 o 50 centímetros, quienes lo vieron, decidieron seguir la grieta para identificar su origen. También llamaron a personal de Protección Civil, con ellos hicieron un recorrido solo para darse cuenta que salía de un lado de la mina, abrazaba una parte del cerro y regresaba al mismo tajo que desde hace años había explotado la familia Barbará. Cuando regresaron del recorrido, horas después, se dieron cuenta que la grieta que había partido la calle había crecido y que el desnivel se había pronunciado, pues ahora era de casi un metro. Esa misma tarde empezaron a desalojar.
El proceso en el que una parte de la colonia se desplazó hacia el tajo de la mina de los Barbará no tardó más de una semana. La madrugada del 28 de septiembre una parte importante del cerro se fue al abismo, y con ella 32 casas. Como recuerdo, quedan las calles partidas o algunas casas al borde. Mientras la mayoría de los afectados durmieron algunos días en un albergue improvisado en una cancha de futbol, otros se quedaron en sus casas, para evitar que les saquearan la herrería, los cables, la tubería u otras instalaciones. “Caminábamos y escuchábamos cómo crujía el piso”.
Los pobladores de la Vistahermosa ya estaban acostumbrados a sentir que la tierra bajo sus pies retumbaba. Según cuentan, durante años escucharon la puntual alarma de las detonaciones con explosivos que realizaban los trabajadores de la mina. Todos los días sin falta, a las seis y a las once cuarenta y cinco, una chicharra anunciaba las explosiones que retumbaban en toda la colonia y dejaban las ventanas vibrando como gelatina.
Algunos aseguran que días antes del desgajamiento y de la aparición de las grietas, los trabajadores cambiaron el método de detonación, normalmente hacían barrenos de unos 30 metros (hoyos delgados y largos en la tierra) de forma vertical, ahí metían unos tubos como de tres pulgadas y 50 centímetros de largo, retacados con explosivos. Aunque semana antes, dicen, los barrenos empezaron a hacerse de forma horizontal, algunos vecinos dicen, con la finalidad de reblandecer las grietas naturales que ya existían en el cerro.
Una relación vieja
Tanto Vistahermosa como la mina conocida como Calera Chica llevan mucho tiempo en Jiutepec, el dueño de la mina dice que su familia la explota desde los años sesenta, mientras que los pobladores aseguran que llegaron alrededor de esos años a habitar la colina.
Según los vecinos y según un libro viejo de la historia del municipio escrito por Ramón Maya, la colonia recibió los permisos oficiales de asentamiento el 11 de noviembre de 1959 cuando una asamblea ejidal decidió que se le dieran uso los terrenos baldíos que no reportaban beneficio a la comunidad.
Sin embargo, según una declaración a la prensa del propio Francisco Javier Barabrá, dueño de la mina y presidente de la Comisión de Honor y Justicia del Consejo Coordinador Empresarial de Morelos, el área ha sido explotada para obtener arcillas y arenas y grava para la construcción desde principios del siglo pasado, incluso asegura que su familia adquirió la mina en 1947 cuando el área se destinaba exclusivamente para ese tipo de minería y no fue hasta 1952, cuando el gobierno federal reconoció los terrenos de Jiutepec como comunales y ejidales, que las mineras se vieron obligadas a hacer convenios para continuar con la explotación de los cerros, que al ser reconocidos como ejido o tierras comunales, deberían destinarse solo a actividades agrarias.
De alguna manera, según reconocen los vecinos en resistencia de Vistahermosa, la minería ha ido creciendo a la par de los asentamientos urbanos que la rodean; ambos, bajo la complacencia de autoridades municipales y comunales.
“Es lo que no nos explicamos, si el gobierno ya sabía que esta era zona de reserva, por qué permitieron dar drenaje, luz, y todos los servicios, para regularizarnos, si ellos ya sabían no debían hacerlo, y de igual manera, por qué dejaron que minera siguiera trabajando si ya sabían que estaba habitado.
El hambre de un minero
Según cuentan los habitantes, ni los comuneros ni ninguna autoridad parecen interesados en tomar cartas en el asunto, lo que deja abierta la oportunidad para que sea la minera la que decida el destino de la colonia, misma que no saciará su hambre hasta terminar con todo el cerro, como recuerdan algunos vecinos que sentenció el minero.
“Hace como unos 20 o 15 años hubo un problema, en ese entonces era Ofelio Blancas el que estaba con los comuneros, él decía que desde los bienes comunales habían entregado este terreno”, La idea, dice el vecino, era que a cambio de la explotación el minero pagara una contraprestación a los comuneros, lo cual no está permitido en tierras bajo régimen comunal.
Eventualmente hubo una diferencia entre los comuneros y el minero y los comuneros empezaron a invadir la mina. “Se metieron y ahí, Ofelio empezó a lotificar el terreno que ya había sido minado. Metía diario hasta 100 o 300 personas y les decían que les iban a dar constancias. A mí me metieron, ahí tenemos las constancias”, cuenta un vecino.
“Ahí estábamos bien padre, arreglando nuestros terrenitos, cuando a la semana nos enteramos que empezaron a agarrar y meter a la cárcel a todo mundo. Se llevaron a Ofelio, a una señora y a un licenciado que los acompañaban, todo por orden de Barbará. A todos se los llevaron”, dice el vecino. “¡Chin! ¡Que agarran a los comuneros y nos dejan ahí a los vecinitos, sin ningún amparo! En esos días se empezó a correr el rumor de que iban a encarcelar a todos los comuneros y ahí los veías, el que no se ponía bigotes postizos, se pintaba el caballo negro a blanco, o de blanco a café y los que eran barbones se dejaron todo liso, para que no los reconocieran”.
Después de la detención de ofelio a los terrenos de la mina llegó un grupo de choque que se enfrentó con los nuevos habitantes de la mina, quienes terminaron por desatar la ira del minero cuando empezaron a hurgar en la documentación de la mina, entrando a sus oficinas y robando piezas de maquinaria, uniformes y herramientas. Fue entonces cuando el minero Barabará sentenció a los vecinos: por eso que habían hecho, estaba dispuesto a minar y explotar el cerro entero.
Tres reubicaciones falsas
Hasta el momento el gobierno municipal ha dicho que va a reubicar a quienes perdieron su casa en tres terrenos diferentes, primero a las afueras de Jiutepec y después que en un terreno de Cuautla, sin embargo, ninguna de las reubicaciones ha tomado lugar y los vecinos sospechan que nunca lo tendrán.
“Primero nos dijeron que las reubicaciones serían en un terreno en Zapata (un municipio vecino) Preguntamos a los ejidatarios y a los comuneros de allá y nos dijeron que era falso; nos fuimos a informar antes y nos dijeron que no, fue un grupo que fueron a ver si sí había un terreno para la reubicación y se dieron cuenta que no”.
A ese anuncio le siguió otro de una reubicación en un predio muy amplio, pero que se canceló porque por ahí pasaban torres con cables eléctricos de alta tensión. La última versión de reubicación que han recibido del municipio es que existe un terreno en Cuautla, pero que los afectados deben pagar por él y, entonces, será el gobierno federal el que los apoyará con la construcción de sus casas, pero ninguno de los vecinos creen que sea cierto, y aún si así lo fuera, ninguno tiene recursos para comprar un terreno nuevo.
Así, con la esperanza de poder permanecer en sus casas y de que la minera cese la explotación que ha realizado desde hace medio siglo, los vecinos buscan no sucumbir a las decisiones sociales que los acechan y poder enfrentar el problema con unidad, pues saben, es lo único que les queda.
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