La incomprensión lingüística: un problema creciente entre migrantes en Tapachula
Cuarenta haitianos se aproximan a la puerta de lo que se conoce como “Comar viejo”. Ellos, con documentos, copias y folders en las manos, gritan e intentan ingresar a las oficinas, para así avanzar con su proceso migratorio. Enfrente tienen a una trabajadora administrativa quien les grita “vengan mañana”. Mientras tanto, un policía federal se mantiene con una postura firme y su mano cercana al arma que resguarda en su costado.
La tensión incrementa con el calor presente en esta parte del año en Tapachula, pues la humedad se incrementa mucho más. Pero, la tensión física no es la única, ya que la administradora no logra hacer entender que las oficinas terminaron su día. Los haitianos no logran responder ni entenderla.
Tras cerrar la puerta, los haitianos comienzan a platicar entre ellos. Enojados. Algunos, buscan refugio del intenso sol de las tres de la tarde de ese miércoles 23 de marzo. Sus rostros reflejaban esa impotencia de estar atrapados en un sitio que no les entiende.
El puente híbrido
La multitud se disuelve. Varios de ellos llegan a comprar aguas a un joven flaco de origen afrodescendiente. Se trata de William, originario de Gonaïves, Haití. Él abandonó a los 21 años su país con el objetivo de mejorar su vida y la de su familia, pues a través de redes digitales sus amigos y conocidos le informaban de su prosperidad fuera de su tierra.
William viajó a República Dominicana y voló hacia Chile, ahí se asentó varios años hasta que reinició su viaje hacia el norte. Se movilizó en bus desde Perú, Ecuador y Colombia, hasta que, en el tapón del Darién tuvo que caminar varios días en soledad.
Para él, fue fácil viajar, pues los países sabían que no se iba a quedar en su territorio, por tanto, no pasaba más de dos días en cada demarcación. No obstante, Tapachula fue su “cárcel” durante diez meses, ya que no podía seguir avanzando por la falta de la liberación de sus documentos.
El conocido como “Comar viejo” reúne todos los días a cientos de migrantes, solicitantes de asilo y personas con necesidades de refugio desde las primeras horas del día hasta las seis de la tarde. Cada día, William ve desfilar frente a su puesto a migrantes de diferentes partes del mundo. Muchos de ellos y ellas no hablan castellano.
La COMAR informó que en 2021 se emitieron 131 mil 448 solicitudes de refugio: 51,827 fueron hacia la población haitiana; nacionalidad que por primera vez se colocó por encima de Honduras como país con más solicitudes hacia México.
William recibe muchas preguntas a diario, en especial de sus connacionales con quienes habla en criollo francés.
William tiene alrededor de 200 contactos en su teléfono: 50 son de su familia y amigos; el resto de las personas que les habían pedido su número para preguntarle sobre sus dudas del proceso migratorio.
“No tengo ni idea quienes son. Me mandan audios o textos. Me mandan más audios”.
Tras la respuesta, otro haitiano se acercó a William, tal vez sean de la misma edad. El haitiano se mostró feliz con William, debido a que su cita con COMAR era la siguiente semana. En español, él mencionó provenir de Chile y busca seguir avanzando hacia el norte: “me escribo todo el tiempo con mis familiares que están en Mexicali, para allá quiero ir”.
William es una muestra de un conjunto importante de personas haitianas que enfrentaron un sinfín de problemáticas, exacerbadas por la barrera del idioma. Él tuvo que pasar más de diez meses en Tapachula, pero considera que su proceso pudo haber sido más corto debido a las limitaciones de comunicación con la burocracia mexicana.
Frente a COMAR, las personas haitianas se reúnen en decenas. Siempre hablan en criollo francés, hasta podría considerarse un barrio de Puerto príncipe. No obstante, dicha comunicación se limita ante un gobierno que no les ofrece herramientas interpretativas y les presiona a aprender español: no solo en el día a día, también en la comprensión de los documentos que necesitan para tramitar la solicitud de refugio.
Llegué a darme cuenta de que todos estos países tienen algo en común: sino naciste ahí y no hablas su idioma, no tienes el mismo trato que los demás, fueron las palabras de William desde Tijuana.
El haitiano se encuentra convencido, a través de su experiencia dentro de Tapachula, que las personas de color y que no hablan el idioma local, son tratadas peor, como un delincuente.
Lo anterior dicho por William, nos conduce a reflexionar sobre los puentes de comunicación que no está construyendo el Estado mexicano, lo que afecta a la integridad de sus derechos humanos de cada una de las personas que no hablan en español.
La falacia normativa
Guillermo Naranjo Estrada, coordinador de defensa integral del Centro de Derechos Humanos “Fray Matías de Córdova” afirmó que la ciudad de Tapachula ha visto un repunte considerable de personas oriundas de diferentes partes del mundo. Especificó que dichas personas son en su mayoría afrodescendientes de Haití o de países africanos y, en menor medida personas europeas.
Criollo francés, inglés, mam o portugués son algunos otros idiomas que ha podido identificar en Tapachula, desde que se presentara la primera caravana migrante en octubre de 2018.
Estrada consideró que la barrera del idioma propicia que dichas personas estén en la incertidumbre jurídica, pues el Estado.
Implica la negativa que el Estado pueda facilitar o garantizar los derechos al mínimo vital. Se refleja no solo en cualquier situación migratoria, también en si son víctimas de delitos, las fiscalías no tienen personas que les puedan atender. Son sujetos sumamente criminalizables debido a la impunidad presente, mencionó.
Sobre la salud, el defensor aseguró existe una invisibilización de derechos hacia la población no hablante del español, porque la manera en que se comunican es limitada, con señas o ademanes.
Por tanto, ha experimentado como las personas, en este caso haitianas, han buscado a otros de sus connacionales para ayudarles a traducir -como en el caso de William-, pues no existen traductores.
El Estado te dice que hay muchas leyes y están protegidos, pero los titulares de los derechos no saben que lo tienen, por lo que no tienen la manera de exigirlos de forma eficaz (…) Estamos bastante lejos de ubicar a la justicia lingüística, no se ha reconocido como una necesidad por parte de las autoridades ni la comunidad tapachulteca, lo que alienta a que exista una percepción de que las personas que vienen de otros países tienen que amoldarse a la situación de la región, explicó.
Sobre esto último, profundizó al decir que las personas de otras nacionalidades tienen que cambiar su modo de vida, la manera de entender la realidad e inclusive sus creencias, ya que las personas locales pueden entenderlas como algo incorrecto.
Naranjo Estrada consideró que existe una falta de voluntad política del Estado mexicano, pues aún no logra implementar políticas de integración con la población en movilidad migratoria, cuyos volúmenes se hacen cada vez más grandes. Para entenderlo mejor la falta de una justicia lingüística, dijo:
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos mantiene un modulo de información en Tapachula, sin embargo, no cuenta con traductores, pese a que un artículo de su estatuto establece que toda queja a la institución puede ser en cualquier lengua distinta al español.
Dicho artículo es el 29, establece:
La Comisión Nacional deberá poner a disposición de los reclamantes formularios que faciliten el trámite, y en todos los casos ejercerá la suplencia en la deficiencia de la queja, para lo cual la Comisión orientará y apoyará a los comparecientes sobre el contenido de su queja o reclamación. Las quejas también podrán presentarse oralmente, cuando los comparecientes no puedan escribir o sean menores de edad. Tratándose de personas que no hablen o entiendan correctamente el idioma español, o de aquellas pertenecientes a los pueblos o comunidades indígenas que así lo requieran o personas con discapacidad auditiva, se les proporcionará gratuitamente un traductor o intérprete que tenga conocimiento de su lengua y cultura, o en su caso intérprete de lengua de señas mexicanas.
Los Ángeles se encuentra en un país en que se habla inglés, sin embargo, existen mecanismos gubernamentales y sociales que han logrado una asimilación de las culturas. Caso contrario al de Tapachula, pero que podemos ver pequeños pasos, como en el mercado de San Sebastián, cuyos vendedores hablan frases en criolle, para así comunicarse con una población compradora, explicó Naranjo.
Para el Centro de Derechos Humanos la justicia lingüística es un tema que está siendo contemplado, pues tienen un centro de comunicación con personas que no hablan español, buscando un espacio de articulación e intercambio de ideas, para impulsar el ejercicio de sus derechos. Aunque, según Naranjo, el Estado no está reconociendo este trabajo y, al contrario, son criminalizados como “defensores de delincuentes o migrantes irregulares”.
La muerte de Driscold
Guillermo Naranjo acompañó a Yvon St Louis, un hombre de nacionalidad haitiana, quien sufrió en México la muerte de su hijo, debido a la combinación de la falta de información y una negligencia médica.
Yvon St Louis acudió al Hospital General de Tapachula el pasado 26 de septiembre, pues a su hijo de dos años, de nombre Driscold Itau St Louis Etienne, le faltaba la respiración. El niño haitiano estuvo internado un mes y cinco días.
El padre, en queja ante la Comisión Nacional, denunció que la atención de los médicos no fue la adecuada, ya que no le daban información que pudiera entender.
Fue el 28 de octubre, cuando una enfermera les explicó que su hijo necesitaba ser trasladado a un hospital de especialidad. Sin embargo, lo gestionaron hasta el día siguiente. El traslado nunca se realizó. Driscold murió esa noche de una insuficiencia respiratoria.
Yvon con el acompañamiento del “Fray Matías” interpusieron una queja por negligencia médica en contra del Hospital.
Se logró entender que fue una situación de negligencia médica, porque a pesar de que el hospital dijo que dio todo el tratamiento, notamos que no existieron las intervenciones necesarias. El traslado no se gestionó a tiempo, pero será el dictamen quien podrá avalar dicha situación” explicó Naranjo.
«Producción realizada en el marco de la Sala de Formación y Redacción Puentes de Comunicación III, de Escuela Cocuyo y El Faro. Proyecto apoyado por DW Akademie y el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores de Alemania.»
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