El infierno lejos de casa
Por Yetlaneci Alcaraz y Marco Appel/Underground Periodismo Internacional
Berlín/Bruselas.- La mexicana Berenice Osorio de Viana murió la madrugada del 9 de enero de 2018 a causa de la puñalada que le propinó su compañero belga, Tom Pattyn, con un cuchillo de cocina de casi 20 centímetros de largo en la casa que compartían en el poblado de Kasterlee, Bélgica.
Ocho meses después, la noche del 11 de agosto de 2018, otra mexicana, Jessica Astorga, murió asfixiada por su esposo francés Pierre-Olivier Labastida Garnier al interior de su departamento en la ciudad francesa de Lyon.
Mientras tanto, en Alemania, Paola Rivas vivió siete días aislada y encerrada en su departamento la semana previa a la Navidad de 2017 cuando Dirk*, su esposo alemán, tomó a la hija de ambos de un año de edad y se fue a casa de sus padres sin decir cuándo volvería. Al irse la dejó sin un euro en la bolsa, con el crédito de su teléfono móvil en cero, sin conexión a internet, ni televisión o radio y sin un juego de llaves para, en caso de querer salir, volver a entrar en el departamento en el que vivían en la ciudad alemana de Münster.
La violencia conyugal, una de las expresiones más comunes de la violencia de género, no conoce fronteras ni culturas y en Europa migrantes mexicanas la padecen de forma constante.
Llevadas por el enamoramiento y la ilusión de formar una familia, mexicanas provenientes de todo tipo de estrato social deciden dejar trabajo, familia y país para seguir a sus parejas. En algunos casos -no pocos- se topan con una realidad distinta a la esperada: aislamiento, depresión, maltrato físico, sexual, psicológico y económico e incluso la muerte.
La punta del iceberg
Tan sólo la red diplomática y consular del gobierno mexicano ha brindado entre enero de 2011 y diciembre de 2021 asistencia y protección a 388 mujeres víctimas de violencia doméstica. Esto significa que, en promedio, cada mes, tres mexicanas requieren protección consular por este motivo dentro de los países que integran la Unión Europea además del Reino Unido y Suiza.
De la información oficial -obtenida por los periodistas a través de la ley de transparencia y acceso a la información del gobierno mexicano- se desprende que los países en donde mayor número de casos se han registrado son Alemania con 110; Francia con 75; España con 62; Italia con 45, Reino Unido con 40 y Bélgica con 13. Cabe aclarar que tales números corresponden sólo a casos en donde la autoridad consular ha brindado asistencia y protección pero no significa que representen todo el universo.
Más allá de los datos oficiales brindados por el servicio consular mexicano, la verdadera dimensión del problema se puede encontrar en las redes sociales.
En años recientes han surgido en Facebook y Whatsapp grupos cerrados exclusivos de mujeres quienes comparten ahí sus casos de violencia conyugal en busca de apoyo y asesoría, dando lugar a redes en las que mujeres ayudan a otras mujeres ante la falta de un apoyo institucional.
Lo reconoce en entrevista el propio cónsul en Bruselas, Luis Ferrer: “tenemos únicamente 12 casos registrados (en cuatro años) lo que me parece bastante bajo. Esto es una confirmación de que el reto de la sección consular en Bruselas es poder llegar a más víctimas de violencia doméstica en Bélgica (…) ya que sabemos que hay muchos más casos; sin embargo, muchas mujeres son renuentes a acercarse a la sección consular por miedo a represalias de sus parejas y también porque les da vergüenza reportar los abusos sufridos”.
Lo cierto es que las representaciones diplomáticas carecen de atribuciones para brindar defensa legal a las mexicanas que sufren violencia de género.
Tampoco cuentan con presupuesto para apoyar económicamente a las víctimas, salvo en casos excepcionales. Y entre estos tendrían que estar aquellos en los que han muerto mujeres mexicanas a manos de sus parejas, para los cuales se esperaría que la intervención del gobierno fuera amplia, rápida y empática con los familiares. Pero no ha sido así, y un ejemplo es el de Jessica Astorga.
Servicio consular cuestionado
Aline Astorga relata que en agosto de 2018 pidió apoyo a la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) y a la embajada francesa en México: Jessica, su hermana menor, de 26 años, acababa de fallecer trágicamente en Lyon, Francia, y ella estaba completamente aturdida. Nunca se esperó escuchar una respuesta como la que obtuvo : “Nos dijeron en ambos casos que como los hechos ya habían ocurrido, no existía una emergencia y, por tanto, no nos podían ayudar”.
Aline y su madre Soledad llegaron a Lyon por su cuenta. Solas -sin hablar francés- se las arreglaron para encontrar un alojamiento y moverse en una ciudad desconocida para ellas.
Transcurrieron al menos cinco días antes de que el cónsul general en París, Edgar Cubero -hoy embajador en Grecia-, respondiera a las peticiones de asistencia de la familia Astorga con la contratación de un abogado, quien hasta entonces informó a Aline y a su madre que Jessica no se había suicidado como aseguró el marido, sino que él ya había confesado haberla asfixiado hasta la muerte.
La intervención consular, sin embargo, se llevó a cabo después de una cadena de tuits en los que Aline exhibió el desinterés por atenderlas del entonces embajador en Francia y actual representante permanente ante la ONU, Juan Manuel Gómez Robledo, al que etiquetaba en todos sus mensajes.
“Hubo cero apoyo (de las autoridades mexicanas)”, señala Aline, que aún se pregunta cómo fue posible que el cuerpo de su hermana haya permanecido una semana en la cámara funeraria sin que nadie del personal diplomático mexicano se ocupara de él.
Consultado para esta investigación, el consulado en París aseguró por correo electrónico que la familia Astorga recibió “todo el apoyo previsto por la legislación mexicana correspondiente, en estrecha coordinación con la entonces Dirección General de Protección a Mexicanos de la SRE”. Lo que no aclaró es que ese apoyo era en realidad un préstamo al que, mediante firma de por medio, comprometían a la hermana de Jessica a pagar.
La joven asegura que durante más de un año recibió llamadas constantes de la SRE para que saldara el adeudo de unos 40 mil pesos por el costo de repatriación de los restos de Jessica. Ella comenta que aceptó pagar esa cantidad en su momento porque, de negarse, el embajador le advirtió que no tendría ese servicio funerario. La deuda fue finalmente condonada.
Mujeres ayudan mujeres
Escuchar, brindar asesoría y explicar a las connacionales los pasos a seguir para denunciar la violencia es parte del trabajo de las representaciones consulares. No obstante, la realidad es que muchas mujeres encuentran el apoyo en otras mujeres como ellas.
Fenice Torres, originaria de Jalisco, es administradora del grupo en Facebook de Mexicanas en Alemania and more que cuenta con dos mil 800 miembros.
Durante la pandemia en 2020 comenzó a realizar lives con la intención de compartir su experiencia de divorcio de su esposo alemán, altos niveles de estrés que ello le generó y el posterior cáncer de colón que padeció. Apoyada por su abogada organiza con cierta frecuencia lives para asesorar y responder dudas de miembros del grupo. “Desde que el grupo comenzó a tener el perfil informativo comenzaron a llegar muchos casos con dudas especialmente dirigidas al tema del divorcio y patria potestad de los hijos”, explica.
Carolina H. Ruiz es otra mexicana originaria de Monterrey que vive desde hace 11 años en Madrid. Ella administra los grupos en Facebook de Mexicanas en Madrid y Mexicanas en España que juntos tienen más de 5 mil seguidoras.
Explica que desde el momento en que se decidió que el perfil del grupo sería para hablar sobre violencia de género comenzaron a llegar los casos: “Es como un goteo que siempre está presente. No hay mes en que no conozcamos un caso nuevo. Al principio de la pandemia se triplicaron las llamadas y nuestro trabajo ha sido siempre informarles sobre sus derechos y canalizarlas con especialistas que puedan ayudarlas porque nosotros no lo somos”, dice.
Teresa Gutiérrez* es mexicana y vive en Hoegaarden, un pequeño pueblo de la provincia flamenca de Brabante en Bélgica. Fundó junto con otras mujeres hace 17 años, los mismos que tiene viviendo en aquel país, la asociación Mexicanos en Bélgica. Fue en la cuenta de Facebook del grupo que comenzaron ella y sus socias a percatarse de casos.
“Desde que se abrió el grupo nos dimos cuenta que por el chat llegaban preguntas (sobre) dónde estaban las casas de protección para mujeres o refugios. O amigos de esas personas venían y (nos decían) ‘oye, conozco a alguien que está en problemas, ¿qué podemos hacer?’”, explica en entrevista.
En octubre de 2020 Minerva*, una joven mexicana originaria de la Ciudad de México, la contactó por el chat del grupo. Buscaba información sobre cómo huir del pueblo, en la provincia de Flandes, donde vivía con su novio. Recién había llegado a Bélgica con la intención de casarse pero no había pasado ni un mes y la situación era para ella insostenible: el hombre la humillaba constantemente y no la dejaba salir sola de casa. No hablaba el idioma de la región, no tenía contacto con nadie y tampoco alguna posibilidad de trabajar, ya que él le decía que no era necesario pues en casa lo tenía todo.
Teresa y su marido no dudaron en ayudarla. Esa misma semana, cuando el novio se encontraba en el trabajo, fueron en su auto privado por la chica y la condujeron a la estación de trenes donde ella tomó uno que la llevó a Alemania donde vivían conocidos suyos.
Doble vulnerabilidad
Quien ha migrado lo sabe: en el camino se pierde el idioma, la familia, la cultura, los amigos, el estatus social y profesional y uno se vuelve especialmente vulnerable. Es lo que se conoce como duelo migratorio.
En la mayoría de los casos que atañen a esta investigación la mujer llega a un país que no conoce, en donde se habla un idioma que no entiende, con una cultura diferente a la propia y dependiendo económicamente de su esposo o pareja.
“Se cae en una vulnerabilidad, en un acto de sumisión y dependencia ante cualquier figura de autoridad. Hay toda una reestructuración de la personalidad que no es fácil”, explica Ana Andón, psicóloga mexicana residente en Francia.
Es importante, dice, que a la par del proyecto amoroso, la mujer que decide emigrar para formar una familia también cuente con un proyecto personal, independiente de la pareja. Que se informe, se prepare para su futuro proceso de integración e incluso tenga su propio dinero.
“Hay una romantización de la pareja, se tiene la idea de que ellos te van a solucionar todo y te van a llevar de la mano pero a veces ni ellos mismos conocen su sistema. (…) Muchas mujeres me dicen: ‘allá (en México, donde se conocieron) no era así’. Por supuesto que no, porque allá estaba en un medio fuera del suyo. Pero ya dentro de su país tiene que volver a entrar a sus parámetros para ser funcionales. No es que cambie. Él es así”, señala.
Y los hijos también…
En muchos casos no se trata solo de liberarse de una relación tóxica, llena de abusos, sino que a la par -cuando se han tenido hijos con el agresor- comienza una batalla, quizás más dolorosa, por no perderlos.
Y es que una de las agresiones más recurrentes con las que constató esta investigación es la violencia psicológica que muchos hombres ejercen sobre sus víctimas: la amenaza permanente de quitarles a los hijos y ser expulsadas del país por no ser capaces de mantenerse ni ellas ni a sus niños.
Marta Matkowska es abogada de derecho de familia y tiene larga experiencia defendiendo a mujeres latinas en Alemania y España para obtener la patria potestad de sus hijos. Reconoce la alta vulnerabilidad en la que muchas se encuentran porque de un momento al otro (cuando llega la separación) tienen que asumir responsabilidades económicas para poder mantener consigo a sus hijos, pero deja en claro que cada una, independientemente de que trabajen o no, tienen derechos que impiden una deportación y la pérdida de sus hijos, especialmente en los casos donde se puede demostrar la violencia.
La clave, asegura, es que las mujeres conozcan sus derechos y, sobre todo, se preparen cuando tienen planes de casarse con un extranjero y emigrar al país de éste.
“Los hombres no son tontos y normalmente saben que las mujeres tienen derechos, pero ellas mismas lo desconocen. No se trata sólo de enamorarte, casarte y venir a vivir una decepción amorosa, porque cuando tienes hijos eso significa anclarte al país hasta que ellos sean mayores de edad”, dice.
En casos de parejas binacionales -en este caso aplica para una mexicana y un europeo- cuando concluye la relación amorosa pero existen hijos la ley coloca por encima de cualquier otra consideración el derecho de los menores de permanecer en los países en los que nacieron (argumentando su bienestar), haciendo prácticamente imposible que una madre pueda volver a su país de origen con sus hijos. A menos de contar con el permiso del padre o el de un juez.
Nota de la redacción: *nombres ficticios.
Esta investigación fue posible gracias al apoyo del Pulitzer Center
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