Religiosos antivacunas: la desinformación desde el atril
Por Angel Mazariegos Rivas
Los porcentajes de vacunación en Guatemala son demasiado bajos y la desinformación juega un papel clave. Desde sus templos, algunos líderes religiosos difunden mensajes en contra del uso de mascarillas y hasta de las vacunas. Sus voces llegan a cientos de miles de personas aún dudosas de la efectividad, seguridad y necesidad de inmunizarse. El Ministerio de Salud no cuenta con una estrategia de comunicación efectiva y clara que pueda contrarrestar o contraargumentar estos mensajes.
A un año de iniciada la vacunación contra la COVID-19 en Guatemala, solo el 45% de la población mayor de 12 años cuenta con el esquema completo de vacunación y apenas el 15% tiene una dosis de refuerzo.
Las cifras están muy alejadas del Plan Nacional de Vacunación presentado en febrero de 2021, que buscaba vacunar a toda la población adulta del país en un plazo de seis meses.
Especialistas médicos aseguran que, a la falta de campañas de información por parte del Gobierno, la tardía y cuestionada compra de vacunas y su lenta distribución, se suma la desinformación alrededor del fármaco.
Esta desinformación circula sin control en redes sociales, pero también en el boca a boca y en los discursos de algunos líderes religiosos. Según dijo el Ministerio de Salud a Ocote, estos discursos han sido uno de los obstáculos para no avanzar en la vacunación.
Entre agosto y noviembre de 2021, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) realizó 2,310 encuestas en 110 municipios de Guatemala, para evaluar los motivos por los que las personas no se habían vacunado en el país.
Según los resultados, entre las principales razones está la creencia de que Dios protege y por eso no es necesario inmunizarse o que vacunarse es un acto de poca fe. El 27% de las personas encuestadas dijo que los líderes religiosos de su comunidad no quieren que se vacunen.
Los mensajes desinformadores sobre COVID-19 por parte de estos líderes no son nuevos. Comenzaron a inicios de 2020, cuando cuestionaron el uso de la mascarilla, las medidas que decretó el Gobierno y hasta la existencia de una pandemia.
En Santiago Atitlán, en el departamento de Sololá, Gaspar Sapalú, quien dirige la iglesia Palabra Miel, organizó una caminata religiosa en julio de 2020, mientras decenas de personas sin mascarilla ondeaban banderas de su iglesia en las calles. Sapalú fue denunciado por la Policía Nacional Civil ante el Ministerio Público por incumplir el toque de queda que había dispuesto el Gobierno ante la pandemia. En redes sociales circulan además videos donde Sapalú asegura que las mascarillas no protegen.
En Villa Nueva, Guatemala, el pastor Marco Antonio Díaz ha invitado a las personas a no vacunarse. Dice desconfiar del proceso de fabricación. En sus servicios religiosos, que se han compartido en redes sociales, ha asegurado que las vacunas contienen células de fetos abortados. También promueve el consumo de dióxido de cloro para prevenir la COVID-19, una sustancia considerada como tóxica por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y cuya venta ha prohibido el Ministerio de Salud de Guatemala.
En Nueva Concepción, Escuintla, Víctor Morales, pastor y líder religioso de la iglesia evangélica El Buen Samaritano, ha invitado a su congregación a perder el miedo a la COVID-19, a no usar mascarillas y ha asegurado que no necesita estar vacunado contra la enfermedad, porque Dios le protege.
“Una mascarilla no nos defiende, solamente la sangre que Jesús derramó”
28 de febrero de 2022. Estamos en Tiquisate, un municipio del departamento de Escuintla con 57,292 habitantes, a 147 kilómetros de Ciudad de Guatemala. En una iglesia a medio construir, con cuatro paredes de block, sin repello y sin pintura, con un escenario de concreto y un techo que cubre un tercio del terreno, Víctor Morales da una prédica de bendición.
Morales, pastor evangélico de Nueva Concepción, un municipio a 17 kilómetros de Tiquisate, fue invitado hoy para inaugurar la iglesia.
Unas 150 personas escuchan, atentas. Apenas 10 de ellas llevan mascarilla.
“No les gusta diezmar y si lo hacen, diezman un mes sí y seis meses no. ¡Santo poder de Dios! Y así quieren salir de la crisis económica. Prefieren gastarlo en pastillas, en medicamentos y no honrar a Dios”, alza la voz.
Asegura que no habrá pandemia que pueda alejar a su pueblo de Dios y que esta enfermedad, la COVID-19, es la oportunidad para acercarse a la Iglesia.
Horas antes del servicio al que le acompañamos, en el municipio de Nueva Concepción, con 72,909 habitantes, Víctor Morales se secaba el sudor en la puerta de su iglesia. Morales nació aquí hace 50 años, pero no hay quien se acostumbre al calor de esta parte del país.
Su iglesia, El Buen Samaritano, es diferente a la de Tiquisate. Parece un gimnasio municipal, con capacidad para unas 200 personas. Hay decenas de sillas ordenadas, un techo de lámina tipo domo, un mural del Arca de Noé en la parte de atrás, paredes blancas que se elevan a cinco metros y un piso brillante que parece acabado de lustrar. Sobre el altar, de metro y medio de altura, hay instrumentos y bocinas. Debajo, su atril.
A la entrada de la iglesia, vestido con una camisa deportiva, un pantalón formal y zapatos negros, Morales explica por qué no usa mascarilla, por qué no está vacunado y por qué comparte este mensaje con su congregación.
“Dice la palabra de Dios que no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada… No nos defiende una mascarilla de un quetzal; solamente la sangre que Jesús derramó es la única que nos puede defender y proteger de esta enfermedad destructora”, arguye el pastor.
Mantiene esta convicción desde el inicio de la pandemia, desde marzo de 2020, cuando el gobierno de Alejandro Giammattei cerró las fronteras de Guatemala y estableció que la población debía quedarse en casa para evitar los contagios. Su primera reacción, recuerda, fue orar.
“La mascarilla la usa quien quiere usarla. Yo les digo (a su congregación): ‘¿Cómo van a creer que aquí donde desciende la presencia del Señor nos vamos a contagiar?’ Es ilógico. Yo, dentro de la iglesia, nunca he usado mascarilla”, comenta.
“Con la vacuna es igual. Es una decisión de cada persona. Yo le digo a la Iglesia que, si se la quieren poner, que se la pongan. Yo no les influyo”, dice. Aun así, argumenta que la protección de Dios es suficiente y que por eso no se ha vacunado.
Ante su familia, su postura fue, desde el inicio, de “guerrero sin armadura”: “Mi esposa y mis hijos me dijeron que cerrara la iglesia. Yo les dije que si tenían miedo, que no vinieran. ‘Quédense en la casa, bola de miedosos’ les dije”.
Levanta los hombros cuando se le cuestiona sobre los resultados de estudios científicos que refutan sus argumentos. “Si a alguien le da la enfermedad y fallece, pues es el tiempo que Dios decidió. La gente se muere aunque esté vacunada”, argumenta, a pesar de las evidencias en todo el mundo, que aseguran la eficacia de las vacunas puesto que disminuyen el contagio, el agravamiento y las hospitalizaciones.
Además, el ministro de Salud, Francisco Coma, aseguró a Ocote que, entre enero y febrero de 2022, el 80% de los pacientes que fallecieron por COVID-19 en Guatemala no contaban con vacuna.
Después de dos años desde el inicio de esta pandemia, el pastor no ha cerrado su iglesia y no ha dejado de dar sus servicios. Su argumento es que Dios le va a pedir cuentas si no continúa predicando el evangelio.
La iglesia tiene un canal de televisión que funciona desde hace una década y el pastor asegura que la empresa de cable Cablevisión les dona la señal. Además, transmite todos los mensajes por Facebook, pero Morales dice que muchas personas de su congregación no tienen acceso a televisión, cable o internet. Por eso, no quiso dejar de ofrecer su servicio de manera presencial, a pesar de las restricciones impuestas por el Gobierno que al inicio de la pandemia prohibió, entre otras actividades, los eventos religiosos.
“Yo no iba a cerrar la iglesia con mis manos. Si la Policía o las autoridades venían y le echaban candado, pues que le echaran, pero yo no la iba a cerrar. Al principio éramos 15. Luego, cuando ya éramos unos 50, nos quedamos a dormir aquí para los toques de queda y salíamos al día siguiente”, comenta entre risas.
Morales se unió a la fe evangélica con 28 años y, a los 35, fundó su propia iglesia, El Buen Samaritano, que pertenece a una red de la que él es el “pastor general”. Actualmente son seis iglesias: cinco en Nueva Concepción y una en Colombia, que exportó Morales en una visita al país sudamericano en 2021.
Asegura que los pastores de las seis iglesias comparten la idea de la protección divina ante la pandemia.
Hubo publicaciones de medios de comunicación que señalaron a estos pastores y evangelistas de su misma iglesia, bajo el liderazgo de Morales, por colocar retenes en la carretera de Nueva Concepción. Detenían a los vehículos que circulaban por el municipio para exhortar a las personas a no vacunarse ni usar mascarilla. Morales asegura que esto es falso: “Les exhortamos a tener la fe puesta en Dios”, dice.
Antes de iniciar la prédica en Tiquisate, el 28 de febrero, tres personas adultas, las tres sin mascarillas, evitan responder si están vacunadas o no contra la COVID-19. También prefieren omitir sus nombres. Aseguran que cuentan con la protección de Dios, y eso es suficiente.
¿Qué hacen las autoridades frente a estos discursos?
En octubre de 2021, mientras se encontraba en una ronda de vigilancia al cumplimiento de normas de bioseguridad en negocios del municipio, Aura Violeta Juárez, la directora del Centro de Salud de Nueva Concepción, supo por personas de la comunidad que había un pastor exhortando a no usar mascarilla y a no vacunarse en una calle cerca del Mercado Municipal.
“Cuando llegamos, supimos que era él”, comenta Juárez. Era Víctor Morales. Juárez dice que ya lo había visto en otras ocasiones en el Parque Central junto a su congregación, aunque no le había confrontado por seguridad. Iba sola y no sabía cómo iba a reaccionar. Pero esta vez la acompañaban autoridades municipales, agentes de la Policía Municipal de Tránsito y un compañero del centro de salud, así que decidió hablar con él.
“Le dijimos que se pusiera mascarilla, que mantuviera el distanciamiento y que dejara de dar ese mensaje contra las vacunas, porque bloqueaba el trabajo que hacíamos en el Ministerio de Salud”, recuerda la doctora.
Asegura que, aunque Morales trató de evadir la conversación, cedió a usar cubrebocas y dejó de promover su mensaje anti mascarillas. “Al menos durante los 20 minutos que estuvimos allí, después, ya a saber qué hizo”, dice.
Nueva Concepción es el municipio con menos porcentaje de vacunación del departamento de Escuintla. Hasta el 2 de marzo de 2022, el Tablero del Ministerio de Salud indicaba que apenas un 40% de la población de más de 12 años se había puesto la primera dosis, un 28% las dos dosis y únicamente el 5.7% tenía la de refuerzo.
En la municipalidad, el alcalde Adolfo Pozuelos, asegura que la vacunación avanzó en el último trimestre de 2021 y que el porcentaje aún es bajo porque mucha gente cree que la vacuna no es necesaria si tiene la protección de Dios.
Otras personas, dice, creen en desinformaciones que han circulado “a pesar de que ha habido medios que tienen campañas positivas sobre la vacuna”, agrega.
Ocote le consultó a Pozuelos si la municipalidad había tomado alguna acción para combatir estos discursos desinformadores, pero el alcalde evitó responder. “Al final, esto es voluntario y no podemos hacer mucho con quienes no quieren vacunarse por creencias religiosas”, concluyó.
En el Centro de Salud de Nueva Concepción, Juárez asegura que para divulgar la necesidad de vacunarse se han valido mucho del boca a boca. “La misma gente se ha dado cuenta de los beneficios y por eso se vacunan”, dice.
En cuanto a las campañas de comunicación, dice que han recibido apoyo de algunos medios de comunicación y de empresas que hablan con su personal.
Juárez añade que los 15 rastreadores del Ministerio que cubren las 175 comunidades del municipio conversan con la gente cuando hacen pruebas de diagnóstico o cuando llevan la vacuna para aplicar. “Claro que no se dan abasto. Las jornadas son cansadas y es difícil llegar a todos los hogares”, admite.
Francisco Coma, ministro de Salud, comparte que muchas personas no han querido vacunarse por razones religiosas y duda que lo vayan a hacer. Agrega que es muy complejo incidir en el cambio de opinión de estas personas, pero que lo intentan a través del diálogo con líderes comunitarios.
Susana Roca, vocera del Ministerio, añade que la meta es vacunar al 70% de la población de Guatemala, y que buscan “que esas personas (que no han querido vacunarse hasta ahora) queden dentro del 30% que no se vacunará”. Asegura que el objetivo ahora es centrarse en llevar el mensaje y la vacuna a quienes aún están indecisos.
“La estrategia es que algunos actores locales, como asociaciones religiosas y líderes de los Cocodes (Consejos Comunitarios de Desarrollo) conversen con la población de forma directa”, comenta Coma.
Sobre las campañas de información para aumentar la vacunación, el Ministerio de Salud se ha quedado corto. Por ejemplo, se trabajaron campañas en idiomas indígenas con la Academia de Lenguas Mayas, pero según especialistas no se divulgaron lo suficiente a través de medios de comunicación o radios comunitarias.
En una entrevista publicada en Ocote, Alicia Chang, presidenta de la Asociación Guatemalteca de Enfermedades Infecciosas, recordó que “el Gobierno de Guatemala cuenta con recursos y por lo tanto debieron haber llegado desde hace mucho a toda esa población de habla indígena, pero no lo hicieron”.
“Ni siquiera contemplaron la posibilidad de llevar la comunicación sobre la vacunación a las comunidades indígenas. Se continúa marginando a la población indígena y no parecen ser importantes para el Gobierno en la toma de decisiones a nivel nacional”, concluyó.
Como consecuencia de esto, un alto porcentaje de la población guatemalteca no ha querido vacunarse. A inicios de marzo, el 60% no había recibido ninguna dosis. Así que muchas vacunas, que habían tardado meses en llegar a Guatemala, empezaron a vencer. El 28 de febrero caducaron 1,062,412 de dosis de Sputnik V. El presidente de Giammattei responsabilizó a la ciudadanía, “por no querer vacunarse”.
Al 25 de febrero de 2022 habían ingresado al país 25,272,120 dosis de vacunas contra la COVID-19. Al 2 de marzo solo se había aplicado el 59%.
Líderes religiosos frente a la desinformación
Ante la falta de comunicación del Gobierno y la viralidad de la desinformación relacionada a la pandemia, hay líderes religiosos que han buscado informar a sus fieles.
Es el caso del sacerdote Edgar Del Cid, de la Iglesia Inmaculada Concepción y el pastor evangélico Jeovani Ruano, de la iglesia Príncipe de Paz, ambos de Nueva Concepción. Los dos han incluido en sus discursos la promoción de la vacuna y la mascarilla.
“En una pandemia como esta, Dios nos cuida. Él trabaja a través de los científicos que elaboraron las vacunas para ayudar a que la enfermedad no sea mortal y que tenga menos complicaciones”, explica Del Cid. “Nos dio inteligencia para saber que las mascarillas nos protegen. Dios nos da los medios, capacidad de amar y por eso es importante que pensemos en los demás. Yo me cuido para no contagiar a otros”, añade.
Para el sacerdote, las empresas, el personal de salud, los maestros y maestras y los líderes religiosos deberían promover la vacunación en las comunidades para concienciar a la población. “En la comunidad católica también hay mucha gente que promueve la no vacunación y es importante que sepan que todos quienes hacen esto son responsables de cómo malinforman a la población”, dice.
El pastor Jeovani Ruano añade que no puede tomarse cada versículo de la Biblia de forma literal, como hacen algunos líderes religiosos. “En los evangelios hay una cita que dice ‘Tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño’ (Marcos 16:18). No podemos creer que, si nos exponemos a la picadura de una serpiente o ingerimos un veneno, no pasará nada siempre que Dios esté con nosotros”, explica.
Ruano dice que para contrarrestar la desinformación e invitar a su congregación a vacunarse, él asistió en agosto de 2021 a recibir su primera dosis. “Como líder, es importante dar el ejemplo. Incluso durante las prédicas trato de abordar el tema con chistes para que la gente se anime. Sé que hay muchos indecisos por eso es importante invitarles a que pierdan el temor”, comenta.
“La mayoría de los no vacunados están indecisos”, concluye Edgar Del Cid. “Con esas personas debemos trabajar”.
El pastor César Ayala, presidente de la Alianza Evangélica de Guatemala, dice que a nivel nacional han procurado contrarrestar la desinformación dando el ejemplo con la vacunación de sus líderes. “Somos conscientes de la desinformación antivacunas. Desde la Alianza hacemos viajes a diferentes partes del país para invitar a las iglesias a que se unan y ahora hemos agregado la promoción de la vacuna”, asegura.
Calcula que al menos un 70% de las iglesias evangélicas de Guatemala están adheridas a la organización que preside y dice que, aunque un grupo de pastores ha decidido no vacunarse, el acuerdo al que han llegado es que no promuevan esa decisión, para que las congregaciones sí se vacunen.
La Conferencia Episcopal de Guatemala, que organiza a líderes de la religión católica en el país, se ha pronunciado a favor de la vacunación contra la COVID-19 a través de comunicados en su página web.
Ocote buscó conversar con sus autoridades para conocer cómo han procurado frenar la desinformación desde las iglesias, pero al cierre de edición de este reportaje no se había obtenido una entrevista.
Sin mascarilla, pero vacunada.
Carolina Melgar, psicóloga clínica y especializada en investigaciones de derechos humanos, explica que en Latinoamérica los discursos religiosos cristianos tienen mucho poder en la mayoría de la población, por la alta carga religiosa que existe.
“Decir que la protección de Dios es suficiente tiene impacto no solo en la congregación de una iglesia, sino en el imaginario social, en la comunidad, porque las personas reproducen el mensaje fuera del templo, lo cual puede hacer mella en quienes comparten principios y valores cristianos”, señala. Melgar ve esto como un problema porque muchas personas no se plantean traicionar el mensaje de un líder religioso.
Rosa Gladys Rivera es una empresaria y dueña de la taquería Xela Tacos, ubicada a un cruce de cebra del parque central de Nueva Concepción. Mientras cobra almuerzos y ante la mirada de varios clientes, cuenta que ella asiste a la iglesia El Buen Samaritano, de Víctor Morales.
Asegura que tal y como dice el líder en su mensaje, el uso de mascarilla dentro del templo y la vacuna contra la COVID-19 son decisiones personales y opcionales, pero por encima de eso, “tenemos puesta la fe y la confianza en Dios y por eso nos va a cubrir cada día con la sangre de Cristo. Dios ha sido fiel con nosotros”, concluye, mientras despacha en su negocio. Rosa, igual que muchos otros en la iglesia, no utiliza mascarilla. Sin embargo, cuando le preguntamos si estaba vacunada, dijo que sí.
Las contradicciones, informaciones sesgadas o desinformaciones aún corren como la pólvora en muchas comunidades sin una estrategia efectiva frente a ellas.
Reportaje que forma parte del especial Los que no se vacunan en Centroamérica y México, impulsado por medios integrantes de la alianza Otras Miradas. Participan en el especial: Agencia Ocote, Chiapas Paralelo, Radio Progreso, La Voz de Guanacaste, Gato Encerrado y Divergentes.
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