Tere Sordo: “una amorosa bordadora por la paz”
Por Darwin Franco en Zona Docs
Conocí a Tere Sordo en el Parque Revolución (Parque Rojo) de Guadalajara, Jalisco. La conocí bordando amorosamente pañuelos en los que escribía la vida y memoria de a quienes les arrebataron la vida o les desaparecieron en el marco de la mal llamada “guerra contra el narcotráfico”.
La conocí siendo brutalmente honesta y generosa. Ese día era domingo, y Tere estaba ahí, cigarro en mano, colocando tendederos para poner cada uno de los pañuelos blancos que hacían las bordadoras por la paz. Proyecto de memoria que Tere impulsó por años con respeto, dignidad y amor.
Le pregunté qué era lo que hacían. Y ella directa y sin tapujos me dijo: “Siéntate, borda y ya los verás”. No sabía bordar, nunca había bordado, pero ella pacientemente me dijo cómo hacerle y me explicó que en rojo se bordaban los nombres de quienes fueron asesinados, y en verde a todas las personas desaparecidas. Y que lo único que había que hacer era seguir el mensaje que ella y otras bordadoras ya habían escrito sobre el pañuelo.
Y es que la labor de las bordadoras, la labor de Tere, no sólo era colocarse ahí silenciosas y dignas cada domingo a bordar los horrores de la guerra, sino dedicar sus días a buscar y contar estas muertes o desapariciones mediante proyectos como “Menos días aquí” de Nuestra Aparente Rendición. Para después colocar esos nombres e historias en pañuelos blancos que eran cuidados con delicadeza para ser bordados por ellas mismas o por quienes se acercaran al parque a compartir este acto de memoria.
Y así pasaron infinidad de domingos entre bordados, risas, confesiones, lecturas de cuentos por la increíble Yademira. Y así fue como Tere fue haciéndose pieza fundamental de la lucha por las víctimas de la violencia en Jalisco, pues al parque comenzaron a llegar las familias que tenían una pérdida, pero sobre todo aquellas que buscaban a sus seres queridos desaparecidos.
Ella las escuchó y les abrazó con todo su ser, pues esa era una de sus habilidades más envidiables, tenía una escucha privilegiada, y eso fue fundamental para que ellas de a poco comenzaran a organizarse.
Ella fue pilar de ese proceso, pues estuvo ahí a su lado hasta que las familias decidieron que era tiempo de salir a protestar. Ella las motivó e impulsó, me consta porque lo vi cada semana, cada martes, que ella se sentó a escuchar a las decenas de familias que llegaban para saber qué se podía hacer porque el Estado, simplemente, no estaba haciendo nada.
Y ahí la recuerdo siendo una acuciosa lectora de leyes, reglamentos o tratados internacionales para darles a las familias información sobre lo que deberían de exigir. La recuerdo también leyendo notas de aquí y allá para contarles que hacían otras familias en otros estados. Hasta se dio a la tarea de buscar a esas otras familias buscadoras para aprenderles y luego trasladar esos conocimientos a las buscadoras de Jalisco.
Era siempre generosa, siempre; por ello, fue el crisol de muchas luchas y resistencias. Hermanó colectivos de búsqueda en todo el país, y asumió como propios a todos sus desaparecidos.
Y estuvo con ellas en cada acción, en cada marcha, en cada memorial, en cada evento, en cada rueda de prensa. Estuvo e, incluso, tomó muchas veces la palabra porque el carácter que tenía no la dejaba quedarse quieta y, mucho menos, callada. Esa no era su naturaleza.
Estuvo para todas las familias, para todas las causas y para quienes le quisimos. Y estuvo hasta que pensó que debía soltar, pero en realidad nunca dejó de estar, pues me consta que siempre sabía en qué andábamos y en qué no.
Siempre estuvo atenta a sus cariños. A su familia a la que amó con todo lo que tenía. A la que se sujetó con fuerza en los momentos difíciles.
Por la pandemia y por su salud, no pude ver a Tere como hubiese querido. Pero teníamos en la virtualidad ese espacio de amor compartido con Paco. Ese sitio, nuestro Oxxo, donde nunca dejábamos de preguntar cómo estábamos y cómo nos sentíamos. Ahí se quedó en pausa la fecha para para vernos y para que, como me pidió, la entrevistara para contar todo lo que vivió acompañando a las familias buscadoras.
De Tere me quedaré ese recuerdo en el bello jardín de su casa, bajo la sombra de sus plantas y con el mural que le hizo Eve. Esos cafés o chocolates calientes que eran sólo por el gusto de vernos. Me quedaré con esa hamaca que me hizo para que se acostara “mi mentada gata”, y aquellos pañuelos bordados que tenía en casa y que no pude devolverle.
Me queda (nos queda) esa mirada suya tan fuerte y tan amorosa, ese cigarro que pareciera nunca terminarse, esos mensajes irónicos y contundentes de su Twitter. Su cabello teñido de rojo. Nos queda (me queda) esa amistad que se bordó con el paso de los años en este pañuelo que es la vida.
Nos deja Tere, un gran vacío. Pero queda su lucha por la memoria, su amistad y todo lo que nos enseñaste. Todo lo que bordaste en nosotros.
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