¿Quién cuida a quienes cuidan?: Reflexiones del Primer Foro Nacional de Mujeres Cuidadoras
El objetivo del “Primer Foro de Mujeres cuidadoras. Cuidadoras que escriben su propia historia” era dialogar sobre los estereotipos sociales que han designado históricamente las labores de cuidado a las mujeres, y de las implicaciones personales, sociales y culturales que tiene esta carga laboral no remunerada; así como de poner sobre la mesa el abandono y descuido de quienes cuidan.
Aquí algunas de las ideas centrales de esta acción donde participaron mujeres cuidadoras de la zona periférica de Guadalajara.
Por Samantha Anaya en Zona Docs
¿Quién cuida a quienes cuidan? ¿Cuáles son sus necesidades y deseos? fueron algunas de las preguntas que guiaron las reflexiones del Primer Foro Nacional de Mujeres Cuidadoras, el cual se realizó con la idea de conformar una red de mujeres cuidadoras familiares y profesionales que se encargan del bienestar físico y emocional de personas de la tercera edad, personas con discapacidad o de quienes padecen alguna enfermedad.
La necesidad de generar espacios como éste recayó en el hecho de que la labor de cuidar es invisibilizada y poco valorada: “Socialmente esta labor se les asigna a las mujeres, por lo que el resto lo ve como algo inferior y que no requiere reconocimiento”, consideró Iranía Bonilla, integrante de Plenitud y Demencia.
Las expertas y cuidadoras subrayan el hecho de que, si se asigna esta responsabilidad y obligación a las mujeres, es a causa de una construcción social, histórica, patriarcal, sexista y discriminatoria, y, aunado a ello, está el hecho de que “la reproducción social de los cuidados es necesaria para vivir, pues los cuidados son necesarios, porque sin cuidados no hay nada, no hay posibilidad de producir ni reproducir la vida, por eso es un tema de agenda que debe salir de lo colectivo, familiar y personal, y lo peor es que, aún así, no se reconoce como un trabajo”, insistió Iranía.
Entre las dificultades que enfrentan las mujeres, que se dedican a cuidar a algún ser querido se encuentran: dejar de lado su vida profesional, social y personal; la sobrecarga física y emocional; la desvalorización de su trabajo; problemas en su salud física y emocional; y el estar solas durante la ejecución de este trabajo.
El Foro se dividió en dos mesas; la primera fue “Mujeres y cuidados: reflexión de género” que fue dirigida por Iranía Bonilla. En esta, se habló sobre el rol social que se le asigna a las mujeres y los estereotipos que crean un discurso sobre “que somos más delicadas, dulces, cariñosas, y que por eso somos designadas para cuidar a quienes lo necesitan”.
La segunda mesa fue “Sostener el proyecto de vida de las mujeres cuidadoras”, en las que se habló sobre qué sucede con la vida de quienes se dedican a cuidar a alguien más: “es como si se le diera una mayor importancia a la vida de la personas que necesita de cuidados, y se hace a un lado las necesidades, los deseos y el bienestar de quienes son las cuidadoras”, señaló Tania Galvez, integrante de Los cuidados de cuidar.
¿Qué pasa en torno a los cuidados y cuál es su relación con el género?
Rosa Farreas, presidenta de la Federación Mexicana de Alzheimer (FEDMA), y quien además cuidó por 22 años a su madre que padeció dicha enfermedad, afirmó que en México y el mundo, el papel de cuidadora se ha designado a las mujeres, lo que está íntimamente relacionado con “el estereotipo de mujer cuidadora y hombre proveedor”. Sin embargo, indicó que -en las últimas décadas- “las mujeres también hemos tenido que volvernos proveedoras, y se espera que cuidemos como si no trabajáramos, y que trabajemos como si no cuidáramos”.
Otros de los estigmas que están detrás de la idea de que el rol de los cuidados le corresponden a las mujeres, es el hecho de que “también se asocia con lo que se nombra como ‘el instinto materno’, con esa sensibilidad, la delicadeza”, reafirmó.
Por su parte, Angélica Trigo, quien a pesar de tener siete hermanas y hermanos ha cuidado por años a su padre que padece demencia, manifestó que el trabajo de las mujeres se ha reservado al espacio privado; es decir, al cuidado y las atenciones dentro del hogar.
“Se da por sentado que las mujeres somos más amorosas y que estamos más unidas con nuestros padres. Yo soy la única de entre mis hermanos que no me casé, y por eso se me hizo la responsable de cuidar a mi papá”.
Al mismo tiempo, Jessica Michel Rivera, licenciada en biología marina y que además cuida de su madre y su padre, narró que esta idea de “la mujer cuidadora” se da desde que “somos niñas, y nos dan juguetes como muñecas, cocinitas, y otros electrodomésticos de juguete”. Además aseguró que este estereotipo obliga a cuidar a familiares enfermos, o a sus hermanas y hermanos menores, situación que se ha agravado a causa de la pandemia por la Covid-19.
Sobre este mismo punto, Yolanda Hernández, mamá de tiempo completo y maestra en la licenciatura de Gerontología en la Universidad de Guadalajara, consideró que, aunado a los cuidados directos que duran las 24 horas del día los siete días de las semana, se suman los llamados: cuidados pasivos.
“Cuando tú como cuidadora estás haciendo otra cosa (como cocinar, limpiar, lavar la ropa), pero no dejas de estar atenta a lo que la otra persona necesita, y también va mucho de la mano con este otro estereotipo de que las mujeres podemos hacer más de una cosa a la vez, lo que es otra forma de sobreexplotar nuestro trabajo”, explicó.
¿Por qué las mujeres dedican más tiempo a las labores del cuidado? Al respecto, Farreas narró que cuando su mamá fue diagnosticada con Alzheimer, ella acababa de ser madre: “así que yo tenía ahora un bebé y además tenía que hacerme cargo de mi mamá, así que tuve que dejar mi trabajo”.
La reflexión de la especialista giró en torno a que, socialmente, se espera que las mujeres renuncien a sus vidas, ya que “están obligadas” a dedicar todo su tiempo a esta labor de cuidados, situación que es diferente para los hombres.
Angélica agregó que ella comenzó a cuestionarse el por qué ella era la única hija involucrada en el cuidado de su papá en el momento que comenzó a sentir un cansancio físico y mental extremo:
“Yo ya estaba a tope, igual que mis emociones, ya no podía trabajar y me pregunté por qué yo sola lo tenía que hacer si tengo hermanas y hermanos, porque no nada más es mi papá, pero no fue hasta que llegué a una situación extrema que me lo cuestioné”.
Jessica, por su parte, mencionó que desde niña le parecía ilógico que en el momento en que su abuela enfermó las únicas involucradas en su cuidado (alimentación, higiene, atención médica) eran su mamá y sus tías, mientras que sus tíos sólo se encargaban de trasladarla, y esto sólo cuando ellos tenían tiempo: “porque si se necesitaba de esto durante el horario en que ellos debían trabajar obviamente no lo hacían, entonces reflexioné sobre por qué sí se esperaba esto de mi mamá y mis tías, pero de mis tíos no”.
De igual modo, Yolanda contó que desde niñas comenzó a notar esta diferenciación significativa entre lo que se espera de una mujer y de lo que se espera de un hombre: “de niñas yo me quejaba sobre por qué le tenía que cocinar a mi hermano, si sólo nos llevamos un año, y no es una actividad complicada, es algo que todo adulto debe saber”.
¿Qué actividades involucra el cuidado? La presidenta FEDMA, Rosa Farreas, argumentó que la realidad es que cada caso es único. En su caso lo más significativo de haber cuidado a sus padres fue que “me uní más a ellos, y eso fue hermoso, pero también fue doloroso en el sentido de que no es fácil ver que a quien amas se va deteriorando poco a poco”.
También reconoció que el trabajo del cuidado se torna complejo cuando la relación entre quien cuida y la persona cuidada no es la mejor: “se hace muy difícil cuando no hay una buena relación entre el cuidador y la otra persona, porque ha sido una relación fracturada, violentada o por cualquier otra razón”.
Asimismo, Angélica Trigo y Jessica Michel remarcaron que, para ellas, la actividad principal es velar por el bienestar y la integridad de la persona a la que se cuida, tanto físico como emocional.
Por su parte, Yolanda Hernández detalló que las actividades que involucran el cuidado son múltiples y algunas son muy complejas (como el administrar el medicamento y curar heridas), lo que “no sólo lo vuelve algo sumamente especializante, sino que esta parte del cuidado es esencial para que la vida social se siga reproduciendo”, razón por la cual “el Estado se debe involucrar en la dignificación del trabajo de todas ellas”.
Este trabajo, al suceder en un espacio privado (lo cual por definición histórica no ha sido remunerado económicamente), no da garantías para el bienestar físico y mental de quienes lo realizan, y que además no cuenta con un horario de trabajo, sino que es una labor de tiempo completo.
Sostener el proyecto de vida de las mujeres cuidadoras
La maestra en psicología e integrante de Los cuidados de cuidar, Tania Gálvez, estuvo a cargo de la segunda mesa de diálogo, en la que se abordó el cómo las cuidadoras, al realizar un trabajo que desempeñan las 24 horas del día los siete días de la semana, les es muy complicado realizar un proyecto de vida personal.
Detrás del hecho social que señala y designa a las mujeres como cuidadoras, está el hecho de que “se nos ve a las mujeres como ‘seres puros y llenos de amor’, como si esa fuera la única emoción que experimentamos”.
La psicóloga enfatizó que esta relación que se hace entre “mujer igual a cuidadora” está sustentada tras la idea del cariño, lo cual “claro que es importante, porque la mayoría de las cuidadoras familiares son madres, hermanas, esposas, amigas, y es obvio que va haber un sentimiento de amor, pero no es lo único que sostiene el cuidado”.
Gálvez añadió que si el cariño fuese la única clave para designar a quién le corresponde cuidar a quien lo requiere, “estamos dando por hecho que nadie más ama a la persona que necesita de cuidados, porque la mayoría de las cuidadoras lo hacen solas”.
Aunado a ello, la discriminación detrás de: “tú no te casaste, entonces, te toca el cuidado de nuestros padres, este es un hecho sumamente violento, ya que se da por sentado que ella no tiene una vida, ni interés, ni deseos o aspiraciones”.
Asimismo, sentenció que la idea errónea detrás del “instinto materno” es además “ridícula, porque se piensa que este cariño natural nos va a dar automáticamente el conocimiento de cómo curar una herida, la fuerza para cargar, y esto es romantizar el cuidado. Aunque yo sea quien más le ame a la persona, no significa que sea la indicada para cuidarle”.
El hecho de asumir que la vida de una mujer vale menos que la de la persona que necesita ser cuidada también está relacionado con que, históricamente, se le ha dado mayor peso al trabajo remunerado, lo que socialmente se asocia con una labor masculina.
De igual manera, se asume que las mujeres deben resignarse y entregarse a las tareas del cuidado porque “está en su biología femenina”, sin entender que “ellas también se frustran, se cansan, termina hartas, pero, como siempre, se les enseña a callar, a no decir lo que sienten, porque entonces se les juzgaría, se les vería como malas personas”.
Por lo que, el trabajo de cuidar es solitario, lo que lo vuelve aún más invisible socialmente.
Sobre las afectaciones a sus derechos humanos, los principales son: el deterioro mental y físico de su salud; el no poder realizar un plan de vida; no tener tiempo para descansar, ni para el ocio; no contar con seguridad social, pues muchas de ellas se ven en la necesidad de dejar sus empleos para cuidar todo el día a sus familiares.
“Como su vida se centra en la vida de alguien más, en la resolución de los conflictos, y tal vez en cuestiones administrativas, ellas dejan de lado su bienestar, integridad y deseos”.
Por último, Tania expresó que, además de todas las razones anteriores, otro de los factores responsables de que la carga de trabajo de cuidar sea desigual entre hombres y mujeres, es el hecho de que:
“la masculinidad es muy frágil, los hombres no saben cómo involucrarse con sus hijos y con sus papás sin ser juzgados. Así que no se trata de una ‘designación biológica’ que nos hace a las mujeres mejores cuidadoras, sino que se trata de una cuestión estructural y cultural”.
Esta es una realidad en México y el mundo, pues de acuerdo con Yolanda Hernández, especialista en Gerontología, en 2019, las horas que la población de 12 años y más dedicó al trabajo doméstico no remunerado, demuestra que las mujeres dedicaron, en aquel año, más de 30 horas a las semana a esta labor, mientras que los hombres únicamente designaron 11 horas a la semana.
En cuanto al cuidado de personas adultas mayores, niñas, niños y personas con discapacidad, en 2019, las mujeres dedicaron más de 12 horas, y los hombres 5 horas.
Un punto importante es que estas cifras corresponden a 2019, es decir, previas a la actual crisis sanitaria, la cual, entre sus consecuencias, generó que las mujeres dedicaran aún más horas a la ejecución de tareas domésticas y de cuidado.
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