Lenguaje inclusivo: una herramienta para nombrar a todes

Lenguaje inclusivo: una herramienta para nombrar a todes

El uso del lenguaje inclusivo ha permitido que las diferentes identidades sean nombradas y con ello, más reconocidas en una sociedad que históricamente las ha invisibilizado. De acuerdo con personas expertas en lingüística, es pertinente entender y fomentar el porqué de su uso

Por Ray Ricardez

“Si la revolución que nos tocó es la del género, entonces va a tratar de alcanzar al lenguaje”, detalla José Luis Camacho, lingüista por la BUAP y académico de la Ibero Puebla en el departamento de Humanidades, al explicar que el lenguaje inclusivo surgió como una manera de plantear esquemas para que ciertos grupos reclamaran un lugar dentro del lenguaje.

Al respecto, la Doctora Nancy Granados, académica en la licenciatura Lingüística y Literatura Hispánica de la BUAP, asegura que no es posible separar la lengua de lo social y político, por ello el lenguaje inclusivo es una herramienta para visibilizar más identidades y diversidades que han sido ignoradas históricamente.

“Hemos aprendido a lo largo de la historia que lo que no se menciona pareciera no existir a nivel social”, agrega Granados, también coordinadora de la especialidad de Estudios de Género, Masculinidades y Diversidad de la BUAP.

En cuanto a la terminología, podemos llamarlo inclusivo o incluyente, o también puede denominarse como “lenguaje no sexista” o  “lenguaje anti cis-heteronormativo” (una persona cisgénero o “cis” es aquella que asume la identidad de género que se le asignó al nacer), de acuerdo con Jonathan Maldonado, licenciado y Maestro en Antropología Social por la BUAP y doctorando de Estudios Feministas en la UAM.

Comúnmente se utiliza con un “les”, “lxs” o “l@s”. Todas estas formas, dado que están en construcción y transformación, son válidas; sin embargo, pueden tener trasfondos y repercusiones distintas. El detalle, explica Granados, es que es algo relativamente nuevo y que todavía no se ha consensuado por la sociedad.

Y aunque el lenguaje inclusivo inició como una exigencia de las mujeres para ser nombradas, ahora busca ir más allá: implementar una comunicación que no asuma o se construya desde los géneros binarios y que englobe las identidades que aún no han sido nombradas. Aún así, no es un camino fácil, dado que los sectores conservadores están intentado frenar que desde las palabras todas, todos y todes sean reconocidxs.

La revolución del género

El lenguaje inclusivo inició como una crítica al lenguaje masculino visto como un sinónimo de neutralidad universal, es decir, el “todos” o “el hombre” para referirse a la humanidad, agrega Maldonado, quien es responsable del área de atención de las diversidades sexo-genéricas y discapacidades en la Dirección Institucional de Igualdad de Género de la BUAP.

Actualmente, la utilización del “las y los”, principalmente en discursos públicos, es una manera en la que se ha introducido el lenguaje inclusivo —dice Granados—, además es un logro de las mujeres que buscaron ser consideradas como sujetos políticos. Sin embargo, el problema es que no deja de construirse desde el género binario.

“El problema del ‘él y ella’ es que se inserta en la división genérica patriarcal de hombre y mujer”, considera la Doctora Granados. “Ahora se deconstruye el género y tenemos estas intersexualidades; ahora tenemos también estas otras voces que no se habían considerado”, agrega.

La Doctora Granados insiste en que el lenguaje inclusivo no se trata de continuar con las invisibilizaciones, sino de utilizar otros mecanismos lingüísticos que nos permitan hablar colectivamente sin tener que señalar elementos relacionados al género binario.

“No todo tiene que ser ‘hombre o mujer’, hay que atender todo lo demás y a las diversidades en general”, sentencia la académica.

Los retos del lenguaje inclusivo

Al hablar del lenguaje inclusivo, explica José Luis Camacho, en la lingüística existen dos posturas que chocan: Normativa o Prescriptiva y Descriptiva o Aplicada. La primera se basa en un lenguaje con reglas preestablecidas y casi estáticas que son respaldadas por “autoridades de la lengua” que se asumen como dueñas de la misma (como la RAE).

Además, ante cualquier disrupción en el lenguaje, las instituciones y supuestas autoridades buscarán mantener el statu quo y las violencias normativas que se naturalizan en los usos del lenguaje, asegura Maldonado.

En contraste, la lingüística aplicada ve a la lengua como un fenómeno vivo que está sujeto a continuas transformaciones dado que la humanidad está en constante cambio.

“Finalmente, las personas que hablamos [el español] lo formamos; es innegable que a través del tiempo hay una evolución [del lenguaje] que va de la mano de los movimientos sociales”, explica Granados.

A esta discusión se suma el conflicto generacional en las lenguas: las actuales se hablan de manera distinta a las de sus ancestros, lo que genera molestias o roces, pero es muy normal que así suceda, recuerda el académico de la Ibero Puebla.

Lenguaje inclusivo: una herramienta para nombrar a todes

Ilustración: Gogo

Sin embargo, todo se reduce a cómo se populariza el lenguaje y cómo se integra a la literatura. “Finalmente la literatura se vuelve como una ‘huella’ de que existe o de que existió”, agrega la Doctora Granados, quien también cita la obra Vikingo Bonsái, de la autora Ana Ojeda, como un ejemplo de literatura con lenguaje inclusivo.

La académica también considera que, pese a que el grosso de la sociedad no lo utiliza, este lenguaje avanza poco a poco desde las minorías que buscan visibilizarse y, mediante un cambio lingüístico, lograr el cambio social. Ella detalla que normalmente estos movimientos tardan en reflejarse en la literatura y en la lingüística: “Los cambios los van haciendo las personas hablantes poco a poco”, detalla.

Y si bien aún no se puede asegurar que el lenguaje inclusivo se va a consolidar en la literatura y en la sociedad, lamenta Granados, es evidente que se trata de una postura política que permite más la sensibilización ante las desigualdades existentes.

“Ya sea de una forma un tanto juguetona o seria, me parece que el lenguaje inclusivo pone en escena a quienes no están o no se nombran en el lenguaje convencional”, agrega Maldonado.

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Al respecto, el académico de la BUAP hace un llamado a reflexionar cómo se conforma “lo convencional”, pues “los [las y les] hablantes somos los dueños y las dueñas de la lengua”, asegura.

Una lengua que nombre a todes 

Este lenguaje (inclusivo), cuenta Maldonado, se ha consolidado en los últimos años gracias a militancias y activismos de las diversidades sexo-genéricas que luchan por nombrar a aquellas identificaciones que están más allá “de ese binario genérico que de cierta manera también hemos naturalizado”. Es por ello que se buscan nuevas maneras de englobar esta diversidad.

Maldonado considera que “les” es un “término paraguas”, pues permite incluir a ciertas identidades que no se ajustan a la matriz hetero-cis-patriarcal. Sin embargo, Camacho advierte que existen colectivas de mujeres que consideran que el “les” predominante suprime e invisibiliza la presencia femenina.

Hay también quienes prefieren utilizar la “x”, sin embargo, esto pude ser complicado en términos lingüísticos. Granados explica que desde los estudios de la lengua, siempre se dará preferencia a la comunicación entre hablantes, y dado que la «x» rompe la enunciación, la <e> es más funcional. Sin embargo, desde el aspecto social, la «x» representa una postura política que incomoda más y, por lo tanto, hace más evidente el mensaje de visibilización.

Asimismo, recurrir al «las» antes del «les» podría caer en una especie de “revancha lingüística”, según Granados, y esto quitaría del centro una vez más a las personas que no se identifican con géneros binarios.

Dada la diversidad de discusiones e identidades girando alrededor del tema, para Maldonado lo mejor siempre es preguntar antes de asumir: “¿Hay alguien que se identifique con una identidad de género no binaria?”. Y en general, siempre será mejor preguntar a las personas cómo les gusta que las nombren.

Madonado sugiere que es importante siempre dirigirse a las personas o grupos desde el “todas, todos y todes” para intentar englobar la mayoría de identidades posibles. Él explica que esto es una forma de apertura a una pregunta que habita el “¿Quién?”’, es decir: “¿Quién está frente de mí?” y no “¿Qué está frente de mí?’”. Así, si nos enfocamos en el “Quién”, abres la pregunta sin presuponer y generamos una nueva forma de comunicación.

Además, esta es una inclusión que te hace salir de las formas convencionales que tenemos de dirigirnos a quien está frente a nosotras, nosotros o nosotres, asegura Maldonado.

Pero las palabras no bastan. Granados también explica que “nos corresponde no solamente usar un lenguaje inclusivo, sino que realmente salga de una inclusión real”. Esto, explica la académica, significa ser sensible a las desigualdades sociales y políticas: “es ser sensibles a lo que no se ha visto”. Por ejemplo, la inclusión en los espacios de las personas trans o, por otro lado, las personas con discapacidad.

“Salgan de su zona de confort, salgan de esa cotidianidad que han naturalizado precisamente para que dejemos de violentar o discriminar a ciertas identidades, ciertas identificaciones y existencias que no siempre compaginan con estas formas de entender la división sexo-genérica”, pide Maldonado. “El lenguaje inclusivo es una forma, una herramienta, un posicionamiento político afectivo y epistemológicos de confrontar las desiguales y violencias que cotidianamente vivimos”, concluye el antropólogo de la BUAP.

 

*Ilustración de portada: Gogo

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