Xochimehuacan, una tragedia anunciada
La junta auxiliar de San Pablo Xochimehuacan lleva años sumida en la violencia y la inseguridad, y el robo de hidrocarburo, principalmente gas LP, es un secreto a voces para todos sus habitantes que ahora viven la tragedia de la explosión del 31 de octubre
Texto: Aranzazú Ayala Martínez / Lado B
Fotos: Jaime López
PUEBLA.- El gas era tanto que parecía neblina. Mayra* señala al suelo y pone su mano a la altura de sus rodillas, mostrando hasta dónde llegaba la oleada voraz de gas LP provocada por la explosión de un ducto en el pueblo de San Pablo Xochimehuacan, el pasado 31 de octubre en la madrugada.
La junta auxiliar, en la zona norte del municipio de Puebla, está atravesada por ductos que transportan hidrocarburo. El estado de Puebla se ha vuelto conocido a nivel nacional, desde hace al menos seis años, por el delito de robo de hidrocarburos, mejor conocido como huachicol, y ahora también llamado huachigas en relación al hurto de gas LP.
Mayra, como casi toda la población de Xochimehuacan, sabe del robo de gas y que hay tomas clandestinas a la vista de todos; las y los vecinos de la zona sospechan que muy posiblemente esto también es conocido por las autoridades.
Y la madrugada de este domingo 31 de octubre se registraron tres explosiones provocadas por una toma clandestina de gas LP que “se salió de control”, informó el gobierno del estado. Las detonaciones, que empezaron a las 2:50 de la mañana, ocurrieron porque la nube de gas provocada por la fuga en la toma clandestina se movió y expandió a distintos puntos de la junta auxiliar donde se hallaban puntos de calor, cuya ignición era inminente (como transformadores de electricidad o alguna chispa de fuego), detallaron.
Vecinos entrevistados por LADO B cuentan que cerca de las dos de la mañana empezaron a recibir llamadas de otros vecinos y familiares, que les alertaron de la fuga de gas. Las personas que estaban más cerca del ducto vieron cómo un espeso tapete de humo blanco cubría las calles de Xochimehuacan; algunas salieron y empezaron a tocar las puertas de todas las casas posibles para avisar de lo que pasaba: decenas de personas salieron corriendo, algunas sin siquiera ponerse zapatos.
Nadie sabía en qué momento llegaría la catástrofe; no pasó ni media hora para que comenzaran a escucharse las detonaciones.
Hasta ahora, hay 11 personas heridas (cinco de gravedad), dos personas fallecidas, y más de 60 casas destruidas. Asimismo, se ha delimitado un perímetro cerrado en la ahora llamada “zona cero”; la Guardia Nacional, el Ejército, Protección Civil, Policía Municipal, Estatal y Bomberos trabajan en la zona para verificar si las casas son habitables, remover escombros y retirar los tanques de gas.
Daniel Gámez, titular de la Secretaría de Infraestructura, informó que 115 de las 255 casas revisadas se mantienen con daños menores, 76 con daños moderados y 64 con daño severo, por lo que requieren ser demolidas. En total, suman 191 viviendas las que necesitan reparación. Y hasta ahora hay al menos 40 familias que viven en albergues temporales mientras esperan saber si perdieron por siempre todo su patrimonio.
Al respecto, Javier González del Villar, director de Pemex, Refinación y Logística, dijo que en el predio donde sucedió la fuga de gas se hallaron, hasta ahora, una pipa de 10 mil litros y un autotanque que eran operados por huachigaseros, los cuales pretendían llenar 25 cilindros de gas.
Pese a que la explosión fue el domingo, apenas hasta el miércoles y durante el jueves las personas afectadas pudieron empezar a revisar sus viviendas y recuperar sus pertenencias. Aunque el gobierno anunció atención inmediata, poco se vio hasta mitad de la semana. La solidaridad llegó principalmente de otros vecinos que han habilitado sus casas para que las personas damnificadas puedan cocinar, usar el baño y guardar sus pertenencias.
Un secreto a voces
La “zona cero” de la explosión del día de la víspera de Todos Santos está en las calles Gasoducto e Industrial, que pasan a unos metros de la vía del tren que a su vez corre paralela con los ductos de Pemex.
Justo frente a las vías del tren hay unas bodegas que, de acuerdo con vecinos, fueron construidas en apenas un mes, y que eran usadas para que entraran y salieran pipas y como centro de operaciones de las personas dedicadas al robo de hidrocarburo. A menos de 30 metros, donde termina la calle sin pavimentar, hay una avenida que marca una de las entradas a la junta auxiliar; del otro lado de la misma hay un terreno bardeado con una reja, el cual también era el centro de operaciones de una banda delictiva y donde también se encontró una toma clandestina por parte de autoridades, señalan los vecinos.
Esto, para quienes residen en Xochimehuacan, significa que su existencia es una bomba de tiempo: el vivir a un lado de los ductos significa que en cualquier momento una falla o error de los delincuentes dedicados a la ordeña de gas LP puede provocar una explosión.
María del Carmen Valencia Martínez, habitante de la junta auxiliar, caminó en plena madrugada del domingo hasta el Mercado Hidalgo con sus tres hijos y sus perros para salvar su vida.
«Agarré a mis perritos, mis tres niños y vámonos, porque sí estuvo horrible. Cuando dimos la vuelta por este lado [segunda privada Benito Juárez], fue cuando se escuchó el primer tronido, no nos quedó de otra más que movernos».
La casa de María del Carmen resultó con daños menores y las autoridades le permitieron volver el 2 de noviembre.
Silvino, otro de los vecinos que vivía a pocos metros del ducto, cuenta cómo salió huyendo. Pudo agarrar a uno de sus tres perros pero a los otros ya no: por suerte todos están vivos, cuenta. Si hubiera regresado por mi perro, dice, ya no estaría aquí. Hubiera quedado en medio de la explosión, entre las llamas y el denso humo.
Robo de gas LP, la tragedia anunciada
El gobierno federal emprendió una estrategia para acabar con el huachicol a inicios de 2019, anunciando que cerraría ductos y perseguiría a las bandas dedicadas a dicho delito, pero lo único que pasó es que las bandas delictivas dedicadas a eso cambiaron su giro al robo de gas LP.
El observatorio ciudadano Igavim realizó un informe en el cual documenta que en la ciudad de Puebla se encontraron tres tomas clandestinas de gas LP en 2019, pasando a 12 en 2020 y en los primeros seis meses de este año se registraron otras tres.
LADO B había documentado desde septiembre de 2019 el preocupante aumento del delito de robo de gas LP, que es mucho más peligroso que el robo de combustible por la volatilidad del propio elemento.
Además, en septiembre de este año, de acuerdo con datos oficiales recopilados vía transparencia por el Igavim, Puebla ocupó el primer lugar nacional en este delito, que es una bomba de tiempo por la facilidad con la que pueden ocurrir siniestros.
En una revisión hemerográfica hecha por este medio se encontró que de 2012 a la fecha ha habido 30 hallazgos de tomas clandestinas en la zona metropolitana de Puebla capital, y se han registrado al menos tres explosiones (sin contar la del 31 de octubre). Dos explosiones se registraron en 2019, una en Puebla y la otra en Cuautlancingo, dejando un total de una persona fallecida y 18 lesionadas. De todas las tomas encontradas en Puebla, cerca del 80 por ciento han sido en Xochimehuacan.
Pese a los constantes anuncios de las autoridades de los tres niveles de gobierno para combatir el robo de combustible, la realidad es que el delito no ha parado, sólo ha mutado y se ha convertido en un peligro para la vida de quienes viven cerca de los ductos. Como para Said, quien vive en medio de la zona cero de la explosión, y su realidad cambió en un instante: lleva días durmiendo en un albergue, esperando poder recuperar sus cosas y sin saber cuándo ni cómo su vida volverá a la normalidad.
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