Enriqueta, la floricultora en Tixtla, su época favorita es la siembra para el Día de Muertos
Texto: Beatriz García
Fotografía: Amílcar Juárez
1 de noviembre del 2021
Chilpancingo
Es de tarde y la poca luz del sol que queda se refleja en los pies que Enriqueta saca del lodo de los surcos de la parcela y en sus manos resaltan racimos de flores frescas de terciopelo.
Ya es 29 de octubre. La vista es amplia, los colores salpican en las tierras de siembra de Tixtla, ciudad identificada por la siembra de flores en esta temporada. Los aromas se desprenden al son del viento, son tantas flores que los colores se pierden a lo lejos.
En este día las familias intensificaron la cosecha de flores, se apresuran con la tarecua -instrumento para cortar -para trozarlas desde el tallo.
Ahora la cosecha de hortalizas no interesa, aunque en todo el año es la siembra principal.
Así lo harán todos los días hasta el 3 de noviembre. El objetivo es vender todas las flores de tapayola, como conocen a la flor de cempasúchil, flor de terciopelo, margaritas y nubes, para la celebración de Día de Muertos.
En una parte de la zona de cultivos, conocida entre la población como Agua Zarca, por el color blanquecino del agua que brota de los manantiales del lugar, un grupo de hombres arranca las flores del terreno, luego los unen en racimos, los colocan uno encima del otro, mientras que otros dos hombres se disponen a ponerlos dentro de una camioneta. Se nota que ahí ya comenzó el ritual que implica la celebración de los fieles difuntos.
Enriqueta Arcos García, tiene 58 años, es originaria del Amate Amarillo, municipio de Chilapa, pero hace 40 años llegó a Tixtla, a estudiar, pero, ahí se casó con Joel Tlamanalco López y se convirtió en sembradora. De ella, Amapola periodismo publicó una parte de su historia, el 9 de marzo, en el texto de la serie Sembradoras, titulado: Enriqueta y sus multifunciones en el campo. Ahí se habla de la importancia de la mujer en la siembra de los campos que dan frutos y flores, de sus manos que riegan la semilla, la cuida y su recompensa es la cosecha.
La mujer que ama la época de cosecha de flores
La participación de Enriqueta en las tierras de siembra se denota en lo tostado de su piel. Ahora ha hecho cayo y sin problema se entremezcla en los surcos de la tierra donde nacieron las flores.
Ni los ahuates de las plantas le causan escozor en su cuerpo.
Enriqueta, junto a su hija y su yerno, terminaron de cortar 25 manojos grandes de flores de terciopelo. Aún falta trabajo. En dos horas, antes de que se oculte el sol por completo, cortarán otras pocas.
Mientras, Enriqueta, con los pies fundidos en lodo pisando la yerba seca, se detiene a platicar.
No se preocupa si en ese momento nadie llega a comprar las flores que cortó.
Al siguiente día se despertará como a las cinco de la mañana y las llevara al mercado de Tixtla, ahí está segura que las venderá.
Enriqueta, en su pueblo, sus recuerdos en la siembra de la tierra sólo los remota a la siembra del maíz, entonces su conexión con la tierra, en realidad, nació en Tixtla. Aunque hace 40 años se casó, durante 10 años vivió en la Ciudad de México, luego regresó a casa de su suegra Gonzala López Jiménez, junto a su esposo y sus tres hijos.
La necesidad de obtener un empleo y mantener a sus hijos, los hizo adentrarse a la siembra de hortalizas y flores, ambos de riego, práctica de antaño en ese municipio. No fue difícil la práctica, porque Joel creció sembrando la tierra junto a sus padres.
Los conocimientos de Enriqueta en la tierra se los agradece a su suegra.
Esta temporada es la favorita de la sembradora, los colores y olores de las flores la emocionan. Aunque en todo el año también siembran algunas flores como las margaritas, no se compara con la intensidad de esta época.
“Me gusta, me da alegría ver los campos. Los campos se ven bonitos, ya pasando estos días, sin nada. Y es la flor que aguanta más en la temporada de lluvias”.
El esmero que Enriqueta pone en la siembra de las flores, es porque, también, éstas mismas decorarán el altar de muertos que coloca para su cuarto hijo, el menor, quien falleció, y las que adornarán su tumba.
-¿Para usted qué significa sembrar la tierra estos días?
-Es para nuestros fieles difuntos que vienen a visitarnos y hay que recibirlos. De aquí comemos, de la tierra, si tenemos producción a vender, y no nos falta el pan de cada día- respondió.
La participación activa de Enriqueta en la siembra y cosecha de las flores
Desde el 13 de julio Enriqueta y su esposo riegan semillas de terciopelo y tlapayola en la tierra, para que broten las plantitas y después traspasarlas en los nueve cosales que formaron en la tierra, además de otros ocho donde se sembrará la de cempasúchil.
Al mes, cuando brotaron esas platitas, Enriqueta y Joel les toma unos nueve días para traspasarlas en los surcos.
-¿Es cansado?
-Sí, pero nosotros ya estamos acostumbrados- sonríe satisfecha, Enriqueta
-¿Quiere que la siembra y cosecha siempre estén presentes en su vida?
-Sí, porque estar allá -en casa- se siente uno triste, luego les digo –a su familia- vamos para allá a andar en la bola cortando las flores. Sí, sí me gusta- carcajea.
Se llegó la hora de la cosecha, ahora el trabajo de Enriqueta, su esposo y ayuda de su hija y su yerno se intensificará estos días, hasta el 3 de noviembre, cuando los tlixtecos acuden al panteón a adornar las tumbas de sus difuntos.
Sus jornadas de trabajo son en las primeras horas de la mañana, o en las últimas de la tarde, para que la flor esté fresca, sus hojas estén frondosas y sean atractivas para los compradores. Hay familias que cosechan durante toda la noche.
En una jornada de trabajo, Enriqueta, sola, corta hasta 20 manojos grandes de flores.
Ella además de estar en la cosecha, tiene una encomienda especial, debe ir al mercado a vender flores, otras más las llegan a comprar a su terreno, como la compradora que espera de Mezcala.
Este año los manojos de las flores aumentaron su costo, adviertió la mujer.
Consideró que el motivo del aumento del costo es porque hubo poca siembra por parte de los floricultores, y otra poca porque se echó a perder por las lluvias ocasionales de estos días.
El costo del manojo este año es de 80 pesos, el año pasado estuvo en 60 pesos, pero incluso han llegado a costar hasta en 40 pesos. Aunque los revendedores, en esta época las están vendiendo hasta en 140 pesos.
Regularmente cada sembrador ya tiene sus clientes de cada año, quienes llegan con camionetas procedentes de Acapulco, Iguala o Chilpancingo, para comprar por mayoreo y revenderla en sus ciudades. La otra parte de la cosecha se vende en el mercado central de Tixtla.
Son las siete de la noche, los rayos del sol desaparecieron de los campos de flores, solo quedan su reflejo, Enriqueta y su familia se disponen a colocar las flores en un triciclo de carga, para ir a casa, pronto la obscuridad apagará sus colores.
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