La violencia de género heteronormativa al mundo homosexual en San Cristóbal de las Casas
*Encontraron que la violencia de género es heteronormativa y atraviesa de manera consciente e inconsciente las prácticas socio-corporales, relaciones intra grupales, y la construcción identitaria para eternizar al heteropatriarcado local.
Luis García de El Colegio de la Frontera Norte (COLEF), Tania Cruz de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR), y Liliana Bellato, integrante de Jumaltik Equidad Sur. A. C., realizaron un trabajo sobre como el sistema patriarcal establece desigualdades entre las relaciones de poder, cuerpos y dinámicas sociales de los varones homosexuales residentes de San Cristóbal de Las Casas, desde una lógica local misógina, androcentrista y heteronormativa.
Mencionaron que, la violencia de género heteronormativa se ejerce en el mundo homosexual de dicho municipio, por la réplica de modelos de masculinidad que consideran los varones según su apariencia, conducta y práctica socio-sexual.
Aunque son hombres de orígenes y culturas distintas, comparten rasgos corporales, roles socio-sexuales e identificaciones de género, ancladas a imágenes en torno a la dominación masculina y la contención femenina, que reproducen la desigual lógica judeocristiana.
Puntualizaron que la violencia de género es un problema serio en San Cristóbal de Las Casas, al ocupar el primer lugar estatal en feminicidios y el quinto a nivel nacional, donde la nula protección institucional local de las mujeres, además las desigualdades estructurales de la región se basan en el sexo, estado civil, edad, etnia, clase y escolaridad.
A pesar de poseer espacios abiertos a la diversidad, es un sitio que potencializa, replica y alienta la violencia basada en imaginarios sociales que minimizan al cuerpo femenino y que brindan condición de superioridad al masculino.
Sin embargo, las identidades homosexuales subalternas resisten y enfrentan tal binarismo usando estigmas y categorías inferiores que articulan al género con ciertas condiciones de etnia, clase y edad.
Por lo tanto, lo imaginado sobre el cuerpo configura dinámicas intra grupales de poder que justifican el uso recíproco de violencia de género entre estos varones.
Violencia de género, patriarcado y heteronormatividad
García, Cruz y Bellato definieron al patriarcado como un orden social basado en la sumisión de las mujeres y lo femenino, en un sistema de dominación masculina se traduce en diversas formas de desigualdad de género y en un nivel micro, en varias formas de maltrato, abuso y violencia.
Según Rita Segato, escritora, antropóloga y activista feminista, planteó que las relaciones de poder ancladas en el patriarcado se establecen sobre un sistema económico-simbólico deficiente e inestable constituido por vínculos de alianza/competencia entre pares y la entrega/expropiación de castas.
Lo anterior obedece una tradición resistente al cambio e instituye jerarquías imborrables entre fraternidades que, a través del contrato, aceptan como tributo al cuerpo femenino: símbolo de explotación y de inferioridad social sobre el que se funda lo masculino.
Desde tal lógica, ser hombre, homosexual y afeminado desata un conflicto entre los varones cisgénero debido a que impide el modelo de masculinidad hegemónica. Por ello, según las condiciones sociales que representen se les jerarquiza mediante un sistema patriarcal opresivo que fuerza la representación de la masculinidad.
El Informe Estatal para la Elaboración del Diagnóstico sobre Atención a Personas Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (LGTB+) de Fundación Arcoíris postuló a la intersección de la práctica homosexual con otras condiciones sociales feminizadas y/o despreciadas como el obstáculo que afrontan para acceder a los servicios públicos y a sus derechos.
Los investigadores señalaron que, la violencia entre individuos LGBT+ es el principal argumento que frena el acceso a sus derechos, sin contar las barreras socioculturales entre estas identidades.
Acuñamos el concepto violencia intra grupal para comprender y hacer comprender más ampliamente la violencia gestada entre los adscritos al mismo grupo o identidad; debido a imaginarios no solo de género sino también en torno a otros elementos socioculturales, económico-políticos o de apariencia física que repercuten en su cotidianidad al intra jerarquizarles y oprimirles continuamente, dijeron los investigadores.
Así, analizaron si la presión o el peso de la masculinidad por parte del mundo heterosexual induce a que los hombres homosexuales se violenten entre sí según la agrupación hetero patriarcal local.
El mundo identitario homosexual en SCLC
García, Cruz y Bellato mencionaron que, los heterosexuales residentes conciben al varón homosexual desde imaginarios sociales que lo definen como afeminado, chismoso, metiche y promiscuo, pero bueno para el arte, moda y cocina.
Al confrontar el estereotipo que justifica su violencia, muchos aspiran a representar alguno de los modelos de masculinidad locales, es decir, ciertas cualidades masculinas y aspiracionales por y desde la hegemonía heteronormativa, que al integrarse facilitan el estatus en el mundo heterosexual y homosexual.
De tal modo, hallaron tres modelos de masculinidad, articulados a su diferenciación por etnia, clase y/o edad, que orientan el ejercicio del poder y la violencia intra grupal al instituir a la heteronormatividad que legitima la dominación masculina-sujeción femenina: modelo de masculinidad machista -el más agresivo-, modelo de masculinidad hetero hegemónica -el menos homosexual- y el modelo de masculinidad Gay -el más consumista-.
El régimen homosexual identitario de estatus y la violencia intragrupal local
Por otro lado, los investigadores analizaron la variedad de identidades subalternas del mundo homosexual local, al ser el eje imaginario de poder por el cual se les ordena de manera violenta bajo la lógica machista, racista, clasista y etarista.
Enfatizaron que, la identidad homosexual se basa en la práctica de relaciones erótico-afectivas entre varones y es usada por quien opta por describir su práctica sexual de manera “objetiva”, pero si su expresión corporal es femenina, se menosprecia usando despectivos, pues la homofobia y misoginia local denigra al cuerpo femenino.
Por ello, ser marica, obvia, loca, joto, puto, afeminado, rarito, volteado u otro término se refiere a felación, penetración o anilingus entre varones, lo que justifica la represión, violencia y discriminación judeocristiana de su expresión femenina.
Entre ellas, señalaron que el viejoto es la menos valorada, ya que alude a varones femeninos y de edad avanzada humillados por no poseer el poder adquisitivo o la corporalidad estipulada por los modelos locales de masculinidad.
Al no contar con el capital masculino para legitimarse, entonces son más sujetos a la dominación masculina, pero la edad les otorga estatus en el mundo homosexual para doblegar de manera verbal a los más jóvenes.
Hay chistes sobre el mampo: -Papá, soy gay, -¿En serio, hijo? ¿Tienes ropa de marca, coche, dinero?, -No, -Entonces no sos gay, sos mampo, -Ser mampo es tener menos dinero, posibilidades y educación. Ser gay es más chido, pues, expuso uno de los entrevistados.
Con lo expuesto, los investigadores explicaron que, “el mampo” es la identidad femenina que hetero adscribe a los homosexuales sobajados por imaginarios que ligan su femineidad, ruralidad y baja escolaridad a capitales culturales y socioeconómicos escasos: condiciones que se atañen al indígena.
Lo mismo ocurre con el puto, joto y marica que refiere a conductas cobardes, dramáticas y/o extravagantes, asumidas como femeninas, por ende, contrapuestas a la valentía, capacidad y mesura masculina.
García, Cruz y Bellato dijeron que, la violencia heteronormativa en el espacio sancristobalense se liga a la difícil aceptación de la femineidad en el varón al ser un fragmento de su identidad negado por las instituciones sociales desde su nacimiento.
Es así como el varón homosexual representa modelos de masculinidad, a modo de mecanismo de defensa y poder, para prevenir agresiones por parte de otros hombres, aunque sea de manera temporal, y para proyectar su deseo y agresión por lo femenino del mismo modo en que el mundo heterosexual.
Por último, mencionaron que ya sea heredada, adquirida, encarnada o representada, la masculinidad es el capital simbólico que otorga estatus social y posiciona al varón en la escala de valores local mediante modelos heteronormativos que promocionan condiciones de etnia, clase y edad, aunque el mundo homosexual local es multiétnico, multicultural y rico en disidencia sexual.
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