Recolectores: el eslabón olvidado en el negocio del reciclaje
La recolección de residuos y el reciclaje ha permitido a las empresas generar ganancias mientras reutilizan materiales. Sin embargo, los primeros en participar en esta cadena de ganancias son los menos beneficiados: las y los recolectores voluntarios.
Por Ray Ricardez de Lado B
Desde temprano, antes de que pase el camión de la basural, “calle por calle y montonera por montonera”, procurando no “hacer un regadero” para que las y los vecinos de la colonia no se molesten con él, Don Eugenio García busca su sustento en los desechos de la gente.
Así empieza el proceso de reciclaje, que tiene a las y los recolectores voluntarios (también llamados “pepenadores”) como último eslabón de un proceso que ayuda al medio ambiente pero que les mantiene en la precariedad, sin reconocimiento ni apoyos gubernamentales, con empleos informales y atrapados en una cadena de ganancias en la que los centros de acopio y las empresas son los más beneficiados.
Eugenio García, quien se ha dedicado a esta labor en la ciudad de Puebla desde hace 30 años, se levanta desde las cinco de la mañana, de lunes a sábado, para recorrer calle por calle en busca de basura que pueda reciclarse (cartón, vidrio, plástico, entre otros). Sus compañeros y él ganan en promedio 60 pesos al día (menos que el salario mínimo de este país), de acuerdo con Claudia Cruz, presidenta de la asociación Al piso no, Recolectores Voluntarios.
Mientras tanto, el mercado de residuos reciclables en el estado de Puebla generó en 2020 un promedio de 798 millones 883 mil 524 pesos, es decir, una ganancia diaria de 2 millones 188 mil 721 pesos, de acuerdo con el Diagnóstico Básico para la Gestión Integral de los Residuos elaborado por la Secretaría del Medio Ambiente del gobierno federal. A nivel nacional, esta industria produjo más de 16 mil millones de pesos.
Pese a que la recolección de estos materiales, según García y Cruz, permite ampliar el tiempo de vida de los rellenos sanitarios y fomentar el reuso, esta actividad es poco redituable económicamente para las y los recolectores debido a que existe todo un esquema de distribución de compraventa de materiales en donde, al ser el primer contacto con los residuos, reciben las menores ganancias.
“Los recolectores son los últimos de la cadena de reciclaje, a pesar de que ellos hacen el trabajo más fuerte porque son los que hacen la separación, el recuperamiento de este material y luego lo venden a un centro de acopio que les compra muy barato”, cuenta Cruz.
Esta cadena se gesta en una industria en donde la recolección de materiales adquiere un valor agregado para quienes tienen la capacidad de almacenar más producto, tratarlo y venderlo a las grandes empresas, mientras la o el recolector, que no recoge más de 20 kilos al día —de acuerdo con Cruz— y que no tiene las herramientas para resanar el producto, recibe un pago mínimo y en la informalidad, sin acceso a derechos laborales.
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Y es que la recolección es poco reconocida por gobiernos, empresas y sociedad en general. Tan solo en el municipio de Puebla, la actividad de la pepena está prohibida si es que el Organismo Operador del Servicio de Limpia (OOSL) no la autoriza. Cruz explica que es por esto que se hacen llamar recolectores voluntarios y no “pepenadores”; y si bien asegura que en este aspecto no se han sentido hostigados por el ayuntamiento, sí fomenta la invisibilización de este sector frente a gobierno y empresas.
María Eugenia Ibarrarán, economista ambiental y directora del Instituto de Investigaciones en el Medio Ambiente, Xabier Gorostiaga, de la Universidad Iberoamericana Puebla, explica que estas personas son quienes menos ganan en esta actividad, ya que no tienen siquiera algún contrato, ni tampoco un apoyo económico o programa desde gobierno que les beneficie. “Son una población sumamente vulnerable”, sentencia.
Además, tienen que exponerse a los riesgos que implica intervenir en los residuos, como cortarse, picarse con una jeringa o adquirir alguna enfermedad. Eugenio García cuenta que a esto se suma el peligro de ser víctima de un asalto, ya que a varios de sus compañeros les han robado sus carritos y dinero.
Cruz también detalla que hay quienes trabajan en familia y en sus casas van juntando materiales para venderlos el fin de semana, llegando a obtener 500 pesos por el trabajo de aproximadamente tres personas.
Su trabajo lo realizan, además, en un país en donde los gobiernos poco hacen por fomentar la separación y reciclaje de los residuos, dificultando aún más su labor, explica Paola Figueroa, Ingeniera Química y estudiante de Ingeniería Ambiental en la Universidad de las Américas Puebla.
El recolector contra la cadena de intermediarios
La cadena inicia, por lo general, cuando el recolector o recolectora lleva sus materiales a centros de acopio clandestinos (lugares sin mucho espacio y sin registro oficial). Ahí les compran el material muy barato. Este primer centro es pequeño y construido de manera improvisada, cuenta Cruz, y es ahí en donde la mayoría de recolectores deja sus productos, ya que pueden hacerlo en cantidades pequeñas y sin necesidad de limpiarlos o tratarlos de alguna forma.
Estos centros clandestinos, explica la presidenta de Al Piso No, explotan a los recolectores. Incluso, asegura que en la pandemia han bajado los precios en los que compran el producto a las y los recolectores, afectándoles aún más.
Posteriormente, estos lugares acumulan mayor cantidad de basura y la venden a centros de acopio con más capacidad para que después lleguen a uno oficial (más espacioso y con permiso de gobierno para operar), en donde se organizan y limpian para que finalmente las empresas la compren a un mejor precio y en grandes cantidades para reciclarla.
Son cuatro o cinco eslabones entre el recolector y la empresa para que el material llegue y se recicle. Y es que las corporaciones no aceptan el material como el recolector lo organiza, ya que esperan que los centros de acopio lo limpien o adecúen para dárselos como indican. Es ahí donde aumenta su valor.
“En estos eslabones incluso se va hasta duplicando el precio”, asegura Cruz. Al final, explica, la empresa no se acerca al recolector, sino a estos centros, donde está la ganancia más grande. Las empresas, además, esperan comprar en toneladas.
Por su parte, los Puntos Verdes y centros de acopio del ayuntamiento eliminan del proceso a las y los recolectores. Eugenio García explica que cuando una persona dona sus materiales separados a estos sitios, estos los venden posteriormente a las empresas y la ganancia se queda en el gobierno. Por ello, detalla que recolectores han solicitado a las autoridades el permiso para recolectar los residuos generados en centros comerciales y zonas residenciales, pero que no han recibido respuesta.
Al final, de acuerdo con Cruz, los recolectores hacen la labor pesada, ganan poco y de manera informal y las empresas y centros de acopio se benefician más.
Una industria desigual
Mientras tanto, la estructura de reciclado sigue teniendo como base a las y los recolectores. De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en Latinoamérica el 80 por ciento de los residuos son recogidos por este sector. “Son un elemento clave en todo el tratamiento de residuos y disposición final”, asegura Figueroa.
A nivel nacional, “la industria del reciclaje tiene un valor de 100 mil millones de pesos; sin embargo, los recolectores son los últimos en la cadena de ganancias”, escribió Cruz en el documento Gestión de los residuos sólidos urbanos: Experiencias en América Latina y Austria, publicado este año. En entrevista para LADO B, asegura que a pesar de que las personas recolectoras trabajan para el cuidado del medioambiente, nunca les volteamos a ver como sociedad. “Tienen un nombre y un apellido, y son cabezas de familia que viven de esto”, sentencia.
De acuerdo con este documento, en México hay alrededor de 800 mil recolectores (el 0.7 por ciento de la población del país), de los cuales, 60 por ciento son mujeres y 10 por ciento son menores de edad. Y en promedio, cada recolector o recolectora gana únicamente tres mil 200 pesos mensuales, a pesar de que ellas y ellos separan 90 por ciento de los residuos que serán reciclados en centros de acopio y empresas. A su vez, la Secretaría de Medio Ambiente informó que en 2020 el reciclaje generó más de 16 mil millones de pesos en el país.
Tan solo en la ciudad de Puebla, los recolectores han realizado jornadas de limpieza y recolección en diferentes colonias, limpiando 110 kilómetros de calles y avenidas principales, levantado alrededor de 45 toneladas de materiales en conjunto por día.
Y mientras los recolectores ganan poco en la informalidad, las grandes empresas encuentran los mayores beneficios económicos. De acuerdo con Greenpeace México, en su publicación ¿Quién gana con el negocio del reciclaje?, las corporaciones ganan millones de pesos por los residuos que reciclan. Asimismo, informan que en 2018, el Foro Económico Mundial y la Fundación Ellen MacArthur, reportaron en La nueva economía de los plásticos que el sector privado podría recuperar entre 80 mil y 120 mil millones de dólares al reciclar únicamente los plásticos que producen.
Integrar a recolectores desde el reciclaje incluyente
Es importante que las empresas, los gobiernos y la sociedad asuman su papel en el proceso de reciclado desde la perspectiva del reciclaje incluyente en favor de las y los recolectores, explica Figueroa. Este movimiento ha tomado fuerza en Latinoamérica y apela a dignificar la labor de las personas involucradas en la reutilización de los materiales.
La Doctora Ibarragán asegura que está bien que el reciclaje exista y sea un negocio, ya que ayuda a que las empresas destinen esfuerzos en recolectar residuos. Sin embargo, advierte que esto debe hacerse desde la economía circular, generando cooperativas de economía social, en donde las y los recolectores, así como todos los actores involucrados, participen como socios (no desde la informalidad), obteniendo mejores resultados y ganancias en esta labor.
Una opción es la creación de una cooperativa conformada por recolectores en donde se almacenen los materiales, se separen, se limpien y se envíen a las empresas, cuenta Cruz. En un espacio como este, detalla, las y los jóvenes podrían salir a recolectar mientras las personas mayores separan el producto en el establecimiento.
Figueroa también explica que como sociedad podríamos colaborar separando y organizando nuestros residuospara dárselos cotidianamente a los recolectores, ayudándoles en su labor y ganancias.
La presidenta de Al Piso No espera que ya se pueda acotar esta cadena para que las empresas integren a las y los recolectores en el proceso de una manera digna y con una mejor ganancia para ellas y ellos, así como los gobiernos volteen a ver la labor tan importante que hacen, otorgándoles herramientas y protegiéndoles.
*Foto de portada: Al Piso No, Recolectores Voluntarios
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