Lucrar con el tarot en un país con más de 80 mil personas desaparecidas
Una tarotista se promociona haciendo lecturas facciosas de los desaparecidos en México; se trata de casos abiertos, y sin la autorización de los familiares
Texto: Lydiette Carrión en Pie de Página
Foto: Especial
CIUDAD DE MÉXICO.- Imagine que su hijo de tres años desaparece. Johan Gael está un momento ahí, adentro del auto, jugando, mientras usted y su otro hijo buscan piñones en un bosquecillo. No hay nadie más que ustedes: su esposa, su hijo mayor y la familia extendida, tíos, primos, sobrinos. Bosques y a un lado el cementerio municipal de una ranchería, La Esmeralda.
Están en medio de la nada. Y no hay nadie a la vista, tampoco hay señal de celular. Galeana, la cabecera municipal está a 50 kilómetros. Es Nuevo León, octubre de 2015, y ha perdido a su hijo, el más pequeño: un segundo estaba ahí y al siguiente, no.
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El Tarot de Jazmín es bastante popular. A través de videítos de Facebook, echala suerte, resuelve misterios célebres y promueve que agendes tu cita con ella. Sus videos siempre son tomados desde el mismo ángulo: una mesa con las cartas del tarot, también las manos femeninas de Jazmín, una vela encendida, tal vez un adorno navideño. Hay música de fondo, de esa tipo “mística”, parecida a la que ponen en los spas.
México es un país donde el grueso de su población desconfía en la ciencia pero cree en chamanes, horóscopos, el tarot. La página de fans de Facebook del Tarot de Jazmín tiene 72 mil “likes” y más de 120 mil seguidores. Cada video suyo es reproducido al menos un millar de veces.
Su lista de videos es enorme. Jazmín ha echado el tarot para conocer qué pasó con Ana Dalai, la hija de Gloria Trevi; narra la muerte de Elisa Lam, la joven canadiense en el Hotel Cecile, en los Ángeles, California (de quien convenientemente Netflix publicó una docuserie recientemente); detalla la muerte de la niña Paulette Gebara, en Huixquilucan, Estado de México (2010).
De todas ellas, repite cosas que han salido en la prensa, y refuerza prejuicios y linchamientos mediáticos. Que si el video de la policía en el caso del Hotel Cecile fue manipulado, como dijeron los conspiracionistas, porque alguien quería ocultar el comportamiento de la joven… que si la madre de Paulette era desobligada y vivía en la fiesta, como dijo el procurador del Estado de México en su momento.
Y entreverados en esta juerga conspiranoica están casos de niñas y niños desaparecidos; solo que esta vez se trata de casos abiertos, con fichas de búsqueda; y también hay historias de mujeres y niñas asesinadas, casos impunes.
Pamela Gallardo Volante, joven desaparecida en el Ajusco en Ciudad de México hace 4 años; Evelin Fabiola Alcántara, niña de 9 años raptada en el Estado de México hace 6 años; María José Monroy Enciso, bebé de 11 meses robada con violencia en Los Héroes Tecámac en 2010.
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Imagine que lleva cinco años buscando a su hijo. Hay pocos o ningún dato. Un ladrido de perros, el recuerdo de un jetta (¿o era un tsuru?) gris que parecía irse cuando ustedes llegaron. Imagine que no hay más, que a su pequeñito se lo llevaron y no hay más pistas; que no hay cámaras de seguridad, ni vecinos. Tampoco hay explicación. Pero sí hay retrasos en la investigación, y luego notas en la prensa que sugieren que quizá la desaparición sería una venganza.
Esto ocurre muy seguido, cuando una niña o niño desaparece y no hay pistas que seguir, pareciera que las policías del país tienen ese recurso para quitarse la presión: sugerir o filtrar a la prensa que se trató de un problema personal. Culpabilizar a la víctima. Pero Jazmín retoma estas filtraciones y asegura que desde el más allá le confirman que son verdad.
Como muestra un botón:
Esmeralda Castillo
En 2020 Jazmín “leyó el tarot” de Esmeralda Castillo, una niña privada de su libertad en Ciudad Juárez, Chihuahua, en 2009, cuando ella tenía 14 años de edad. Un caso representativo, ya que aglutina muchos de los problemas a los que se sujetan los familiares de víctimas:
Jazmín usa esas acusaciones en su lectura de tarot: acusa al padre, dice que el caso no fue crimen organizado; no se la llevaron para explotarla sexualmente, sino por una venganza contra el padre.
Luego agrega que la niña ya está muerta, que será difícil hallarla; “veo mucha agua”, agrega.
Pero la realidad es que para cuando Jazmín ha echado su baraja de tarot, algunos restos de Esmeralda ya han sido hallados en lo que se conoce como el Arroyo El Navajo. ¿Es esta el agua que la vidente refería? No. No hay caudal; se le dice a la región así por costumbre, y por las ocasionales lluvias que corren por ahí. La historia de Esmeralda está vinculada a una compleja red de trata y crimen organizado: una red que había trabajado durante al menos 25 años. Y más que venganzas, había niñas que solían desaparecer en las mismas calles de Ciudad Juárez.
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Miguel Ángel es padre de Johan Gael. En entrevista telefónica, narra un poco aquel día, ahí en el municipio de Galeana: “Yo me subo con el niño mayor más arriba”. El niño se ha regresado al auto y está jugando con la bolsa de su madre. No han pasado más que cinco minutos y de pronto alguien pregunta por Johan, ya no está en el carro.
“Eran las nueve de la mañana cuando empezamos a buscar a Johan. Recuerdo muy bien que se oyó un ladrido de perros, como cuando pasan desconocidos por las casas”. Aquel día hicieron búsquedas en las rancherías. Los abuelos de Johan son de la zona, así que entre todos peinaron la zona. A los ocho días volvieron con perros; a los 15 días; meses después.
“Entras en otro mundo”, explica Miguel Ángel. “Un mundo desconocido; empieza un mundo en el que te empiezan a criticar, en un descuido y lo otro…”. Y llega la desesperación. Alguien sugiere que vayan a leer las cartas. “Yo en mi caso jamás he creído en eso, pero por la desesperación le entra uno la duda y te dicen cosas: ‘fíjate que a tal persona les ayudó a encontrar a tal persona’. Pues acudimos, con todo tipo de personas que te puedas imaginar, que trabajan con diferentes cosas: que San Juditas, que la Santa Muerte, la vela… y así acude uno. Todas las personas decían: ‘el niño está bien, lo tienen unas personas que no pueden tener hijos’. Fuimos a Coahuila, Nuevo León, a San Luis, a Tamaulipas, a muchas partes… y toda la gente coincidía, como si se pusiera de acuerdo”.
Pero pasan los meses, y los videntes comienzan a dar versiones que lastiman. “Te empiezan a lastimar. Y a mi esposa le afectó mucho. Decidimos dejar de ir”.
Miguel Ángel agrega:
“Yo pienso que si fueran certeras en su trabajo [las videntes], no habría tanto desaparecido.
Cuando el caso se encontraba en la policía antisecuestros de Nuevo León, se acercó una vidente que usaba algo que llamó ‘radiestesia’. Cobraba 50 mil pesos por ver las vibraciones de los cuerpos.
“No, Miguel, esa es una extorsión, se puede decir”, le explicó su asesor de la policía antisecuestros. “Créeme, hay muchísimos casos. Hay personas de muchísimo dinero de aquí en Monterrey, si eso funcionara, ¿no crees que esas personas hubieran pagado lo que fuera por hallar a sus familiares? Nosotros ya hubiéramos contratado a personas aquí en la agencia”.
–¿Qué hay sobre el Tarot de Jazmín?
–Esta persona se ha tomado la libertad de estar leyendo de cuanta persona se le aparece sin autorización.
–¿Ustedes nunca la consultaron?
–Nunca.
“Jamás he tenido contacto con ella. En San Luis Potosí, una pequeñita desapareció a los meses de lo de Johan. Esta misma persona del tarot hizo mala narración de lo que para la niña sucedió [es decir, la tarotista dijo públicamente que la niña, desaparecida, estaba muerta]. Mi esposa habló con la madre al otro día que salió la nota. Estaba muy mal, pero pues ya, mi esposa habló con ella, que no le hiciera caso. No tienen corazón para dañar los sentimientos de otra persona… decir todo ese tipo cosas que dijo”.
Miguel Ángel, padre de Johan Gael.
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