Tristeza contenida, salud deteriorada, pérdidas personales; así enfrenta el personal de salud la pandemia

Imagen: https://www.observatoriorh.com/

 

 

 

Alied Bencomo Alerm habla desde la experiencia de un año atendiendo la pandemia en el sector salud público, en una región donde habitan alrededor de 400 mil personas. Cada día —explica— llegan a la zona de primer contacto sanitario de la localidad, unas 200 personas con síntomas de contagio del coronavirus SARS-CoV2.

El personal médico las recibe, les hace la prueba, descarta o confirma contagios, y canalizan a hospitales en caso necesario. Cada día, les toca dar ánimo a personas que por sus síntomas, muy difícilmente sobrevivirán a la pandemia.

Luego salen del trabajo, se encaminan a sus casas sorteando asaltos y riesgos del camino. Muchas llegan donde sus propios familiares están enfermos, donde algunos han muerto, incluso sus propios hijos.

El personal de salud tampoco escapa al perfil general de la población en México: contratos laborales inciertos, bajos salarios, y una salud deteriorada (diabetes, hipertensión, obesidad, estrés, entre otros); al que a se suma el desánimo por años y años de trabajo que ya les merecerían estar jubilados, recibiendo una pensión.

Un sueño inalcanzable porque, ¿quién sobrevive en México con los recursos de una pensión, cuando hay que sostener, a veces solas, a toda una familia?

Aún así se levantan cada mañana, con la tristeza contenida, la salud deteriorada, las pérdidas personales a cuestas, y hacen frente a la pandemia que sigue sumando estragos en una sociedad que a veces, en su afán por escapar ilusoriamente de la pandemia y seguir un ritmo de vida “normal”, aporta poco para salir de la crisis.

 

Alied Bencomo Alerm, pediatra de formación con estudios de posgrado en salud pública, y ahora encargada de la coordinación de la atención de primer contacto en una demarcación sanitaria, habla desde dentro de sí misma y desde dentro de la vivencia en el sector salud, con Leonardo Toledo, Miguel Maza López y Abraham Mena Farrera, en el conversatorio Pandemónium.

Pandemónium lleva hasta ahora 35 conversatorios con diferentes personas y vivencias, en un ejercicio de reflexión de los procesos sociales que han sido modificados por la pandemia de COVID-19.

Pandemónium busca plantear perspectivas hacia el futuro incierto conocido como la “nueva normalidad”, “encontrarle sentido a lo que estamos viviendo”, explican Leonardo, Miguel y Abraham.

 

Entre el deber, y el deber-ser

–       ¿Las y los responsables de atender la salud en la pandemia, cómo lo han estado viviendo?

–       Al inicio de la pandemia, una reacción inmediata del personal (de salud) fue “yo me quiero ir a mi casa”. Hubo una tensión constante entre cuál es el deber, y cuál es el deber-ser. Hubo que dialogar mucho —reconoce Alied— fue el primer reto en esos meses de mayor incertidumbre y miedo, cuando en México empezaban los primeros contagios y poco se sabía de cómo atender a la población que enfermaba del nuevo coronavirus. Cuando había que recuperar el sentido social del personal médico, su cooperación, el trabajo en equipo que debían realizar, porque era este al que le tocaba estar en primera fila.

Alied explica que se dieron cuenta que había que atender la salud mental y física del personal. Lo primero fue un diagnóstico que arrojó “la mala salud del personal de salud”. Una suma de circunstancias como su situación laboral con poca estabilidad, los contagios propios, y de su familia.

“Les ha tocado muy duro, han tenido una gran pérdida de sus familiares, de sus hijos, de sus padres y hermanos; han tenido un estrés muy grande, y aún así han regresado a trabajar frente a COVID (…) Te das cuenta que tienes una tristeza contenida que se dispara en cualquier momento. Te das cuenta que estás en una tristeza larga”.

Se sumó —detalla— un alto nivel de ansiedad previo que se fue incrementando, depresiones que se profundizaron ante la presencia de la pandemia. “Es frustrante darle ánimos a las personas (contagiadas de COVID) cuando sabes que para ellas las cosas no van a salir bien. Se atienden filas de 200 personas todos los días, hay una mezcla de emociones y sentimientos: te compadeces, te enojas, te frustras.

Reconoce que “por mucho que se quiera sostener, también te derrumbas. Se va estableciendo una suerte de cansancio largo… A veces he estado tan cansada que digo: ya no puedo más”.

“El agotamiento —explica— es larguísimo, han sido muchos meses, somos poco el personal que estamos enfrentando la pandemia, está muy deteriorada la salud del personal de salud, está muy envejecido, hay enfermeras que deben estar retiradas, pero no pueden, porque no pueden sobrevivir con su retiro y deben seguir trabajando”.

Idealmente la pandemia exige para su atención de personal de salud joven y sano, que tengan menos factores de riesgo, “pero ha caído la carga sobre un grupo muy pequeño de trabajadores” que en su mayoría, no tiene esas características.

Por ahora, explicó que se procura atender la salud mental del personal de salud, para que pueda ayudar en mejores condiciones.

 

“Mi reto es no infectarme”, y construir ciudadanía

Un año y miles de pacientes contagiados de COVID-19, miles de rostros y de agonías. La lección es clara. “El COVID es una enfermedad compleja que provoca un desastre sistémico en el organismo, a una velocidad increíble. La gente que se enferma la pasa mal, y aún no se sabe de las secuelas que quedan en el organismo”, señala Alied.

Eso —explica— en una sociedad que tiene una salud precaria y grandes desigualdades acumuladas, más la velocidad de propagación del COVID que dificulta aprender a esa misma velocidad sobre la cultura de la prevención, ha provocado cierta resistencia y muchas veces imposibilidad del autocuidado, a seguir y reconocer las medidas para contener los contagios.

En este contexto, su reto en su persona es “no infectarme”, no poner en riesgo a sus familiares, a sus amistades, aunque las ganas de reunirse no falten. “Se tiene que actuar en una lógica de solidaridad, reconvertir el aislamiento en una acción de solidaridad, de no infectar o afectar al otro. Hay que esperar e incorporar otros hábitos de vida y hacerlo por el bien de todos”.

“El COVID nos ha enseñado también que tenemos que trabajar en la construcción de ciudadanía, construir desde lo local, reconstruir tejido social, ser parte de un proceso, enfrentar la pandemia desde muchos ámbitos, y no darle a una persona (a un presidente, a un secretario, a un gobierno) la responsabilidad de todo, porque soy ser pensante con capacidad de proponer”, dice enfática.

 

Aprender a vivir de otra manera

El escenario, qué sucederá en los próximos meses, en los próximos años, sigue generando incertidumbre, sin embargo, la médico considera que cada vez habrá más certezas.

“La vacuna en la medida que avance, podrán demostrar su efectividad. Aún así, con la vacunación de adultos mayores bajará la mortalidad en este grupo de edad”, y los protocolos de tratamientos van mejorando.

Explica que es inevitable que habrá picos, hasta que la sociedad asuma que en tanto no se vacune a todos, no debe reunirse porque es la forma más común de contagios.

La secuela, las secuelas, van a ser largas, “con enfermedades que han dejado de atenderse para atender el COVID y que hay que retomar, (también) hay que atender a todas las enfermedades crónicas, trabajar en prevención, trabajar la salud mental, atender a los huérfanos del COVID, las pérdidas económicas, los duelos…”.

La gran lección de la pandemia —reflexiona— es que hay que  “aprender a vivir de otra manera, relacionarnos de otras maneras con la naturaleza y con los otros. Este es un viaje sin regreso, vamos hacia otra nueva manera de vivir, que no conocemos pero tenemos buenas pistas para trazar caminos posibles. Volver a una lógica más comunitaria y de los derechos colectivos”.

¿Cómo puedo hacer algo diferente? se pregunta, y responde: salir del espacio de confort, “buscar los filos de la realidad donde se puede hacer una transformación (por ejemplo), vacunarse visto como un acto de solidaridad hacia los otros, saber que a lo mejor a mi no me pasa nada (si me enfermo), pero a las otras personas con las que viva, sí. Y seguir manteniendo las medidas sanitarias hasta que la pandemia termine”.

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