No caer en la tentación de la violencia, legado de Samuel Ruiz a 10 años de su Pascua
En la reflexión del legado que el obispo de San Cristóbal de Las Casas, Samuel Ruiz -fallecido el 24 de enero de 2011-, dejó en el pueblo de Chiapas y en los pueblos indígenas y no indígenas del estado, la organización Serapaz A.C. (Servicios y Asesoría para la Paz A.C.), que ahora dirige Gonzalo Ituarte, uno de sus más cercanos colaboradores, convocó una análisis donde participaron esta mañana ancianos, jóvenes, hombres y mujeres indígenas que siguen formando parte de su iglesia.
A la distancia, unos desde Ocosingo, otros desde San Cristóbal de Las Casas, y otros en la Ciudad de México, asistieron de manera virtual, entre otros, Abelado Cruz Jimenez, primer presidente de la organización Kiptik ta Lecubtesel, una unión de ejidos fundada en Las Cañadas de la Selva Lacandona en la década de los 70s.
Abelardo recuerda que Samuel García llegó por primera vez a su ejido, Amador Hernández, llevando consigo una radio de comunicación. En ese poblado fundado por peones acasillados que huían de la explotación en las haciendas, “Tatik Samuel animaba y nos decía que como una olla, nuestros pueblos estaban rotos, pero podían volver a unirse (…) sacamos tambores, flautas y banderas y empezamos a organizarnos (fue) una lucha muy difícil porque gobierno nos presionaba que no podíamos estar en las comunidades en la selva. (Samuel Ruiz) Favoreció la comunicación a través de radios, nos dio fortaleza para intercambiar esfuerzos”, recuerda Abelardo.
Regina Sánchez López es una anciana tzeltal que ahora forma parte del CODIMUJ (Coordinación Diocesana de Mujeres), de la Diócesis de San Cristóbal, otra de las herencias de Don Samuel. Ella reconoce que la visión del obispo vio la opresión patriarcal hacia las mujeres, y provocó también la reivindicación de sus derechos.
Hoy, hay en la Diócesis hay siete equipos de CODIMUJ. “No nos cansamos, y seguimos caminando. Les muestro este este caracol que sigue caminando”, dijo en su idioma, alrededor de un altar maya -compuesto por flores, velas e incienso que apunta a los cuatro puntos cardinales- donde al centro fue colocada una fotografía del obispo.
Regina recordó que el caracol es el instrumento que en las comunidades indígenas, sobre todo en las más apartadas, sigue usándose para llamar como una trompeta.
Al encuentro virtual también asistieron Tomás Gómez López, integrante de la Asociación Rural de Interés Colectivo (ARIC-Histórica), un joven de la zona conocida como La Sultana, en la Selva; y Guadalupe Vázquez Luna, sobreviviente de Acteal.
Ambos, jóvenes, también se reconocen como herederos y seguidores de las enseñanzas del obispo, aún cuando su convivencia fue más a la distancia.
“Compartió nuestro dolor, pero nos dejó su caminar a valorarnos como seres humanos y defender y valorar nuestra vida. Nos dio fuerza para caminar y seguir un camino por la paz a pesar de haber tenido la experiencia muy fuerte; a seguir por la vía de la no violencia, porque, no lo que te hacen con violencia debes responder con violencia”, dijo Guadalupe, quien perdió a sus padres y cinco de sus 10 hermanos durante la masacre de Acteal de diciembre de 1997.
“Tatik Samuel nos enseñó a no excluir a los enemigos, sino incluirlos; claro que no es fácil, pero podemos platicar y no callar, no ser violentos, sino buscar otros medios para luchar. Nos enseño a luchar por la vida y vernos como hermanos. Nos sembró semillas de paz y solidaridad. Sigue en nosotros y en nuestros jóvenes una semilla que ha germinado mucho en las comunidades y los pueblos”.
Gonzálo Ituarte, en una apretada síntesis del legado del obispo, reconoce que Samuel Ruiz mostró caminos para que los pueblos buscaran tener una vida digna que tuviera capacidad de reflejarse en todos los aspectos. Uno de esos caminos fue la articulación, el diálogo, y por ello impulsó la formación de la sociedad civil articulada.
“Puentes de comunicación para la transformación y búsqueda de los comunes, reconocer la legitimidad del otro, reflexionar, preguntar (…) apuestas siempre a largo plazo. Sumar todas las voces, asumirnos como parte del problema, y de la solución, en un
proceso colectivo del cual todas y todos formamos parte”.
Ituarte enfatiza: ahora, a 10 años de su Pascua, la herencia de Samuel Ruiz “es acercarse a la realidad desde los nuevos retos y nuevas respuestas. No caer en la tentación de la violencia”.
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