Murió Fulgencio Sandoval, rostro en billetes de 50; su legado: educación en comunidades indígenas

#AlianzadeMedios | Por Diana Manzo

Fulgencio Sandoval Cruz, el rostro que dio vida al último tlatoani a través de un billete

Diana Manzo/Corresponsal | Fotos: Diana Manzo

San Andrés Chicahuaxtla, Oax., (pagina3.mx).- En lo alto y frente al emblemático Cerro de las Zarzamoras, en el panteón de San Andrés Chicahuaxtla, un pueblo indígena ubicado en la sierra sur en Oaxaca, desde hace quince días descansan los restos  de Fulgencio Sandoval Cruz, el hombre  triqui que con su rostro caracterizó en un billete al último tlatoani: Cuauhtémoc.

Fulgencio Sandoval

Cualquiera pensaría antes de conocer la historia de Fulgencio que el rostro de Cuauhtémoc plasmado en los billetes de 50 mil y 50 pesos que hace años dejaron de circular era real.

Pero no, era una caracterización elaborada a partir una fotografía que se tomó en el año de 1975 para la Casa de la Moneda de México, en el marco del Primer Congreso de Pueblos Indígenas celebrado en Janitzio en el estado de Michoacán.

A Fulgencio, quien murió a la edad de 71 años, se le reconoce por sus gestiones en la educación y la cultura.

Él hizo honor a su tribu: “A la gente que habla la palabra completa” (Güi a’mi Nanj nï’ïn) o “Palabra Completa” (Nanj nï’ïn) como prefieren que les llamen y no “Triqui”, gentilicio que aunque es reconocido en la Carta Magna, para ellos es despectivo, pues significa “Gente que vino de abajo o debajo”.

“Su color de piel, su identidad indígena y su cuerpo corpulento fueron algunos rasgos  que se tomaron en cuenta para que caracterizara al último emperador azteca, Cuauhtémoc”, relata su esposa Lidia Espinoza Daniel, quien recuerda la infinidad de veces que Fulgencio le contó esa parte de su historia de vida.

En su memoria, su esposa Lidia, su hermana Otilia, su sobrina Yatahli y su hijo Osvaldo le dedicaron en el interior de su casa un altar fotográfico de su trayectoria cultural y educativa rodeado de sus libros y en el centro colocaron los billetes de 50 mil pesos y de 50 pesos, que significaron un orgullo para Fulgencio Sandoval.

Su muerte repentina -21 de septiembre pasado- tras complicaciones respiratorias todavía no es aceptable entre los suyos.

Su esposa prefiere imaginarse que Fulgencio se fue al campo en busca de orquídeas y que pronto regresará a sembrarlas en su jardín endémico que comenzó a construir hace siete años, tras su retiro laboral.

“Siempre me decía: regresemos al campo, volvamos a la tierra, ella ya nos dio mucho y ahora hay que dejarle un poco de nosotros.

“Y aquí estamos, en este lugar donde siempre amó y quiso convivir con la naturaleza.

“Por eso es que sembramos muchas plantas, cosechamos frutas y comida, y tenemos inclusive un lago de patos y, por supuesto, sus libros, que nunca faltaron, eran como su comida favorita”, recordó su esposa.

Legado de Fulgencio Sandoval: Educación y cultura de los pueblos indígenas

Han pasado quince días desde que murió, pero sus amigos y conocidos no dejan de visitarlo en su casa.

Cuando entran lo primero que hacen es persignarse frente a su altar y de sus labios pronuncian la palabra “Gracias maestro”.

La educación y la cultura es el legado vivo que Fulgencio Sandoval dejó en San Andrés Chicahuaxtla y en el resto de las comunidades indígenas Nanj nï’ïn y mixtecas, como Tlaxiaco, donde fundó escuelas de diversos niveles.

Él antepuso el conocimiento para mermar los conflictos de antaño que viven las comunidades de esta región de Oaxaca, donde históricamente se han protagonizado matanzas y desplazamiento forzado por conflictos políticos y  territoriales.

“Fulgencio optó por la cultura y la educación y no por ser gestor político”, dice su hermana Otilia.

Hace memoria de todo lo que le contó tras la fundación de escuelas, entre ellas el Colegio de Bachilleres en Tlaxiaco Oaxaca.

También fue promotor cultural para el rescate de la indumentaria triqui y de su lengua natal.

Fue fiel admirador de la cultura oaxaqueña y en donde anduviera con orgullo lo expresaba.

Una joven llamada María Guadalupe Santos, fue su alumna y como agradecimiento visitó su altar y expresó que la mejor herencia que les dejó fue la educación.

Lo recordó como una persona perseverante que siempre les compartió valores y conocimiento; además, les recordó que pertenecer a una etnia no es sinónimo de inferioridad, al contrario.

“Siempre nos decía que a donde fuéramos, siempre primero nuestra lengua y nuestra cultura.

“Vamos a extrañar al profesor Fulgencio, porque fue un hombre que nos enseñó de la vida y a luchar contra las adversidades”.

En su memoria “La casa de las orquídeas”

Una variedad extensa de orquídeas que florecen en las cuatro estaciones del año es  la colección privada de Fulgencio y su esposa.

Y aunque él ya murió, ella asegura que seguirá con el proyecto de “La Casa de las orquídeas” que buscaba conservar esta flor y a su vez ofrecer como venta para su conservación, ese era su sueño.

La orquídea es una flor endémica y tradicional de esta cultura.

Se dice que las mujeres lo colocaban debajo de sus huipiles de telar para desprender un agradable aroma.

En las fiestas patronales de su patrono San Andrés Chicahuaxtla y los rituales, la oquídea es la flor que adorna las iglesias y los espacios.

“La casa de las orquídeas” comenzó a formarse hace siete años cuando Fulgencio se retiró de sus actividades profesionales.

En las praderas y campos dedicaba más de cuatro horas en coleccionarlas, para después reproducirlas bajo los cuidados extremos que requiere esta flor.

“Su muerte repentina me cayó de sorpresa, pero cuando salgo y miro las orquídeas, veo cómo están reproduciéndose y creciendo.

“Digo y pienso que seguiré fomentando este cultivo, porque ese era su sueño y creo que esto me lo dejó para que no nos olvidemos de él, de Fulgencio,  ese rostro que apareció en los billetes y que todos los mexicanos algún día tuvieron en sus manos”, concluyó.

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