La exclusión por identidad que viven las mujeres trans centroamericanas al entrar a México
*Las rutas físicas de desplazamiento, como las técnicas alternas de construir el cuerpo en las mujeres trans de esta investigación, visibilizan demarcaciones, normativas, controles de seguridad y contención en el uso del espacio para cada uno de los cuerpos.
Ernesto Antonio Zarco Ortiz y Karla Jeanette Chacón Reynosa, investigadores de la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH), realizaron el articulo “Dispositivos de seguridad y sexualidad en la frontera sur de México: biopolíticas en mujeres transgénero centroamericanas”, donde exponen los dispositivos migratorios transfronterizos en el desplazamiento de mujeres transgénero centroamericanas en su paso por la frontera sur de Tapachula.
Los investigadores mencionan que, los desplazamientos fueron analizados desde un enfoque de la experiencia vivida, que revelan técnicas de distinción, normalización y exclusión sobre los cuerpos transgénero, que son realizadas a través de dispositivos de seguridad, como son los pasaportes, permiso de tránsitos, visa, situación de protección, refugio y sexualidad regulados por los Estados-nación.
Zarco Ortiz y Chacón Reynosa añaden que, esta regulación migratoria del complejo industrial transfronterizo opera en los cuerpos sexo genéricos diversos que cruzan de forma ilegal los límites territoriales y corporales expuestos a las estrategias del control biopolítico.
“Dichas narrativas de la experiencia permitieron percatarse que los procesos migratorios de ellas se encuentran ligados a situaciones de desplazamiento forzado por contextos de marginación y precariedad; pero principalmente, por violencias vinculadas a relaciones de poder en cuanto a su identidad, ligados al deseo de transformaciones corporales”, exponen los autores.
Zarco Ortiz y Chacón Reynosa acentúan que lo anterior, posibilita que la experiencia vivida revelé las formas de distinción y normalización que son efectuadas a través de dispositivos de seguridad transfronterizos por actores, instituciones y políticas públicas dentro de regulaciones migratorias.
Mencionan que, estos actores provocan la producción de nuevas rutas de desplazamiento, oficiales o no, visibilizando las características de quienes migran, y al mismo tiempo, se intensifica la vigilancia por parte de los Estados nación por los que se desplazan.
Los investigadores destacaron a través de las narrativas de Eureka, Valeria, Sandra, Reina y Kimberly, mujeres transgénero originarias de Guatemala, Honduras y El Salvador, quienes colaboraron en la investigación, que puede verse el contacto que ellas viven con las instituciones relacionadas con la migración, tanto a partir de su proceso, con otros cuerpos y de su encarnación de género.
“Desde su llegada a Tapachula, estas mujeres transgéneros tendrán que identificarse varias veces a lo largo del complejo industrial fronterizo, ya que éste opera a través de los siguientes aspectos: legalidad-ilegalidad en el desplazamiento, la ocupación de los espacios en las ciudades que transitan, la producción de rutas migrantes emergentes o no oficiales, y el reconocimiento de la identidad sexual en tránsito”, acentúan los investigadores.
Zarco Ortiz y Chacón Reynosa, exponen que el sexo y el género pueden ser pensados como fronteras simbólicas que limitan y marcan tanto social y cultural las prácticas sexuales, sentimentales y de comportamiento de las personas de acuerdo con los genitales de nacimiento.
“A mí me va mejor vestirme como hombre, porque así no me dicen cosas en la calle, pero para las chamacas [otras chicas trans] soy falsa, porque solo me visto a veces, pero así son pues acá. O eres bien mujer o sos bien hombre, las locas [travestis] como que no les caen bien”, compartió Kimberly en la entrevista.
Los autores mencionan que, en las discusiones realizadas desde los estudios de género y las identidades sexuales, se ha llegado a problematizar las concepciones de las identidades trans, diferenciando entre travesti, transgénero y transexual que a menudo se utilizan como sinónimos, aunque hacen referencia a procesos distintos, tránsitos que tanto hombres como mujeres llevan a cabo en la búsqueda de pasar entre los géneros.
“Para que tengas que ser mujer no es así nada más, lo aprendes de las otras, te enseñan a cambiarte, pintarte bien y hasta como rellenarte. Primero sos loca, así media vestida, de ahí vas para ser vestida, que medio ya se te ve que eres mujer, hasta ser mujer pues, que tomas las pastillas [hormonización con anticonceptivos], hasta que se te vea más la cara, que no utilices peluca”, dijo Reina.
Por lo anterior, los investigadores, citando Le Breton, mencionan que las marcas sociales y culturales pueden llevarse a cabo a través de relaciones directas con un colectivo, se inscriben en el cuerpo del actor, las cuales se presentan como un recorte, una deformación o un agregado, es decir, técnicas de hacer el cuerpo que, aunque se producen en lo individual, son aprendidos a través del colectivo o la comunidad a la que se adscriben.
“Yo cuando comencé aquí a juntarme con las otras, ahí en la mara [grupo de amigas] me fueron diciendo como le tenía que hacer. Que maquillarme, ponerme relleno, luego con el calor de aquí. Hasta que un día me dijeron que me pusiera aceite, no es el de que haces la comida, íbamos pal aeropuerto a comprar aceite de avión, luego no los inyectábamos en las chiches [pechos]. Pero ya no lo hago, una amiga que tenía el sida murió porque esa cosa se le hizo duro y se le puso negro en la nalga”, comentó Valeria.
Los autores, explican que estas técnicas de hacer el cuerpo no sólo se enfocan a los procesos quirúrgicos o médicos del tránsito de género, sino también, a los culturales, donde el propósito principal es lograr la encarnación del género al que se desea transitar.
“Aquí no es lo mismo ser trans en Tapachula que serlo allá de dónde vienes, porque aquí pues te puedes vestir más, pero también es bien distinto cuando ya estás en los estados [EE. UU.], porque allá están unas amigas que ya todas mujeres, bien cambiadas. Aquí pasas por muchas cosas y ser la mujer así bella también es cosa de dinero”, expresó Sandra.
Por otro lado, los investigadores exponen que, la vigilancia que el Estado y la misma población del lugar de tránsito ejercen sobre las mujeres migrantes centroamericanas, no son solo legitimizaciones del control, sino también, formas de vigilancia biopolítica, en tanto apuesta para controlar los cuerpos migrantes, a través de la higienización y la salud pública, así la biopolítica se presenta como el control de la vida, ejercida por el Estado y ejecutada a través del ejercicio de gobernanza.
La biopolítica, se ejerce en regiones fronterizas, como es el caso de Guatemala y México, a través de normativas diplomáticas convinieron sus límites a ambos lados del afluente del río Suchiate, ubicando en los límites una garita migratoria, donde se aplican normas de vigilancia de los desplazamientos de personas, investigando en ellas la confirmación de nacionalidad con documento válido y vigente, la justificación y la solvencia del migrante para mantener la estancia.
“Para cruzar de Guatemala a México es bien fácil, si no traes papeles te cruzas por el río, ahí en el Suchiate hay unas lanchitas donde te cobran como $50.00 pesos (mexicanos) y cruzas para el otro lado. Tienes que tener cuidado cuando lo cruzas, porque están los militares ahí o está la policía, pero solo te piden un poco más de dinero”, compartió Eureka.
Con base a lo anterior, los investigadores, ven que quienes no cumplen con los requisitos buscan desplazarse utilizando rutas, en tanto lugares ciegos de vigilancia fronteriza, estos desplazamientos informales se hacen a los márgenes y por debajo de los puentes de tránsito que unen y separan los bordes de cada país, ya sea a pie o en balsas hechas de llantas de tractor.
“Para ir para allá (Guatemala) o venir es bien fácil, el problema es que como trans tienes que cuidarte mucho, vestirte de hombre o ser bien cabrona porque por todo te piden dinero, que los de la balsa, los maras, los del beta (grupo de atención al migrante), la policía, los militares. Todo te hacen, pero es mejor cruzar por Talismán que por Suchiate, hay menos gente y está menos peligroso, solo que por ahí tienes que bajar hasta más allá del puente y meterte al río”, dijo Kimberly.
Zarco Ortiz y Chacón Reynosa acentúan que, dispositivos de seguridad y sexualidad no están separados del de control de la seguridad y la sexualidad, pues funcionan de manera específica, producidos a través de la normalización, vigilancia, impedimentos, exclusiones y preceptos del deber ser en los cuerpos: autoafirmándose o negándose a voluntad.
“Siempre que vas a pasar de Guatemala para acá es mejor hacerlo como de hombre, porque si te vas de mujer a cada rato te van a estar parando en la carretera para venir a Tapachula. También si querés irte para tu país tienes que hacerlo de hombre. Allá es más peligroso… te matan, no solo te asaltan porque te ven raro pues”, expuso Valeria.
Con lo anterior, los autores señalan que la postura de dispositivos de seguridad y sexualidad en la transfrontera, es abordado desde un diálogo, en el cual el análisis se realiza como un todo, entendiendo que estas formas de distinción al migrante en su paso fronterizo, parte tanto desde cuestiones antropométricas, como de estereotipos corporales sexo-genéricos.
“Cuando vas en la carretera, tan solo para ir a Tuxtla, tienes que irte con cuidado, a cada lugar que hay retén ahí se suben los militares y los de migración. Esos son bien chuchos [perros], porque rápido te ven, que si vas de mujer o de hombre ya saben de dónde eres, así sin hablar ya dicen rápido que sos de Guatemala o de El Salvador”, compartió Valeria.
Asimismo, los autores exponen que las personas transgéneros tienen que presentarse con los documentos identitarios de sus países de origen, se enfrentan a la averiguación y discriminación por parte de las autoridades que revisan los documentos.
“Cuando yo entré por Talismán [frontera México y Guatemala] tuve que entrar como hombre pues traía pasaporte, despintarme toda, quitarme el cabello, ya lo traía largo. Me dolió un poco, pero tenía que hacerlo, quería que me firmaran el pasaporte para poder entrar y pedir luego los papeles para estar aquí”, dijo Reina.
Además, los investigadores comentan que debido a que las personas llegan por problemas económicos, huyen de la violencia y persecución existente en sus naciones, para ellos México ya no es visto como un sitio de paso sino también de destino final, por ello, han observado un incremento de solicitudes de refugio por parte de la población transgénero, en su mayoría, provenientes de Centroamérica.
“Pedí mis papeles de refugio, primero fui al ACNUR, de allá me mandaron a la COMAR, luego ahí es bien feo el trato, no te hablan por el nombre que tienes de mujer, te dicen que solo te van a tratar por lo que eres, no les importa que eres así. Pedí la solicitud tres veces, la tercera me la dieron las otras dos, no. Decían que, porque vienes huyendo de tu país por ser gay, no te dan nada”, mencionó Eureka.
En el caso de México, la mayoría de las migrantes provienen de El Salvador, Guatemala y Honduras, y el flujo migratorio ha incrementado, mencionan los autores.
“¡Ay no, pedir refugio es un desmadre! No te lo dan, te tratan mal, hay que estar a cada rato allá firmando y que no te permiten trabajar. El refugio solo se lo dan a las mujeres naturales, a la familia y hasta los maras les dicen que sí. A veces solo prefería pagar el papel [Formato migratorio número cuatro), pero también ya no te lo vuelven a dar”, mencionó Sandra.
Por último, los investigadores añaden que, en la actualidad se ha recrudecido la violencia sobre los cuerpos migrantes de niños, niñas, jóvenes, mujeres y personas sexuales diversas, aunque existen recomendaciones gubernamentales y no gubernamentales, ha hecho falta caracterizar aún más dichos desplazamientos, pues las normativas existentes están hechas a partir de generalidades y bajo estereotipos históricos.
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