Homosexualidad y travestismo en los años 70: la historia de Antoine
Ellos no eran pedófilos. Era un grupo de amigos homosexuales reunidos en propiedad privada a los que le parecía divertido vestirse de mujer, hacer teatro o jugar a cantar e imitar a las artistas del momento.
Además de la policía, llegaba la prensa amarillista. Obligaban a posar a los detenidos en ropa y maquillaje de mujer. Al siguiente día podía leerse en la revista Alarma: “Mujercito descarado”, “Mujercito desviado”.
A veces ni siquiera era necesaria una llamada, la policía los detenían en la calle sólo por considerar que eran demasiado amanerados.
Corrían los años 70 y era impensable que un hombre mostrara comportamientos femeninos en público, mucho menos que fuera abiertamente homosexual. Tampoco existían lugares formales de encuentro para la comunidad LGBTTTI, ni un café o discoteque.
En 1972 era gobernador interino Gonzalo Bautista O’Farrill, conocido por perseguir a líderes comunistas de la entonces Universidad Autónoma de Puebla. Fueron años protagonizados por la lucha social, los asesinatos y los violentos encuentros entre el poder y la resistencia.
Fue entonces cuando Antonio Leal llegó a la ciudad de Puebla. Tenía 20 años. Provenía de la ciudad de Tlaxcala y aunque sabía que era homosexual, no lo vivía libremente. El primer grupo de amigos también homosexuales que Antonio hizo en la ciudad, justamente se reunían en un cuarto pequeño, en una casa.
Raúl, el chico que vivía en esa casa, había sido descubierto por sus padres con un ex novio y entonces sufrió lo que muchos en aquella época: lo condenaron socialmente, le prohibieron salir de la casa y ahora su deber era preparar la comida, mantener la casa limpia y atender en lo necesario a sus hermanas y al perro.
Esas reuniones eran secretas. Solos en un cuarto, siete amigos riendo, contando sus historias, compartiendo, a veces probándose la ropa de las hermanas. Fue entonces cuando Antonio se travistió por primera vez.
Hoy tiene 64 años y todos lo conocen como Antoine (Antuán, por su pronunciación en francés). Su voz es ligeramente ronca, suave y cada frase parece leída de algún guion teatral. Es un gran orador, sus ademanes son propios de un artista del escenario y en esta parte de su historia se escucha muy divertido.
—Nos la pasábamos encerrados ahí. Entonces, ya me pinté, ya me puse el vestido, ya me veía divino… ¡perfecto! Ahora te toca a ti. Nos lavábamos la carita y ya nos vamos. Y al día siguiente era la misma historia, ahí fue donde empezábamos a jugar a que les cantábamos la cancioncita, de radio, les bailábamos, palomitas de maíz y no sé qué tanto, jugábamos a artistearle.
Ser travesti es una expresión comportamental del ser humano. El performance del género como un gusto meramente estético. Antoine define su identidad de género claramente como la de un hombre homosexual al que le gusta vestirse de mujer por un gusto escénico y performativo. Sin embargo, en aquella época la homosexualidad era considerada una enfermedad, una perversión.
En su día a día, Antoine viste camisas de manga corta, pantalones de vestir y zapatos lustrosos de agujeta, lleva el pelo corto y bien peinado. Pero en su armario también tiene decenas de vestidos de noche, llenos de lentejuelas que él mismo ha confeccionado y que ha usado para ofrecer espectáculos teatrales, musicales y de performance, para conducir concursos de belleza travesti y también para usarlos en la marcha anual del orgullo, la dignidad y la diversidad sexual, que desde hace 14 años organizan distintas asociaciones civiles en Puebla.
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El paso del tiempo, la historia de la discriminación
En poco más de 40 años las cosas han cambiado, ya no son comunes las redadas en espacios privados para arrestar personas homosexuales y travestis, aunque la discriminación, la criminalización y la violencia persisten.
Apenas un año después de la llegada de Antoine a la ciudad de Puebla, en 1973, en Estados Unidos se retiró la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales de la Asociación Psiquiátrica Estadounidense, y aunque desde pocos años atrás ya iniciaba la lucha por los derechos LGBT en diferentes partes del mundo (incluido México), esto no permeó inmediatamente a Puebla.
Fue hasta casi 20 años después, en 1990, cuando la homosexualidad fue retirada de la lista de enfermedades mentales de la Organización Mundial de la Salud.
En México, el Consejo Nacional para Prevenir La Discriminación (Conapred), único organismo a nivel federal que se encarga de promover políticas y medidas a favor de la igualdad y los Derechos Humanos de grupos discriminados (incluido el colectivo LGBTTTI), nace en 2003, apenas hace 13 años.
La Ciudad de México, considerada una ciudad modelo en materia de Derechos para la comunidad LGBTTTI, tiene sus logros muy recientes. En 2009 se modificó el Artículo 146 del Código Civil para el Distrito Federal (ahora Ciudad de México), lo que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo. Y en 2014 se reformaron, adicionaron y derogaron diversas disposiciones del Código Civil y de los Procedimientos Civiles, para hacer posible el reconocimiento legal de la identidad de género para las personas transgénero y transexuales.
Pero durante los años 70 se contemplaba un horizonte totalmente adverso.
Antoine cuenta la historia del colectivo LGBTTTI en la ciudad de Puebla que pocos vivieron en persona, pues casi todos aquellos con los que coincidió ya han muerto. El resto es más joven. Es el único sobreviviente conocido de una época en exceso punitiva.
La primera fiesta travesti en Puebla
Antoine fuma por pausas y se queda con la mirada fija unos segundos, recordar le remueve muchas cosas. Mantiene esa postura mientras la cámara está apagada, cuando se prende regresa a ser el magnífico orador que pausa las palabras y dramatiza para darle énfasis a sus historias.
De vuelta a los años 70, Antonio tuvo la fortuna (y al mismo tiempo desgracia) de encontrar trabajo en la inspección de policía, tomando fotos de heridos, cadáveres, ladrones, homicidas y otros presuntos delincuentes.
—A la inspección le decíamos que era el convento, porque todos se llevaban de madres para arriba, pero yo no podía llevarme así con ellos, imagínate, provinciano y gay. Yo decía: “Diosito, ya no me dejes aquí con esta bola de machos, ya no puedo”… Pero ahí encontré una manera de ayudar.
A la inspección llegaban todos los detenidos, incluidos los que eran acusados por homosexuales de pederastia y asociación delictuosa. Antonio vio llegar muchas veces a conocidos suyos. En sus reuniones, él le decía a todas sus amistades que si llegaban a ser arrestados, no le dirijieran la palabra en la inspección, pues de alguna manera lo delatarían, y que cuando tomara las fotos ellos indicaran números con sus dedos para que en cuento pudiera, Antonio saliera a llamar de una caseta telefónica para avisarle a sus familias.
Eso lo hacía porque sabía que después de la inspección seguían los separos y muchas veces la cárcel. Ahí los detenidos eran golpeados, torturados o violentados sexualmente. Y no se daba aviso a sus familiares. Ellos podían permanecer encerrados hasta 15 días y con la llamada de Antoine evitaba eso aunque después podía venir el destierro económico o social, pero le parecía mejor que el abuso policiaco.
En una ocasión, la policía arrestó a uno de sus amigos más cercanos. Antoine cuenta que él y el resto del grupo pidieron dinero en las calles para poder pagar la fianza, sin embargo, el pago final terminó siendo un favor sexual a un abogado, quien explícitamente solicitó el cuerpo de Antoine como soborno.
Ese fue el acabose. Escucharon que en la Ciudad de México había una mujer transexual que estaba moviendo grandes influencias para ayudar a la comunidad LGBT en otros estados. Su nombre era Xóchitl.
—Era morena, casi cubana, con una cara tolteca, labios gruesos, era fea. Ejerció la prostitución y como tenía dinero puso una casa de citas y empezó a tener contacto con gente pudiente. Una vez acomodada, puso una casa de hombres, a la cual asistían las estrellas de fama y Xóchitl los veía a todos y guardaba secretos. Cuando llegó el momento les dijo: Tengo ganas de hacer una fiesta, pero señor director de policía, necesito su protección. Quiere mi silencio, me ayuda o hablo. Le dieron todo lo que quiso, se dio el lujo de llegar vestida de Cleopatra y cargada por 4 fisicoculturistas al Salón Riviera, invitando a un chingo de gente de ambiente vestidos de muchachas. No pasó nada.
Antoine y otros 3 amigos llegaron con Xóchitl para contarles todo lo que percibían de Puebla y ella decidió ayudarlos, igual que lo había hecho con otras personas en Oaxaca y Veracruz. Antoine cuenta que en ese mismo momento tomó el teléfono y le llamó al entonces rector de la UDLAP para avisarles que iba a mandarles a unos muchachos que querían hacer una fiesta y ella le encargaba que los ayudara.
—Xóchitl nos dijo: lo único que necesito de ustedes es, uno, no suelten nunca las manos, hagan lo que tengan que hacer y trabajen para que las nuevas generaciones no pasen lo que han pasado ustedes, esa es nuestra misión y dos, las quiero aquí para la marcha, necesito el apoyo.
Antoine dice que Xóchitl organizó las primeras marchas en la Ciudad de México, y que claro, no eran para nada como se conocen ahora.
En su visita con el rector, éste les dijo que sin problemas les ayudaría con “su fiesta de disfraces”, que el permiso se conseguiría justificándola como una fiesta de recaudación para el laboratorio de química de la universidad. El salón elegido fue uno cerca de la CAPU y del resto tendrían que encargarse ellos.
Ellos consiguieron música en vivo, mesas, sillas y 50 cajas de cerveza. Lo difícil fue encontrar quien quisiera asistir porque la constante amenaza de la policía los acechaba.
—Tuvimos que rogar a las amistades para que fueran a esa fiesta porque era la oportunidad y el momento de hacer algo. Porque alguien tenía que empezar y queríamos que fueran parte del principio.
Finalmente la fiesta se hizo a puertas cerradas y todos llegaron con miedo. Los de la orquesta se quedaron fríos al ver a todos vestidos con ropa de su mamá, su hermana o con vestidos de segunda mano. La invitada de honor era Xóchitl, que llegó despampanante y acompañada de 4 cadetes del colegio militar en una limosina.
—Ella siempre pedía que se le recibiera con «Sonidos de Filadelfia». Llegó al centro de la pista, daba saludo hacia todas direcciones y hasta que se sentaba en su mesa principal y empezaba a beber, esa era la señal de que la fiesta comenzaba oficialmente. Sus cadetes se hincaban para que ella pudiera apoyar su pie sobre sus piernas y le abrocharan el zapato… así era Xóchitl.
La fiesta terminó a las 4 de la mañana sin ningún percance. Y como lo prometieron, Antoine y sus amigos acudieron a la marcha en la Ciudad de México.
En aquella marcha eran como cien personas y a su llegada les daban unas capuchas blancas para taparse la cabeza. Todos debían ir en total silencio, caminando por el centro de la avenida Reforma. Tenían prohibido acercarse o subirse a las banquetas, bajo la advertencia de tener la protección de Xóchitl sólo mientras estuvieran juntos. La protección también terminaba al final del trayecto, en la plaza de la Constitución. Una vez allí debían correr, quitarse la máscara y desaparecer. No era una marcha de goce.
De las fiestas a los lugares de ambiente
Xóchitl los alentó a continuar con las fiestas y les sugirió comenzar a coronar reinas de belleza. Con mayor confianza, consiguieron las coronas y los premios. Al verse ante la necesidad de ofrecer algún espectáculo entre cada categoría de pasarela para las concursantes, Antoine decidió hacerse cargo de la variedad, haciendo un número musical.
Antoine consiguió vestuario de un teatro y así, él y algunos otros comenzaron a interpretar a las artistas del momento. Las mayores hacían de Sara Montiel y las más jóvenes hacían de Rocío Durcal.
Cuando se hizo obvia la naturaleza de las fiestas, la policía comenzó a rodear el lugar. La seguridad sólo la tenían mientras estuvieran dentro del salón. La primera vez que los rodearon decidieron apagar la luz, tirarse todos al piso y esperar algunas horas para después ir saliendo a cuentagotas y bajo riesgo de ser apresados afuera.
Paralelo a las fiestas, Antoine comenzó a recibir invitaciones para ambientar otros eventos como fiestas particulares con esos números musicales, hasta que un amigo heterosexual le ofreció a conseguirle un escenario más en forma para que se presentara.
Ese lugar se llamaba Thugs y con esa decisión se convirtió en la primera discoteque que permitía la asistencia de personas homosexuales y travestis. Posteriormente el lugar cambio de dueño y de nombre, entonces fue Keops, pero la dinámica era la misma.
Thugs tuvo ataques desde los medios de comunicación y desde lo legal por “atreverse a meter homosexuales”, pero se defendieron teniendo todos sus papeles en regla. Eso fue suficiente, al menos dentro del local.
Afuera continuaba la cacería y la discriminación. Desde rayones a los coches hasta detener y golpear a la gente que salía de ahí.
Antoine comenzó a montar comedias musicales como Victor Victoria en Thugs, además de ayudar a organizar y animar otro tipo de fiestas, como Halloween. Ese se convirtió en su trabajo de fines de semana. De lunes a viernes continuaba en la inspección de policía, muchas veces cociendo lentejuelas a sus vestidos en sus ratos libres, a escondidas. Iba a los ensayos en las tardes y el viernes en la noche presentaba la obra.
—Sin quererlo me enrolé y me convertí en estrella de todo eso.
Antoine guarda fotografías de aquellas fiestas, de los concursos de belleza que conducía travestido y de las obras de teatro. También guarda los volantes que anunciaban las obras. El tiempo en las imágenes y el papel avanza rápido. Recuerda que algunas de las fotos son del 85, del 89, del 93, del 97… hasta que llega a las más recientes, de 2003, de 2010.
Antoine recuerda cómo la famosa Cucusa empezó a presentarse muy joven, compartiendo escenario con él cada 15 días.
Actualmente Antoine se considera a sí mismo un activista. A menudo se reúne con sus amigos para recordar y hablar sobre todo lo nuevo. Colecciona revistas y libros que hablan de la historia del colectivo LGBTTTI y siempre está dispuesto a colaborar con las distintas asociaciones civiles en cualquier cosa.
En 2014 dio una plática a los jóvenes voluntarios para la Marcha del Orgullo sobre esa historia de discriminación en los años 70. En ese mismo año prestó fotografías y un vestido para una exposición fotográfica retrospectiva del movimiento LGBTTTI en Puebla y en 2015 participó en una obra de teatro que buscaba dar un mensaje contra la discriminación y dar a conocer a las estrellas travestis de la escena actual en Puebla.
Antoine dice que en aquellos años 70 hubiera sido imposible pensar que podría presentarse un número travesti en el teatro de la ciudad, pues los lincharían. Ahora los concursos de belleza travesti se hacen en ese lugar, así como otros eventos.
Desde aquella primera vez que marchó, encapuchado, en silencio y con miedo, Antoine no ha dejado de marchar cada año, ahora en Puebla. Y también cada año se traviste de forma diferente. En 2015 se representó como Cleopatra.
—Yo, en lo personal, he visto todas las aperturas, he visto caer todas las murallas, he visto abrirse todas las puertas, he visto… entrar la luz. ¿Por qué? Porque me ha tocado vivir una época del cero total a un diez de hoy. Y vamos por un cien. Eso siempre me motiva a platicar lo que he visto y lo que viví.
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